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1ro de diciembre de 2024 Twitter Faceboock

#NoEsDepresiónEsCapitalismo
La crisis de la educación y la problemática de la salud mental
Vencer
Valentina Peña J. | Estudiante de psicología

La vuelta a la presencialidad, luego de dos años de pandemia y encierro, ha demostrado una profundización en los problemas de salud mental en la mayoría de las personas. Sobre todo el inicio del año académico con la vuelta a clases, después de acostumbrarnos a la virtualidad, tuvimos que volver de un día a otro a la “normalidad”, y como máquinas tener que seguir respondiendo como si nada hubiera cambiado.

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La vuelta a la presencialidad, luego de dos años de pandemia y encierro, ha demostrado una profundización en los problemas de salud mental en la mayoría de las personas. Sobre todo el inicio del año académico con la vuelta a clases, después de acostumbrarnos a la virtualidad, tuvimos que volver de un día a otro a la “normalidad”, y como máquinas tener que seguir respondiendo como si nada hubiera cambiado.

Con tan solo tres meses de clases ya han habido dos casos de suicidio de estudiantes que han visibilizado realmente lo mal que está la salud mental en Chile. Estrés académico, violencia en los colegios, y ninguna política de contención emocional dentro de los establecimientos, lo que ha tenido su expresión más brutal en Santa cruz, donde un secundario se disparó en el patio de su colegio, quedando grave y muriendo posteriormente, o en el caso de la UMCE (ex pedagógico) en Santiago, en que el suicidio de un estudiante de pedagogía en música conmocionó a la comunidad universitaria, lo que incluso llevó a otro estudiante a encadenarse y acampar afuera de la universidad en forma de protesta, denunciando la escasa preocupación del Estado y de las autoridades de la universidad, que son los responsables de tener sólo cuatro psicólogas/os para atender a más de tres mil estudiantes, además donde pueden optar a un limite de ocho sesiones (lo que no alcanza ni para un tercio de una terapia completa). Lo que el estudiante pretendía con esta acción, es también visibilizar la importancia de los problemas de la salud mental en los estudiantes y del conjunto de la población.

Durante estos tres meses hemos visto movilizarse a profesores, funcionarios y estudiantes de liceos y universidades. En Antofagasta hemos visto a decenas de liceos, donde estudiantes, funcionarios, profesores y apoderados, se han unido en contra de la precarización que se está viviendo, las nulas garantías de la vuelta a clases y la carga emocional que ha significado la presencialidad y la crisis económica. En Santiago varios liceos se han tomado sus establecimientos, paralizando clases y movilizándose, como el INBA, Liceo de Aplicaciones, Instituto Nacional, Liceo 1 Javiera Carrera, entre varios otros. También en universidades públicas y privadas, como en la U. de Chile, la U. de Santiago (Usach), la U. Academia de Humanismo Cristiano (UAHC), la U. Católica Silva Henriquez (UCSH), que vienen planteando demandas históricas del movimiento estudiantil, como la educación gratuita, educación sexual integral, mejoras en las infraestructuras, fin al CAE, más funcionarios y mejores sueldos, fin al subcontrato, alimentación, pero por sobre todo por salud mental.

Lo que hizo la pandemia fue agravar considerablemente esta problemática y abrir una nueva crisis en la educación, mucho más de lo que ya estaba, sobre todo en la juventud, en los estudiantes y los sectores más precarizados. Los niveles de ansiedad y depresión que nos trajo el encierro de dos años, junto con la cesantía que tuvo a miles de familias pasando hambre, y donde los estudiantes tenían que buscar la forma de poder conectarse a clases, y de poder concentrarse dentro de sus hogares, muchas veces sin los espacios adecuados, o turnándose con familiares para poder usar el único computador de la casa, porque ni siquiera se nos aseguró conexión, ni computadores para poder responder correctamente al ritmo de las clases online. Sumando a esto, la nueva presencialidad, sin ninguna medida que pudiera asegurar una adaptación correcta a la vuelta de clases, claramente ha tenido consecuencias graves en la salud mental de la mayoría de lxs estudiantes.

