La clase obrera francesa entró nuevamente en escena. A fines de septiembre comenzaron a desarrollarse huelgas en algunas refinerías del país exigiendo aumentos salariales frente al aumento de la inflación que afecta a varios países de Europa, producto principalmente de la guerra entre Rusia y Ucrania. El proceso se extendió a otros sectores que confluyeron el pasado 18 de octubre en una huelga unificada.
Una vez más la lucha de clases a nivel internacional nos muestra el rol protagónico de la clase trabajadora en la escena política del último tiempo. Hace algunos años ya, Francia es escenario de conflictos sociales. Quizás el recuerdo más reciente sea el de los chalecos amarillos a fines del 2019, sin embargo si vamos un poco más atrás nos podemos encontrar con las movilizaciones y paros contra el gobierno de Francois Hollande que en el año 2016 intentó implementar una serie de contrarreformas que tenían como objetivo atacar las condiciones de vida del pueblo trabajador.
A continuación desarrollaremos los principales sucesos que hacen al propio proceso que se está desarrollando en Francia y haremos algunas reflexiones para pensar por qué la clase trabajadora tiene la potencialidad de ser sujeto revolucionario.
De las refinerías a la huelga conjunta
El 20 de septiembre los empleados de la Exxonmobil comenzaron una huelga en las refinerías que pertenecen a la compañía tras considerar insuficiente la propuesta salarial hecha por su dirección. La huelga de ese día perjudicó en un 27% la capacidad de refinado de Francia.
Una semana después los trabajadores de Total comenzaron su huelga, también por reclamo de aumento salarial, anticipándose a la movilización que había convocado la CGT para el 29 de septiembre. De esta manera, con acciones que iniciaron el 27 de septiembre y que desembocaron en la jornada del 29, los trabajadores de Total abandonaron las huelgas aisladas (habían realizado dos huelgas separadas entre sí en el mes de junio). La adhesión de los trabajadores de Total a las luchas que se venían dando no es menor ya que en Normandíaestá ubicada una de sus refinerías, la más grande de toda Francia. Su paralización fue un salto en las pérdidas generadas para las petroleras y para la producción de refinado.
Finalmente, el 29 de septiembre, 250.000 personas se movilizaron en las calles y expresaron un descontento general con el gobierno francés por el encarecimiento del costo de vida. La movilización había sido convocada por la CGT por “salarios, pensiones, becas y mínimos sociales”. Ese mismo día, además de las refinerías de TOTAL, ExxonMobil, otros sectores de trabajadores (transporte, educación y automotrices) comenzaron la jornada con huelgas. A pesar que la movilización no fue parte de un plan de lucha para conquistar los aumentos de salarios, las huelgas en el sector petroquímico continuaron posteriormente (tal es así que el día 6 de octubre el 60% de la producción de refinado del país estaba paralizado) y otros sectores también se sumaron a las medidas de fuerza (centrales nucleares, los aeronáuticos de Sabena Techincs, y ferroviarios entre otros).
Los paros sostenidos por los trabajadores del sector petroquímico causaron una escasez de combustible que lograron romper el cerco mediático y fueron el inicio de una crisis política para el gobierno. Esta crisis por la escasez de petróleo no actúa en el vacío, ya que se trata de un gobierno con una legitimidad muy débil para llevar adelante sus políticas de austeridad (el presidente Emmanuel Macron fue electo hace 5 meses con la menor cantidad de votos de toda la historia de Francia), y ocurre en un momento donde está intentando impulsar una ley de pensiones como parte de unas contrarreformas.
Como respuesta a la escasez, el 11 de octubre la primera ministra Elisabeth Borne anunció la requisición de los huelguistas para hacer funcionar los depósitos de combustible. Lejos de generar un retroceso en el nivel de conflicto y de aislar a los trabajadores petroquímicos en huelga, las requisiciones generaron un fuerte rechazo en varios sectores de trabajadores y las direcciones sindicales se vieron obligadas a convocar a una huelga intersindical para el 18 del mismo mes. A la jornada se sumó el movimiento estudiantil repudiando el ajuste general y rechazando las reformas educativas del gobierno de Macron específicamente. En París fueron unos 70.000 quienes salieron a las calles bajo la exigencia de una actualización de los salarios según el aumento de la inflación. Esta demanda fue planteada para el conjunto de los asalariados, independientemente del sector en el que trabajen.
