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La Izquierda Diario
27 de noviembre de 2022 Twitter Faceboock

Armas de la Crítica
Revolución en Finlandia: lecciones para el presente
Nathaniel Flakin

Edición: Simon Zinnstein

La clase obrera tomó el poder en Finlandia, pero la burguesía ganó la guerra civil y masacró a decenas de miles de Rojos. ¿Cómo fue posible? ¿Qué lecciones podemos sacar de esta experiencia? Presentamos la tercera parte de Cuando la Estrella Polar fue roja.

Link: https://www.laizquierdadiario.com/Revolucion-en-Finlandia-lecciones-para-el-presente

Parte I - Los efectos de la Revolución Rusa en Finlandia

Parte II - Insurrección y comienzo de la guerra civil

Parte III - Lecciones para el presente

El curso de la guerra

A principios de febrero de 1918, Finlandia estaba claramente dividida. Los blancos controlaban más de tres cuartos del territorio, pero poco menos de la mitad de la población los apoyaba y ninguna de las ciudades principales. Los rojos tenían todos los centros industriales pero como casi no había industria armamentista en Finlandia, esto no representaba una gran ventaja militar. La mayor desventaja que tenían los rojos era que no controlaban casi ninguna zona agrícola. Se hicieron necesarios los envíos de grano desde Rusia para evitar la hambruna. Los combates tuvieron lugar entre febrero y abril, cuando todo el país estaba cubierto de nieve, por lo que las grandes maniobras sólo podían realizarse por ferrocarril. El bando rojo construyó trenes blindados (asejuna) y los desplegó con gran éxito.

Al comienzo de la guerra, la Guardia Nacional (es decir, la milicia contrarrevolucionaria de los blancos) estaba formada por milicias campesinas mal armadas y en gran parte inmóviles. Pero tenía un liderazgo militar profesional que se concentraba en entrenar a su ejército. Los comandantes blancos, como Mannerheim, eran oficiales con años de experiencia en los ejércitos ruso o sueco. El batallón Jäger que regresó de Alemania proporcionó a los blancos dos mil soldados finlandeses con entrenamiento de suboficiales y alguna experiencia de guerra reciente.

La Guardia Roja, por otro lado, sufría de una constante falta de liderazgo. Sólo un comandante del Estado Mayor de los rojos, Ali Aaltonen, tenía entrenamiento como oficial, pero sólo como teniente. Había problemas en todas partes: el SDP siempre había exigido la prohibición del alcohol, pero los comandantes de la Guardia Roja como Aaltonen o Eero Haapalainen (un ex presidente del SAJ) se emborrachaban repetidamente en sus puestos, a veces incluso desaparecían durante días. La situación en las bases no era mejor. Como no había habido servicio militar obligatorio para los ciudadanos finlandeses después de 1901, pocos Guardias Rojos estaban acostumbrados a la disciplina militar. Iban al frente por la mañana y volvían a casa por la tarde, como en la vida de la fábrica, y sólo seguían las órdenes que tenían sentido para ellos. La Guardia Roja practicaba una especie de democracia de base que debilitaba enormemente su fuerza de combate, con unidades que a menudo deliberaban durante días sobre si debían seguir o no las órdenes urgentes de su estado mayor.

En contra de lo que afirman los historiadores de derecha, las tropas rusas sólo participaron en la guerra civil finlandesa de forma esporádica. Incluso en lugares como Viipuri, donde las unidades rusas lucharon junto a la Guardia Roja, los prejuicios nacionalistas eran a menudo más fuertes que la solidaridad internacional. Muchos finlandeses veían a los rusos como su "enemigo tradicional" (perivihollinen) y opresores históricos, además de ser miembros de una raza inferior. Para muchos rusos, en cambio, los finlandeses eran campesinos ignorantes cuya revolución era totalmente insignificante. Estos prejuicios mutuos estaban presentes incluso en los partidos obreros y en el frente, lo que provocaba continuas fricciones.

El Tratado de Brest-Litovsk firmado el 3 de marzo de 1918, entre el Reich alemán y la Unión Soviética, prohibía cualquier intervención rusa en Finlandia. Los opositores al tratado en el seno del partido bolchevique acusaron a Lenin de abandonar las revoluciones en Ucrania y Finlandia, pero Lenin logró ganar la mayoría para aceptar el tratado. Creía que la Rusia soviética necesitaba desesperadamente una pausa tras años de matanzas imperialistas, lo que probablemente era una valoración realista. Además, el tratado aún podía romperse, “ya lo hemos roto 30-40 veces”, dijo Lenin, refiriéndose al apoyo dado a la Revolución Finlandesa a pesar de los términos de Brest-Litovsk, lo que era perfectamente legítimo para tratar con las potencias imperialistas asesinas.

