De esos temas habló Diego Sacchi en su columna sobre noticias internacionales del programa de radio El Círculo Rojo, que se emite todos los jueves de 22 a 24 hs por Radio Con Vos.
La primera ministra británica ha presentado su dimisión tras 44 días en el cargo, siendo el mandato más breve en la historia moderna del Reino Unido. Los laboristas ya han exigido la celebración de unas elecciones generales inmediatas. Según una encuesta reciente, los laboristas aventajan a los conservadores en 17 puntos.
Liz Truss asumió el gobierno después de la salida de Boris Johnson y la crisis que generó la elección interna en el Partido Conservador. Dato llamativo: su nombramiento fue quizás el último acto político-público de la Reina Isabel II que falleció dos días después.
Cómo se generó tan rápidamente una nueva crisis
Truss propuso un plan neoliberal, al estilo Margaret Thatcher o Ronald Reagan. Para ella la clave para el crecimiento económico es un shock con baja de impuestos a los ricos, desregular la economía y liquidar los sindicatos y las conquistas laborales, lo que alentaría la inversión capitalista, un relato que repiten mucho Milei, Bullrich e incluso Macri.
El 26 de septiembre, el ministro de economía anunció un “mini presupuesto” que establecía un recorte de impuesto sustancial al 1% más rico –corporaciones y millonarios-, lo que llevaba a una importante desfinanciación de las arcas del estado.
Estos anuncios se dieron en un contexto de ajuste y austeridad y una inflación que supera el 10% degradando los salarios y los beneficios sociales.
El plan de Truss generó una respuesta negativa tal vez del sector menos esperado. Los “mercados” y hasta el FMI le bajaron el pulgar. El gobierno iba a financiar el recorte a los impuestos de los ricos con un aumento de manera sideral de la ya abultada deuda estatal.
La respuesta de “los mercados” fue contundente: la libra cayó a su valor mínimo histórico con respecto al dólar. Y los tenedores de bonos del gobierno se desprendieron masivamente de esos activos, llevando al límite de la quiebra a los fondos de pensión que invierten esos bonos.
Truss admira a Margaret Thatcher y fue justamente la “dama de hierro” la que dijo “no se puede desafiar a los mercados”.
También hay que agregar “el temor” del establishment a que el plan de Truss generará una oleada aún mayor de protestas, en un país que viene de vivir un “verano del descontento”.
Liz Truss había perdido la credibilidad en la clase dominante, estaba en la cuerda floja y los intentos de cambiar su política solo adelantaron el final.
Tras su caída se abre un nuevo periodo donde el Partido Conservador podrá elegir a un nuevo líder sin llamar a elecciones, pero los Tories están fracturados internamente y perdiendo apoyo social, por lo que no se descarta elecciones generales anticipadas.
Ahí aparece el Partido Laborista, dirigido por Keir Starmer un discípulo de Tony Blair, que superaría a los conservadores por más de 30 puntos según las encuestas, una diferencia histórica.
La actual conducción laborista llevó al partido nuevamente al “centro” y pregona, ante el intento neoliberla más extremo, moderar el ajuste, algo que conocemos en nuestro país.
La salida de Truss es un capítulo más de una crisis, que tienen como novedad la expresión en las calles del descontento, muchos anticipan un nuevo "invierno del descontento" que haga escuchar los reclamos de los trabajadores y los sectores populares. |