A sala llena, con más de 100 personas, el miércoles 3 de agosto en el Centro Cultural de Cooperación tuvo lugar la presentación del último libro de Lucas Rubinich: “Contra el Homo Resignatus. Siete ensayos para reinventar la rebeldía política en un mundo invadido por el desencanto”, editado por Siglo XXI. En el panel, coordinado por Andrés Tzeiman, participaron el autor del libro, junto con Mariana Cerviño, María Belén Riveiro y Paula Varela que hicieron comentarios con miradas y sensibilidades bien distintas, y la participación del artista Diego Melero. A continuación, trascribimos las intervenciones con el propósito de invitar a la lectura de un libro muy inspirador sobre la cultura política de la Argentina reciente.
La conversación inició con la presentación de Andrés Tzeiman, quien organizó y coordinó la actividad, y luego siguió con las intervenciones de Mariana Cerviño, María Belén Riveiro, Paula Varela y Lucas Rubinich [1], en ese orden.
Mariana Cerviño
Quería empezar por comentar que cuando vi la frase que puso Lucas en el título, el Homo Resignatus, me di por aludida totalmente. Y, si quedaban dudas, está la cita que pone Lucas al principio, que en mi “buen latín” la voy a leer: “Quid rides? Mutato nomine, de te fabula narratur”, que quiere decir, “¿de qué te reís? si cambiamos los nombres, esto habla de vos”. Entonces, lo primero que quería decir es que me sentí muy aludida porque lo que dice Lucas en su diagnóstico bastante oscuro sobre el presente, es que los que nos consideramos progresistas, o que venimos de tradiciones en que nos auto percibimos como los agentes de cambio de las cosas como son, del statu quo, que estudiamos sociología, que nos sentimos dentro de tradiciones de izquierda o que venimos de generaciones revolucionarias… yo estoy siempre muy moderada y todo lo que no sea moderado me da miedo, directamente. Y pensaba, leyendo tu libro, cuánto tendrá que ver lo que vos siempre hablás sobre las derrotas de los 70, de que te de miedo pensar que van a estar dispuestos a todo, entonces calmémonos porque te pueden llegar a matar. Pienso que ese pasado quizás todavía este jugando en el Homo Resignatus. Resignatus y “atemorisatus” también (risas). Eso con respecto a empezar, como propone Lucas, por pensar cómo no es la derecha, el otro, el malo, no es del otro lado de la grieta, sino que es acá. El tema está acá. Y que eso es parte justamente de este diagnóstico tan duro que es por un lado el triunfo de la cultura del capital financiero o del individuo pragmático, que Lucas ya había empezado a trabajar sobre esta idea en el libro la “Conformación de un clima cultural”, pero que cada vez fue evolucionando para peor para reafirmarse sobre políticas activas de reafirmación de ese ethos. Entonces la pregunta de este libro empieza por plantear si ese triunfo de este individuo pragmático de la cultura del capital financiero es compatible con alguna forma de democracia, o con una buena forma de democracia, porque sí es compatible con formas de democracia más formales o muy controladas por los poderes reales. Y en principio la respuesta sería que no. En principio, pero después vamos a avanzar. Y a eso voy a ir, a ver si ese “no”, de esa respuesta primera, es así; si es compatible un régimen político igualitario que atienda al “sentimiento igualitario” que es parte de la cultura argentina en este contexto. Y la lectura me hizo acordar a dos clásicos de la sociología política -y me parece que el libro es bastante una sociología política de Argentina y de los últimos años de la historia Argentina-, que son Alexis de Tocqueville y Max Weber. Me hizo acordar muchísimo a “La democracia en América”, porque justamente hay un elemento que es el elemento igualitario que Tocqueville describe de muchas maneras como se da en EEUU en el momento que él lo va a observar, que ese igualitarismo que por ahí Rousseau pensaba que era una garantía de la democracia, o que sin igualitarismo o sin igualdad no podía haber democracia, lo que ve Tocqueville es que también el igualitarismo puede ser un obstáculo para la democracia en el sentido que ve Lucas también, de que una de las paradojas del igualitarismo es el individualismo que refuerza que estas condiciones igualitarias de origen, según cómo se actualizan en distintos grupos, como dice Lucas, pueden llevar a formas de diferenciación violentas también. A partir de condiciones iguales, pero con resultados que se vean distintos y se valoren distinto. Y en este sentido alimenta más la competitividad, el conflicto, esta posibilidad de ascenso social por ahí en