El pasado 12 de octubre se cumplieron 530 años del inicio de la invasión europea a nuestro continente encabezada por Cristóbal Colón. Sobre el significado de la efeméride en América Latina continúa el debate porque en algunos países de se celebra el 11 de octubre como el ultimo dia de libertad y soberanía de los pueblos originarios, mientras que en países como la Argentina desde el año 2010 se celebra el “Dia de respeto a la diversidad cultural” en lugar del “Día de la raza” (establecido así por Hipólito Irigoyen en 1917).
A propósito de la conquista de América hoy recomendamos una de las películas más icónicas sobre el tema: Aguirre, la ira de Dios (1972) del director Werner Herzog, acompañado por el actor Klaus Kinski. Esta película es ideal para organizar cines debate por ejemplo en las escuelas públicas más allá del 12 de octubre. A partir de ella se pueden abrir muchas preguntas sobre las continuidades y rupturas en torno a la colonización, esclavitud y genicidio que sufrieron los pueblos originarios.
Cuando los historiadores no se ponen de acuerdo en el saldo del genocidio sobre los pueblos originarios es porque el numero es realmente escalofriante y oscila entre los 50 y 100 millones de muertos. Ese fue el resultado de la conquista de América, aunque también pasa lo mismo con el saldo de la trata negra de esclavos, millones de almas arrancadas de África para suplantar a los muertos nativos. En ese sentido la película que ofrece el director alemán Werner Herzog es un retrato ficcionado, muy impactante por cierto, y da una idea de lo que pudo haber sido la conquista en la vida real y sus efectos, no solo para los vencidos sino también para los vencedores.
Si bien la película está basada en hechos reales, Aguirre no deja de ser una ficción que cuenta el desquicio, la ambición y la locura de una expedición española de conquistadores en busca de la mítica ciudad El Dorado. Pensaban no solo que tal ciudad existía, sino que el nombre se debía a que la ciudad perdida estaba llena de oro y otras riquezas.
El cine de Herzog es “anti Hollywood”, en el que predominan las grandes escenografías artificiales. Y para hacer algo original, trasladó todo el equipo completo de herramientas y recursos humanos (incluyendo a un doctor) al medio de la selva amazónica en Perú. Quería que los ojos de los espectadores volvieran a creer en lo que estaban viendo, y por ello se sirvió de la propia naturaleza para usarla de escenografía. La primera escena, filmada en el imponente Machu Pichu, da prueba de la inmensidad de la naturaleza en un lugar más que hostil para los conquistadores, que pronto serán devorados en la jungla. Para el director, los paisajes naturales “reflejan los estados del alma”, y en este caso la selva refleja la oscuridad y la locura.
En Mi enemigo íntimo el director da muchas pistas de cómo se realizó el film. Cuenta que Klaus Kinski, el actor que lo acompañó en cinco largometrajes, se entusiasmó tanto con el guión que del otro lado del teléfono solo se oían gritos inentendibles, desgarradores, de locura pura. Cuando al cabo de media hora Kinski se empezó a serenar, Herzog comprendió que se había entusiasmado en interpretar el papel de Aguirre.
La relación entre el actor y el director se volvió más que tensa. En un momento Kinski decide abandonar el rodaje, faltando poco para terminar. Herzog trató de convencerlo por las buenas de que no lo hiciera. Ante la decisión de Kinski, Herzog le dijo que tenía 9 balas en un rifle, y que si se iba 8 terminarían en la cabeza del actor y la última sería para él mismo, porque sabía que la película era más importante que las discrepancias entre ellos dos.
Cinco siglos y tres décadas después del inicio de la conquista de América, el cine juega un papel importante, político, disruptivo, que interpela a los espectadores y los coloca ante la disyuntiva, sino de tomar partido, al menos de actuar como disparador de preguntas sobre el origen de la miseria y el sometimiento que sufren los pueblos originarios de ayer y de hoy.