Los efectos negativos en la salud de la crisis climática son cada vez más evidentes. Durante la última semana el gran tema de conversación en todas partes ha sido el mismo: el calor. Un calor que ya se ha cobrado más de 500 muertes en el Estado español del 10 al 19 de julio, mientras que en la ola de calor en junio se cobró 830.
Las temperaturas extremas han hecho que Reino Unido declare la emergencia nacional por calor extremo por primera vez. Al mismo tiempo, el gobierno italiano ha declarado el estado de emergencia por la intensa sequía que asola el norte del país y que ya es la peor crisis hídrica en los últimos 70 años.
Un estudio reciente del Instituto de Salud Carlos III muestra que, de todos los factores que intervienen en el impacto de las olas de calor sobre la salud de las personas, los socioeconómicos son los más determinantes: o lo que es lo mismo, las olas de calor son una cuestión de clase.
El estudio muestra que es la baja renta el factor más decisivo en la alta mortalidad durante las olas de calor. Las familias cuyos hogares carecen de climatización, o bien que no pueden utilizarlo por el elevado precio de la electricidad son un ejemplo de cómo el calor puede afectar más a la clase trabajadora y los sectores populares.
El estudio también señala que las zonas verdes son clave para bajar la temperatura de las zonas residenciales. Unas zonas muy poco frecuentes en barrios y pueblos donde lo que predomina son pisos de diez plantas de hormigón, aquellos en los que vive masivamente gran parte de la clase trabajadora.
Además, son los y las trabajadoras con peores condiciones laborales quienes tienen más probabilidad de morir trabajando. Y ello es principalmente debido a los accidentes laborales, que entre enero y mayo de 2022 ascienden a 336 según cifras oficiales (un 20,4% más que en el mismo periodo del 2021).
En el caso de las olas de calor, ya son varios trabajadores los que han fallecido trabajando a más de 40ºC, cómo fue el caso de José Antonio González, que falleció por un golpe de calor trabajando en la limpieza municipal de Madrid el pasado viernes. Su jornada coincidía con las horas de máxima temperatura, en las que se recomienda no realizar actividades físicas en la calle. Tras perder la conciencia a media tarde, falleció por la noche en un hospital madrileño.
Tras su muerte, la ministra de trabajo Yolanda Díaz enviaba sus condolencias por Twitter achacando el golpe de calor a la crisis climática en abstracto, como si la explotación laboral y la precariedad que llevaban a un trabajador de 60 años con un contrato temporal a trabajar de 2 a 8 de la tarde a 42ºC no hubieran sido una cuestión determinante en su muerte.
El sábado, otro trabajador murió de un golpe de calor en Móstoles, mientras trabajaba en una nave en la que se alcanzaban los 46ºC de temperatura. Tenía 58 años. Otros 14 sufrieron mareos y vómitos durante el fin de semana, según ha comunicado UGT. Y otro más, de la misma edad, fue hospitalizado grave ayer por la tarde a causa de otro golpe de calor. Casos en los que se combinan las altas temperaturas provocadas por la crisis climática con unas condiciones laborales de absoluta precariedad.
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A su vez, asociaciones y sindicatos de bomberos forestales han puesto el grito en el cielo porque los servicios de extinción de incendios están infradotados y se ven desbordados. Algo que se hace particularmente grave con 60.000 hectáreas quemadas en diez días.
Pese a que, debido al calentamiento global, los incendios cada vez son más probables, los brigadistas denuncian que los recursos destinados por el gobierno y las comunidades son cada vez más exiguos, y el modelo de contratación en el sector es altamente temporal y precario. Además, los recursos son insuficientes para tomar medidas de control en invierno, que pasarían por limpiar los bosques y evitar la acumulación de material inflamable.
Algo que también afecta a la clase trabajadora especialmente, que ve peligrar sus hogares por las llamas, sin tener una alternativa habitacional. Además, un brigadista ha muerto ya en Zamora extinguiendo un incendio, y un vecino lo ha hecho en la misma provincia.
En este contexto, el presidente del gobierno Pedro Sánchez se lamenta por los incendios sin dar ninguna solución a los trabajadores y la población. Más bien al contrario, mientras se lamenta de la crisis climática invierte más presupuesto en Defensa y antepone los intereses de las empresas causantes de la crisis climática a los de los trabajadores.
El gobierno no ha tomado ninguna medida para evitar que la crisis climática la paguen las clases populares, así como tampoco las toma para evitar o paliar la propia crisis. El precio de la luz sigue por las nubes y la escalada de precios continúa, con una inflación que ya llega al 10%. Los salarios, sin embargo, no subieron ni la tercera parte que la inflación en el mismo periodo.
El impuesto extraordinario a las eléctricas, además, no suma ni el 10% de los beneficios de las 5 mayores empresas en 2021, y será inferior al aumento de gasto en Defensa, por lo que tampoco repercutirá en mejoras sociales. La Unión Europea, por su parte, en materia de energía vuelve a apostar por el uso de combustibles fósiles por la escasez debida a la guerra de Ucrania.
Una inmensa irracionalidad capitalista que ahonda en el desastre. En un momento en el que ciudades como Madrid o Zaragoza baten su récord histórico de temperaturas, y otras muchas se ven asoladas por incendios, se hace más urgente que nunca levantar un programa de la clase trabajadora que ponga fin a la crisis climática.
Uno que no se subleve a los intereses de las eléctricas, sino que las expropie bajo control de los trabajadores y la población para ponerlas a funcionar acorde a criterios ecológicos y de sostenibilidad. Un programa para acabar con los beneficios millonarios de las empresas y utilizarlos para cambiar el sistema de transporte a uno público y sostenible.
Peleemos por acabar con las causas de las muertes laborales y con las causas de la crisis climática. ¡Acabemos con el capitalismo antes de que el capitalismo acabe con nosotres! |