El secretario de Estado John Kerry encabezó este viernes la ceremonia del simbólico izamiento de la bandera norteamericana en la sede de la ex Oficina de Intereses y ahora Embajada de EEUU situada en el mismo Malecón habanero. Días atrás, el 20 de julio, funcionarios cubanos de primera línea habían hecho lo propio en Washington.
En su discurso, Kerry continuó con la línea demagógica del imperialismo yanqui de “acercar dos pueblos, que ya no somos enemigos sino vecinos”. Señaló que “me siento en casa aquí porque esta es ciertamente una ocasión memorable, un día para poner a un lado viejas barreras y explorar nuevas posibilidades” y hasta se atrevió a citar al héroe nacional cubano José Martí.
El proceso de “deshielo” comenzó hace casi dos años motorizado por el Vaticano y en particular el Papa Francisco, con meses de negociaciones secretas en la Santa Sede y en Canadá y hecho público en diciembre del año pasado por los presidentes Barack Obama y Raúl Castro. Las posteriores negociaciones en La Habana y Washington culminaron en esta reapertura histórica de las respectivas embajadas.
A quién sirven los acuerdos
La reconciliación entre el imperialismo norteamericano y la burocracia castrista es bancada por todo el autoproclamado “progresismo” latinoamericano (kirchnerismo, lulismo, chavismo, etc.) tratando de sembrar ilusiones y esperanzas en muchos honestos compañeros y compañeras. Creer que este acercamiento histórico entre los gobiernos será progresivo para el pueblo cubano, es completamente equivocado. El gobierno imperialista de Barack Obama tiene el mismo objetivo que cincuenta años atrás: derrotar la revolución cubana y eliminar las conquistas sociales. Lo que cambió es el camino, las formas.
En primer lugar porque el pueblo cubano demostró, aún dirigido por una burocracia que impidió su organización independiente e impuso un régimen reaccionario de partido único, que la política de agresión económica y militar contra la revolución no tenía futuro. Y también porque la política aperturista de Raúl Castro está ofreciendo importantes negocios que son aprovechados por inversores europeos, canadienses, brasileros, mexicanos, chinos, rusos, etc., mientras que los capitalistas estadounidenses siguen fuera del negocio o tienen que hacerlo con infinidad de trabas y restricciones impuestas por su propio país.
El solo anuncio en diciembre de las negociaciones públicas, y medidas posteriores de relajamiento de las trabas para viajes turísticos, ya provocó un gran crecimiento del intercambio bilateral. Por eso Kerry dijo “nos entusiasma que los viajes de Estados Unidos a Cuba se hayan incrementado 35% desde enero y continúen aumentando.
Nos alienta que cada vez más compañías estén explorando aquí proyectos comerciales que crearán oportunidades para el creciente número de emprendedores cubanos”.
Por su parte la burocracia castrista, tampoco acuerda con EEUU para mejorar la situación del pueblo cubano. Lo hace para favorecer sus propios intereses, aprovechando su posición dominante en las empresas estatales y ligados cada vez más a los inversores extranjeros. Los jerarcas de las FARC y el PC se vienen “preparando” desde hace años abriendo cuentas en el exterior, construyendo nuevos y fabulosos complejos turísticos gerenciados por ellos mismos, y otros tantos negocios para ser los grandes ganadores de la apertura al mercado internacional y las inversiones extranjeras que el gobierno de Raúl viene impulsando.
Es por esto que las reformas capitalistas no van acompañadas de una apertura política y se mantiene el régimen de partido único que aplasta cualquier iniciativa de los trabajadores y el pueblo que no pueden organizarse ni luchar si no es a través de las organizaciones ligadas al PC.
El discurso de Kerry
El discurso de Kerry provoca indignación de la primera a la última palabra y es fiel reflejo de las verdaderas intensiones del “acercamiento” a Cuba.
Trató de borrar más de 50 años de un bloqueo económico criminal, que aún continúa, y otras tantas agresiones que incluyeron la invasión por Playa Girón y decenas de ataques terroristas, tanto de las administraciones demócratas como republicanas. Para esto trató de hacer una síntesis histórica de la ruptura de las relaciones con Cuba basada, según él, en la alianza de Fidel Castro con la antigua URSS en el marco de la Guerra Fría.
Omitió señalar ninguna de las verdaderas causas de la cruzada que la Casa Blanca y la CIA lanzaron contra la revolución cubana. La expropiación de los grandes latifundios y centrales azucareros en manos de los monopolios imperialistas como la United Fruit Company y de los grandes terratenientes cubanos que sustentaban la dictadura de Batista. La nacionalización de las grandes empresas norteamericanas que dominaban la economía nacional como la compañía de electricidad, de teléfonos o los combustibles.
Omitió señalar que de esta manera por primera vez en la historia los campesinos pobres y obreros del campo tuvieron acceso a la tierra, se terminó con la desocupación crónica del 25%, Cuba dejó de ser el lugar “de recreo” para los millonarios yanquis y sus marines que llegaban a emborracharse y abusar de las mujeres y niños, se erradicó el analfabetismo, y la salud se transformó en un servicio público y gratuito.
Esto es lo que el imperialismo trata de recuperar en Cuba. Volver al país a la órbita del capitalismo para ponerlo al servicio de sus monopolios y empresarios. |