Los dirigentes soviéticos prometieron ayuda militar a los finlandeses una y otra vez, pero sólo pudieron cumplirla en pequeña escala. Ya hemos mencionado el tren lleno de fusiles enviado a la Guardia Roja en enero. La guarnición rusa, con 40.000 soldados, seguía estacionada en Finlandia, pero al igual que el resto del ejército zarista, se estaba deshaciendo rápidamente. Las unidades que eran políticamente fiables fueron enviadas por el gobierno soviético a Petrogrado. Los soldados restantes estaban muy desmoralizados tras años de guerra mundial. Miles de ellos volvieron a casa o nunca regresaron de su licencia. Sólo los voluntarios rusos lucharon junto a la Guardia Roja finlandesa, y no había más de 1.000 de ellos. Incluso contando todas las unidades rusas que se desplegaron aunque fuera por unos días en la franja de tierra entre Viipuri y Petrogrado, es decir, justo sobre la frontera rusa, no hubo más de 3.000 o 4.000 soldados rusos involucrados en la guerra civil finlandesa.

Las tropas blancas de Mannherheim consiguieron rodear la ciudad de Tampere (que era conocida como el "Manchester finlandés" por la alta concentración industrial, al igual que Manchester en Inglaterra) a finales de marzo de 1918. La ciudad no tenía fortificaciones, y aunque había miles de Guardias Rojos en la ciudad, la mayoría de ellos entraron en pánico tras las derrotas en el campo de los alrededores. No había una defensa organizada de forma centralizada pero los trabajadores resistieron con valentía. Los blancos tuvieron que luchar casa por casa y arrasaron la mayoría de los edificios. El comandante rojo Hugo Salmela, trabajador de un aserradero, tenía talento militar pero murió en una explosión accidental justo antes de la batalla. Tampere cayó el 6 de abril y sus "liberadores" no dejaron más que ruinas. Los blancos asesinaron a 200 personas ese mismo día, no sólo a los "agitadores" rojos, sino también a todos los rusos que pudieron encontrar (incluidos los rusos que simpatizaban con los blancos).

El ala "activista" de la burguesía finlandesa llevaba pidiendo al Reich alemán que interviniera en Finlandia desde el comienzo de la guerra mundial, para detener a Rusia y la "anarquía". El 3 de abril de 1918, un cuerpo expedicionario alemán al mando del general Rüdiger von der Goltz desembarcó cerca de Hanko, al oeste de Helsinki. Cerca de 12.000 soldados alemanes marcharon hacia la capital finlandesa y la Guardia Roja se desmoralizó inmediatamente ante la superioridad militar del enemigo. No hubo resistencia cuando los alemanes entraron en Helsinki el 12 de abril. Seis días antes, el 6 de abril, la Delegación Popular había decidido huir de Helsinki a Viipuri. Ahora la Finlandia Roja estaba en constante retirada. A mediados de abril, los dirigentes planeaban su huida a Rusia, mientras seguían diciendo a la población que aún era posible una victoria militar o incluso una solución negociada. El 30 de abril, tras días de lucha, los blancos conquistaron Viipuri, la última ciudad roja, y en los días siguientes masacraron a cientos de guardias rojos y rusos. Un testigo blanco comentó cómo las marchas de los prisioneros representaban “una triste manifestación del Primero de Mayo”. Mannerheim celebró su Desfile de la Victoria en Viipuri el Día Internacional de los Trabajadores.

