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17 de abril de 2022 Twitter Faceboock

Ideas de Izquierda
¿Quién es y qué sostiene Alexander Dugin, el filósofo de Putin?
Javier Occhiuzzi

Autor de varios libros y creador de la teoría filosófica que “supuestamente” inspiró la doctrina expansionista de Putin y sus aliados. Se destacó como analista y estratega político en los años 90, para finalmente exponer sus conclusiones y predicciones en la que sería su principal obra: La cuarta teoría política en donde critica el mundo unipolar impuesto por el liberalismo y EE. UU. En este artículo repasamos algunos de los principales argumentos de un intelectual de derecha que se presenta como crítico contemporáneo.

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Alexander Dugin es un personaje polémico, cuyas ideas y posiciones vienen ganando cada vez más espacio dentro del universo intelectual de la Federación Rusa. Fue docente en la Universidad Estatal de Moscú, en el 2015 fue nombrado editor en jefe del canal de televisión Tsargrad TV y actualmente da clases en la Universidad de Teherán (Irán) y en la Universidad Federal del Sur (Rusia).

Luego de la caída del muro de Berlín y la URSS, Dugin comenzó a jugar un rol más activo, políticamente hablando. En 1993 ayudó a redactar el programa político del recién fundado Partido Comunista de la federación Rusa [1]. Estuvo participando poco tiempo de ese espacio político, ya que al año siguiente cambió su afiliación para incorporarse al Partido Nacional Bolchevique [2]. Fue durante ese periodo de tiempo que publica su primer trabajo importante Fundamentos de Geopolítica (1997), donde el autor despliega su arsenal teórico para fundamentar la necesidad de un nuevo orden mundial en el que el Imperio Euroasiático se construirá sobre el principio fundamental del enemigo común: el rechazo del atlantismo, el control estratégico de Estados Unidos y la negativa a permitir que los valores liberales los dominen.

Lo cierto es que al año de publicar el libro en cuestión Dugin abandona el PNB debido a diferencias políticas con sus dirigentes. Para el año 2002 Dugin funda el Partido Eurasia en donde desarrolla por escrito su teoría político-filosófica y se encolumna tras los principales dirigentes políticos del momento Dimitri Medvédev y Vladímir Putin. Para el año 2009 publica su principal obra La Cuarta teoría política (texto que vamos a analizar a lo largo del artículo) en donde hace una extensa fundamentación teórica y antropológica de por qué “Eurasia” debe ser el faro político y moral para esta nueva era “post”, donde la decadencia de la hegemonía Occidental (Norteamericana) se manifiesta en la destrucción del sujeto político a favor de seres “supra-humanos”.

La cuarta teoría por dentro

Según Dugin actualmente la humanidad se encuentra atravesando la decadencia de lo que se conoció como la Modernidad. La época Ilustrada dio como resultado el nacimiento de tres ideologías que quisieron hegemonizar el mundo: El liberalismo, el comunismo y el fascismo. De las tres ideologías la que predominó fue la primera, pero según el autor a un costo muy alto ya que “El liberalismo, que siempre busca la minimización de la política, decidió, después de su victoria, eliminar por completo la política” [3]. Para el autor esto se manifiesta en que “la política se convirtió en biopolítica” [4] y pasó del nivel individual al nivel sub-individual. Por lo tanto, para Dugin el liberalismo dejó de lado a las ideologías derrotadas y también a la política en sí misma, incluyendo la propia política liberal. El mundo que ve el autor de la cuarta teoría es la máxima expresión del liberalismo: un mundo “sin religión, sin Estado y compuesto por individuos atomizados y sin ningún tipo de identidad, ni siquiera sexual, vendría el último paso de la postmodernidad: la sustitución del individuo, objeto de culto por parte de los liberales clásicos, por el post-individuo” [5].

