El ingreso a la educación superior ha sido impulsado por muchos años por el sistema, sus agentes y sus grandes medios de comunicación como un determinante para acceder a trabajos bien remunerados, estables y un nivel de vida superior. Sin embargo, lo que ha caracterizado los últimos años ha sido no solamente la elitización y privatización de la misma con el auge de instituciones que lucran con la educación superior, sino la exclusión sistemática de cientos de miles de aspirantes a las universidades públicas.
A pesar de ello, la publicidad ha proseguido y miles intentan ingresar a diversas carreras que han sido presentadas como un trampolín para acceder a altos salarios en un mar de ofertas laborales precarias. Una de ellas es la carrera de Ciencias Políticas (o Ciencia Política, dependiendo de qué universidad se trate).
La disciplina de las Ciencias Políticas, lejos de formar políticos profesionales para ocupar puestos y ser miembro de la casta política al servicio de los empresarios que gobierna, está enfocada a formar investigadores sociales, los cuales se pueden especializar en el análisis o en la implementación de planes en la administración pública como asesores. Ello no impide que efectivamente varios accedan y se conviertan en parte orgánica de la casta política —de lo cual, el actual presidente es el ejemplo predilecto, siendo el primer presidente politólogo en la historia del país.
Sin embargo, esta bonita retórica esconde una trampa: los politólogos son, por un lado y según datos del Instituto Mexicano de la Competitividad, de los profesionistas mejor pagados en el país, ocupando el cuarto lugar en la escala por debajo de medicina, ingeniería civil y minería.
Pero al mismo tiempo son la profesión que, según ese mismo instituto, tiene el mayor número de desempleados. Los datos provienen de la herramienta del Instituto Mexicano de la Competitividad, Compara Carreras, el cual se define como un “centro de investigación apartidista y sin fines de lucro que investiga y actúa con base en evidencia para resolver los desafíos más importantes de México” y que se basa en información de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) Nueva Edición del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI).
Un sueldo de $15,600 mensuales duplica (o hasta triplica) el salario que percibe un joven trabajador recién egresado y que es orillado a vender su fuerza de trabajo en apps, call centers o subcontratado en diversas dependencias o ingresados a los programas sociales del gobierno como Jóvenes Construyendo el Futuro.
Con ello se combina el hecho de que bajo el neoliberalismo se ha dado una mayor preferencia al área de las ingenierías, así como las disciplinas "indispensables" de medicina y el derecho, relegando a las ciencias sociales y las humanidades a competir en ambientes laborales donde se limita la puesta en práctica de los conocimientos adquiridos.
Por unas ciencias políticas al servicio de la sociedad y los trabajadores
Un elemento que poco se considera es la universidad de la cual uno egresa. Además de que los planes de estudio varían dependiendo del enfoque y centro educativo en cuestión, la realidad es que el acceso al trabajo también es moldeado con base en la universidad en cuestión. Los politólogos a veces recibimos ofertas laborales de ambientes extraños o ajenos a nuestra disciplina donde nuestra formación poco puede aportar.
Es decir, luego de años de estudiar corrientes, movimientos y formaciones, filósofos, sucesos históricos, etc., resulta una incongruencia que las ofertas disponibles terminen siendo de empresas como Colgate, Avón, Johnson & Johnson, etc. Esto debido a que, por un lado, las universidades privadas en particular están pensadas para capacitar a los jefes intermedios en la jerarquía del organigrama empresarial, pero por otro, porque se favorece la cuestión de la formación en administración más que en aquellos que se especializan en la parte de ciencias políticas (es decir, de análisis, historia, investigación y conocimientos de filosofía política).
Los politólogos egresados, aunado a ello, se tienen que enfrentar a tres estructuras de ofertas si es que quieren encontrar un empleo relacionado con su disciplina y su objetivo salarial. Por un lado, como dijimos, está integrarse a empresas privadas; en segundo lugar, está la opción de ingresar a las dependencias gubernamentales teniendo una vida de oficinista y parte orgánica de la burocracia que aceita el Estado capitalista, donde pueden tener jornadas laborales extenuantes y con sueldos relativamente medios, cuando no bajos por medio de las políticas de despidos y precarización.
Sobre ese mismo eje, algunos entran a salarios más altos fungiendo como asesores de los mismos políticos que pasan leyes anti-obreras en favor de los empresarios, cuando no se vuelven ellos mismos agentes de la casta política al ingresar a las filas de los partidos capitalistas. Basta ver cualquiera de las formaciones dentro de la 4T (como Yeidckol Polevnsky) como de la coalición PRI-PAN-PRD (como Pedro Joaquín Colwell) para ver cuántos de ellos son empresarios.
La tercera opción laboral para alguien que estudia Ciencias Políticas y donde puede ejercer sus conocimientos es en el área de las "Organizaciones de la Sociedad Civil" (anteriormente Organizaciones No Gubernamentales u ONG), donde muchos hacen prácticas profesionales y están sujetos a hacer trabajo gratuito como becarios. En este último rubro es mucho más complejo.
Existen diversas ONG que son correa de transmisión del imperialismo estadounidense en México y América Latina, como Standing Rivers, que coadyuvó en Bolivia en el golpe de Estado contra Evo Morales. Otras dependen del dinero de la Secretaría de Bienestar para implementar los planes sociales del gobierno (es decir, dejando en manos de la población la tarea que le corresponde al Estado). Otras más son resultado de años de lucha contra las desapariciones, la militarización, los ataques a periodistas, la devastación ambiental, etc. La lógica general, empero, es que el funcionamiento de las ONG tiende a dividir las filas de los oprimidos y explotados para evitar su alianza revolucionaria contra el capitalismo y canalizarlos a salidas institucionales donde ellas son el intermediario entre las masas descontentas y el gobierno.
Sobre este último punto, basta ver cómo luego del movimiento por Ayotzinapa que cimbró el país, diversas ONG comenzaron a agitar la idea de una "fiscalía que sirva" y exigir que el Estado "hiciera bien su trabajo" en encontrar a los jóvenes que él mismo había desaparecido mientras miles en las calles señalábamos que #FueElEstado.
Por ello, además de luchar por una educación pública, laica y gratuita que ponga los avances de la ciencia y las humanidades al servicio de la clase trabajadora, es necesario exigir una escala móvil de horas laborales para que la masa de politólogos desempleados acceda a un trabajo, así como un salario mínimo equivalente al costo de la canasta básica y ajustado conforme a la inflación, para que el sueldo no se esfume ante la carestía de la vida. Solamente organizados de manera independiente podremos lograr estos objetivos, sin confiar en el gobierno, sus partidos y agentes que quieren que miles de nosotras y nosotros estemos desempleados y que han generado esta situación en primer lugar.
Con información de El Financiero y El Economista. |