El final de la guerra sólo marcó el comienzo de las masacres por parte de los blancos. Al año siguiente, 67.000 rojos fueron condenados por traición e insurrección. Hasta 8.500 fueron asesinados por el Terror Blanco. Los sobrevivientes no estuvieron mucho mejor, ya que el gobierno blanco no tenía infraestructura para atender a decenas de miles de prisioneros. El gobierno levantó campos de concentración. Con la crisis de hambre que asoló a todo el país, los prisioneros fueron abandonados a su suerte. En los cuatro meses siguientes, unos 12.000 murieron de hambre y enfermedades. El comunista ruso-belga Victor Serge describió las motivaciones del Terror Blanco:

El terror blanco no se explica por el frenesí de la lucha, por la violencia de los odios de clases ni por otros factores de orden psicológico. La psicosis de guerra civil no tiene más que un papel secundario. Es, en realidad, el resultado de un cálculo y de una necesidad histórica. Las clases poseedoras victoriosas saben muy bien que no son capaces de conservar su dominio, después de una batalla social, más que derramando sangre de la clase obrera a fin de debilitarla durante décadas. Y como se trata de una clase mucho más numerosa que las clases ricas, «es forzoso» que el número de víctimas sea muy elevado.
En resumidas cuentas, el objetivo racional del terror blanco no es otro que el exterminio total de todos los elementos avanzados y conscientes del proletariado. Considerado así el problema, una revolución vencida costará siempre —cualesquiera que sean sus tendencias— mucho más caro al proletariado que una revolución victoriosa, por muy grandes que sean los sacrificios y los rigores que esta exija. [1]

Ejecución de prisioneros rojos. | Edición: Simon Zinnstein.

Interpretaciones de la guerra civil

Para conocer la conciencia histórica de un país, puede ser útil preguntar a los niños. Ellos pueden presentar lo que aprenden en la escuela de una manera mucho más directa que los adultos. Este autor preguntó a un niño finlandés de ocho años si sabía quién había luchado en la guerra civil. Sabía que se había librado entre blancos y rojos. ¿Y quiénes eran los blancos? “Suomalaiset” (finlandeses), dijo. Espera, y si los blancos eran finlandeses, ¿quiénes eran los rojos? “Venäläiset” (rusos).

La historia oficial de la "Finlandia blanca" afirma que en 1918 tuvo lugar una “guerra de liberación” (Vapaussota) contra Rusia. El profesor de historia de Helsinki Lauri Adolf Puntila, por ejemplo, lo sostiene en su obra en alemán “Politische Geschichte Finnlands 1809-1977”, cuya última edición fue en 1980. Puntila describe un conflicto entre un “gobierno legítimo” y unos “insurgentes” que intentaban impedir la independencia de Rusia que los finlandeses llevaban anhelando desde hacía casi cien años. El profesor no puede reconocer ningun otro motivo de los rojos que no sea un rechazo maníaco a la independencia, que obliga a los blancos, por lo demás pacíficos, a recurrir a la violencia: “La voluntad [de la nación] de autonomía no era lo suficientemente fuerte como para lograr la independencia sólo por medios legales”.

Este argumento es difícil de conciliar con los hechos. El Comité Ejecutivo Central de los Soviets en Petrogrado ratificó la independencia de Finlandia el 4 de enero de 1918, cuatro semanas antes de que comenzara la “guerra de liberación”. Aunque reconocen que sólo una pequeña minoría de los combatientes del bando rojo eran rusos, los historiadores blancos hablan de un “lobo ruso con piel de cordero finlandés”. Puntila denuncia el “Terror Rojo”, que según él fue el responsable de la escalada de violencia. Pero incluso según sus propias cifras, los rojos fueron responsables de sólo 1.500 muertes durante la guerra mientras que los blancos mataron a 8.500. Durante la huelga general de noviembre de 1917, por ejemplo, se contabilizaron 34 muertes, de las cuales 27 fueron causadas por los guardias rojos. Pero los campos de concentración creados por los blancos al final de la guerra mataron (siempre según las cifras de Puntilla) a casi 10.000 rojos reales o supuestos.

No fue hasta la publicación de la trilogía de novelas “Bajo la Estrella Polar” (Täällä Pohjantähden alla), del autor nacional finlandés Väinö Linna, a principios de la década de 1960, cuando esta historia oficial empezó a mostrar sus grietas. La microhistoria de Linna presenta el desarrollo de Finlandia desde mediados del siglo XIX hasta la década de 1950, contando la historia de tres generaciones de una familia en un pequeño pueblo ficticio. El personaje principal de la segunda generación, Akseli Koskela, lucha como comandante de la Guardia Roja y posteriormente es encarcelado en un campo de concentración. La opinión pública finlandesa se enteró así de las verdaderas motivaciones de los rojos.

