Estados Unidos vive la mayor ola de sindicallización en décadas. Desde pequeñas oficinas de la compañía telefónica Verizon hasta los almacenes de Amazon se están sindicalizando. Es el claro resultado tanto de décadas de ataques neoliberales a la clase trabajadora como de las secuelas de la pandemia de Covid-19. Los trabajadores están empezando a darse cuenta de que ellos son esenciales y que sus jefes no.
Sin embargo, hay grandes diferencias entre la organización sindical actual y la forma en que los sindicatos han operado tradicionalmente en EE.UU. Cómo ya discutimos en Left Voice, una tendencia importante en esta ola lucha es el "sindicalismo de base". Es decir, los trabajadores de base están cada vez más dispuestos a luchar contra las burocracias sindicales, que colaboran con la patronal y el Partido Demócrata, y siguen controlando gran parte del movimiento obrero en el país. Con esta nueva conciencia los trabajadores rechazaron algunos acuerdos provisionales negociados por la burocracia y, en Amazon, formaron su propio sindicato independiente. El sindicalismo de base es la principal característica de este momento. Sin embargo, hay otra tendencia importante en esta nueva ola de sindicalismo, el llamado "sindicalismo para la justicia social".
El término no es nuevo. De hecho, se utilizó por los burócratas sindicales para contener los intentos de luchar por la justicia social dentro del movimiento obrero en varios momentos históricos diferentes. La idea fue utilizada por el "nuevo" sindicalismo de los años 90 y 2000 como una forma de eludir la verdadera lucha sindical. La idea era que los trabajadores podían movilizarse con ONGs en lugar de luchar y organizarse en sus lugares de trabajo . Así que la vieja idea del sindicalismo de justicia social era débil y venía en gran medida desde las direcciones hacia abajo. Pero esta nueva generación está retomando esa idea y la está radicalizando. En vez de pasivizar a las bases y sacarlas de los sindicatos, esta nueva generación está utilizando el mensaje de la justicia social y de la solidaridad de clase para construir sus sindicatos.
Esto quedó claro durante la pandemia. Mientras que algunos trabajadores podían quedarse en casa, otros (que eran típicamente afroaméricanos y latinos) se vieron obligados a trabajar en condiciones terribles para mantener la economía. A medida que aumentaba el número de muertos y el Estado no hacía prácticamente nada para cuidar a los trabajadores, muchos empezaron a ver las conexiones entre la pandemia y los casos más amplios de injusticia.
El momento político que dio origen a esta oleada se definió no sólo por la pandemia, sino también por el movimiento Black Lives Matter. Con levantamientos en todo el país, millones de personas salieron a las calles para protestar contra la violencia estatal hacia negros, latinos y otras minorías raciales. Este movimiento evolucionó para incluir un profundo debate sobre las opresiones especiales, otras formas en que el capitalismo estadounidense priva de derechos a miembros de diferentes comunidades como inmigrantes, LGBT+, etc. Desde la violencia policial hasta los ataques a los derechos de los trans, quedó claro para muchos que el Estado y el sistema no trabajan para nadie más que para la burguesía.
Otro aspecto importante de la situación política actual son los ataques sin precedentes a los derechos democráticos y a los especialmente oprimidos. Desde las leyes que restringen el voto hasta la ilegalización efectiva del aborto en muchos estados, pasando por la guerra sin cuartel que se libra contra les niñes trans, estamos en un momento en el que la derecha avanza. Y mientras todo esto sucede, vemos una ausencia casi total de cualquier movimiento en las calles o de cualquier resistencia significativa de la clase trabajadora.
Así llegamos al momento actual. Los trabajadores son cada vez más conscientes no sólo de su posición como trabajadores, sino también de las formas en que los antagonismos de clase del capitalismo producen las mismas fuerzas que los oprimen por sus identidades. La LGBTfobia, el racismo, el sexismo, la xenofobia, etc son subproductos de un sistema que divide a los trabajadores para que sea más fácil explotarnos y oprimirnos. Cada vez más, las líneas artificiales que separan las cuestiones de todos los días, como el salario y las condiciones de trabajo, y la "justicia social", como la lucha contra la opresión, han empezado a deshacerse a medida que una nueva generación entra en escena. La llamada Generación U (por union, sindicato en inglés, NdelT), es cada vez más queer, está más politizada y es consciente de la necesidad de justicia racial, de género, medioambiental y de discapacidad. Esto se debe, en parte, al funcionamiento de la mayoría de los sindicatos.