una generación crea fricciones intergeneracionales, crea grandes grupos de desclasados que por ahí ascienden solos a los codazos, toda esta conflictividad que está muy patente en la sociedad argentina, en todos lados, en distintos sectores sociales, no solamente en los que triunfan o en los fracasan como dice Lucas, porque la expectativa de triunfar está en todo el mundo y la bronca por no triunfar también: como decía el profesor Jenkins en una clase que recuerdo: “todos queremos más”. Entonces esto que ve Lucas me hizo acordar mucho a Tocqueville y como él también lo puede plantear como elementos contradictorios dentro de esta tradición igualitarista que ya empieza con el problema. Estos elementos de por un lado el sujeto ilustrado, racional, del cálculo y, por otro lado, la tradición romántica que también apuesta a una individualidad creadora y crítica de este tipo de racionalidad. O sea que dentro de la tradición igualitaria ya hay un conflicto. Y dentro de la sociedad argentina esta tradición igualitaria choca con momentos en donde no aparecen relatos integradores de estos individuos medio atomizados y medio vueltos locos por ascender. Hay momentos de la historia que Lucas rescata donde hay relatos y procesos políticos que integran a todas esas individualidades en una narrativa y un proceso que los trasciende. Todas estas contradicciones también me hicieron acordar a Tocqueville en la manera de no resolver esas contradicciones, sino de ir llevando esas tensiones y no resolviéndolas a lo largo de todos los análisis. Y después pensaba también esta relación con el Estado: por un lado, una sociedad igualitarista o sentimiento igualitario muy presente y por otro lado un Estado débil o instituciones débiles y que estas dos características también se pueden pensar en conjunto, porque quizás una cosa tenga que ver con la otra, porque esto que vos decís sobre el desafío a la autoridad, esto de que no haya, como sí había según Tocqueville en EEUU, como una especie de religión de lo estatal que había surgido, o este mito del Mayflower, que sean integradoras, que contengan ese individualismo, quizás sea parte justamente de esas rebeldías que en otros momentos aparecen. La posibilidad de que aparezcan narrativas rebeldes también está en la competitividad de individualismos previos que cuando va para el lado romántico se pueden capitalizar o aprovechar para una instancia superadora, pero hay que convivir con ella todo el tiempo. Y después, para terminar esta primera respuesta que me parecía que era “no”, que la democracia no era compatible con este tipo de cultura del capital financiero triunfante que separa a los ciudadanos y ciudadanas entre los winners y los losers, o las ganadoras y los fracasados (risas), me acordaba de Weber. Lucas: todo este libro y toda tu interacción con grupos de la facultad, tu revista, tu acción política, porque sos un político de vocación y un científico también de vocación, es un gran “y sin embargo”, como termina Weber una frase que la voy a intentar leer sin llorar porque es muy emocionante: “Sería muy lindo, muy bello que las cosas fueran de tal modo que se les pudiera aplicar lo que Shakespeare dice en el soneto 102: ´Entonces era primavera y tierno nuestro amor. Entonces la saludaba cada día con mi canto. Como canta el ruiseñor en la alborada del estío. Y apaga sus trinos cuando va entrando el día. Pero las cosas no son así. Lo que tenemos ante nosotros no es la alborada del estío, sino una noche polar de una dureza y una oscuridad heladas, cualesquiera que sean los grupos que ahora triunfen. Allí en donde nada hay, en efecto, no es solo el emperador quien pierde sus derechos, sino también el proletariado”. Pero dice: “Es completamente cierto y así lo prueba la historia que en este mundo no se consigue nunca lo posible sino se intenta lo imposible una y otra vez”. Esto me parece que es el quid del libro de Lucas. “Pero para ser capaz de hacer esto no solo hay que ser un caudillo, sino también un héroe en el sentido más sencillo de la palabra. Incluso aquellos que no son ni lo uno ni lo otro han de armarse desde ahora de esa fortaleza de ánimo que permite soportar la destrucción de todas las esperanzas. Si no quieren resultar incapaces de realizar incluso lo que hoy es posible solo quien está seguro de no quebrarse cuando desde su punto de vista el mundo se muestra demasiado estúpido o demasiado abyecto para lo que él le ofrece, solo quien frente a todo esto es capaz de responder con un “sin embargo”, solo un hombre de esta forma construido tiene vocación para la política”.