Después, términos como Guerra Civil (Kansalaissota) o Guerra Interna (Sisällissota) se hicieron más comunes, enfatizando el carácter predominantemente finlandés de la guerra. Pero incluso esta interpretación burguesa moderna, con dos bandos finlandeses que fueron apoyados por diferentes potencias extranjeras, no se ajusta a los hechos. 12.000 tropas regulares alemanas apoyaron a los blancos: fueron estas unidades las que conquistaron Helsinki. Estos "liberadores" de Finlandia contaron con las bayonetas alemanas. Mientras tanto, los socialdemócratas "traidores" pedían repetidamente la retirada de todas las tropas rusas, su principal objetivo político era realmente la completa independencia de Finlandia. Para recibir la ayuda alemana, los representantes del gobierno blanco habían firmado extensos tratados en Berlín que habrían establecido el control militar y económico de Alemania sobre Finlandia, incluyendo el control de todas las exportaciones e importaciones, así como las bases militares en territorio finlandés. Al final de la guerra, el parlamento de facto (todos los socialdemócratas habían sido expulsados) votó a favor de transferir el poder del zar a un nuevo rey finlandés, el príncipe alemán Friedrich Karl de Hesse. Sólo el colapso del Reich alemán debido a la revolución obligó al príncipe Friedrich a declinar, lo que obligó a los blancos a elegir primero un regente temporal y luego a establecer una república.

Explicaciones de la derrota

La toma del poder por parte de los trabajadores en el sur de Finlandia no encontró apenas resistencia. Entonces, ¿por qué los socialdemócratas finlandeses fueron incapaces de mantener el poder durante más de unos meses? Algunas explicaciones:

De 1809 a 1917, la sociedad finlandesa se desarrolló sin revoluciones ni siquiera duras luchas de clases. La petición de autonomía finlandesa e incluso la Gran Huelga de 1905 habían sido organizadas conjuntamente por fuerzas burguesas y socialdemócratas —por supuesto, había tensiones entre los dos campos, pero la colaboración de clases era la norma. La estrategia socialdemócrata para lograr la independencia -independientemente de toda la retórica de la "guerra de clases"- tenía como objetivo una alianza con el ala "patriótica" de la burguesía. A pesar del aislamiento del movimiento obrero, el SDP valoraba más su identidad finlandesa que su programa socialista. Especialmente después de 1906, integró en su dirección a numerosos intelectuales burgueses que veían en el SDP al defensor más consecuente de la independencia. Además, los socialdemócratas finlandeses estaban acostumbrados a enfrentarse a un aparato represivo formado por rusos o finlandeses de habla sueca. Su propaganda denunciaba que "los trabajadores finlandeses eran atacados por tropas extranjeras en su propio país". Un aparato represivo finlandés era teóricamente concebible para ellos, pero aún así había que acostumbrarse a él.

Desde su fundación en 1899, el SDP mantuvo repetidamente grandes debates, pero éstos no condujeron a la formación de facciones duras o incluso de alas claramente definidas, como las de los partidos socialistas alemanes o rusos de la época. El dogma de la "guerra de clases" fue suficiente para evitar que los socialdemócratas de derecha se unieran a los gobiernos burgueses (al menos hasta 1917, cuando todo el partido dio este paso con bastante desgano). La neutralidad de Finlandia en la guerra mundial impidió que las diferencias latentes en el partido se intensificaran. Todas las corrientes internas no sólo querían evitar la escisión sino que ésta quedaba completamente fuera de su imaginación política. Cuando las fuerzas más radicales obtuvieron la mayoría para la toma del poder en noviembre de 1917, cancelaron sus planes porque la minoría no se unió a ellos. Los reformistas, por su parte, que rechazaron con vehemencia la toma del poder y la formación del gobierno rojo en enero de 1918, se unieron a la mayoría, aunque estuvieran desilusionados y vacilantes. La primera escisión del movimiento obrero finlandés tuvo lugar en 1918 con la fundación del Partido Comunista.

