Susana Roitman: ¿Podrías reseñar brevemente lo que entendés por “cordobesismo”?
Paula Schaller: El “cordobesismo” surgió como invención conceptual de De la Sota cuando ganó la elección a gobernador del 2011 para auto-representar su experiencia de gobierno como un modelo de estabilidad política, eficientismo en la gestión del Estado y crecimiento económico. Todo esto identificado con un peronismo de signo conservador pero que trasciende las coordenadas del peronismo para ubicarse como una suerte de “política de Estado provincial”. Otros lo han llamado el gran “partido cordobés”: un régimen político que hace dos décadas está conducido por el peronismo local y que contiene un sistema de partidos ubicados como garantes del modelo económico y social. Tal vez el PJ local haya sido la condición necesaria para asentar el modelo, pero la oposición de la UCR y el PRO también son orgánicos al mismo bloque socio-económico que hace décadas dirige la provincia. El cordobesismo en tanto régimen es también una estructura de poder que incorpora desde la CGT Regional Córdoba y movimientos sociales como el Evita hasta la Fundación Mediterránea, las grandes patronales rurales, alimenticias, automotrices, del complejo agro-industrial, las Iglesias y un complejo mediático muy concentrado y marcadamente oficialista. Este esquema donde todos los resortes de poder aparecen integrados políticamente permitió maximizar las ganancias de los sectores más concentrados de la economía sin grandes crisis pese al sostenimiento de niveles de pobreza y desigualdad récord a nivel nacional. El cordobesismo, como todo modelo de dominación, es también un relato, muy fogoneado por este complejo de medios de comunicación, que ubica a Córdoba como una provincia productiva con motor en “el campo” y cuyo ahogo persistente por parte del centralismo nacional le impediría desplegar todo su potencial, factor que a su vez explicaría la persistencia de la desigualdad. Si bien hace más de 20 años que el PJ local conduce el gobierno provincial, la narrativa del “cordobesismo” nació con fuerza post crisis del gobierno nacional y las patronales agrarias en el 2008. Schiaretti y Luis Juez, que hacía un año habían disputado palmo a palmo la gobernación con acusaciones y denuncias de fraude, se unificaron por igual detrás del reclamo del sector, disputando la representación del mismo bloque de clase. Una relación entre régimen político y bloques socio-económicos que persiste hasta hoy.
SR: En un texto tuyo planteas que luego de campear la crisis provincial de mediados del ‘90, la nacional del 2001 y salir airoso de la “crisis del campo” de 2008, se afianza una cultura política que es hegemónica en la Provincia. Por otra parte, en “La hegemonía imposible”, Fernando Rosso describe para los mismos años solo un momento débilmente hegemónico, más corto – el del kirchnerismo – que se resquebraja en 2012. ¿Creés posible una “hegemonía” al interior de una “no hegemonía” o “empate”? ¿No estaríamos replicando la idea de “isla”, desde una perspectiva opuesta a la del cordobesismo?