En ese sentido lo que el autor ve en el horizonte no es otra cosa que otro round más en la eterna lucha de culturas entre Oriente y Occidente. Esta disolución de las identidades no es más que “la continuación de un universalismo occidental que se ha transmitido desde el Imperio Romano, al Cristiano Medieval, a la modernidad con la Ilustración y la colonización, hasta los fenómenos actuales de la posmodernidad y del ultra-individualismo” [6]. Según el autor “americano” significa “universal”. Las otras culturas o tienen un futuro americano o no tienen futuro en absoluto. Para Dugin los EE. UU. como culminación del imperio Occidental se han ocupado de importar “sociedades democráticas”, pero destruyendo y llevando al caos a sociedades tradicionales que no están preparadas para ello.

En este contexto de un mundo “unipolar” en donde una sola hegemonía se quiere imponer globalmente, Dugin presenta su propuesta:

El presente trabajo se dedica a esto y al desarrollo de una Cuarta Teoría Política mediante el examen de las tres primeras teorías políticas, así como de las ideologías que se acercan de ellas, el nacional-bolchevismo y el eurasianismo. No se trata de un dogma o un sistema listo de un proyecto terminado. Es una invitación a la creación política, a la exposición de intuiciones y de conjeturas, el análisis de las nuevas condiciones. Finalmente, es un intento de reinterpretación del pasado [7].

Y en ese contexto el nuevo jugador global que Dugin ve que tiene oportunidad de hacerle frente al liberalismo Occidental es su madre patria: Rusia.

“Si Rusia decide ‘ser’, significa automáticamente crear una Cuarta Teoría Política. De lo contrario, sólo queda ‘no ser’ y salir lentamente de la arena histórica, para disolverse en un mundo que no es creado y gestionado por nosotros” [8]. Dugin en ese sentido es bien claro al exponer el estado de situación actual. “Rusia no tiene lugar en el ‘admirable mundo nuevo’ de la globalización, de la posmodernidad y del post-liberalismo” [9]. Finalmente el autor remata “En esta situación, el futuro de Rusia depende totalmente de nuestros esfuerzos para desarrollar la Cuarta Teoría Política” [10].

En ese sentido la Cuarta Teoría se enmarca como una “cruzada” contra “la posmodernidad, la sociedad post-industrial, el proyecto liberal realizado en la práctica, la globalización y sus bases logísticas y tecnológicas” [11]. Dugin ve en la tradición y la religión una defensa contra la occidentalización del mundo que quiere fagositarse a Rusia ya que “La ‘libertad de’ es la forma más repugnante de esclavitud, puesto que tiene al hombre para una insurrección contra Dios, contra los valores tradicionales y contra los fundamentos morales y espirituales de su pueblo y su cultura” [12].

La consigna de la cuarta teoría es concreta: “solo una cruzada mundial contra los Estados Unidos, Occidental, la globalización y su expresión político-ideológica, el liberalismo, es capaz de convertirse en una respuesta adecuada” [13]. Una gran cruzada contra occidente es la propuesta de Dugin, pero para lograr eso se precisa de tres elementos: una teoría ideológica, cruzados que peleen y un líder que los lleve a la victoria.

Cuando Putin llegó al poder y trató de revertir el proceso de desintegración de Rusia, no encontró ninguna oposición ideológica en gran escala. Él fue desafiado por clanes económicos concretos, cuyos intereses discernía, y la más activa agencia de influencia, profundamente arraigada en el espionaje a servicio de Occidente. La mayoría absoluta de los liberales se transformó rápidamente en ‘partidarios’ de Putin, adaptándose a las simpatías patrióticas del nuevo líder [14].

Ya tenemos una teoría y un líder, pero todavía no queda muy definido quién es el sujeto al que va destinado la cuarta teoría, los “cruzados”. Según Dugin los sujetos de las otras tres ideologías se disolvieron: la “raza” de los fascistas no proliferó y murió. La clase proletaria del comunismo “se disolvió en la clase media y desapareció en el interior de la sociedad de consumo” [15] y el individuo liberal fue liberado de toda forma de identidad colectiva volviéndose un sub-individuo sin identidad que flota sin dirección en el mercado.

En este contexto Dugin define al interlocutor de su teoría de la siguiente forma:“La cuarta teoría política no tiene un destinatario sociocultural definido. Ella se dirige a cada persona disgustada por el estado de las cosas en este mundo, a cada persona lo bastante profunda como tratar de buscar las causas y razones de este estado” [16].