María Belén Riveiro
Primero, celebro la publicación de este libro y agradezco muchísimo la invitación a presentarlo. Este libro cuyo subtitulo y esa mención a los siete ensayos sin dudas evoca a los “Siete ensayos de la interpretación de la realidad peruana” de Mariátegui, porque hay algo de lo que Lucas llama de consulta en la biblioteca universal donde dicen están esperando ser reinventadas las tradiciones que fueron cuestionadoras en otros momentos históricos y la verdad es que entusiasma y hace acordar a Mariátegui, así como a otros clásicos de la sociología en tres sentidos que querría destacar hoy. En primer lugar, en la preocupación política que impulsa la producción de conocimiento, en eso que el libro llama una pequeña acción de interpretación del mundo que puede enlazarse con aires favorables de transformación. Y por eso cada uno de los ensayos cierra con una apertura hacia el futuro, entonces, por ejemplo, tras analizar el modo en que las clases políticas trazan tableros con ensamblajes estadísticos, puede afirmar, y nos hace recordar que la vida social impone cualquier tipo de tableros y que son esas improbabilidades las que nos permiten abrir nuevos horizontes. Segundo, en la apuesta por releer y re-activar la teoría clásica de la sociología de autores latinoamericanos, pero también de autores extranjeros, recién mencionaba Mariana, con mirada universalista, para analizar casos concretos y particulares en la riqueza de sus especificidades. Por eso permite plantear un problema tan grande como el del presente del Estado. Para pensar el pasado reciente pero también el presente de la Argentina. Y en tercer lugar, hace recordar a la apertura de los clásicos. Mariátegui en su libro adelantaba que ninguno de esos ensayos estaba acabado, y eso no se debía a que fueran a algo distinto a análisis exhaustivos, sino que los concebía como intervenciones públicas y en tanto tales se ubicaban en tensión entre la urgencia del presente y la parsimonia de las reflexiones críticas. Y Lucas hace esto a su vez reflexionando sobre las condiciones de posibilidad de realizar hoy en día y desde la sociología este tipo de intervenciones contundentes. En un texto reciente describía a Pierre Bourdieu, en su apuesta por realizar intervenciones en la arena pública desde las reflexiones intelectuales como “el último de los mohicanos”, como una especie de Quijote cuyas riñas habían quedado en el pasado y que hoy solo enfrentaba molinos de viento. Y por eso en el libro convive ese diagnóstico pesimista, ese diagnóstico oscuro, junto con la profunda creencia en la capacidad transformadora de la política y del conocimiento. Una doble dimensión a la que la sociología de la cultura que el libro defiende y desarrolla vuelven su mirada. Y es esta creencia la que le permite pararse frente a las miradas resignadas y también frente a esas miradas que se posicionan como ajenas al poder, como a un costado y que defienden una especie de cinismo burlón, que dirán sus defensores de manera erudita, no se burla de todo y de todos, pero sí se burla de quienes creen ocupar una especie de totalidad y por eso obturan su mirada. En contraste, el libro construye un punto de vista comprometido en un doble sentido. En primer lugar, su preocupación política y, en segundo lugar, no se siente ajeno a aquel objeto de su reflexión. Por eso no aparece una especie de dedo acusador que construye un otro bien distante, un gesto que de la misma manera construiría una posición pulcra y ajena a ese otro, una especie de “sociología buchona” como la denominó con elocuencia en un texto reciente Ernesto Meccia. Sino que el objetivo es comprender los fenómenos que nos atraviesan. Por eso es tan elocuente el epígrafe de Horacio que leía Mariana: “de qué te ríes, si cambiamos el nombre del protagonista la historia habla de vos”. Y por eso también el libro puede formular preguntas tan sugerentes, como algo de lo que mencionaba Mariana de la productividad del individualismo pragmático y de la resignación en franjas que se identifican con proyectos alternativos. Y eso, a su vez, abre la puerta para analizar fenómenos como las derrotas de las experiencias revolucionarias de los años 60 y 70; la emergencia de miradas progresistas donde domina la mesura; la debilidad de los estados nacionales subsumidos a los mercados internacionales; la diversificación de estos mercados y la consecuente fragmentación de la fuerza de trabajo, entre otros fenómenos. Y, también, ello permite alumbrar aquellos momentos que permiten resquebrajar este clima con distinto grado de contundencia, como fueron las respuestas que se dieron ante el golpe de estado en Bolivia en 2019. Y esto que vengo describiendo no se da solamente en los argumentos del libro, sino en sus propias condiciones de escritura. Uno de los ensayos reflexiona sobre la universidad y sobre su situación actual y encuentra la fragmentación de los saberes y el abandono de miradas universalistas, pero rechaza definirlos como simples posturas intelectuales para explicarlos como un reordenamiento de las formas de circulación y de producción de la ciencia y de la cultura y de la formación de sus agentes. Y a pesar de ello, y quizá justamente por eso, se escribe desde la universidad y con una clara defensa por la formación de grado hoy minimizada ante el énfasis puesto en la formación continua, especializada y tecnicista. Y también en el libro, en la introducción, se describen algunos de los espacios donde germinaron las ideas de los ensayos y allí conviven los espacios académicos, institucionales, e incluso más heterodoxos, como “Malestar sociológico”, que es una revista que realizamos entre estudiantes y docentes y acá nos acompañan varios compañeros, y es esta práctica docente que transmite entusiasmo, que defiende el claustro y que lo desborda, como cuando reivindica las discusiones que se dan en el bar de la esquina de la facultad, la que creo que constituye uno los principios generadores de los textos, que es la mezcla. Me hacía acordar a algo que dice Marcel Proust -el narrador de “En busca del tiempo perdido”- de uno de sus personajes que se llama Swann, que es un hombre letrado, un artista, y dice que le gustaba armar ramilletes sociales con elementos heterogéneos, con personas que tomaba de aquí y de allá y que, de manera elocuente, para el libro que estamos analizando hoy, denominaba como un ejercicio de “sociología divertida”. Y por eso celebro la publicación de este libro y su inclusión en un catálogo histórico como el de Siglo XXI porque el nombre de esta editorial da cuenta de esa apuesta por el futuro, esa confianza en el futuro, ya que hablar en los años 60, cuando se fundó la editorial en México, del “siglo XXI” era una apuesta por transgredir las limitaciones del presente, que parecen ahora desintegrarse porque ya estamos asentados en ese siglo. Y la verdad es que la publicación del libro nos retrotrae a esos orígenes con aires renovadores. Y tanto al momento de la fundación de la editorial en México, que conjugaba la profesionalización de las ciencias sociales, la avanzada política de la izquierda, las experiencias vanguardistas de la literatura latinoamericana, así como al momento de fundación de la sucursal de la editorial en Argentina, cuyas apuestas eran todavía más arriesgadas, y que tradujo los clásicos de las ciencias sociales, como a Marx, cuyas traducciones fueron ampliamente reconocidas. Y me hacía acordar a aquello que Carlos Monsivaís dijo de la editorial cuando resaltaba cómo los lectores acuden al acervo de Siglo XXI para informarse, para crearse un horizonte de expectativas revolucionarias y para definir y redefinir el sentido de su acción.
