Foto: Helen Zout
Julio López fue desaparecido por un grupo de tareas en plena dictadura militar el día 27 de octubre de 1976, junto a otras personas. Tenía 45 años, trabajaba de albañil y era militante peronista de una unidad básica de Los Hornos, en la ciudad de La Plata.
Esa fue su primera desaparición. Cinco meses duró hasta que fue “blanqueado” y estuvo preso legalmente dos años más.
La segunda vez que desapareció fue el 18 de septiembre de 2006, 30 años después, durante el gobierno constitucional de Nestor Kirchner. Tenía 76 años y estaba yendo a escuchar los alegatos del juicio a los militares y policías que lo habían detenido y torturado esa primera vez, la cosa es que nunca llegó y nada se sabe de él hasta ahora.
Aníbal Fernández -en ese momento también era ministro- dijo que no pasaba nada, que ”seguramente estaba tomando mate en la casa de la tía”.
Esta segunda desaparición fue un claro mensaje político porque se daba en medio de un juicio histórico. Se estaba condenando por primera vez como genocidio a los secuestros, torturas y crímenes de la dictadura.
Osea se reconocía que el Estado armó un plan de exterminio contra trabajadores, estudiantes y militantes.
López había dado un testimonio clave para las condenas, sobre todo la de su torturador y hombre fuerte de la bonaerense, Miguel Etchecolatz, repudiado hasta por su hija, que se murió en cárcel común sin arrepentirse de absolutamente nada.
La abogada de López era Myriam Bregman quien ya desde esos años defendía las causas de Derechos Humanos. En una entrevista que le hicieron pocos días después del secuestro dijo:
“La recepción fue del primero momento que se trataba de un secuestro, porque éramos conscientes que lo que estábamos diciendo en ese juicio durante los tres meses, más allá de que la notoriedad la cobró en el último tiempo, eran todos conceptos y elementos que atacaban directamente contra la impunidad que hay en el país”.
Aunque el gobierno de Kirchner dijo que iba buscar a López y llegar a la verdad y la justicia, el Estado no hizo ningún esfuerzo serio por encontrarlo, es más, encubrió a sus secuestradores. La causa judicial es un real "monumento a la impunidad".
Pasaron los años y nadie dice saber qué pasó con Lopez. En 2014, cuando se daba la sentencia de otro juicio, Etchecolatz quiso acercarse al juez a entregarle algo mientras estaban leyendo la sentencia, pero no lo dejaron. Era un papelito donde había escrito dos cosas: el nombre palabras: “Jorge Julio Lopez” y la palabra “secuestrar”.
Tremendo mensaje mafioso. Pero ningún gobierno hasta ahora investiga algo sobre esto del papelito de Etchecolatz, ni por la participación de los servicios que siguen actuando a la sombra del Estado, ni el rol de las fuerzas de seguridad en la desaparición de López.
Todos los 18 de septiembre, protestas y movilizaciones encabezadas por organizaciones de Derechos Humanos repudian el encubrimiento y la impunidad de todos estos años con la consigna "no olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos".
Después de tantos años, seguimos preguntando ¿dónde esta Julio López?
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