Hablándole a un sujeto genérico sin identidad, pero solo identificable por su disgusto con la situación actual, Dugin propone atacar las raíces de la Modernidad “empezando con sus postulados ontológicos, antropológicos, cosmológicos, gnoseológicos, epistemológicos y económicos” [17].

Nada se salva del revisionismo del autor, pero el comienzo de su crítica tiene un origen filosófico en lo que él considera el eje de la ideología de la Modernidad: la filosofía de la historia de Hegel.

Los fundamentos filosóficos

Según Dugin hoy vivimos bajo los “axiomas teóricos de la modernidad”, en la forma del progreso y la modernización, que son reales, pero relativos y para nada absolutos. En ese sentido el autor señala que la ideología de la modernidad, en la forma de las tres ideologías ya descritas, está pensada sobre la filosofía de la historia de Hegel.

Después de Hegel, el sentido de la historia llegó a ser entendido en términos del Espíritu Absoluto, quedándose alejado de sí mismo, asumiendo una forma como el proceso dialéctico de la historia, eventualmente llegando a ser una especie de monarquía ilustrada [18].

Para Alexander Dugin toda la “ideología moderna” se basa en una topografía del progreso. Según él: desde Darwin a Marx, pasando por los nazis y también por Alexander Kojève hasta llegar Francis Fukuyama, todos caen en la trampa inconsciente de lo que él denomina “irreversibilidad del tiempo y de la historia unidireccional”. Según Dugin “el tiempo es una categoría política. El tiempo político es un pre-concepto de una forma política” [19].

Esto quiere decir, entender la historia de la humanidad según los criterios ofrecidos por Hegel en sus Lecciones sobre la historia de la filosofía (1837), donde sostenía que el fin de la historia es el fin de las posibilidades de desarrollo del espíritu. O dicho de una forma más coloquial: es el momento en el que se alcanza la plena realización racional de la sociedad civil y del Estado, en el que se logra la identidad entre la realidad y la racionalidad. Esa interpretación según Dugin, que viene siendo, según él, la preponderante, es ideológica. Y tiene razón, pero la discusión es qué tipo de interpretación temporal proponen él y su Cuarta Teoría como alternativa.

En ese sentido afirma: “Si el tiempo es ‘histórico’ no puede ser ‘objetivo’. El dasein dice lo mismo. El dasein es el sujeto de la Cuarta Teoría Política. El dasein puede ser recuperado por el refinamiento de la verdad existencial derivado de la superestructura ontológica de la sociedad. Dasein es algo que institucionaliza el tiempo” [20].

No lo mencionamos antes, pero según Dugin en el concepto filosófico Dasein (Ser-ahí) del filósofo alemán Martín Heidegger se esconde la esencia irreductible del ser humano, su verdadero ser: “Dasein es lo que corresponde a la naturaleza del hombre como especie, en el estado primario que antecede a todas las superestructuras filosóficas, políticas, sociales e ideológicas” [21].

Dicho de la forma más sencilla y simple posible: antes del nacimiento de lo que se conoce como Modernidad (surgida de la Revolución Francesa de 1789) cada cultura del mundo tenía su “Premodernidad”, la cual vivía según su tradición ancestral. Según Alexander Dugin es ahí donde se ubica la verdad de la humanidad, su Dasein, y a la cual debemos llegar a toda costa: “La cuarta teoría política es una llamada a una insurrección radical contra el mundo moderno, a romper sus esquemas, negar su lógica, sus normas’” [22].

Para Dugin la historia se puede entender desde dos ángulos, uno es el historiográfico Occidental (Moderno) como lo llama él y el otro tradicional. Podemos entender la historia como la sucesión de hechos que vivieron los Griegos, Romanos, Medievales, Renacimiento hasta llegar a la Modernidad, Posmodernidad, etc... O podemos pensarla como lo plantean las culturas tradicionales (centralmente religiosas) que miden el tiempo en torno a eventos de tipo místico como un génesis, un profeta, un mesías y un apocalipsis. Para Dugin la segunda opción tiene una ventaja táctica que la hace mejor y preferible: “La eternidad está al lado del conservador” [23] ya que el objetivo político a desarrollar es “un modelo alternativo de un futuro conservador, basado en los principios de la vitalidad, de las raíces, de las constantes y de la eternidad” [24].