Finalmente, cierro con una referencia literaria que tomo prestada de la práctica de escritura de Lucas. En una de sus primeras novelas titulada “El bautismo”, Cesar Aira, que es un escritor que se ha presentado como ajeno desde hasta el más mínimo compromiso político, y hoy en día es el escritor central de, por lo menos, la literatura argentina. En esta novela presenta un personaje al que el cura del pueblo es llamado a bautizar con urgencia en medio de una tormenta catastrófica. El apuro se debía a que el bebé había nacido débil y deforme, dice la novela, y los padres no querían que falleciera sin recibir el sacramento. Durante toda esa noche los padres y el cura no hacen más que diferir el momento del bautismo a pesar de que el narrador nos recuerda que tenía a todas luces urgencia, pero dicen estar esperando que se definiera la cosa, la cosa viene siendo el bebé. No nos enteramos si ocurre el bautismo, pero sí que muchos años después se reencuentran tras otra tormenta sobrenatural, que hizo descarrilar un tren y que inundó la llanura pampeana, que es donde ocurre la historia. Se reencuentran el cura y quien fuera aquel bebé, ahora un joven que le confiesa, para sorpresa del cura, y más bien para su desagrado, que era peronista. Y uno se podría preguntar qué peso, qué significado tiene la inclusión de este referente, de este significante tan simbólico en la historia política y literaria argentina en la novela, y la verdad es que ninguno. Uno podría estirar muchísimo la interpretación con mucha voluntad, o retrotraer la inclusión de este referente al vinculo de Aira con quien fuera su maestro Osvaldo Lamborghini, pero la referencia biográfica incluso enfatiza que la inclusión de este significante solo se hace al final de la novela, sobre un personaje que poco conocemos y que no tiene mayores consecuencias. Tiene la misma contundencia que el encuentro fortuito que se da entre el cura, dice, y un viejo conocido, ya casi olvidado y que la novela describe de manera ambivalente porque dice que era una sorpresa para él y a la vez no lo era. Hay otras instancias en la novela de disolución de significantes que tuvieron otra contundencia, pero solo menciono uno más. Que es la referencia al Martin Fierro, una figura central en la construcción de la identidad nacional como explora uno de los ensayos del libro que estamos presentando hoy. En la novela que les estoy contando, mientras están difiriendo el bautismo que nos anuncia el título, los padres le presentan al cura un número de esta publicación tan potente. Y en la historia, acompañada de ilustraciones, si bien los padres del bebé eran analfabetos, habían diseñado una historia a partir de las ilustraciones y de su propio repertorio de ideas. Y como seguramente conocían la historia del Martin Fierro cuya difusión oral fue realmente significativa, lo habían puesto a Martín Fierro como el protagonista de su historia. Allí estaba Martín Fierro junto a siete doncellas que habían sido sometidas a una violenta mudez porque conocían el secreto de Martín Fierro, conocían el destino del héroe, habían presenciado el asesinato del Martín Fierro, decían los padres, ahora convertido en mito de la literatura argentina. Sin solución de continuidad, nos vemos confrontados con la lectura que hace el cura del relato, donde Martín Fierro pasa a ser un viudo viejo que vive en un rancho junto con sus siete hijos varones a quienes hace disfrazar de mujeres ante la llegada un prófugo que ellos confunden por un oficial del ejército que temían que los reclutara. Ante la confusión, el fugitivo mata al viudo y empieza a perseguir a quién él cree que son unas chinitas. Las mata una a una hasta que llega a la séptima, en realidad el séptimo hijo varón, que verán para donde va la historia del cura, convertido en lobizón, mata al fugitivo. Y es esa contraposición incierta y ambivalente, el mito nacional del Martín Fierro junto a su desrealización, es esta des jerarquización y capricho estético que el propio Aira ha denominado como una risa que desorganiza los saberes y en otros textos como frivolidad. Es este clima el que traigo a colación porque es esa incertidumbre, esa ambivalencia, ese sí pero no, esas apuestas políticas intelectuales que tuvieron vitalidad y que fueron derrotadas, las que nos han formado y las que este libro con una mirada muy crítica analiza y también con la profunda creencia en la posibilidad de trascender la inercia de la resignación. Y si bien la cultura no se modifica por decreto, como hemos aprendido quienes pasamos por las clases de Lucas, y si bien podríamos parafrasear que la cultura no se modifica solamente con siete ensayos, sí podemos afirmar que este tipo de textos allanan el camino hacia rebeldías, incluso hacia las más improbables.