Normalmente, los sindicatos están bajo el estricto control de sus burocracias, que siguen las líneas del partido de sus aliados demócratas e intentan apartar a sus miembros de las calles y llevarlos a las urnas. Además, la mayoría de los sindicatos esquivan la lucha contra las opresiones especiales y no van más allá de declaraciones vacías de apoyo. Esto limita el alcance del sindicato y, por extensión, el peso político de la clase trabajadora organizada en su conjunto. En un momento en el que estamos viendo una escalada de ataques contra los especialmente oprimidos, es vital que los trabajadores comprendan que tenemos el poder y el deber de defendernos a nosotros mismos y a nuestros compañeros de trabajo contra estos ataques de la burguesía.
Esta nueva tendencia de sindicalismo para la justicia social representa un importante movimiento en esta dirección y es el resultado de que los trabajadores vean cada vez más las conexiones entre sus propias identidades oprimidas y su lugar como miembros explotados de la clase obrera. Por ejemplo, los trabajadores del almacén de Amazon en Staten Island hablan explícitamente de sus orígenes negros, latinos, asiáticos y de cómo ven la lucha por mejores condiciones en su lugar de trabajo como parte de la lucha por la justicia racial. Una trabajadora de Amazon habló con Left Voice sobre cómo consideraba que ser queer impulsaba su lucha por la sindicalización. Cuando los docentes de Minneapolis se pusieron en huelga hace unas semanas, una de sus principales demandas era que el distrito escolar hiciera más por contratar y retener a docentes negros y latinos. Starbucks tiene un número desproporcionadamente alto de trabajadores trans, que están ayudando a liderar la lucha por mejores condiciones en sus lugares de trabajo.
Esto recuerda a algunas de las incipientes acciones de trabajadores que vimos durante los levantamientos de Black Lives Matter en 2020. Desde los conductores de autobús que se negaron a ayudar a la policía a transportar a los manifestantes detenidos hasta el cierre de los puertos de la Costa Oeste por parte del sindicato de estibadores en solidaridad con las protestas, 2020 demostró que las divisiones artificiales establecidas entre los especialmente oprimidos y los trabajadores estaban empezando a romperse.
Esta nueva oleada de organización sindical es también una importante respuesta a la política identitaria que definió gran parte del neoliberalismo separando la lucha de clases de las luchas parciales de cada movimiento social, fragmentando al movimiento según su raza, género, identidad, etc. Durante años se nos ha dicho que la identidad era el motor de las luchas para conseguir mejoras. Sin embargo, esto solo garantizó que un sector más acomodado, sea del establishment político o económico, dentro de esos grupos identitarios puedan tener influencia sobre los distintos movimientos de los oprimidos, dividiéndolos de la clase trabajadora en general. Ahora, les trabajadores ven cada vez más claro que la clase, mucho más que la identidad, nos une y que, para luchar por la liberación de nuestras identidades, debemos rechazar cualquier incursión en nuestros movimientos por parte de nuestros enemigos de clase.
A medida que la actual ola de sindicalización se extienda por todo el país y por todas las industrias, será importante seguir desarrollando una verdadera conciencia de clase por encima de todas las divisiones identitarias impuestas a la clase trabajadora por el capitalismo. Llevar esta conciencia a su conclusión natural puede ser explosivo, ya que significa que la única manera de abolir las opresiones del capitalismo es que la clase obrera luche, ganando conquistas para sí misma y para las diversas comunidades e identidades de sus miembros, contra los patrones que quieren dividirla. Existe, por supuesto, el peligro de la cooptación, ya que las burocracias van a querer canalizar esta nueva ola de energía en el movimiento obrero hacia el sindicalismo reformista que habla mucho pero lucha poco a nivel de clase. Para resistir esto debemos reconocer que, dado que las divisiones primarias en la sociedad capitalista son divisiones de clase y que todas las demás divisiones se multiplican a partir de ahí, la clase obrera sólo puede confiar en sí misma. Sólo nosotros podemos liberarnos. La liberación no se logrará uniendonos con “aliados” burgueses o sus cómplices en las burocracias de los sindicatos y movimientos sociales o las ONG. La justicia social sólo se ganará con la fuerza unificada de la clase obrera.
Si vamos a ganar una sociedad más justa y equitativa, será a través de los esfuerzos organizados de la clase obrera y los oprimidos, trabajando juntos contra nuestros opresores y explotadores. Es vital para ese proceso recuperar nuestros sindicatos y convertirlos en las armas más fuertes a nuestra disposición. Esto no sólo se hará con el sindicalismo para la justicia social, sino también con el sindicalismo clasista: el proceso de reorientar los sindicatos para que luchen por toda la clase trabajadora. Los trabajadores están empezando a entender la interconexión de nuestras luchas, y todos deberíamos hacer lo posible para que su conciencia siga profundizándose y radicalizándose. |