Podemos decir que para Dugin mientras más viejo mejor: “¿Qué es el conservadurismo? Es un ‘no’ a lo que está alrededor. ¿En nombre de qué? En el nombre de algo que vino antes” [25]. Para el autor el conservadurismo construye su posición oponiéndose a la lógica del desarrollo del proceso histórico liberal. La posición que sostiene Dugin, según él, no es simplemente una filosofía política a secas, sino una episteme en el sentido foucaultiano del término (conjunto de configuraciones que han dado lugar a las diversas formas del conocimiento, sistema de interpretación que condiciona los modos de entender el mundo y aprehenderlo en un tiempo determinado). Para Alexander Dugin esa episteme que surge del pensamiento conservador/tradicional que se opone al liberalismo Occidental es lo que denominará como la episteme del Eurasianismo.

Para Dugin no existe un proceso histórico único, cada país tiene su propio modelo histórico que se mueve a un ritmo diferente y a veces en direcciones diferentes:

El eurasianismo, per se, es pluralidad gnoseológica. La episteme unitaria de la modernidad –incluyendo la ciencia, la política, la cultura y la antropología– se opone a la multiplicidad de la episteme, construida sobre los cimientos de cada civilización existente. Hoy la episteme eurasiática para la civilización rusa, la china para los chinos, la islámica par el Islam, la india para los indios y así sucesivamente. Y sólo sobre estas bases, libres de la episteme occidental, se deben construir proyectos sociopolíticos, culturales y económicos a largo plazo [26].

La episteme Eurasiática y su sujeto

La episteme en cuestión que nos propone Dugin es claramente conservadora “Antiguo significa bueno y cuanto más antiguo, mejor.” Porque al fin y al cabo “La más antigua de las creaciones es el paraíso. Los portadores de la Cuarta Teoría Política en el futuro deben aspirar a encontrarlo nuevamente” [27].

En ese sentido nos permitimos preguntarnos ¿Quiénes son los que pueden entrar en el paraíso de la nueva episteme? ¿Quiénes o cómo deberían ser esos sujetos? Porque el argumento del Dasein es súper amplio. Dugin afirma que podemos “considerar el Dasein de Heidegger como el sujeto de la Cuarta Teoría Política” [28], pero no está aportando claridad al asunto, justamente porque el concepto en cuestión se basa en una visión de la realidad existencial. Lo cual nos deja atados una interpretación totalmente subjetiva y abstracta del yo o sujeto de la cuarta teoría. O sea: la pretensión heideggeriana de situarse más allá de la esfera de lo político y pensar en términos exclusivamente “ontológicos” constituye una maniobra para adjudicar a su obra una objetividad alejada de toda connotación política. Que como vamos a mostrar más adelante, es una posición claramente política.

En ese sentido, para echar más luz sobre el asunto intentaremos explicar el concepto de sujeto eurasiano por la negativa. O si se quiere: ¿Quiénes son los que no pueden entrar en el paraíso de la Cuarta Teoría?

Alexander Dugin explica detalladamente cuáles son los principales problemas de la “Modernidad Occidental”, más allá de los fundamentos geopolíticos, sino antropológicamente y filosóficamente hablando. Como ya vimos, la tradición y el conservadurismo juegan un rol central porque lo que tenemos enfrente es la disolución del individuo mismo “Poco a poco, el individuo pierde de vista su propio Ser e ingresa en el camino del nihilismo” [29].

Para Dugin el problema central de la modernidad occidental consiste en que diluye a los individuos, primero convirtiéndolos en nihilistas y finalmente volviéndolos sub-individuos sin identidad ni consciencia de sí mismos, pero ¿cómo se daría esa transformación?