Paula Varela
Buenas tardes, muy contenta de estar acá ante la presencia de tantos amigos, en particular Lucas, y también porque el libro está muy bueno y voy a intentar convencerlos en 15 minutos de que vayan a comprarlo y leerlo. La primera razón es por el título, “Homo Resignatus”, porque como “troska” que soy debo decir que me produce un poco de envidia, malsana como toda envidia, de que lo haya usado Lucas porque está tomado de otro “trosko” que se llama Daniel Bensaïd, dirigente del Mayo Francés, dirigente estudiantil y que después se transforma en un referente importantísimo del trotskismo en Francia, porque dirige la LCR (Liga Comunista Revolucionaria). Pero además porque se dedica y dedica buena parte de su militancia a hacer debate intelectual y a debatir con lo que se va poniendo de moda en los círculos académicos y lo que se va poniendo de moda en la política. Hay un libro muy bueno que lo sacó Herramienta hace unos años, que se llama “Marx intempestivo”, donde van a poder encontrar esta enorme vocación que tiene Bensaïd de discutir con corrientes filosóficas y corrientes de la sociología. Y cuando Bensaïd habla del Homo Resignatus está hablando en clave generacional, le está hablando a la generación del Mayo Francés y le está preguntando cómo es que pasó de las barricadas al palacio de los gobiernos neoliberales, sea que ese palacio está ocupado por corrientes abiertamente neoliberales o social-liberales. Entonces esa es una pregunta clave que se hace Bensaïd. Y Lucas, y esto es lo primero que quiero destacar del libro, también tiene esa vocación generacional. El libro se asienta en una pregunta vital, que es una pregunta generacional, y que tiene que ver con qué es lo que sucedió para que las generaciones del sesenta y del setenta se transformaran y a su vez reprodujeran ese Homo Resignatus hoy reinante bajo el neoliberalismo. Dicho en las propias palabras de Lucas, la pregunta es qué es lo que hizo que “se transformaran en cuadros de unas caricaturas de Leviatán ocupadas en reprimir la violencia social de distintas maneras y en implementar políticas no inclusivas, sino de contención social, de distintas franjas de población precarizada”. Entonces, en ese sentido es una pregunta fuertísima, es una pregunta importante, es una pregunta visceral y es una pregunta que, si bien está afincada en Argentina, y en eso el libro es profundamente argento, interpela a toda una generación a nivel internacional, que es también a la que le hablaba Bensaïd, quizás con otras preguntas, y que es a la generación que se forjó en las luchas sociales y políticas de los 60 y los 70.
La segunda razón es por el modo en que Lucas decide abordar esta pregunta en el libro y que es el ensayo como forma. Eduardo Grüner en su libro sobre el ensayo literario, un libro que se llama “Un género culpable”, dice que el ensayo a diferencia de otras formas de la escritura y particularmente de la escritura científica no se propone, al menos a priori, “restituir ningún origen ni tampoco anticipar ningún destino, sino que se propone constituirse como testimonio de un acontecimiento”. Y eso es lo que pasa cuando uno lee el libro de Lucas. No hay un análisis buscando el origen del Homo Resignatus y tampoco hay una guía para la acción para derrotarlo, lo que hay es una pregunta alrededor de ese acontecimiento que es el acontecimiento que él dice que le produce preocupación, yo diría que le produce más que preocupación, le produce un malestar infernal. Entonces es ante ese acontecimiento que Lucas empieza a dar vueltas, y vueltas, y vueltas con una escritura que es la lectura de ese acontecimiento que molesta. Y como propio del ensayo, en esa escritura cobra vital importancia la mezcla de las lecturas que informan la lectura del acontecimiento para Lucas. Y acá también hay una cosa interesante para quienes venimos de la vida académica y laburamos en la vida académica y es que los autores que aparecen y que circulan en estos ensayos no tienen esa especie de lógica del andamiaje insoportable de la cita académica, que tiene o bien la intención de darle validez al enunciado o de darle autoridad al enunciador. Sino que es una especie de paseo de aquello que a Lucas le permite pensar ese acontecimiento que lo está enloqueciendo. Entonces aparecen Oscar Oszlak, y Wolfgang Streeck, aparece Lucio V. Mansilla, y Nuna Mangiante, y tiene presencias permanentes que, como no podía ser de otro modo, son Pierre Bourdieu y Max Weber. Entonces creo yo que esa opción que hace Lucas por el ensayo hace que, siendo un libro que no es optimista, sin embargo, no es un libro sombrío, porque no busca dar una respuesta contundente. E incluso el lugar donde se puede afincar la esperanza es un lugar que a veces se escurre, resulta escurridizo; sin embargo, el ensayo le permite que el texto sea una invitación a la búsqueda más que una exposición de un hallazgo.
