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La Izquierda Diario
25 de septiembre de 2022 Twitter Faceboock

Armas de la Crítica
Revisitando la Encuesta Obrera de Marx
Maximiliano Olivera | @maxiolivera77

Ilustración: Coke Alarcón

En 1880, Karl Marx compuso un cuestionario orientado para que los obreros transmitan información y al mismo tiempo lleguen a una mayor comprensión del proceso de trabajo capitalista. En este artículo repasamos el planteo original de Marx junto a las diferentes experiencias que le sucedieron.

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En 1880, Karl Marx compuso un cuestionario de 101 preguntas que pasó a conocerse como la Encuesta Obrera, publicado por primera vez en el periódico francés La Revue Socialiste dirigido por el socialista Benoît Malón. Distribuida en 25.000 ejemplares a los trabajadores de toda Francia, las preguntas estaban orientadas para una investigación objetiva sobre el mundo del trabajo. El objetivo era permitir a los obreros transmitir información y al mismo tiempo llegar a una mayor comprensión del proceso de trabajo capitalista. El cuestionario también hacía hincapié en dónde los trabajadores tenían influencia material dentro del lugar de trabajo, para posibilitar la organización con éxito contra la explotación y promover sus propios intereses.

Recientemente la revista Notes from below publicó la compilación Karl Marx’s Workers Inquiry. International history, reception, and responses donde además de reproducir el cuestionario original también se agregan una serie de artículos y documentos descubiertos por el investigador Clark McAllister. Esta última investigación es parte de los estudios que buscan revalorizar la Encuesta Obrera de Marx y las experiencias que buscaron continuarla. Como parte de ese debate, revisitaremos el planteo original de Marx junto a las diferentes experiencias que le sucedieron.

Antecedentes en la I Internacional

La elaboración de la Encuesta Obrera hay que contextualizarla en los esfuerzos de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), la I° Internacional. Fundada en 1864, la AIT siempre propició la comunicación y colaboración entre las organizaciones obreras de los diferentes países. Desde un primer momento, Marx jugó un rol central en el desarrollo del programa de la AIT, escribiendo documentos y declaraciones. Pero además también aportó en el rol de organizador, un aspecto muchas veces soslayado, en muchas tareas que él llamó “la combinación de esfuerzos internacionales”. Como parte de esos desafíos, en una minuta a delegados en 1866 Marx propuso:

Una gran "combinación de esfuerzos internacionales" que sugerimos es una investigación estadística sobre la situación de las clases trabajadoras de todos los países que debe ser instituida por las propias clases trabajadoras. Para actuar con éxito, hay que conocer el terreno en el que se va a actuar. Al iniciar una obra de tal envergadura, los obreros demostrarán su capacidad para tomar en sus manos su propio destino. [1]

En el Congreso de 1866 realizado en Ginebra, Marx presentó una moción, luego aprobada unánimemente, “para realizar una investigación sobre la condición de las clases trabajadoras de acuerdo con el siguiente esquema de encuestas”, dando un listado de once tópicos. [2] En su reciente investigación, McAllister apuntó que la represión generalizada a la Internacional impidió que “los informes centrales se materializaran según lo planeado”, aunque:

a nivel local, las consultas se llevaron a cabo con éxito. 2.000 mineros de Lugau, Alemania, por ejemplo, enviaron relatos detallados de sus condiciones de vida y de trabajo después de afiliarse a la Internacional en 1868 [3].

Sobre esos mineros de Lugau, Friedrich Engels publicó un año después un minucioso reporte. El compañero de Marx ya venía de publicar en su juventud La situación de la clase obrera en Inglaterra (1844), una obra magistral que refleja las condiciones de explotación y miseria.

La Encuesta Obrera

El paso de los años no disminuyó el interés de Marx en torno a la realización de una encuesta. Aunque hubo una serie de cambios importantes respecto al contexto en el que se propuso inicialmente en la AIT. El primero fue en el seno de la Internacional, con la escisión por diferencias estratégicas entre los partidarios de Marx y los de Bakunin (V Congreso, 1872) y finalmente la disolución (VI Congreso, 1876). En la lucha de clases, luego de una serie de conflictos parciales, la clase obrera sufrió una dura derrota con la masacre a la Comuna de París, el primer gobierno obrero, en 1871. Además, continuaba el desarrollo del capitalismo, con innovaciones tecnológicas y sucesivas transformaciones en el proletariado.