PS: Por supuesto que la dinámica de la provincia está atravesada de todas las tendencias y contradicciones nacionales y no puede ser una “isla” más que en el relato de varios liderazgos políticos (pensemos en Sabattini, Angeloz, de La Sota o Schiaretti) o la imaginación histórica que proporcionó variadas metáforas de la “isla mediterránea”. Las crisis macroeconómicas impactan de lleno: la restricción externa puede afectar a los insumos para la industria y generar suspensiones y despidos, sólo por ejemplificar un aspecto. La pobreza y la desocupación alcanzan cifras récord en la provincia, aunque sin sacar una distancia considerable de la media nacional. Esta situación afecta a cualquier régimen político, pero si el PJ local conduciendo este régimen logró gobernar por 20 años indica que alguna particularidad tiene, y que en gran medida se explica por todos esos resortes de poder que mencionábamos antes. Creo que esto no implica que se escape a esa definición de “empate hegemónico” que plantea Fernando porque el cordobesismo tampoco puede imponerse como modelo exitoso a nivel nacional, hasta ahora no se pudo exportar ni sirvió como instrumento capaz de “desempatar” como tercer partido, que es la apuesta de varios analistas pero que fue refutada por toda la experiencia reciente. El macrismo, a su modo, fue el intento de “nacionalización” del modelo Córdoba, y duró un mandato. La relativa fortaleza provincial es parte actuante de esa debilidad del régimen político nacional, que tiene un sistema de liderazgos provinciales fuertes pero coaliciones inestables a escala nacional. Sin embargo, como decía, atendiendo a que logró atravesar y sortear con éxito distintas coyunturas nacionales, hay que rastrear también sus particularidades del régimen político cordobés. Si tomamos la definición de hegemonía como capacidad de agregación de factores de poder para hacer prevalecer los intereses propios como generales vemos que este bloque empresarial dinámico que expresa políticamente Hacemos por Córdoba logró hacer prevalecer sus intereses, imponiendo una narrativa fuertemente apropiada por sectores de las clases medias (el relato “cordobesista”). A su vez, integraron o cooptaron todo movimiento de disidencia. Por ejemplo, el juecismo que surgió y ocupó un lugar como subproducto de la crisis de partidos del 2001 (centralmente de la UCR) y parecía ser un desafío al bi-partidismo PJ-UCR, fue disciplinado e integrado post 2008, dejando el espacio vacante para otro intento de "tercer partido" cordobés. Este espacio buscó ocupar el kirchnerismo local con base en el progresismo universitario que quería surgir con identidad, pero por combinación de debilidad propia (nacional y regional) y presión del PJ, ese intento fue bloqueado y agregado a los factores que le dan estabilidad al régimen local. Desde sindicatos que en su momento buscaron animar la CGT “kirchnerista” Rodríguez Peña, movimientos sociales como el Evita, partidos menores como el PS, entre otros, pero también organismos de DDHH que en otros momentos cuestionaron duramente la política de mano dura del llamado cordobesismo. La integración de la Mesa de Trabajo por los DDHH al esquema de gobierno, el debilitamiento de las masivas Marchas de la gorra como gran movimiento social de oposición al gobierno provincial, seguramente habla del carácter de varias de estas organizaciones, pero también de la capacidad de construir hegemonía por parte del peronismo.
Y esto se va a ver el año que viene. Las principales fuerzas que disputen la gobernación no van a poner en cuestión el modelo económico de concesiones permanentes a los grandes grupos económicos, las políticas de precarización impulsadas desde el propio gobierno. Se hablará de más o menos "honestidad y decencia" pero sin cuestionar el modelo. Sintetizando, ¿puede el cordobesismo desempatar a nivel nacional? No. Pero construyeron un régimen fuerte a nivel local, con integración de diversos factores de poder, cooptación y fuerte mano dura cuando lo ven necesario.
SR: Vos argumentás que esta construcción fracasa cuando quiere proyectarse a nivel nacional, por la “existencia de una compleja ‘sociología nacional’. Sin embargo, el conurbano cordobés no tiene grandes diferencias estructurales con el AMBA, en términos de composición de “clase en sí”, sus indicadores sociales son aún peores o sea que la base material es similar. ¿Hay una mayor pasivización de los sectores populares en Córdoba que enfatiza la fuerza del polo dominante e impide ejercer el poder de veto? Y si esto es así ¿Qué cosas serían relevantes para entender estos procesos?