Empezamos las clases en marzo como si nunca hubiera habido una pandemia, sin siquiera asegurar medidas sanitarias mínimas ante el Covid19, con la obligatoriedad de la presencialidad en la mayoría de los lugares de estudio, ya que no existe infraestructura adecuada para poder facilitar clases híbridas. Una carga académica brutal, exigencias más altas, y donde ni siquiera nos han asegurado semanas de receso para descansar y poder adaptarnos correctamente a este cambio. Además, el alza de aranceles en los distintos establecimientos también ha significado mayor estrés, ya que son muchos los estudiantes que tienen que trabajar para poder mantenerse en la universidad, en el marco de una crisis económica que con la inflación ha vuelto más cara la vida, por lo que muchas veces las y los estudiantes deben alimentarse mal (o simplemente no comer), ya que ni las universidades ni el Estado se hace cargo de la alimentación y el gobierno de Boric solo arrojó migajas con los $4800 de la BAES.

La educación de mercado y el problema de la salud mental.

El tema de la salud mental en Chile siempre ha sido un problema, nunca se le ha tomado el peso real a las enfermedades psicológicas, que en la mayoría de los casos se generan producto del estrés y las malas condiciones de vida que vivimos la mayoría de la clase trabajadora, nuestras familias, la juventud y les estudiantes.

Pero hay que tener en cuenta que el problema no solo parte porque tuvimos una pandemia de dos años, sino que viene de un problema estructural de este sistema y de un modelo económico neoliberal que durante más de 30 años solo ha precarizado la vida de la gente en pos de incrementar las ganancias de los dueños del país, a costa del aumento de los ritmos productivos en los lugares de trabajo donde muchas veces las y los trabajadores deben cumplir más de una labor (polifuncionalidad). Pero esto ya no da más.

Por su parte, también se arrastra por la crisis educacional que estamos viviendo, donde la educación pública, tanto universidades como liceos, tiene grandes problemas de financiamiento que provoca inmensas dificultades para estudiantes y trabajadores, algo que por supuesto afecta en la salud mental.

La juventud que tiene los trabajos más precarizados y agobiantes, y que la mayoría de las veces tiene que trabajar y estudiar al mismo tiempo, para vivir, comer y costearse los estudios, ya que a la gratuidad solo tienen acceso quienes pueden demostrar que viven en condiciones miserables, ha hecho del estrés un síntoma común. Los jóvenes no podemos preocuparnos solo de estudiar, cuando no tenemos acceso gratuito a la educación, cuando nos entregan una beca de alimentación de $32 mil, que este año el nuevo gobierno, el que se dice que viene del movimiento estudiantil, solo subió míseros $4800 pesos, a un monto que sigue siendo totalmente insuficiente y que no alcanza para nada, tomando en cuenta la enorme crisis económica en la que estamos y una inflación que superó el 10%, llegando a los índices anuales más altos desde 1994, siendo los alimentos los que más han aumentado sus precios. Y ni hablar de los protocolos de salud mental, donde nunca hay suficientes profesionales dentro de los liceos ni de las universidades para atender a todes quienes necesiten tratamiento psicológico, a veces no hay psiquiatras o solo estudiantes en prácticas llevan adelante los centros de atención, lo que es completamente insuficiente e irresponsable.

Esto no es algo al azar, tiene directa relación al problema de la educación como negocio o empresa y donde las y los estudiantes somos solo clientes ya que, los rectores, al igual que los gerentes, ganan sueldos millonarios y siempre buscan constantemente reducir al mínimo el costo de inversión en los problemas y correcto funcionamiento de la universidad, siendo nosotres les estudiantes, les funcionaries sub-contratados, profesores a honorarios, entre otros, sobre quienes se descargan justamente estos problemas.