Durante la revolución no hubo una oposición organizada a la dirección del SDP y del SAJ. En los mítines de masas, en los comités obreros, en los congresos del partido y de los sindicatos y, sobre todo, en los guardias rojos, las críticas se vertieron sobre la dirección reformista y vacilante. Se habló mucho de la necesidad de una "nueva dirección", pero no hubo ningún intento serio de construir una tendencia revolucionaria como alternativa al SDP. Es cierto que la Guardia Roja aglutinó a los militantes más decididos del partido y de los sindicatos, y quizás fue precisamente por la falta de armas por lo que desarrolló un perfil político definido. A pesar de su carácter militar, se transformó cada vez más en una alternativa potencial en el ámbito político. La Guardia Roja restringió repetidamente la autoridad del partido sobre sus estructuras. Las tres quintas partes del personal de cada unidad de la Guardia Roja debían estar formadas por representantes nombrados por el partido. Sin embargo, en las ciudades en las que la Guardia Roja era fuerte, como en Helsinki y Tampere, estas plantillas fueron sustituidas por comités de dirección votados. Dado que los guardias rojos participaban mucho más directamente en los enfrentamientos con las fuerzas burguesas, se radicalizaron rápidamente y comprendieron la irreconciliabilidad fundamental de los intereses burgueses y proletarios. Sin embargo, debido a su carácter de organización paramilitar, la Guardia Roja no fue capaz de desarrollar una estrategia alternativa para el conjunto del movimiento obrero: sus propuestas fueron siempre radicales pero se centraron siempre en la táctica militar.

Los consejos obreros que se desarrollaron durante la revolución finlandesa no representaban el estado de ánimo en desarrollo y radicalización de la clase obrera. Los consejos que se formaron en todo el país para llenar el vacío de poder durante la huelga general de noviembre de 1917 eran sólo comités de huelga que se disolvieron en cuanto se interrumpió la acción. Algunos consejos obreros existieron de forma permanente, como el Consejo Obrero de Helsinki, pero estos consistían en los organismos de dirección de las organizaciones obreras. El Consejo Revolucionario que organizó la huelga general estaba formado por la dirección del SDP, la dirección del SAJ y tres representantes de la fracción parlamentaria del SDP. El consejo podía sustituir a sus propios miembros y, a lo sumo, era responsable ante el congreso del partido del SDP. Incluso el "Consejo Supremo de los Trabajadores", el máximo órgano de poder en la Finlandia Roja, se formó sobre una base similar, con 40 delegados: 15 del SDP, 10 del SAJ, 10 de la Guardia Roja y 5 del Consejo Obrero de Helsinki. La Delegación del Pueblo (el gobierno rojo) era esencialmente una extensión del ejecutivo del SDP. Un congreso de consejos, como el que formó la base del gobierno obrero en Rusia, no tuvo lugar en Finlandia, ni estaba previsto. Los dirigentes socialdemócratas tradicionales del partido y de los sindicatos se mantuvieron firmes durante toda la revolución y no tuvieron que rendir cuentas a las decisiones democráticas de la clase obrera a través de los consejos.

¿Organización revolucionaria?

El ánimo opositor en las filas de la Guardia Roja no se tradujo en una oposición organizada. Lenin y los bolcheviques, por su parte, parecen haber estado sólo marginalmente interesados en la revolución finlandesa o en la formación de una tendencia revolucionaria en Finlandia. Lenin pasó el periodo de julio a octubre de 1917 en Helsinki y Viipuri, huyendo de la represión de Kerensky, y en la década anterior había visitado Finlandia más de una docena de veces, pero apenas conocía la situación dentro del SDP. Dirigió una carta a varios dirigentes finlandeses: "He oído decir a mis amigos finlandeses que usted es el jefe del ala revolucionaria del Partido Laborista Socialdemócrata finlandés y que está llevando a cabo una lucha por la causa de la revolución socialista proletaria"; sin embargo, ninguno de sus destinatarios estaba a favor de una revolución como la que acababa de tener lugar en Rusia, y algunos de ellos (como Karl Wiik) eran miembros del ala derecha de la dirección del partido que rechazaba categóricamente la toma del poder. Puede que Lenin estuviera ocupado agitando por un levantamiento o terminando El Estado y Revolución, pero no aprovechó la oportunidad para una intervención política en el SDP.

Los bolcheviques apelaron continuamente a los trabajadores finlandeses para que completaran la revolución pero no trabajaron para crear un instrumento político para llevar a cabo este programa. Varios bolcheviques actuaron en el frente en Finlandia —especialmente los obreros finlandeses que se habían unido a los bolcheviques en Petrogrado— pero actuaron de forma autónoma sin instrucciones del Comité Central.

