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1ro de noviembre de 2022 Twitter Faceboock

El cura protegido
Los abusos de Grassi: veinte años del caso que Bergoglio se jugó a tapar y no pudo
Valeria Jasper | @ValeriaMachluk

Un joven contó por primera vez en un programa de televisión cómo Julio César Grassi había abusado sexualmente de él. El cura mediático, que supo aprovechar los beneficios del menemismo, fue condenado a 15 años de prisión por abuso sexual. Si bien hoy pasa sus días en una cárcel común, no dejó de recibir protección de la iglesia que, hasta la actualidad, continúa encubriendo a sus criminales sexuales.

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A pocos días de asumir como jefe de la Iglesia Católica, Jorge Bergoglio afirmaba que no daría “un paso atrás” en lo referido a “esos problemas” porque “con los chicos no se juega”. Frente a la notoriedad pública que cobraban los abusos sexuales cometidos por integrantes de la Iglesia Católica alrededor del mundo, Bergoglio intentó maquillar la responsabilidad de la jerarquía eclesiástica en el encubrimiento de los abusadores con algunas reformas. Muchos de estos criminales siguen gozando de la protección del Vaticano. Uno de ellos es Julio César Grassi.

El cura mediático

Julio César Grassi coqueteó con el poder desde los inicios de su carrera sacerdotal. Bajo la presidencia de Carlos Menem, y gracias a su vínculo con el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo, en 1993 obtuvo un “subsidio” de cinco millones de dólares y la donación de 65 hectáreas en la localidad de Hurlingham. Allí construyó lo que sería su imperio y su ocaso: la Fundación Felices Los Niños.

Entrada de la fundación Felices Los Niños | Foto Nicolás Aboaf
Entrada de la fundación Felices Los Niños | Foto Nicolás Aboaf

Con la fundación como excusa, Grassi construyó grandes vínculos con la élite política y empresarial del menemismo. Dinero de Eduardo Duhalde, de los Bunge & Born, Amalita Fortabat, Bernardo Neustadt y hasta Susana Giménez fueron a las arcas de la fundación, que eran las arcas del propio cura Grassi. Era común verlo recorrer los canales de televisión encabezando campañas de donaciones, para sostener un sistema de 17 hogares distribuidos en todo país por los que transitaron alrededor de 6.000 niños.

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Esto no hubiera sido posible si no contaba, además, con el beneplácito del obispado de Morón, a cargo del polémico monseñor Justo Laguna, figurita destacada de la década de los 90. El mismo que se ufanaba de progresista y a la vez que enaltecía su amistad con el abusador Grassi, a quien llegó a visitar en la cárcel. Sin embargo esas mismas cámaras de televisión que lo vanagloriaban por su "obra solidaria", cavaron el pozo en que el reino de Grassi comenzó a hundirse.

Abusos

El nombre de Grassi comenzó a ser asociado a delitos de abuso sexual en los años 1991 y 2000 cuando, en esos años, fueron radicadas las primeras denuncias contra su persona, tanto en los tribunales de Mercedes y Morón. Como era de esperarse, ninguna de las causas avanzó.

El 23 de octubre de 2002 una investigación a cargo de la periodista Miriam Lewin fue presentada en “Telenoche Investiga”. El informe, bajo el título de "Con los chicos, no" daba cuenta de reiterados abusos sexuales que habrían sido cometidos por el sacerdote contra jóvenes internados en la Fundación Felices los Niños. En ese programa, una de sus víctimas, conocido bajo el seudónimo de Gabriel, relató cómo había sido obligado a mantener relaciones con el cura, cuando tenía apenas 15 años.

Fue una de las primeras veces que, en un medio masivo de comunicación, se denunciaban abusos sexuales por parte de un integrante de la Iglesia Católica. No tardaron en llegar las amenazas, los descréditos y las intimidaciones hacia las víctimas y testigos del caso, como a los periodistas que llevaron a cabo la investigación; algo que se volverá una constante por parte de los detractores de una iglesia retrógada y autoritaria. Grassi deambulaba por los canales mientras sus víctimas y denunciantes debían esconderse por temor a represalias.

En 2008 llegó el juicio oral y en 2009 Grassi fue condenado a 15 años por el Tribunal N°1 de Morón. Uno de los motivos de la demora de la condena estuvo relacionado con el fuerte poder que se encontraba detrás de su defensa. La acusación contra una de las principales figuras mediáticas de la Iglesia Católica, no iba a pasar así nomás.

Juan Pablo Gallego, uno de los abogados querellantes junto a Sergio Piris, había denunciado que "Grassi no es una persona común, tiene un enorme poder, más de 25 defensores particulares, los estudios jurídicos más importantes del país se unieron para defender a este sujeto".

Dentro de esa férrea defensa al cura abusador, se encontraba ni más ni menos que Jorge Bergoglio, actual Sumo Pontífice de la Iglesia Católica. Bergoglio era la cabeza de la Iglesia en Argentina y jefe de la Conferencia Episcopal del país mientras Grassi era denunciado y condenado en primera instancia por la Justicia.

Si bien Francisco nunca hizo pronunciamientos públicos sobre su posición al respecto del caso Grassi, sí participó de su defensa a través de la Conferencia Episcopal que fue la encargada de realizar la escritura de cuatro libros: “Estudios sobre el caso Grassi” , un análisis crítico del expediente Grassi que abarca más de 2600 páginas. Libros dedicados a refutar cada uno de los relatos de las víctimas y mostrar a un Grassi inocente.

Libros en defensa de Grassi, encargados por Bergoglio.
Libros en defensa de Grassi, encargados por Bergoglio.

La protección sigue...

Grassi fue beneficiado con prisión domiciliaria en una quinta llamada La Blanquita, justo enfrente de la fundación. Recién en 2013, la Suprema Corte bonaerense ratificó la pena y el Tribunal ordenó su detención. En 2017, la Corte Suprema de la Nación confirmó la sentencia y el cura pedófilo fue trasladado a la Unidad N°41 de Campana, donde sigue hasta hoy.

De forma paralela, Grassi fue denunciado y condenado por malversación de los fondos provenientes de las donaciones que recibía la fundación. Llegando al punto de mayor perversión, se supo que Grassi desviaba parte de esas donaciones, que eran alimentos, hacia la cárcel.

Sin embargo, Grassi sigue siendo sacerdote. Celebra misa todos los domingos en el pabellón de la cárcel de Campana, que se convirtió casi en su parroquia. Dice que la Iglesia no le soltó la mano. Algo que verdad.

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Desde la denuncia contra Grassi hasta hoy, a lo largo de todo el mundo, los casos de abusos sexuales perpetrados por integrantes de la Iglesia Católica han salido a la luz de forma exponencial gracias a la enorme valentía de las víctimas, al punto de contar con un pontífice que dirimió por la cantidad de denuncias y una película fue premiada con un Oscar. Pero, paralelamente Jorge Bergoglio, quien es presentado como uno de los más grandes luchadores contra los abusos, es uno de los mayores encubridores de curas abusadores. En este medio hemos denunciado su vínculo por demás estrecho con el exobispo salteño Gustavo Zanchetta, a quien no solo protegió llevándolo al Vaticano sino que envió asesores para su defensa en el juicio que lo condenó.

El caso Grassi muestra cómo la estructura pergeñada por el mismo Vaticano y perfeccionada durante décadas garantiza la impunidad de estos casos aberrantes que siguen saliendo a la luz. Impunidad agravada por la estrecha relación que la Iglesia Católica sigue manteniendo con un Estado que no deja de financiarla.

 
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