Todos las causa contra él han sido archivados por la Fiscalía. La derecha aplaude su retorno. El gobierno “progresista” de Pedro Sánchez lo avala y Unidas Podemos -parte del Gobierno nacional- se traga este otro “sapo”. Hace falta impulsar un movimiento para tumbar esta reaccionaria institución y el régimen que preside.
Este jueves está prevista la llegada a Barajas del avión que trae al rey emérito, Juan Carlos I, de vuelta de su retiro dorado en Abu Dhabi -la capital de Emiratos Árabes-. El monarca se instaló hace 655 días en ese país del Golfo Pérsico, hospedado en un resort por la dictadura saudí gobernante, con la que la Casa Real mantiene históricamente unas excelentes relaciones y mejores negocios.
La lista de “borbonadas” de Juan Carlos I es enorme, mucho más larga que los pocos procesos judiciales abiertos sobre sus actuaciones y que han sido finalmente archivados. La fortuna del emérito se ha ido ampliando desde los años 70 a base de comisiones por la importación de petróleo árabe, la participación en operaciones de venta de armamento o la más conocida, la comisión de 80 millones de euros por la construcción del AVE a la Meca (la línea de trenes que une la ciudad de Medina con la Meca) por parte de un consorcio formado por las 12 principales constructoras españolas.
El retiro del emérito nunca ha llegado a ser un “exilio”. En ningún momento el padre del actual rey ha llegado a estar imputado ni llamado a declarar. Su condición de inviolable hasta la abdicación (la inviolabilidad de la realeza, es una figura de la propia constitución española) se ha extendido de facto hasta el final de sus días. Un privilegio real que nos recuerda que la institución pilar del régimen constitucional del 78 (heredero directo del franquismo) es una reminiscencia feudal puesta hoy al servicio del los capitalistas y el imperialismo español.
Por eso, tanto el PSOE como la derecha y la extrema derecha han hecho bloque para evitar hasta que se formase una comisión de investigación sobre todos estos casos. Por eso, la Fiscalía Anticorrupción ha archivado todas y cada una de las causas. Y por eso, también, los partidos “republicanos” que han dado el paso de ser ministros y ministra de Su Majestad (Podemos y el PCE), han terminado siendo parte del aval gubernamental a la impunidad en la que se sustenta esta reaccionaria institución. Si quieres ser parte del gobierno de turno en el Estado Español, tienes que respetar al “padrino”.
Hoy, la derecha y los “amigotes” de la Monarquía celebran la visita de Juan Carlos I. El Club Náutico de Sanseixo le prepara un recibimiento de alto nivel para que se rodee del la jet set, de los suyos en definitiva.
La Casa Real le ha organizado también una recepción con el heredero, su hijo Felipe VI, para el próximo lunes. Y el gobierno de Pedro Sánchez adoptó un perfil bajo y deja que Unidas Podemos (socio en el gobierno) pueda hacer algo de ruido en las redes para expresar su “indignación”, pero sin sacar los pies del plato, como con el resto de “sapos” que vienen tragando con gusto desde 2019.
La corrupción de la monarquía no puede sorprender a nadie. Es condición para su existencia. La fortuna de los Borbones, como la de otros muchos capitalistas ibéricos, se ha hecho históricamente a base de comisiones y mordidas ligadas al Estado. A veces dentro de sus leyes, a veces por fuera de ellas. Desde Isabel II, la tatarabuela del emérito, que se hizo de oro con las concesiones para la construcción de la red ferroviaria, o su bisabuelo al frente del expolio de las colonias africanas, hasta el emérito y sus descendientes que lo han hecho de la mano del ladrillo, las armas y el petróleo.
No hay monarquía “decente” ni “limpia”, como quiere vender el reinado de Felipe VI hasta los “republicanos sui generis” de Unidas Podemos. La monarquía es en sí misma una institución que vive a costa del pueblo trabajador y de sus servicios permanentes a los capitalistas y sus instituciones. Ella es la disciplinadora en las grandes crisis de Estado, como hizo Felipe VI en 2017, poniéndose a la cabeza de la ofensiva represiva en Catalunya que ha terminado con más de 3.000 procesados.
Por eso, cuando entró en crisis el régimen del 78, a partir del 15M de 2011 (cuando centenares de miles, sobre todo jóvenes salieron a las calles, indignados por la falta de futuro para sus vidas, los desalojos de viviendas, la desocupación. Esa fue la respuesta del Estado a la crisis económica desatada tres años antes) , la indignación acabó llegando a la residencia y sede de la realeza: el Palacio de la Zarzuela.
Escándalos como el de Botswana en 2012, cuando se descubrió al entonces rey de cacería de elefantes en medio de uno de los peores momentos de la crisis económica post2008, le llevó a abdicar dos años más tarde. En Catalunya, el proceso independentista se convirtió en el mayor desafío hasta ahora contra la Corona. Llevó además a una ruptura total de casi un 80% de la población catalana con esta institución.
La posición constitucionalista de Podemos y el Partido Comunista Español en la crisis catalana y el salto en la integración al régimen monárquico con su entrada en el gobierno en 2019, han sido hasta ahora un enorme balón de oxígeno para que esta indignación se haya podido contener. De hecho, el retorno del emérito se hace con el primer gobierno con ministros y ministras supuestamente republicanos desde 1939.
Este republicanismo “sui generis”, que deja el cuestionamiento para algún tweet o declaración y que limita sus críticas a las corruptelas y no a toda la institución, no puede pasar del nivel de la palabrería. Es necesario reavivar la indignación antimonárquica que este viaje y toda la impunidad real genera, para reimpulsar un gran movimiento en todo el Estado.
Solo así podremos terminar con la Corona, imponer un referéndum sobre la monarquía - retomando el ejemplo de los que se hicieron en 2018 en más de 30 universidades o el pasado sábado en decenas de pueblos y ciudades - y que sobre las ruinas de los Borbones podamos abrir verdaderos procesos constituyentes donde vascos y catalanes puedan decidir su derecho de autodeterminación y podamos realmente decidirlo todo.