Entre los bolcheviques de Finlandia estaban:

Vladimir Antonov-Ovseyenko fue a Finlandia poco después de la Revolución de Febrero para reforzar la organización bolchevique en ese país, pero su trabajo se centró exclusivamente en la guarnición rusa, que en octubre de 1917 ya estaba totalmente ganada para los bolcheviques. Antonov-Ovseyenko regresó a Petrogrado en el verano de 1917, estuvo brevemente en prisión y luego dirigió el asalto al Palacio de Invierno.

Jukka Rahja era un bolchevique finlandés que actuaba como enlace entre los bolcheviques y el SDP. En la conferencia del partido del SDP de junio de 1917, junto con Alexandra Kollontai, pidió a los finlandeses que se unieran a la internacional de Zimmerwald. Poco después, informó a Petrogrado de que el SDP estaba firmemente en manos de los revisionistas. Rahja organizó el primer envío de armas del gobierno soviético para la Guardia Roja. Su hermano, Eino Rahja, también era bolchevique y pertenecía a la dirección de la Guardia Roja, actuando como comandante en jefe de facto durante un tiempo.

Adolf Taimi fue un bolchevique finlandés-ruso que militó en la Guardia Roja, donde se convirtió en portavoz de su ala radical. Luchó por una mayor independencia de la Guardia Roja respecto al SDP y consiguió una gran influencia en Helsiniki. Taimi creía que la minoría radical de la Guardia Roja, con unos 500 combatientes en la capital, podía utilizar acciones de confrontación, como la toma del edificio del gobierno, para obligar al SDP a enfrentarse a la burguesía y tomar el poder. No hay pruebas de que coordinara su trabajo con la dirección bolchevique.

En general, los bolcheviques respetaron el principio tradicional de la II Internacional de que cada partido era responsable de dirigir la lucha de clases en su propio país. Así, los bolcheviques podían pedir al SDP que tomara el poder pero si éste se negaba o dudaba, los bolcheviques no podían hacer más que criticarlos. Sólo después de la guerra, con la fundación de la Internacional Comunista en 1919, los bolcheviques comenzaron a construir un partido revolucionario internacional basado en una clara división entre reformistas y revolucionarios en todos los países. En agosto de 1918, muchos antiguos dirigentes del SDP como Kuusinen fundaron en Moscú el Partido Comunista de Finlandia.

Tropas alemanas haciendo desfilar a los prisioneros rojos por Helsinki. | Edición: Simon Zinnstein.

Lecciones políticas

La guerra civil finlandesa planteó objetivamente la cuestión de la dictadura del proletariado. El marxismo supuestamente "ortodoxo" de la II Internacional y del SDP afirmaba que el socialismo sólo podía alcanzarse por la vía "democrática", es decir, mediante la ampliación de los derechos parlamentarios. Marx, en cambio, había subrayado a menudo que la instauración del socialismo requeriría una "dictadura del proletariado", es decir, un gobierno obrero basado en los órganos de poder de la clase obrera, echando por la borda todas las leyes, constituciones e instituciones del orden capitalista. Según Marx, esta dictadura no sería "más que una transición a la abolición de todas las clases y a una sociedad sin clases".

La socialdemocracia finlandesa aspiraba en cambio a una "revolución democrática". Su estrategia en 1917 se acercaba a la teoría de la "dictadura democrática del proletariado y el campesinado" que Lenin había defendido antes de la Primera Guerra Mundial. Esta teoría afirmaba que la débil y cobarde burguesía de un país subdesarrollado (como Rusia o Finlandia) obligaría a la clase obrera, para llevar a cabo la revolución burguesa, a tomar el poder por sí misma. Sin embargo, el gobierno obrero resultante se limitaría a las reformas burguesas, ya que el país sólo estaba preparado para la "etapa burguesa" y, por tanto, "no estaba maduro" para una revolución socialista. Esto es precisamente lo que intentó hacer el SDP.

La experiencia finlandesa reveló todas las contradicciones de esta teoría. La burguesía finlandesa tenía demasiado miedo del proletariado para llevar a cabo las tareas de la revolución burguesa de forma consecuente. Pero el gobierno obrero, que intentó completar la misión histórica de la burguesía y crear un régimen moderno, democrático-burgués y capitalista, no fue aceptado por la burguesía. Los capitalistas intentaron detener esta falsa revolución burguesa con el sabotaje económico, la represión y, finalmente, la guerra civil. El gobierno rojo debería haber tomado medidas contundentes , incluyendo la nacionalización de los bancos y el control obrero en la industria, para protegerse, pero tales medidas habrían ido mucho más allá de su programa puramente democrático. De hecho, con tales medidas, la revolución habría pasado de un estado burgués a una etapa socialista —o para ser más precisos, no habría habido ninguna etapa claramente separada. El resultado habría sido una dictadura proletaria, no en el sentido del poder incontrolable de un solo hombre sino en el sentido del dominio irrestricto de una clase.