PS: Es compleja la pregunta porque implicaría desarrollar también las relaciones de fuerzas y de poder nacionales o específicas del AMBA además de las de Córdoba. Considero en primer lugar que en cuanto a la “sociología”, a la composición más estructural de "clase en sí", digamos, hay una clara diferencia de dimensiones en sentido social, demográfico, territorial, etc. que hacen del AMBA en general y el conurbano bonaerense en particular -una región mucho más habitada, con una mayor pobreza reconcentrada- un territorio más complejo para articular factores de poder. No por casualidad es también el corazón social y político de las tensiones nacionales y las internas de la coalición de gobierno: por el peso específico que tiene a nivel nacional. Pero por supuesto no se puede reducir el análisis sólo a la cuestión sociológica objetiva. Hay elementos subjetivos claves: un recorrido muy distinto de la clase obrera y los sectores populares como así también el peso de las tradiciones políticas. El AMBA actuó como el centro de las jornadas revolucionarias del 19 y 20 de diciembre del 2001 que cambiaron la relación de fuerzas nacional establecida por el neoliberalismo y el menemismo. Fue donde surgió con fuerza el fenómeno del sindicalismo de base en fábricas y sectores de servicios durante el ciclo de crecimiento económico de los primeros gobiernos kirchneristas, y después el epicentro de las movilizaciones contra el “reformismo permanente” que quiso desarrollar Macri a fines del 2017. Más recientemente se dieron ahí fenómenos de lucha de sectores populares como la masiva toma de tierras en Guernica. En relación con estos fenómenos de lucha y con una experiencia política que empieza a procesarse, desde el punto de vista político-electoral el segundo cordón del conurbano es donde creció el voto al Frente de Izquierda Unidad mientras retrocedió el apoyo al peronismo.
Es decir, durante estas dos últimas décadas el AMBA concentró procesos de lucha de clases y políticos más desarrollados. Si tomamos al kirchnerismo como expresión política más acabada del desvío de las jornadas revolucionarias 2001 y como heredero de esa relación de fuerzas, no por casualidad es ahí donde tuvo y tiene su “centro de gravedad” electoral. Por supuesto que hubo importantes procesos de lucha en todo el territorio nacional. Pero en el AMBA se concentraron con cierta radicalidad y extensión a la vez que el kirchnerismo tuvo su eje político, su base electoral para contraponer un modelo de supuesta regulación del capitalismo en contraposición al modelo más abiertamente liberal de la oposición de derecha. A rasgos generales estos factores configuran y moldean un régimen político y social distinto, aunque tanto el kirchnerismo como el PJ provincial tuvieron como objetivo restaurar la autoridad del Estado y del régimen de partidos que se sacudió con la última gran crisis.
El modelo del cordobesismo, como cualquier otro modelo más liberal, se enfrenta a esa relación de fuerzas que es más nacional pero tiene su centro en el AMBA por lo que te decía antes. Además, en provincias como Córdoba hay una relación más estrecha entre sectores dinámicos de la economía y las grandes ciudades y la población en general. En otros términos: un mayor peso (económico, social, político y cultural) de eso que llaman “campo” sobre la ciudad. El cordobesismo supo aprovechar la dinámica económica de este sector en la década pos 2001 para instalar un nuevo relato dónde “el campo” como un todo indiferenciado es el sector productivo que derrama y dinamiza la economía, genera trabajo, etc. Ese relato o visión de país fue apropiado por las clases medias urbanas pero también por sectores populares. Esa construcción discursiva se puede sostener como oposición al gobierno central y evidentemente fue útil para instalar cierto “sentido común” muy arraigado a escala provincial, pero que por todos los motivos que te decía antes es difícil de extender nacionalmente y más aún de actuar como base de un proyecto de gobierno sobre la compleja y numerosa sociología del conurbano bonaerense.
SR: Vos decís que es la gran burguesía diversificada la que dirige y domina esa construcción hegemónica, poniendo bajo su égida, a través del Estado provincial, a los sindicatos, movimientos sociales y otros sectores subalternos. Pero en términos gramscianos la clase o fracción de clase dirigente tiene que hacer concesiones a las clases subalternas para sostener el consenso, en este caso conservador ¿Cuáles son las concesiones que realiza el cordobesismo ya que no hay traducción en, por ejemplo, mejores indicadores sociales?