Esto es lo mismo que sucede con la crisis de la salud pública, donde tampoco se invierte en salud mental. Mientras tanto el nuevo gobierno de Boric justifica todo esto diciendo que no hay recursos en la educación y menos para poder enfrentar los problemas de salud mental en el país, pero no tiene dudas en pasarle miles de millones a los pacos para blindaje y para reprimirnos cada vez que nos movilizamos.

No era depresión, es Capitalismo

Vivimos en una sociedad que se basa en la precarización de la vida a costa de seguir aumentando las ganancias de los grandes empresarios, quienes someten a millones a ritmos de trabajos enajenantes, mientras que los sueldos no alcanzan para vivir, dejando a miles de familias por debajo de la línea de la pobreza.

Además buscan que la educación y las universidades se subordinen a los intereses de esta minoría (capitalistas) con el propósito de formar profesionales al servicio de seguir reproduciendo un sistema tan desigual como en el que vivimos.

Desde la agrupación anticapitalista Vencer, creemos necesario que el Estado debe garantizar las condiciones para estudiar, financiando el estudio de manera integral para que no haya una desigualdad de oportunidades, garantizar una real política de contención emocional, que asegure gratuitamente la cantidad necesaria de profesionales como psicólogas/os y psiquiatras para tener terapias integrales que entreguen las herramientas suficientes para combatir los problemas de salud mental en los estudiantes, profesores y funcionaries de todos los lugares de estudio. Por una educación sexual integral, que pueda evitar seguir reproduciendo la violencia machista dentro de los establecimientos, y que pueda enfrentarlos realmente. El aumento de la BAES, como mínimo a $100.000, con acceso a comprar en todos los locales y que nos permita poder elegir dónde comprar, sobre todo en este momento donde la inflación golpea a nuestras familias.Todo esto con la nacionalización de los recursos naturales para que esas ganancias estén a disposición de las grandes mayorías y no de un puñado de empresarios, además de un impuesto extraordinario y ascendente a los ricos que explotan a nuestras familias.

Pero esto no lo ganaremos apelando a la buena voluntad del gobierno, los empresarios y las autoridades. Para esto debemos volver a rearticular el movimiento estudiantil en su conjunto, partiendo por unificar las luchas que ya se vienen dando en varias universidades y liceos, pero que aún están separadas, por responsabilidad de las direcciones burocráticas de la Confech (dirigida por la “juventud del gobierno”), que no hacen más que debilitar la lucha por conquistar nuestras demandas. Hay que seguir el ejemplo de lo que viene sucediendo en el campus Juan Gómez Millas de la U. de Chile, donde estudiantes y funcionarios vienen dando una pelea contra el subcontrato y las precarias condiciones de la educación pública. Esto debido a que solo con unidad de estudiantes con el conjunto de la clase trabajadora es que podremos pelear para conquistar todas nuestras demandas, las que nos afectan a todas y todos.

Lo anterior en la perspectiva de echar abajo la educación de mercado, que profundiza los problemas de salud mental en la juventud, y retomar la lucha por una educación gratuita, democrática, de calidad y no sexista financiada por el Estado, bajo la administración triestamental de estudiantes, profesores y funcionares; así como también por la condonación del CAE, sin pago a los bancos y especuladores, que se han enriquecido durante todos estos años a costa de nuestra educación.

Esto nos plantea a les estudiantes y futuros profesionales una pregunta muy importante: ¿una educación al servicio de quién y para qué? ¿una al servicio de los grandes capitalistas que nos quitan la vida? o, ¿una al servicio de las y los trabajadores y las grandes mayorías? Nosotres creemos en el desafío de conquistar una educación que sirva como herramienta para transformar esta sociedad de la mano de la clase obrera, en pos de conquistar una vida sin explotación ni opresión y que merezca ser vivida.

 
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