Lenin, con sus Tesis de Abril de 1917, había rechazado la idea de que un país subdesarrollado como Rusia tuviera que pasar por una "etapa" burguesa prolongada antes de que se produjera una revolución socialista. Sus tesis definían la dictadura proletaria como el objetivo inmediato de la revolución en Rusia. Los socialdemócratas finlandeses apenas tomaron nota de este cambio programático, y mucho menos lo entendieron. Para ellos, una dictadura proletaria en Finlandia era una cuestión para un futuro lejano, después de que las revoluciones socialistas hubieran tenido éxito en los países avanzados e industrializados de Europa Occidental. Sin embargo, el curso de la guerra civil les obligó a ir más allá de lo que permitían sus concepciones teóricas: el gobierno rojo acabó expropiando a los capitalistas individuales, y en abril de 1918, cuando sólo Viipuri seguía bajo control rojo, Kullervo Manner fue nombrado "dictador" para centralizar los últimos y desesperados esfuerzos de guerra. Así, muchos socialdemócratas que habían rechazado cualquier uso de la violencia incluso durante la guerra civil, se convencieron por la dinámica de la lucha de clases de la necesidad de una dictadura proletaria.

Esta ruptura radical con la ortodoxia supuestamente "marxista" de la Segunda Internacional había sido explicada 13 años antes por León Trotsky, que desarrolló la teoría de la revolución permanente para explicar la dinámica de la próxima revolución rusa (sistematizó esta teoría en 1930). En los países subdesarrollados, ni la burguesía ni un gobierno obrero burgués pueden completar las tareas de la revolución burguesa. Para ello, la clase obrera tiene que tomar el poder. Sin embargo, el proletariado no puede limitarse a un programa burgués, sino que tendrá que aplicar cada vez más elementos de su propio programa socialista. De este modo, la revolución burguesa conduce directamente a la dictadura del proletariado, apoyada por el campesinado.

La derrota del SDP, por absurdo que pueda parecer al principio, se debió en última instancia a sus debilidades teóricas. Militarmente, la guerra civil podría haberse ganado: la clase obrera organizada había tomado todos los centros industriales sin dificultad y había construido un ejército proletario de 100.000 hombres y mujeres (más de 2.000 mujeres sirvieron en la Guardia Roja). Eran numéricamente superiores a los blancos y, al menos, estaban iguales en cuanto a armamento; el grave problema de la falta de cuadros militares podría haberse resuelto con una dirección decidida. Sin embargo, la teoría de que Finlandia sólo estaba madura para una "etapa democrática" les impidió dar los pasos que habrían sido necesarios para aplastar la contrarrevolución: el control obrero de la industria, la supresión de la contrarrevolución burguesa y la distribución inmediata y autoorganizada de la tierra entre los arrendatarios y el proletariado agrario sin tierra. Los mas radicalizados en las filas obreras denunciaron permanentemente esta moderación (¡los burgueses comían en buenos restaurantes en Helsinki mientras los guardias rojos se morían de hambre en el frente!). Incluso los bolcheviques finlandeses predicaban un "revolucionarismo" estéril sin una estrategia para construir el socialismo en la Finlandia agraria.

La estrategia bolchevique estaba literalmente ante sus ojos, a pocos kilómetros al otro lado de la frontera; la toma del poder por parte de los trabajadores en Rusia sólo se concibió como un eslabón en la cadena de la revolución mundial, y adelantó los procesos revolucionarios en países más avanzados (por mencionar un ejemplo, la monarquía alemana se derrumbó sólo un año después). La teoría de las etapas, defendida por los socialdemócratas finlandeses –así como por los mencheviques rusos y más tarde por la Internacional Comunista estalinizada– llevó sistemáticamente a las revoluciones de los países subdesarrollados a un callejón sin salida. Se limitan a las reformas burguesas, dilapidando el entusiasmo de sus bases y terminan derrumbándose. La Revolución Finlandesa proporciona una prueba negativa —pagada con la muerte de unos 20.000 trabajadores finlandeses— de la importancia central de la teoría de la revolución permanente en la era del imperialismo.