PS: Hay elementos que hicieron fuerte al régimen cordobés que no pueden separarse de una dinámica nacional, que a su vez se combinan con variables y dinámicas específicas. Las concesiones obtenidas por la clase obrera y los sectores populares en Córdoba, como en todo el país, no pueden entenderse sin tomar en cuenta la relación de fuerzas nacional que impusieron el 2001 y las revueltas provinciales previas, a lo que tenemos que sumar el ciclo de crecimiento económico que vivió la región en la primera década del 2000 por el aumento del precio de las materias primas y el crecimiento económico internacional motorizado por China. Esa combinación de factores explica en gran medida el aumento del salario real y conquistas parciales como la universalización de las jubilaciones y algunos programas sociales. Por supuesto hubo procesos de luchas específicos de las clases subalternas en el marco de ese ciclo de crecimiento que algunos llamaron “puja distributiva” como el sindicalismo de base que mencionaba anteriormente. Sin embargo, la particularidad de Córdoba es que el PJ local como conducción política del modelo cordobés asumió el gobierno luego de que el ajuste más importante lo había hecho el gobierno radical anterior. Eso le permitió asumir con concesiones “universales” como la reducción impositiva, promesa central de campaña de de la Sota. La relación entre esas condiciones favorables en la primera década de mandatos del PJ y una mejora relativa en las condiciones de vida, mayor empleo, etc. que se explican por causas nacionales, le dieron una fortaleza inicial al gobierno que como decía al principio le permitieron construir un régimen incorporando, asimilando y comprando múltiples factores de poder para transitar la última década, dónde la tendencia fue de mayor ajuste sobre las masas y como regla primó más el orden que las concesiones.
En el medio se pueden analizar diversas coyunturas ya que el régimen provincial no está ni estuvo libre de contradicciones. Perdió una elección con Juez en la que tuvo que recurrir a un fraude, enfrentó el motín policial más fuerte del país, impuso duros ajustes a trabajadores estatales y jubilados. La hegemonía es consenso pero también coerción para imponer el orden. El rol de la conducción de los movimientos sociales y sindicatos que se integraron al cordobesismo es clave para poder entenderlo ya que fueron activos garantes de la división de la clase obrera y la pasivización del movimiento de masas.
SR: Vos mencionás la posibilidad de reeditar la unidad obrera estudiantil que alumbró el Cordobazo y todo el período en torno a él. Lo planteás sobre la base de una masa de estudiantes, jóvenes trabajadores precarios, trabajadores pobres, es sujeto social emergente que ha llevado buena parte de las últimas luchas de Córdoba. ¿Pensás que las luchas del 2018 fueron un anticipo de esta posibilidad?
PS: La lucha estudiantil del 2018 en Córdoba fue una de las más destacadas del país. Por su masividad, por sus métodos de organización democrática y sus medidas de lucha. Ese sector del movimiento estudiantil se ganó el odio del “cordobesismo”, que lanzó ataques mediáticos y políticos sincronizados, como también vimos en el 2017 frente a la gran lucha de los choferes y trolebuseras. La conclusión fue el procesamiento a quienes lucharon, en el marco de un proceso que sigue abierto y frente al cual el activismo estudiantil hizo grandes campañas y movilizaciones, incluso en plena pandemia, sin el apoyo activo de los gremios docentes. Por ejemplo, el propio Adiuc que brindó un apoyo formal, sin convocar activamente para que hubiese cientos de docentes del gremio en esas marchas y acciones. Durante el desarrollo del propio conflicto se establecieron alianzas interesantes como la unidad en torno a la toma de la base de Villa Revol por parte de los trabajadores de Luz y Fuerza o con los trabajadores de Minetti, que luego protagonizarían la heroica toma de la planta. Sin embargo, fue reducido a pequeños sectores. Más tarde emergieron nuevos procesos de lucha entre sectores precarizados y luchas obreras en plena pandemia. Desde las y los trabajadores de la salud, de limpieza, UTA nuevamente con los autoconvocados, AOITA, trabajadores de aplicaciones, call center etc. La precarización muchas veces impulsada por el régimen cordobés, la extensión de trabajadores formales que son pobres y muchos de ellos estudiantes universitarios, hace que las condiciones objetivas de vida se compartan y se puedan reconocer como iguales. Esa alianza como un primer momento de organización está latente como potencia en esa enorme franja de laburantes y estudiantes que no son contenidos ni regimentados por las cúpulas sindicales y organizaciones sociales cooptadas por el estado, pero no surge espontáneamente, hay que darse el objetivo político de desarrollarla. De ahí el proyecto de construir una gran Red de estudiantes y jóvenes trabajadores precarizados que vienen impulsando los compañeros y compañeras. Y decía un “primer momento” porque toda fuerza social de las y los precarios y la juventud tiene que saber que toda lucha debe proponerse llegar a la base de los grandes sindicatos. Es ahí donde se puede poner en jaque el poder del capital y el eje de flotación del “cordobesismo”.