Dugin comienza señalando al inicio de su libro a los que considera son la manifestación o emergentes de este nuevo fenómeno antropológico: “No es una coincidencia que los héroes de la posmodernidad sean monstruos, aberraciones, travestis y degenerados: es la imposición de la moda” [30]. Así es: en el colectivo LGTBQ el autor ve el emergente del nuevo sujeto posmoderno que se quiere apropiar de la identidad mundial y encarna todos los males que deben ser desterrados del nuevo paraíso.

El fenómeno habitual ahora es la pérdida de la identidad, no solamente de la identidad nacional o cultural, sino incluso la sexual, y pronto va a ser la identidad humana. Y los defensores de los derechos humanos, sin darse cuenta de la tragedia de los pueblos que sacrifican por su cruel plan del ‘nuevo orden mundial’ gritarán mañana contra las violaciones de los derechos de los cyborgs o clones [31].

Al parecer para Dugin estamos en “una transición entre lo híper-moderno y lo posmoderno y no sabemos dónde se sitúa la verdad y dónde la realidad. Así, en la construcción posmoderna del género” [32]. Y para el autor esto es una declaración de principios ya que ve en la comunidad LGTBQ los gérmenes de un nuevo régimen político. “El fascismo contemporáneo contiene fuertes elementos sadomasoquistas, de modo que el fascismo pervertido es un atributo esencial del posmodernismo, junto con el feminismo, los cyborgs, un ‘cuerpo sin órganos’, etcétera” [33].

Finalmente Dugin expone su Tesis antropológica: “se elimina la figura del hombre político” [34], dando lugar a que “la esfera de la política comienza a ser controlada por entidades supra-humanas que se enfrentan entre sí” [35]. Y que, como si fuera poco, no comprende lo que sucede a su alrededor, “el espectador de la posmodernidad, básicamente no entiende nada de lo que está viendo, es sólo una secuencia de imágenes que entretienen” [36].

Alexander Dugin presenta su trabajo como una obra original y fresca que viene a superar las contradicciones de las viejas teorías, pero en su argumentación no para de refritar todos los fundamentos de la sociedad pre-civilizada: dios, etnia y familia. Pero con un enfoque políticamente tendencioso que identifica por enemigo a lo nuevo o diferente y por amigo a los nuevos aliados geopolíticos (China, India, Pakistán, etc.).

Un intelectual de la revolución conservadora

No se puede pensar ni entender a Alexander Dugin si no es en el contexto de un mundo capitalista que desde el 2008 no ha dejado de manifestar diferentes tipos de crisis en varios niveles. Y en ese sentido los “neo-conservadores” en todas sus variantes internacionales no hacen más que re-accionar frente a todos los nuevos fenómenos sociales (manifestaciones populares en forma de revueltas, flujos migratorios, minorías oprimidas y trabajadores precarios que levantan cabeza, etc.) Sin ir muy lejos, sus teorías han recibido amplio apoyo tanto entre la "nueva derecha" de Europa como en la "alt right" (derecha alternativa) de EE. UU. Pensemos que el discurso de Dugin de volver a recuperar para Rusia su antigua gloria Imperial es casi un calco de la consigna del ex-presidente Donald Trump “make America great again” [hagamos a América grande de nuevo].

Lo cierto es que esta nueva derecha en la que se enmarca Dugin, tiene otras manifestaciones que dan cuenta de lo global del fenómeno político que estamos explicando. Por ejemplo tenemos a Dominic Cummings que fue el asesor de campaña de Boris Jhonson y precursor del uso y manipulación del Big Data y Fake news. Entre sus máximos logros está la creación y aplicación del Brexit. Otro nombre importante es el de Steve Bannon, ex asesor de Trump y aliado, es un ultra católico, antiglobalización, tradicionalista y ex banquero. El impulso y proyección que le dio la Casa Blanca permitió a Bannon desplegarse a nivel mundial creando en el 2018 “El movimiento”, o, si se quiere La internacional derechista mundial, cuyo objetivo es apoyar y fomentar el populismo de derecha junto al nacionalismo conservador en todo los países Occidentales. Su apoyo se extiende desde Europa, con figuras como Marine Le Pen (Francia) o Nigel Farage (Inglaterra), hasta Sudamérica en donde “El movimiento” apoyó al expresidente de Colombia, Álvaro Uribe y al actual presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, cuyo hijo, Eduardo Bolsonaro, fue elegido como encargado de “El Movimiento” para América Latina. Entre los otros “intelectuales orgánicos de derecha” que componen las filas del movimiento podemos mencionar a Olavo de Carvalho (Brasil) asesor de Bolsonaro, John Bolton consejero de Seguridad Nacional de Donal Trump y el cubano residente de Miami Orlando Gutiérrez Boronat.