En tercer lugar, me gusta por las preguntas sociológicas que se formula. El libro de Lucas maneja dos temporalidades, al menos esas son las que descubrí yo, seguro son muchas más. Un mediano plazo que refiere a los últimos 40 años, es decir, el neoliberalismo, lo que Lucas llama la cultura del capital financiero, y un corto plazo, el kirchnerismo. En el terreno del mediano plazo formula preguntas clásicas de la sociología y me animaría también a decir de la ciencia política, que quizás la más central es la que retoma la forma en que la formula Barrington Moore y dice “¿cómo los seres humanos vencen el sentimiento de inevitabilidad y cómo puede tomar su lugar un sentimiento de injusticia?”, “¿qué es lo que les da el coraje de romper parcial o totalmente con el orden social y cultural en el que están inmersos?”. Esa pregunta clásica es la que va a ir atravesando el libro y para poder acercarse a esa pregunta, como no es su intención dar una repuesta contundente, la va ir rodeando con otras preguntas. Entonces es una especie de flirteo en el que las otras preguntas son: si puede haber un Estado sin nación, es decir, sin lazo social; lo que hablaba recién Belén, si puede haber una democracia sin ciudadanos o mejor dicho que sus ciudadanos fueran degradados al status de consumidores. Se pregunta por la crisis del sujeto clase trabajadora y por ende la crisis de sus formas de organización clásicas como los sindicatos y los partidos políticos, y se pregunta por cómo construir fuerza política en una sociedad en la que la acción política ha quedado reducida al mero agregado estadístico del voto. Pero esas preguntas que son clásicas y que rodean la pregunta central están formuladas desde Argentina, entonces ahí maneja una especie de doble andarivel, en donde la pregunta clásica es casi universal pero el lugar de la formulación es la Argentina, y para esa formulación él va a agarrar un tema, que también es un tema recurrente en Lucas, que es el “sentimiento igualitario”, la idea de que Argentina tiene como especificidad un sentimiento igualitario que a su vez se combina con el sentimiento de desconfianza en la autoridad que recién planteaba Mariana, basado en la contradicción entre inclusión social e inestabilidad política. En ese sentido, y por eso también creo que está bueno leerlo, el libro es una indagación de cierta “anomalía argentina”, si ustedes me permiten la referencia al gran texto de Adolfo Gilly, y también una indagación por la posibilidad de restituir y reactualizar ese “sentimiento igualitario” que, aun acorralado por el Homo Resignatus, pervive como posibilidad de acechar, de revivir en las experiencias de los lugares de trabajo, de los barrios, de las luchas, en las expresiones artísticas.
Y en último lugar, como les dije antes, me gusta porque también es un libro que se anima al corto plazo sin ser politiquero, y ¡Hay que animarse al corto plazo sin ser politiquero! Es decir, el Homo Resignatus encarna en Argentina, y va a hablarle al kirchnerismo abiertamente. Y voy a tomar una frase de él: “la verdad es que más allá de cuestiones retóricas, la posibilidad de implementar acciones políticas de confrontación en función del cumplimiento del ideal de un sueño moderado de sociedad relativamente inclusiva no tiene hoy adhesiones entusiastas dentro de la clase política en general, pero tampoco en sectores del kirchnerismo con experiencias reales de gobierno que levantan aquellas banderas”. Aquí aparece ese corto plazo, y es una pregunta que formula desde el kirchnerismo, creo que algo de eso también mencionaba Belén. No le pregunta al kirchnerismo por qué no es anticapitalista, o por qué no es revolucionario, porque ahí el libro duraría una página y Siglo XXI probablemente no lo hubiera publicado. Le pregunta por qué no sostiene un proyecto de inclusión moderado. Esa es la pregunta. Entonces, situado en Argentina y en la actualidad, el Homo Resignatus de Lucas, y eso sí es una diferencia con el Homo Resignatus de Bensaid, no es el que resignó la revolución, es el que resignó la inclusión moderada como proyecto, dice: “el sentido de sociedad inclusiva descarta la apuesta filantrópica de atender mejor un 35% o más de la población en situación de desempleo o sin trabajo formal y excluye que este dato sea pensado como un irremediable indicador de la época sin posibilidad de modificación”.
Esta resignación de este proyecto de inclusión moderada tiene, en el libro, gestos históricos específicos a los que también se anima Lucas para poner en discusión. Uno de ellos está situado en la decisión del gobierno de Axel Kicillof en provincia de Buenos Aires de reprimir Guernica y lo pone en paralelo con la propia actitud del kirchnerismo en la ciudad de Bs. As. de acompañar por acción u omisión la venta de las tierras fiscales del macrismo en CABA. Y tiene también la decisión de priorizar lo electoral como papel pasivo de las mayorías antes que la organización colectiva que promueve la deliberación, porque en esa deliberación podrían surgir, dice Lucas, demandas fuertes que superen los límites de lo posible. Quizás, esto no lo dice Lucas, lo digo yo, uno podría pensar en ese famoso “hay 2019” como un momento en que esa priorización se hace carne, porque el “hay 2019” también fue un momento de contrapunto con las “14 toneladas de piedra” del Congreso en diciembre de 2017. Es decir, ahí hubo una apuesta del kirchnerismo a un ciudadano-voto, mientras que había concretamente sujetos en la calle que por lo menos parecían, con sus piedras en las manos, o con nuestras piedras en las manos, debo decir, dispuestos a organizarse y a pelear.