SR: ¿Cómo ves la pospandemia en términos de pasivización y de fortalecimiento o debilitamiento del cordobesismo ?
PS: Como decía antes, en la pandemia misma se dieron fenómenos de lucha y como muchos dicen quedó a los ojos del mundo la desigualdad y aberraciones de este sistema. Argentina en general y Córdoba en particular no fueron ajenos.
El cordobesismo demostró su capacidad de orden y contención. Llevó adelante un duro ajuste a los jubilados provinciales sin que vuele una mosca, lo que es inexplicable sin el rol de la CGT Regional Córdoba y de Pihen en particular. Loraron que todas las luchas sean aisladas, desarticuladas o desviadas con migajas. El régimen cordobés se mostró efectivo para sus intereses. Además, el movimiento obrero formal, con mejores condiciones relativas, está atravesado por el conservadurismo de mantener su trabajo dentro de un mar de precarización y pobreza. Pero esa foto de mayor pasivización en las estructuras tradicionales del movimiento obrero no evita que los movimientos sociales protagonicen grandes movilizaciones, que las conducciones sindicales pierdan en lugares importantes como la fábrica Bagley de la alimentación, fábricas en la UOM o procesos más nacionales como los controladores aéreos. La foto de cierto conservadurismo está combinada con aumento del descontento que también se traduce en el terreno político. Eso no significa que vaya hacia la izquierda necesariamente. Pero la crisis en las coaliciones políticas tradicionales pueden abrir brechas en las estructuras sindicales para que se desarrollen procesos desde abajo como también procesos políticos en los que los trabajadores no se queden sólo en su lucha reivindicativa, y ahí la izquierda y el Frente de izquierda tienen un desafío importante. Me refiero a que si las variantes políticas que se propusieron ser alternativa al cordobesismo terminaron integradas o desarticuladas como lo fue Juez o el kirchnerismo, hay una oportunidad para que la izquierda se pueda desarrollar como oposición política siempre ligada a la apuesta al desarrollo de los procesos de oposición social a este régimen.
Todos los procesos de lucha de trabajadores que surgieron, como es el caso de los sectores más precarios que emergieron en los últimos años dando luchas en condiciones muy adversas con las conducciones sindicales y todos los factores de poder del régimen en contra, contaron con el apoyo de la izquierda que fue parte activa de impulsar el desarrollo de las luchas, la coordinación y la autoorganizacion desde abajo. Lo mismo en el caso del movimiento estudiantil, dónde la izquierda buscó generar instancias democráticas de organización para el surgimiento de un activismo real que despliegue una gran campaña contra la criminalizacion de la protesta en la provincia. Lo vemos en el caso de las luchas del movimiento de mujeres, ambientales y antirepresivas. Permanentes búsquedas de articular los procesos de lucha que surgen para que se extiendan, desarrollen y coordinen. El desafío es fortalecer desde ahí una alternativa política independiente. En la capital, dónde se concentran gran parte de estos procesos y dónde la estructura social es más "compleja", con mayor peso obrero y de la juventud estudiantil y trabajadora, la izquierda tiene más peso político. Esto explica en parte que en el marco de un régimen fuerte, el FITU haya logrado puntos de apoyo como las bancas que actuaron como una voz de denuncia de cada sector que enfrentó al "cordobesismo".