Desde esa fecha, la mayoría de las huelgas de quienes ya estaban en lucha continuaron, y también se sumaron al proceso otros sectores como los trabajadores de panadería industrial Neuhauser o los del Hospital Universitario de Nantes. A su vez, los trabajadores de las centrales nucleares triunfaron tras acordar un aumento de un mínimo de 200 euros para todos. El sostén de las huelgas y el creciente descontento con el gobierno obligaron a las centrales a convocar a otra jornada de lucha para el pasado 27 de octubre, sin embargo la lucha contó con menor participación que la del 18. La falta de preparación y las medidas aisladas, sumado a que fue una acción convocada en plenas vacaciones, son las principales razones que explican una baja en la participación.
La gran lucha que está dando la clase trabajadora en Francia, que se inició en las refinerías y se fue replicando en otros sectores, y que también han confluido en instancias de lucha común, nos permite pensar el poder de la clase trabajadora. A continuación desarrollaremos un poco más esta idea
Rol en la producción, posiciones estratégicas y hegemonía
El rol en la producción y distribución de mercancías que tiene la clase obrera en el sistema capitalista expone en parte por qué se trata del sujeto revolucionario y que puede transformar la sociedad. En ese marco, existen lugares de producción más específicos que son estratégicos porque si se paralizan pueden causar un daño aún mayor a los capitalistas dada la relación de explotación que existe entre estos últimos y los trabajadores que detentan esas posiciones.
En el caso de Francia, las huelgas que paralizaron la producción de refinado al punto de generar una escasez de combustible en Francia dan cuenta de esos lugares estratégicos. El concepto de posición estratégica, fue pensado por el historiador John Womack. En palabras suyas, las posiciones estratégicas son
cualesquiera que les permitieran a algunos obreros detener la producción de muchos otros, ya sea dentro de una compañía o en toda una compañía. [1]
Womack retoma elaboraciones de John Dunlop, quien fue secretario de Trabajo en Estados Unidos (1974 - 1977) que sostenía:
así como en la estructura de mercados hay compañías, y en consecuencias, empleados que están en posición estratégica para afectar todo el flujo de producción y distribución’, así también, ‘en cualquier proceso tecnológico de producción y distribución de bienes y servicios hay algunos trabajadores que tienen una posición más estratégica que otros, es decir, estos trabajadores son capaces de cerrar, interrumpir, o desviar las operaciones más fácilmente que otros’. [2]
El potencial de la clase trabajadora también podemos verlo en las consecuencias políticas que traen sus acciones. En el caso francés, reabrieron una crisis en el gobierno de Macron que había conquistado una mesa de diálogo con las centrales sindicales para llevar adelante una contrarreforma en el sistema de pensiones pero producto del descontento creciente por la carestía en el costo de vida y la escasez de combustible que recrudecieron las huelgas, el proyecto quedó en stand by.
Las posiciones estratégicas, como las refinerías en este caso, han sido utilizadas por trabajadores que ven la necesidad de pelear por aumentos salarios y enfrentar al gobierno y las patronales, lo que permitió buscar apoyo y unidad con otros sectores de su clase. Si las posiciones estratégicas estuviesen en manos de la burocracia sindical, seguramente se hubiesen utilizado de forma corporativa, como hacen siempre, para mantener separadas las luchas.