La historia de la Revolución Finlandesa puede ser desoladora. Lenin dijo a los socialdemócratas finlandeses derrotados cuando llegaron a Petrogrado: "No debéis perder la confianza ni dejar que sus mentes se depriman. Debemos preparar y controlar mejor el asunto en la próxima ocasión". El renovado interés por la Revolución Finlandesa, 100 años después de su derrota, es útil. Estudiar los fracasos de los socialdemócratas finlandeses nos ayudará a preparar revoluciones socialistas exitosas en el futuro.

El joven historiador Eric Blanc ha argumentado que Finlandia nos ofrece un ejemplo exitoso de "vía democrática al socialismo". De hecho, ocurre exactamente lo contrario. Aunque los socialistas finlandeses obtuvieron la mayoría en el parlamento (un hecho excepcional, debido a la debilidad y falta de experiencia de la burguesía finlandesa), se vieron obligados a llevar a cabo una insurrección y a librar una guerra civil contra los capitalistas. Pero como sus dirigentes seguían convencidos de que sólo eran legítimos los medios pacifistas y parlamentarios, perdieron. Kautsky había enseñado al SDP que la revolución era algo que había que esperar pacientemente:

El Partido Socialista es un partido revolucionario; no es un partido que hace revoluciones. Sabemos que nuestro fin no puede ser conseguido sino por una revolución, pero sabemos también que no depende de nosotros hacer esta revolución ni de nuestros adversarios impedirla. De ningún modo soñamos, pues, en provocar o preparar una revolución. [2]

Los discípulos finlandeses de Kautsky no se habían preparado en absoluto para la revolución. Y cuando ésta estalló, a pesar de sus esfuerzos, intentaron frenarla. Finlandia podría haber ofrecido las mejores condiciones para la revolución socialista en la historia del capitalismo, pero una dirección reformista organizó una derrota histórica. Muchos dirigentes del SDP sacaron la conclusión correcta de su experiencia; fundaron un partido comunista revolucionario con el objetivo de llevar a la clase obrera a la toma del poder. Es una pena que Blanc, por lo demás un talentoso historiador, esté tan deliberadamente ofuscado con estas lecciones.

Bibliografía:

Hay dos grandes libros sobre la Revolución finlandesa:

La monumental obra The Finnish Revolution de Anthony Upton tiene casi 40 años, pero es insuperable en su presentación y análisis de la guerra civil (casi un recuento día a día). Upton presenta las posiciones de los bolcheviques con gran precisión y muestra mucho desprecio por los socialdemócratas finlandeses ("desgraciados", "miserables", "embusteros"), lo que supone más simpatía de la que Lenin suele recibir de los académicos. No obstante, Upton sostiene que la guerra civil fue, en última instancia, un accidente histórico, y que unos líderes más previsores en el movimiento obrero y en el campo burgués podrían haber evitado por completo el conflicto violento. Casi todo el contenido de este artículo se basa en el trabajo de Upton.

La trilogía de Väinö Linna Bajo la Estrella Polar ofrece una valiosa visión de las motivaciones de los campesinos que luchan en el bando rojo. También es una gran lectura. Se hicieron varias películas a partir del material, pero no parece haber ninguna disponible en inglés.

John Hodgson, Communism in Finland: A History and Interpretation, Princeton 1967.

Osmo Jussila / Seppo Hentilä / Jukka Nevakivi, From Grand Duchy to a Modern State: A Political History of Finland since 1809, Carbondale 2000.

David Kirby, A Concise History of Finland, Cambridge 2006.

Otto Wilhelm Kuusinen, Die Revolution in Finnland: Eine Selbstkritik, Vienna 1920.

Väinö Linna, Under the North Star, Beaverton 2001.

Ibid., The Uprising: Under the North Star 2, Beaverton 2002.

L.A. Puntila, Politische Geschichte Finnlands 1809-1971, Helsinki 1980.

Victor Serge, Year One of the Russian Revolution, Chicago 1972.

Fred Singleton, A Short History of Finland, Cambridge 1998.

Anthony Upton, The Finnish Revolution 1917-1918, Minneapolis 1980.

 
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