SR: Las tres universidades nacionales de Córdoba que son usinas de intelectuales orgánicos en este contexto histórico se vinculan de manera más o menos directa al cordobesismo (con la pata de Yanzi en la UNC, con el gillismo que hace amagues pero vuelve siempre al redil cordobesista en la UNVM o con el llamosismo en la UNRC). Sin embargo, hay también intelectuales críticos, ligados a temas ambientales, de trabajo, de género, habitacionales que no logran constituir un colectivo capaz de pensar conjuntamente los problemas de Córdoba. ¿Encontrás alguna relación entre la especificidad del “cordobesismo” y esta fragmentación o simplemente es parte de una lógica nacional, o más aún, mundial?
PS: Creo que en el terreno de la intelectualidad cordobesa y las universidades públicas se combinan varios factores de los que estuvimos hablando. El cordobesismo tiene influencia y ahora se propone acrecentarla. Hace poco salió una nota interesante de Juan Pablo Carranza en La Voz en la que explica el armado de Llaryora en la UNC para potenciar su pata estudiantil, una falencia que tuvo el PJ provincial. Previamente descansó en influenciar determinados decanos y la alianza con el radicalismo universitario que no deja de ser parte del régimen cordobesista. Ahora es el propio PJ el que se involucra y establece alianzas en el ámbito estudiantil. Yo creo que eso se puede deber a una opción política de determinados dirigentes pero también a un retroceso del kirchnerismo que hizo de las universidades bastiones para construir sus organizaciones políticas y una tribuna para el desarrollo de candidatos propios, como lo fueron Scotto, Gill más allá de sus vaivenes, Pablo Carro, etc. Este retroceso del kirchnerismo en la UNC se vincula a este avance del PJ local pero también a la pregunta que hacés. Cómo sabemos la política universitaria y el desarrollo de una intelectualidad independiente y comprometida con los procesos de lucha y organización del pueblo trabajador siempre estuvo limitada por los múltiples mecanismos de cooptación que existen en este ámbito, cuya lógica de reproducción endogámica busca limitar la crítica radical sobre los grandes problemas que afectan a las mayorías. Hay un alejamiento olímpico, diría Deodoro Roca. Pero sumado a esto, hay una crisis de los proyectos como el kirchnerismo que se postularon como articuladores de una narrativa intelectual alternativa que refleje eso que Tatián llamó metafóricamente como los movimientos “contra-Córdoba”: la Córdoba rebelde, obrera, estudiantil y anticlerical. La asimilación al cordobesismo se refleja también en una precariedad del campo intelectual. Claro que el propio kirchnerismo hizo méritos para domesticar a todo un sector de la intelectualidad bajo la idea de los pequeños cambios evolutivos y las más que tímidas regulaciones del estado al capital, al punto que hoy gran parte del sector de intelectuales que animaron el proyecto de Carta Abierta se hicieron adalides de la moderación política como toda estrategia. Esto es lo que de a poco empieza a retroceder y surgen compañeros y compañeras en la universidad que cuestionan la realidad nacional y un modelo provincial que deja a la luz el aumento de la desigualdad social, la extensión de la precarización, los graves daños ambientales, etc. Es un gran desafío que a partir de estas publicaciones, el desarrollo de espacios comunes de debate abiertos a la comunidad universitaria pero también a los protagonistas de las luchas sociales, ambientales, laborales podamos confluir para discutir el modelo cordobés y el modelo de país. Ser un polo de producción intelectual retomando importantes tradiciones de nuestra provincia como Pasado y Presente, entre otras. |