Nota: artículo publicado originalmente en 2015
Detrás de toda celebración tal cual la conocemos y antes de su utilización comercial, está su surgimiento y su sentido. El Día del Estudiante en Argentina se conmemora el 21 de septiembre, porque en ese día, en 1888 llegaron desde Asunción a Buenos Aires los restos de Domingo Faustino Sarmiento. La propuesta fue de Salvador Debenedetti en 1902, quien era el presidente del Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras y propuso que en su facultad se celebrase el “Día de los estudiantes”. Desde ese entonces, se celebró primero en Filosofía y Letras y luego esta fecha se fue extendiendo a otras facultades, donde se realizaban esencialmente actos universitarios.
Con el trascurso del tiempo, las celebraciones se fueron multiplicando. Se extendió el festejo a Uruguay y Brasil en 1908. Hacia 1919, se organizaban bailes por el Día de los Estudiantes, en la década del ’40 los festejos se limitaban a paseos, excursiones, o bailes. Ya en los ’50 y ’60 se transformó en una costumbre que se celebraba en las principales ciudades del país donde se sumaban estudiantes de todos los niveles.
Mientras en nuestro país esta fecha coincide con el inicio de la primavera y los estudiantes desde la primaria hasta los universitarios organizan actividades al aire libre, en otros países este día tiene otro sentido. Por ejemplo en México se conmemora desde 1929 el día del estudiante los 23 de mayo. En ese entonces, los estudiantes universitarios realizaron una huelga a favor de la autonomía Universitaria. Tras varias protestas que terminaron en una huelga general los estudiantes fueron reprimidos por la policía dentro del edificio de la Escuela de Derecho el 23 de mayo. Un mes más tarde, se consiguió la autonomía. El Día del Estudiante es celebrado como un recordatorio de la lucha por una educación democrática y participativa.
Juventud, divino tesoro
También se festeja en la misma fecha el día del artista plástico y del fotógrafo, por la conmemoración de la realización del primer daguerrotipo documentado en 1839, precursor de la fotografía moderna.
Estas celebraciones que persisten hace más de cien años, tienen como gran protagonista a la juventud. Juventud que puede ser sinónimo de creatividad, de vitalidad, pero sobre todas las cosas, lo más bello de la juventud es atreverse a ser rebelde. La juventud inconformista, como los estudiantes que pelearon por la autonomía universitaria en Argentina en 1918, los que protagonizaron la Noche de los Bastones Largos en 1966 contra el golpe de Onganía, el movimiento estudiantil del 68 que en México fueron víctimas de la masacre de Tlatelolco, y artífices del Mayo Francés y del Cordobazo que unieron sus banderas junto a las de los trabajadores, quienes defienden la educación pública contra las leyes antieducativas, también los jóvenes que se levantaron en Brasil hace dos años, los que luchan por la educación pública en Chile, la juventud de la Primavera Árabe, entre tantos otros.
Los jóvenes trabajadores y los estudiantes están llamados a ser los representantes del profundo descontento social que trae aparejado este sistema, como lo han sido a lo largo de la historia en momentos de convulsión social. Tenemos el deber de desafiar los marcos de lo establecido y batallar por un futuro que merezca ser vivido.
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