Lo cierto es que más allá de las diferencias que pueda haber entre Dugin y el resto de los pensadores Occidentales, hay coincidencia en que son un fenómeno de época que busca exacerbar los sentimiento nacionalistas de forma reaccionaria con el objetivo de mantener un status quo que termina beneficiando a una pequeña minoría que son los actuales dueños de la riqueza social e intelectualmente producida.

El filósofo nostálgico

Alexander Dugin no está creando nada nuevo. Su filosofía es un refrito de la clásica política conservadora, con una fundamentación ampliada. Tiene un punto de coincidencia muy importante con la referencia a Heidegger, ya que también en su pensamiento había una nostalgia a la pérdida por Alemania de su posición de gran potencia tras el final de la I Guerra Mundial y el Tratado de Versalles. Y coincide en eso con tantos otros conservadores que añoran la grandeza perdida.

Dugin está explotando los resentimientos de una potencia mundial venida a menos y, al mismo tiempo, busca espolearla hacia ambiciones de conquista aún mayores. Antes de un conflicto bélico los estados nacionales comienzan a infectar el ambiente con propaganda nacionalista chauvinista. El libro que analizamos a lo largo del artículo viene dando cuenta de cómo se fundamenta teóricamente ese neo nacionalismo reaccionario que Dugin quiere fomentar.

La guerra y el armamentismo han vuelto al centro de la escena mundial. La guerra de Ucrania está teniendo consecuencias trágicas para millones de personas, al mismo tiempo que anticipa escenarios aún más graves y convulsos. Lo cierto es que a dos años del inicio de la pandemia, la guerra está sacudiendo el escenario político y económico internacional.

El Hombre del Hombre es hermano

La ideología reaccionaria de Dugin no es una alternativa teórica o política a la ideología globalista del imperialismo norteamericano a la que “critica”. Es la otra cara de la misma moneda.

Los intereses de los trabajadores y los sectores populares ucranianos y rusos se oponen diametralmente a los de los bandos de la oligarquía local ligados a Putin y a los imperialismos occidentales. En la lucha contra la invasión rusa, ninguna verdadera independencia puede conquistarse bajo el influjo de la OTAN, por eso es inseparable de la lucha antiimperialista más decidida.

En presencia de nuevas catástrofes sociales, solo el desarrollo de la lucha de clases y la perspectiva de la revolución internacional pueden ofrecer una alternativa progresiva.

Por esta vía, se actualiza cada vez más la definición leninista de que vivimos en una época de guerras, crisis y revoluciones. Hay un retraso en el proceso de las revoluciones, pero a lo largo de las dos últimas décadas hubo manifestaciones de varios tipos en forma de revueltas que van desde la Primavera árabe, occupy wall street, el 15M, los chalecos amarrilos, Black Lives Matters y las manifestaciones populares en las plazas, como en Chile, Colombia y Perú.

Hoy tenemos que retomar las mejores tradiciones internacionalistas del movimiento socialista. Y de esa forma llamar a constituir un polo contra la guerra en Ucrania que plantee la unidad internacional de la clase trabajadora con una política independiente, por el retiro de las tropas rusas, contra la OTAN y el armamentismo imperialista.

Frente a un sistema que solo tiene para ofrecer más guerrerismo, miseria y destrucción del planeta, cada vez se hace más necesario, como decía Walter Benjamin: activar el “freno de emergencia” para poner fin a la barbarie capitalista.

 
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