Dicho esto, podemos decir que las posiciones estratégicas se pueden utilizar de una manera tal que habilite una política hegemónica de parte de la clase obrera para articular demandas con el conjunto de los explotados y otros sectores oprimidos. Para León Trotsky, que junto a Lenin y otros dirigentes marxistas de la Rusia zarista, problematizaron cómo el proletariado podía hacerse del poder en un país mayoritariamente campesino,
la conquista de la hegemonía respecto de otros sectores sociales será resultado de una lucha muy decidida por el propio programa de la clase obrera, acompañada por supuesto de tomar como propias las demandas de todos los sectores oprimidos. [3]
Si bien en Francia en el conflicto la clase obrera no se ha constituido como clase hegemónica, es decir como clase dominante (de sus clases adversarias) y clase dirigente (de clases aliadas), la huelga conjunta del pasado martes 18 de octubre ha expresado en una escala pequeña su capacidad hegemónica en el sentido que de algún modo ha logrado articular la demanda de aumento salarial de amplios sectores de la clase trabajadora. Las huelgas que comenzaron en las refinerías por aumentos de salarios inspiraron a que trabajadores de otros sectores también tomen medidas de fuerza en sus lugares de trabajo por el mismo reclamo. A su vez, la huelga del 18 tuvo como consigna principal este reclamo.
Una perspectiva revolucionaria para que la lucha triunfe en Francia
Si bien la huelga del 18 en Francia no se ha generalizado, puede adoptar este carácter si hay una política decidida para conseguirlo. La huelga en una o varias posiciones estratégicas (en el caso francés empezaron en las refinerías) abre la posibilidad al desarrollo de una huelga general, otro elemento que demuestra el despliegue de fuerza que tiene el proletariado como clase. Sin embargo, este no es el rumbo que hasta el momento ha tenido el conflicto en Francia, principalmente por el rol de las centrales sindicales que sólo han llamado a acciones aisladas como “estrategia de presión” contra el gobierno producto del descontento que hay con el gobierno y que ha ido en aumento.
Para poder retomar las calles de forma masiva, desde nuestro partido hermano del PTS, Revolution Permanente en Francia, hemos planteado la necesidad de una huelga de 48 hs con el objetivo de paralizar el país. Desde sus lugares de trabajo, nuestros compañeros de Revolution Permanente también han impulsado esta política. El pasado 15 de octubre llevaron adelante un Encuentro de Trabajadores del Transporte para debatir con trabajadores del sector la necesidad de la huelga.
Desde que comenzó el conflicto, Revolution Permanente como medio de comunicación ha sido quien ha dado voz a los huelguistas ante el cerco mediático. Nuestros compañeros que trabajan en las refinerías dentro de la coordinación de los sindicatos de la CGT del grupo Total, han defendido una política de coordinación entre los huelguistas de Total y Exxon, para evitar la división
También es necesario que la clase obrera juegue un rol hegemónico a la altura de conquistar los aumentos de salarios y que derroten el ajuste y el plan de contrarreformas del gobierno. Para ello se requiere una política hegemónica que conscientemente tenga el objetivo de generar una alianza con el conjunto de los oprimidos y explotados, y darle una salida revolucionaria. Con esta perspectiva también hemos intervenido en otros conflictos, por ejemplo cuando fue la lucha de los chalecos amarillos en 2019, nuestro compañero Anasse Kazib, principal referente de Revolution Permanente y trabajador del ferrocarril, ha planteado que los trabajadores ferroviarios tenían que unirse a esa lucha.
Los compañeros de Revolution Permanente intervienen en las huelgas que se han desarrollado con el objetivo de construir un partido de la clase trabajadora, el sujeto que puede hacer la revolución y edificar una sociedad socialista cuya producción esté puesta al servicio de las necesidades sociales. Es el partido quien acumula las lecciones y conclusiones de las distintas luchas que han dado los trabajadores y quien también puede dotar a una vanguardia de la estrategia y el programa que conduzcan a una salida revolucionaria. Cualquier salida intermedia que no se enmarque la lucha por los aumentos salariales en una pelea contra el ajuste de Macron ni plantee la necesidad de una salida revolucionaria, deja el camino libre para que los capitalistas puedan retomar sus políticas de empobrecimiento para la clase trabajadora.
Si se desarrolla la lucha en Francia en el sentido recién planteado puede ser un gran punto de apoyo para la lucha de clases a nivel internacional, que empieza a asomar en otros países de Europa golpeados por la misma crisis.
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