En el propio Marx también se produjo un paso más en los objetivos que se deberían perseguir con una encuesta. A través de las preguntas, el encuestado es llevado a considerar el antagonismo entre trabajadores y capitalistas, y se enfrenta a una demostración empírica de los intereses opuestos en la organización capitalista del trabajo. Eso se plasmará, finalmente, en el cuestionario elaborado en 1880.

En una carta a F. A. Sorge, Marx señalaba que el socialista independiente Benoît Malon “en la Revue Socialiste, ha tenido que abrazar el socialismo científico moderno, es decir, el socialismo alemán”. La apreciación se justificaba por las simpatías anarquistas previas de Malon, que también había integrado el Consejo de la Comuna de París, por lo que como parte de los esfuerzos por la construcción de un partido obrero en Francia, Marx colaboró con su revista:

Escribí para él el "Questionneur", que se imprimió por primera vez en la Revue Socialiste y luego se distribuyó por toda Francia en un gran número de reimpresiones. [4]

Finalmente, este fue el resultado:

Por razones de espacio no se pueden desglosar las 101 preguntas. Siguiendo la clasificación de Maximilien Rubel, nos limitaremos a señalar que el cuestionario está dividido en cuatro puntos: 1) Estructura de la fábrica y condiciones de seguridad (preguntas 1-29); 2) Jornada laboral; trabajo infantil (preguntas 30-45); 3) Salarios y gastos de subsistencia; desocupación, pensiones (preguntas 46-81); y 4) Lucha contra la explotación y las condiciones de vida generales, físicas, intelectuales y morales (preguntas 82-101) [5]

Marx además escribió una breve introducción, considerado un “desafío epistemológico fundamental” [6] al plantear:

Confiamos en contar, para esto, con la ayuda de todos los obreros de la ciudad y el campo, conscientes de que solamente ellos pueden describir con pleno conocimiento de causa los sufrimientos que padecen y que solamente ellos y ningún redentor elegido por la providencia son capaces de aplicar los remedios enérgicos contra la miseria social que sufren.

En esta afirmación la clase trabajadora aparece como sujeto activo en el conocimiento de su situación y, por lo tanto, capaz de transformarla. Una visión opuesta a la generalización realizada luego por la academia, donde es ubicada como un “objeto de estudio”, inerte, sin el filo de su potencialidad revolucionaria. En síntesis:

"El cuestionario es más una guía para la reflexión y el debate sobre el trabajo que un instrumento para captar respuestas que den lugar a tablas estadísticas. También se diferencia en la “no-neutralidad” del autor. Las preguntas no son aleatorias ni independientes entre sí, sino que siguen la línea de razonamiento que el autor quiere transmitir. Tiene una intención clara: hacer que el lector piense y se cuestione su propia condición y su desconocimiento al respecto." [7]

Debates y experiencias posteriores

Aunque mayoritariamente existe una valoración positiva de la elaboración de la Encuesta Obrera, no es tan generalizada las consideraciones sobre su “utilidad”. Respecto a la experiencia de Marx, una visión plantea que no tuvo mucha aplicación y relevancia. Como ilustración de esta posición, los investigadores como Asad Haider y Salar Mohandesi hablan de un “fracaso abismal”, ya que “nunca” se recibió “una sola respuesta”. [8]

En una posición matizada, Marcelo Hoffman alude a inconvenientes prácticos pero además señala que si el objetivo de la encuesta era elevar la conciencia de los trabajadores, “su éxito no dependía necesariamente de las respuestas escritas de éstos, sino de la recepción mucho más difusa de las preguntas entre ellos” [9].

