Así lo confirma el informe sobre distribución del ingreso del Indec para el cuatro trimestre de 2021. Se trata de salarios por debajo de la canasta familiar que en diciembre del año pasado fue de $ 76.146,13. Mientras los empresarios continúan aumentando su tajada en el reparto de la riqueza producida en el país, los trabajadores precarios y pobres son la consecuencia de un fenómeno estructural que se cocina hace años y bajo el cogobierno con el FMI podría empeorar.
El 50 % de los hogares vive con menos de $ 79.000 por mes, señala el informe del Indec sobre la Evolución de la distribución del ingreso (EPH) para el último trimestre del 2021. Esta realidad empeora si contemplamos la disparada de la inflación en los primeros tres meses del año, que acumula una variación de 16,1 %. Sólo en marzo trepó a 6,7%, el nivel mensual más alto en 20 años.
Se trata de datos alarmantes que se suman a la lista de indicadores –pobreza, canasta básica, salarios- los fríos números confirman lo que se percibe hace tiempo en los hogares: cada vez alcanza para menos y en muchos pasan hambre.
Pero no todos pierden en este lio, mientras la crisis social se agudiza, la recuperación de la actividad económica permitió sostener e incluso aumentar la rentabilidad de las empresas. Recuperación con desigualdad, y trabajadores pobres son el resultado de políticas que defienden los intereses de los capitalistas.
Veamos los principales datos del informe, resultantes de la EPH para los 31 aglomerados urbanos:
El ingreso promedio per cápita del total de la población (29.006.496 personas) alcanzó los $32.192, mientras que la mediana del ingreso per cápita fue de $24.571.
De la población total, un 60,4 % (17.505.511 personas) tuvo algún tipo de ingreso que en promedio fue de $52.553. El informe analiza el nivel de estos ingresos en promedio por estrato bajo ($19.667), medio ($50.622) y alto ($122.192).
Si miramos la desagregación por fuente de ingresos y sexo, en el decil más bajo el 60% de los ingresos de las mujeres es explicado por ingresos no laborales, posiblemente asignaciones sociales. Mientras que en el decil más alto esta proporción se invierte, siendo el 81,2% de los ingresos laborales.
Respecto a la brecha de género, los datos confirman que los hombres tuvieron un ingreso promedio de $60.132, mientras que el de las mujeres fue 25% menor, situándose en $45.154.
En los hogares los ingresos laborales representaron el 77 % de los ingresos totales, y los no laborales alcanzaron el 23 % restante. Dentro de los ingresos no laborales se pueden incluir programas sociales o asignaciones como la AUH, jubilaciones y pensiones entre otros. El peso de los ingresos no laborales fue mayor para los deciles más bajos: fue de 63,6% en el primero y 13,5% en el décimo.
El informe sobre distribución del ingreso permite reflejar variaciones al interior del “mundo del empleo”. A diferencia del análisis de la distribución funcional del ingreso, aquí se analiza la apropiación de la riqueza según el ingreso personal, posibilitando dar cuenta de ingresos laborales o provenientes de políticas públicas; y también el peso de la informalidad laboral y el trabajo precario.
Dentro de los ocupados -categoría que abarca tanto a los trabajadores bajo relación de dependencia (asalariados) y a los independientes (patrones y cuenta propia)- el 50% gana en promedio $55,512. Esto se ubica por debajo de la canasta familiar que en diciembre de 2021 fue de $ 76.146,13; es decir, en niveles de pobreza.
En la desagregación por estratos se observa que el ingreso promedio en el más bajo(deciles del 1 al 4) fue de $19.941. El ingreso promedio del estrato medio confirma que 8 de cada 10 trabajadores ocupados gana menos de $ 53.600.Mientras que en el más alto (deciles del 9 al 10) fue de $130.534.
Respecto a la población asalariada, el ingreso promedio de las 9.026.021 personas fue de $55.823. De ellas el 66,7 % tiene descuento jubilatorio, y tuvieron su ingreso promedio fue de $68.879. Mientras para el restante 33,3 % de trabajadores que no tuvieron descuento jubilatorio el ingreso promedio equivalió a $28.592. Es decir, el ingreso promedio para los informales es apenas un 41 % del que reciben los trabajadores formales.
