En 1952 veía la luz el primero de los tomos de la trilogía que componen la historia del revolucionario ruso León Trotsky escrito por Isaac Deutscher. Situarnos en la fecha de su publicación no es un dato menor porque su aparición se dio durante el periodo estalinista de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) que tenía a Rusia como el país central de la federación.
Por aquellos años, un tercio del planeta estaba bajo la órbita del estalinismo como resultado del orden de Yalta pos Segunda Guerra Mundial. La “Guerra Fría” hacía estragos, y cada tanto había una crisis entre el llamado mundo del “socialismo real” y el Occidente capitalista. La burocracia estalinista también hacía estragos en nombre del “comunismo”, apropiándose de las banderas de Octubre, luego de haber eliminado a todos los oposicionistas, entre ellos, al propio Trotsky, y se ocupaba de actuar como freno ante cualquier proceso revolucionario que pudiera surgir. El imperialismo, entre tanto, mantenía un equilibrio inestable, pero equilibrio al fin con el estalinismo y era el más interesado en que no se desarrollara el socialismo como sistema mundial.
La trilogía escrita por Isaac Deustcher, en aquel entonces, desenterró a Trotsky de una montaña de perros muertos y volvió a reponer la historia del hombre que hizo temblar de miedo a la burguesía de su tiempo. Los y las lectoras del capítulo que hoy recomendamos, llamado “Trotsky en la revolución de Octubre” dirán si el objetivo del autor fue cumplido con éxito.
Las vidas de Trotsky
Las vidas de Trotsky están documentadas por doquier. Jean-Jacques Marie escribió una biografía, Victor Serge y Pierre Broué hicieron lo mismo, el periodista norteamericano John Reed que escribió Diez días que estremecieron al mundo lo nombra cumpliendo un papel dirigente en toda la crónica de los días de la Revolución de Octubre de 1917. Sobre este último libro vale la pena recordar que fue prologado por Lenin, lo cual quiere decir que el arquitecto de la insurrección bolchevique acuerda con la descripción sobre Trotsky que realizó el periodista en medio del torbellino revolucionario.
Incluso en el plano de la literatura contemporánea, el escritor cubano Leonardo Padura escribió una gran novela –muy recomendable por cierto– que se llama El hombre que amaba a los perros. En esa novela histórica, Padura cuenta tres historias que se van desarrollando en simultáneo. Una de ellas, es la historia de un cubano que se lo encuentra al hombre que asesinó a Trotsky en México, el 20 de agosto de 1940: Ramón Mercader, el sicario de Stalin. Sin ánimos de “spoilear” la novela, solo diremos que el personaje llamado Iván, que se lo encuentra a Mercader en las playas de la Habana, no logra entender por qué Trotsky era tan odiado en la URSS y en el mundo. Entonces, Iván da con un amigo suyo que se dedica a la compraventa de libros viejos y a través de él consigue la trilogía sobre Trotsky El profeta armado, desarmado y desterrado de Isaac Deutscher. Cuando el vendedor le entrega los ejemplares a Ivan, le aclara que ese libro es muy peligroso para el régimen burocrático de Cuba.
Trotsky a través de los ojos de sus enemigos
En el párrafo anterior mencionamos varias obras dedicadas a la vida y obra de Trotsky pero no mencionamos su propia autobiografía Mi Vida (o “intento autobiográfico”, como prefiere llamarlo el autor). Sobre esta obra, Deuscher explica que, dado que la misma se publicó en medio de la lucha contra el estalinismo y contra el culto a la personalidad a Lenin llevada adelante por sus deformadores –la burocracia soviética– Trotsky trata de ser lo más humilde posible para no caer en una lucha de “egos”.
Sin embargo, Deutscher viene a reponer la historia sobre el desempeño del León en la historia del Partido Bolchevique, antes del éxito de Octubre, durante y en la derrota que significó el ascenso del estalinismo en Rusia, el triunfo del fascismo en Europa y el advenimiento de la II Guerra Mundial.
En ese sentido, lo que se puede ver entre líneas son las fuentes que usa Deutscher porque muchas, mejor dicho, muchísimas fuentes pertenecen no solo a los adversarios políticos de Trotsky, sino también a enemigos de clase (personal político del imperialismo, diplomáticos, generales e incluso el Estado Mayor nazi). Todos ellos comparten, a su manera, una visión común en torno a una cuestión estratégica: la continuidad de las ideas expresadas en el Manifiesto comunista de 1848 hasta la fundación de la Cuarta Internacional en septiembre de 1938. Por eso el asesinato de León Trotsky, fría y calculadamente planeado, sirvió a los intereses no solo de la burocracia soviética, sino también a los del imperialismo, más allá de la máscara de la ocasión, “democrática” o “fascista”.
En el capítulo que hoy ofrecemos, veremos al Trotsky recién llegado a Rusia, quien se une al partido de Lenin y, por defenderlo públicamente en las jornadas de julio, termina en la cárcel. Al Trotsky que tiene su base de “adictos”, como dice Deutscher cuando se refiere a los marineros de Kronstadt, al organizador práctico de la insurrección bolchevique de Octubre y, finalmente, al orador más ardiente del que ya hablamos en “La voz de la revolución, el rugir del León…” Nuevamente, según una de las fuentes, la potencia oratoria de Trotsky sobresale en la historia tanto o más que la de los jacobinos de la gran revolución francesa de 1789.
Con todo eso se van a encontrar los y las lectoras en este capítulo que hoy ofrecemos, casi como si fuera una película electrizante, con final abierto, de esos que interpelan a tomar partido por la causa de los explotados y oprimidos del mundo entero.