En contrapunto, la compilación de McAllister da cuenta de dos experiencias exitosas:

Aunque las respuestas al cuestionario francés han eludido ser descubiertas, este no es el caso de otras encarnaciones de la investigación de Marx. La Enquête Ouvrière se reprodujo en el número de julio-agosto de 1880 de la revista polaca Równość ("Igualdad") como Kwestyjonaryjusz Robotniczy, y volvió a aparecer ese mismo año en el periódico socialista holandés Recht Voor Allen. Ambos esfuerzos condujeron al establecimiento de nuevas investigaciones realizadas en medio de climas políticos complejos y competitivos. Es significativo que en ambos casos sobrevivan las respuestas de los trabajadores. Una mirada más cercana a estos esfuerzos, y a las figuras involucradas en su realización, revela conexiones más profundas con la AIT y Marx. [10]

En ambos casos, el contacto con concentraciones de obreros posibilitaron el establecimiento de los núcleos de los primeros partidos marxistas, a partir de la elaboración de programas socialistas propios. En el caso de Polonia, pese a la vigilancia constante y la represión del Imperio zarista, las continuidades llegaron hasta camadas de jóvenes revolucionarios como la de Rosa Luxemburg. Sobre el caso polaco, McAllister ensaya la hipótesis de que jugó algún papel en el breve uso de la Encuesta Obrera que realizó Lenin.

En el caso del revolucionario ruso, se encontró un documento de su periodo de militancia clandestina en San Petersburgo. El texto de 1894, no incluído en sus Obras Completas, consiste en un cuestionario breve para “estudiar y observar más de cerca la vida de las fábricas y los molinos”, según el recuerdo de Iván Babushkin. De todos modos, Lenin desistió en continuar con la experiencia. Autores como Hoffman sostienen que se debió a su combate político y teórico con el "economicismo", tendencia que se fortalecería con una encuesta que se centra solo en el aspecto económico. Este argumento resulta un tanto forzado, tanto por las fechas y por la conclusión de que Lenin hallaba inútil esta forma de obtener conocimiento y era más provechoso las estadísticas oficiales. [11] Es mucho más probable que hayan prevalecido las condiciones de clandestinidad que debían sostener una pequeña Liga (aún no había sido fundado el Partido Obrero Socialdemócrata ruso). En todo caso, también se puede mencionar la jerarquía que Lenin le dio en los periódicos bolcheviques a los informes obreros durante el ascenso de las luchas económicas entre 1912 y 1914. Ejemplo alejado del desdén que Hoffman le atribuye respecto a la lucha económica y la posibilidad de producir conocimiento desde las fábricas.

Luego de estos ejemplos cercanos a su publicación original, la Encuesta Obrera perdió repercusión, al punto que la primera edición en inglés recién fue publicada en 1933 por el Partido Comunista británico. En tanto que la publicación en Estados Unidos correrá de la mano de los trotskistas del Socialist Workers Party (SWP) en el número de su revista New International publicado en diciembre de 1938. Estas publicaciones, junto a una nueva circulación en Francia, permitirán una revalorización del texto y abrirán el camino para nuevas experiencias.

Estas nuevas experiencias aparecerán ligadas al trotskismo. La primera es en torno a la “Tendencia Johnson-Forest”, cómo se conoció al agrupamiento interno que organizaron CLR James y Raya Dunayevskaya dentro del SWP en 1941, con la cual finalmente romperían por diferencias sobre el carácter de la URSS. Para los investigadores, la ligazón con la Encuesta Obrera está dada por una serie de elaboraciones teóricas para dar cuenta de cambios en la clase obrera estadounidense. La elaboración más conocida fue The American Worker (1941) de Paul Romano y Ria Stone, pseudónimos de Phil Singer y Grace Lee Boggs. Este trabajo estaba dividido en dos partes, la primera daba cuenta de la experiencia de Romano como obrero en una planta de General Motors mientras que la segunda era un ensayo sobre la alienación. Otros trabajos importantes del grupo fueron Indignant Heart: A Black Workers’ Journal (1952),y A Woman’s Place (1953). La segunda experiencia será el grupo Socialisme ou Barbarie, una ruptura del trotskismo francés encabezada por Cornelius Castoriadis y Claude Lefort. Los intentos de la “Tendencia Johnson-Forest” influyeron en el grupo desde el primer número de su revista homónima. Sin embargo, el grupo de Castoriadis marcó una distancia con el cuestionario de Marx, rehusandose a tomarlo como base. [12]

Bajo la influencia de Socialisme ou Barbarie, a comienzos de los 60 surgió el operaismo en Italia con la fundación de la revista Quaderni Rossi por parte de Raniero Panzieri. Esta corriente se nutrió de intelectuales y militantes desencantados con el rumbo del Partido Socialista y el Partido Comunista, ambos “comprometidos” con la democracia burguesa. El desarrollo de esta corriente dio lugar a nuevas revistas y colectivos, con referentes como Toni Negri y Mario Tronti. A la inversa de lo que el término obrerismo connota tradicionalmente, el operaismo sobrevalora las facciones de la clase obrera que no están organizadas ni en sindicatos o partidos, apelando a la espontaneidad. En ese sentido, consideraban en un principio a la fábrica como el centro de gravedad de la lucha de clases.