Y del mismo modo que esa resignación tiene, en el libro, gestos históricos, tiene también tareas políticas específicas. Dice Lucas (y yo creo que para quiénes somos de la universidad, defendemos la universidad y tenemos el privilegio de poder trabajar en el mundo de las ideas, esta frase la tendríamos que hacer remera): “la tarea de hecho es la formación de cuadros pragmáticos capaces de promover algún gesto que permita el recuerdo de que se está allí en nombre de la que ahora es una debilitada tradición y también, otra tarea central para la sobrevivencia, es la de militar e imponer el sentido común sobre el estado adverso de las relaciones de fuerza y los límites de lo posible (…) La idea de lo mejor dentro de lo posible en una situación de relaciones de fuerza desfavorables hace de lo posible algo cada vez más estrecho. La actuación de una ética de la responsabilidad que sin ideología trascendente es apenas un recurso elegante de adaptación a las condiciones del statu quo”. Bien, si ustedes llegaron hasta aquí y los invade cierto sentimiento de desesperanza, debo decir que no se desesperen. No hay final optimista pero tampoco hay final sombrío. Hay, si me permiten, una cierta apuesta pascaliana, para traer aquí a Enzo Traverso, una apuesta cuyo resultado sería cierta visión trágica que no acepta el mundo tal cual es, y aunque carece de certezas sobre el mismo, apuesta a mantenerse en la fe de cambiarlo. Una suerte de invitación al riesgo de la incertidumbre como infinitamente superior a la certeza de la resignación.
Lucas Rubinich
No voy a decir muchas cosas, empecemos por un agradecimiento desde el corazón y desde la razón por supuesto. Para mí es muy importante compartirles algunas cuestiones. Algo se dijo sobre las condiciones de producción de este texto y de las dificultades para producir algo que se escape de las transformaciones fuertes que se produjeron dentro del mundo universitario a partir de lo que se llamó las Conferencias de Bologna. La verdad es que en el mundo universitario hubo una transformación muy significativa que es producto del avance de una mirada que es irremediablemente predominante, lo que yo llamo cultura del capital financiero que tiene como su eje ya no al ciudadano sino al individuo pragmático. Y esas transformaciones se produjeron de la mano de referentes que provenían de tradiciones progresistas, por eso para mí es muy importante pensar el proceso histórico relativamente inmediato de los 40/50 años de las grandes transformaciones que se produjeron a nivel internacional y que efectivamente se produjeron también en toda América Latina. Y para pensar en las derrotas de las experiencias de las sensibilidades relativas a las posibilidades de cambio, es muy ilustrativo dar cuenta de cómo sucedió esta transformación regresiva.
Es el Banco Mundial el que transformó el sistema educativo latinoamericano y argentino, lo más interesante es que en América Latina, por ejemplo, el principal pensador de esta transformación educativa fue un ex director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales de Santiago de Chile, un ex ministro del socialismo chileno, un hombre de tradición progresista, el que dijo “basta, se acabó, las cosas se acaban y bueno, se acabó y hay que pensar de vuelta”. No era la cruz y la espada. Ya que se mencionó acá, se leían los libros de Pierre Bourdieu y se decía, bueno, así es la vida, no pueden entrar todos así nomás a la universidad. Y en la universidad argentina no fue tan fácil porque hubo resistencias. El mundo primario y el mundo secundario quedaron absolutamente deteriorados pese al esfuerzo extraordinario que se sostiene en la gran tradición de educación pública argentina, que hace que los maestros sean como una especia de infantería de primera línea que están recibiendo todos los tomatazos y pueden, en algunos casos, levantar algo de todo este deterioro extraordinario. Pero esa transformación no se hizo, insisto, de la mano de fuerzas que tradicionalmente se llaman “la derecha”. No.