Aún bajo estos resultados que van delineando una tendencia a la pauperización de los salarios y de los ingresos populares, la variación del índice de Gini -que mide la desigualdad- mostró un retroceso en los últimos 3 meses del 2021. El coeficiente de Gini del ingreso per cápita familiar de las personas fue de 0,413, mostrando una baja frente al 0,435 de igual periodo de 2020. Para una correcta interpretación del coeficiente de Gini hay que tener en cuenta que si se acerca a cero significa que hay igualdad absoluta y si resulta ser uno lo que prima es desigualdad absoluta.
Si el contexto es de mayor crisis social, ¿Qué nos dice este descenso de la desigualdad? Por un lado, está relacionado a los cambios en la situación del empleo, es decir, menor desocupación y mayor actividad respecto a 2020. Mientras la brecha entre el 10% más pobre y el 10 % más rico pasa de 21 a 17 veces -volviendo a valores de 2017- este retroceso transitorio en el índice de desigualdad viene asociado a un fenómeno que se consolida: el de los trabajadores pobres. Como explica el especialista Luis Campos en una reciente entrevista realizada por este medio, mientras el desempleo alcanzó valores similares a 2017 los datos de pobreza e indigencia aumentaron considerablemente. Se trata de un proceso estructural de precarización laboral que para Campos podría iniciarse con mayor fuerza desde 2012.
También es importante tener en cuenta el peso de los cuenta propistas en el empleo, para muchos analistas este indicador mide cierto grado de desarrollo económico, principalmente porque si los que priman son los cuenta propistas changarines y que realizan tareas de subsistencia, implica una estructura laboral y productiva precarizada.
Otro aspecto interesante que explica la baja en el coeficiente de Gini es el señalado por el economista del CEDLAS-UNLP, Leo Tornarolli en relación a los datos de pobreza e indigencia. En su cuenta de tuiter sostuvo que la disminución en estos indicadores para el último semestre de 2020 se debe a que “la suba en los valores de las canastas de indigencia (+16.0%) y pobreza (+14.5%) fueron menores a la inflación durante el período (+21.4%).”
¿Quién se queda con las ganancias de la recuperación?
La baja en la desigualdad no es más que un espejismo que prontamente con los altos niveles inflacionarios de 2022 serán revertidos, la misma tendencia se espera para los niveles de pobreza e indigencia para el primer semestre del año.
Contrariamente a lo que sucede con los ingresos populares, los empresarios siguen aumentando su participación en la tajada de riqueza que se apropian, en 2021 fue de 47 %. Es la porción anual más alta desde el comienzo de la serie en 2016, mientras cayó la participación de los trabajadores al 43 %. Algunos de estos multimillonarios figuran en el ranking Forbes como Marcos Galperín, Alberto Roemmers, Alejandro Bulgheroni, Eduardo Constantini, Eduardo Eurnekian, Gregorio Pérez Companc y Paolo Rocca.
Del análisis de los datos se desprende una lógica del sistema capitalista: en cada recuperación posterior a una crisis la población pobre, los asalariados, no logran recuperar lo que perdieron en el peor momento de esa crisis. “Primero los últimos” volvió a decir el presidente Alberto Fernández en la conferencia de prensa este lunes. Son palabras que se chocan de frente con la realidad y las miserias que viven millones en el país.
Sólo el Frente de Izquierda propone medidas de emergencia para recuperar lo perdido como un proyecto presentado para aumentar el salario mínimo y las jubilaciones y programas sociales; con actualización automática. Junto a un programa de medidas centrales para ponerle freno a la inflación como nacionalización de las empresas de servicios públicos para poner fin a los tarifazos, apertura de registros contables y control de precios, imponer un monopolio estatal del comercio exterior para terminar con la especulación. Junto al no pago de la estafa de la deuda externa y la nacionalización de la banca para terminar con la gran fuga de capitales.