El operaismo también se explica por el proceso de radicalización conocido como los “Años de Plomo”, donde había como telón de fondo una transformación sociológica de la clase obrera italiana. Para dar cuenta de ese cambio, la Encuesta Obrera fue un método característico de esta corriente —«hacer encuesta para hacer teoría», resume Negri en su autobiografía—, con un primer impulso en la FIAT de Turín. [13] De estas investigaciones produjeron elaboraciones teóricas como el concepto obrero masa y luego la de obrero social, que ligado al general intellect de Marx fue derivando en la idea de que la técnica era por donde pasaba el desarrollo del capitalismo y la lucha contra él. Esa unilateralidad tiene su “pecado de orígen” en las bases del operaismo que paradójicamente llevó a “abandonar progresivamente la idea de que la fábrica es el sitio donde se libra la lucha de clase”, su postulado inicial por excelencia, e ir emparentando sus ideas, sobre todo en el caso de Negri, con la teoría del biopoder planteada por Michel Foucault. [14] Como consecuencia, en el momento de mayor ascenso de luchas obreras en Italia, el operaismo se había autodisuelto.

Vigencia

La revalorización de la Encuesta Obrera tomó un nuevo impulso desde los años 2000, como consecuencia de diferentes transformaciones como el avance de la precarización, combinada con la automatización y la denominada “crisis del trabajo”. Así mismo, las identidades que atraviesan a la clase obrera como el género y la raza como las modalidades organizativas, son objeto de las investigaciones. Por ejemplo, Jamie Woodcock trabajó con la Encuesta Obrera en Working on the phones (2017) para investigar sobre el más de millón de trabajadores de call centers en el Reino Unido. En una compilación coordinada por Robert Ovetz, Workers’ Inquiry and global class struggle (2021), se encuentran trabajos de diferentes países y temáticas.

Por esto también hay estudios que discuten sobre los usos de la Encuesta Obrera y la investigación militante. En el trabajo mencionado de Marcelo Hoffman, Militant Acts, se expresa una posición más negativa sobre esta revalorización. Este autor señala que la investigación militante es una práctica cuyo valor reside en producir formas de subjetividad política y no en la producción de conocimiento. La producción de “ciencia objetiva” la reserva para la investigación sociológica o antropológica, plausible de tener objetivos políticos. Por esta razón, no cabe la lógica de éxito y fracaso para la investigación militante. Si bien el razonamiento de Hoffman pretende “resguardar” a la investigación militante de las lógicas académicas, termina reproduciéndolas. Primero, porque disocia la producción del conocimiento del objetivo de la investigación militante. Segundo, porque también subyace una clase obrera como un “objetivo de estudio” inerte. Así se difumina el verdadero método con el que Marx pensó la Encuesta Obrera.

Sobre este método de Marx, Ricardo Sidicaro rescata a la Encuesta Obrera por su búsqueda de “construir conocimientos conceptuales concretos sobre la heterogeneidad de las situaciones del mundo” para sistematizar “las múltiples dimensiones de la explotación del trabajo asalariado y las tramas de la dominación fabril” [15]. A esto resta agregar que para Marx, los mismos trabajadores que permiten el conocimiento al mismo tiempo “son capaces de aplicar los remedios enérgicos contra la miseria social que sufren”.

Como hemos repasado, la Encuesta Obrera de Marx posibilita pensar futuras experiencias de investigación “desde abajo”, con un método que implica que los propios trabajadores participen en la producción de conocimiento. El conocimiento que se produce a partir de cualquiera de esta forma de investigación es útil para entender el capitalismo y también aportar en la organización en contra de él.

 
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