Yo citaba a un autor polaco contemporáneo de Kafka que se llama Jaroslav Hašek. Hašek es un gran novelista que en los primeros años del siglo XX tenía relación con algunas ideas anarco-libertarias e hizo una especie de performance -con el objetivo de reírse del mundo de la política compleja que trataba de ser sumisa al emperador Francisco José I de Austria- que fue la fundación del “partido del progreso moderado dentro de los límites de la ley”. Y el “Partido del Progreso Moderado dentro de los Límites de la Ley” parece ser que es el partido que tiene una fuerza extraordinaria en el presente. Uno diría, ¡es eso! ¡Jaroslav Hašek lo has leído desde 1904!, tu texto, que tenía un gran sentido del humor y una gran capacidad irónica, puede ser actualizado. Todo esto en términos individuales se entiende, nadie quiere hacer evaluaciones morales ingenuas, tontas, acerca de por qué las personas, en términos individuales, cambiamos. Los dolores, los sufrimientos, las necesidades de adaptación, todo se entiende, somos gente que entendemos esas cosas. Ahora, el análisis político y social tiene que contemplar que eso significa una derrota, una derrota no solo política -y militar- sino sobre todo una derrota cultural. Una gran derrota cultural. Cuando Mariana dijo lo que dijo al principio, yo la verdad que me quedé impresionado y conmovido cuando dijo con un poco de sorna y con humor lo del homo temerosus, porque es así. Porque ese pasado está allí. Hizo que las viejas generaciones tomen este camino. Yo siempre digo en mis clases de teoría social que uno debería decir que uno hace más lo que puede que lo que quiere. Si me pongo más culto podría decir, como dice Marx en el 18 Brumario, los seres humanos hacen su propia historia mas no la hacen bajo condiciones elegidas por ellos sino bajo las que encuentran y las que les han sido legadas por el pasado. Y agrega: “la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”. La tradición se relaciona con esa idea absolutamente contemporánea, que algunos le llamarán la relación entre estructura y agencia, que es eso, hacemos nuestra propia historia, pero no lo hacemos en condiciones ideales. Entonces, uno tiene que entender lo que pasa. Ahora, lo peor que puede hacer es poner todo bajo la alfombra y seguir andando como si no hubiera pasado nada. No. Hubo una derrota y solo se puede salir adelante si uno reconoce la derrota extraordinaria. Porque no es la derrota de uno u otro grupo particular. Es la derrota de la idea de emancipación humana, de las expectativas de cambio que tenían distintas formas: más moderadas, más radicales, que se reconocían en un autor u otro, en una referencia política u otra. Y fueron derrotadas. La gran confusión del mundo argentino es que la tradición igualitaria argentina produjo situaciones absolutamente singulares: la lucha de las Madres de Plaza de Mayo, el Juicio a las Juntas... Ahí “algo” celebramos, la llegada de la democracia, pero de una democracia que llegó profundamente condicionada por esa inmensa derrota. En ese contexto es que se produce esta evidente situación de resignación en aquellos sectores que, como dice Paula, efectivamente no son sectores que plantean un proyecto inclusivo. Los dos grandes partidos (radicalismo y peronismo) tienen en sus mitos fundacionales el aspecto inclusivo, de alguna manera u otra. Los dos grandes partidos se destruyeron, seamos sinceros. No existen más. Bueno, no exageremos tanto (risas), quedan las hilachas y eso no es, como se discute la política en el presente, demonizando o sacralizando ciertos individuos, que eso también es parte de la cultura del individualismo. Y que realmente impide el análisis. No es que éste es bueno y éste otro es malo. Estamos en una situación de extraordinario deterioro donde los dos grandes partidos son fracciones que quedan a la deriva de la cultura predominante.
En ese contexto, uno intenta decir algo desde los lugares que reivindicamos de una manera pasional: que es la universidad pública argentina y todo el entorno que la rodea. Nuestros compañeros militantes. Yo, después de la pandemia, estoy sentando dando clases en el seminario y aparece una compañera y dice, permiso, y digo, “sí, celebro que entres, quiero que venga alguien a decir algo”. Porque hubo otro momento en que la gente de mi generación miraba con desconfianza a las personas que vienen y te interrumpen. No interrumpen. Son ciudadanos que forman parte de una comunidad democrática, como es la universidad, y que está interpelando a sus compañeros estudiantes por distintos motivos. Felizmente, aunque se ridiculice muchas veces, se puede hablar de un problema gremial, pero se puede hablar de la Guerra de Ucrania, puede hablar de muchos temas. Y a mí me parece absolutamente saludable. Sino ¿qué estamos formando?
Voy a terminar simplemente con lo que vengo reiterando -y lo digo en el texto también-, con las grandes palabras que dijo una referencia extraordinaria de la universidad pública argentina, que es Rolando García. En el año 2006, con 87 años, da una conferencia en su facultad, siendo el decano mítico apaleado en la Noche de los Bastones Largos. Rolando García se sienta con 87 años y se nota que estaba un poco molesto y dijo “bueno, uno me ha dicho que esto no es posible, que aquello no es posible, que las condiciones de lo posible no dan para hacer cosas, etc”. Y García dice, “bueno, desde mi mirada epistemológica, debería decir que cuando lo posible se acepta de esa manera es la definición de lo posible definido por los otros”. Nosotros tenemos que construir nuestro propio posible y esa construcción no es necesariamente fácil, pero si uno no identifica el problema, si uno cree que lo posible es algo dado. Y para alguien de Sociología es terrible decir eso. Porque estamos con los temas de 1er año: “los hechos sociales son un producto histórico-cultural”. ¡Lo decimos!, ¡leemos a Marx!, ¡lo decimos 10 mil veces! Entonces, ¡¿Cómo vas a naturalizar lo posible?! Rolando García, con gran sabiduría dijo que lo posible es una construcción y que lo posible no es soplar y hacer botellas. La construcción del propio posible es algo difícil. Pero si no hacemos esa apuesta, ¿para qué diablos estamos acá?