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La Izquierda Diario
4 de diciembre de 2022 Twitter Faceboock

Warreg Montag y Joseph Serrano entrevistan a Shirin Kamangar
Crisis y revuelta en el Irán actual
Warren Montag
Joseph Serrano

En esta entrevista, publicada originalmente en inglés en Partisan, Warren Montag y Joseph Serrano conversan con Shirin Kamangar, seudónimo de una activista de izquierda que vive en Teherán, y ofrece un panorama de las raíces profundas del actual estallido que golpea al régimen de los ayatolás.

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Usted ha argumentado que la reciente revuelta en Irán, si bien se centró inicialmente en el hiyab obligatorio, fue precedida por una serie de revueltas anteriores (de 2017 a 2022) cuyo eje fue la eliminación de los controles de precios de los alimentos básicos y el combustible, y que contribuyeron a una deslegitimación del régimen. ¿El movimiento actual ha hecho suyas algunas de las demandas económicas de los movimientos anteriores, o quizás simplemente ha expresado el enfado de la gente con los persistentes esfuerzos de las reformas neoliberales? ¿Qué sectores de la sociedad están más representados en el movimiento? ¿Sigue creciendo?

Existe una tendencia generalizada a reducir la amplia masa en lucha a la “generación joven”, lo que le impone una homogeneidad o una identidad de la que en realidad carece. En la protesta en curso participan diferentes grupos sociales de diversas ubicaciones geográficas y posiciones de clase. Es importante reconocer el juego de diferentes fuerzas y demandas que se unen temporalmente en torno al objetivo compartido de derrocar el régimen existente. Si el movimiento actual culmina con la caída del régimen, la diversidad y heterogeneidad de fuerzas se hará más visible.

En cuanto a las reivindicaciones económicas, los medios de comunicación occidentales se niegan a admitir que la crisis y las contradicciones de Irán son las del capitalismo, que en su desarrollo desigual ha tomado su forma actual. En cambio, intentan traducirlas en las contradicciones específicas de un Estado islámico. Yo, tomando prestados los términos de Lenin, describo a Irán como “el eslabón más débil” de la cadena de Estados capitalistas, ya que es simultáneamente el más “atrasado” y el más “avanzado” en sus relaciones capitalistas, lo que conduce a poderosas contradicciones. Su atraso se origina en la falta de sindicatos, organizaciones representativas y asociaciones profesionales que actúen como intermediarios entre los capitalistas y los asalariados para reducir las tensiones de clase. En este sentido, puede considerarse una forma avanzada de capitalismo neoliberal en la medida en que el Estado no interfiere en el mercado controlando los precios, proporcionando servicios de bienestar social o distribuyendo alimentos en épocas de escasez. Y, lo que es más importante, todas las plantas industriales de propiedad estatal han sido vendidas a las fuerzas militares. Mientras que en otras sociedades capitalistas, la interferencia del Estado como brazo represivo para garantizar la acumulación de capital se hace invisible, en Irán el capital es controlado directamente por las fuerzas armadas. El capital está tan completamente fusionado con el aparato represivo que ha creado la ilusión de que el Estado interviene en la economía. Sin embargo, en lugar de una economía estatista, nos encontramos ante un nuevo fenómeno, caracterizado por un “Estado privatizado” y un “capital militarizado”, al servicio de los beneficios de una minoría estrechamente vinculada al régimen y sin prestar absolutamente ninguna atención a las demandas populares de las masas desposeídas. Este es un Estado capitalista en su forma más violenta. Desde esta perspectiva, Irán ya no puede entenderse como una nación “irracional” perteneciente al mundo del Islam medieval, sino que actúa indefectiblemente según la “irracionalidad” propia del libre mercado y del neoliberalismo a ultranza. Las relaciones capitalistas ofrecen aquí una imagen del futuro del capitalismo y no de un orden estancado en las primeras etapas del “progreso” capitalista.

Frente al discurso dominante de los medios de comunicación occidentales, que reduce la actual lucha de masas a una protesta espontánea provocada por el hiyab obligatorio, el levantamiento popular es un proceso sobredeterminado que abarca una historia de al menos dos décadas de lucha consecutiva de trabajadores, profesores, jubilados, enfermeras, estudiantes y grupos de base contra la pobreza, las altas tasas de desempleo, los recortes salariales, el bajo nivel de vida, el deterioro del poder adquisitivo y la opresión política. Aunque la oposición de derechas en Irán y en el extranjero, así como los principales medios de comunicación, pasan por alto en gran medida las reivindicaciones económicas del actual levantamiento, el hecho de que más del 70 % de la población en Irán pertenezca a la clase trabajadora significa que la lucha de masas actual es inseparable de la lucha de clases. Lo que despierta la ira pública ante el asesinato de Jina por parte del régimen es el descontento general no solo con los mecanismos necro-ideológicos del régimen sino con la necro-economía producida por la privatización a gran escala de las empresas estatales que comenzó una década después de la revolución de 1979 en consonancia con los programas desarrollados por el “Dr. FMI” y “su majestad el Banco Mundial”. El propósito era remediar la falta de presupuesto del Estado mediante la eliminación de las subvenciones estatales, lo que supuestamente reduciría el desempleo y aumentaría la eficiencia económica, supuestamente obstaculizada por la intervención del Estado. En la práctica, sin embargo, miles de trabajadores son despedidos y los que quedan, experimentan recortes salariales y se ven privados de la seguridad en el empleo y de los servicios tradicionales, como el seguro o los subsidios para cubrir los gastos de transporte, comida y ropa, como se indica claramente en las reivindicaciones planteadas en las luchas obreras. Las cuatro revueltas públicas de los últimos cinco años, conocidas como el levantamiento de “los hambrientos” y “los sedientos”, las decenas de huelgas y manifestaciones callejeras de los trabajadores de diferentes industrias y las siete manifestaciones organizadas en 180 ciudades solo en 2021 por los profesores, atestiguan claramente los efectos devastadores de la supresión de los subsidios del Estado, que ha privado a una mayoría de personas de los medios básicos de subsistencia.

Ante la inflación sin precedentes y la disminución del valor real de sus ingresos, los trabajadores del sector informal y los desempleados no pueden permitirse una vivienda, y fenómenos como los “durmientes de tumbas”, los “durmientes de autobuses”, los “arrendatarios de tejados” o los “carroñeros de la basura” se han convertido en algo habitual. Lo más chocante es la reciente aparición de un mercado en auge de “órganos corporales” vendidos por los indigentes que no tienen otra forma de ganarse la vida. Este año, en menos de tres meses, 10 trabajadores se han suicidado por motivos económicos y 800 trabajadores pierden la vida anualmente en “accidentes” laborales que los empresarios podrían haber evitado fácilmente si existieran normas de seguridad laboral.

Si leemos sintomáticamente la ausencia de información sobre las reivindicaciones económicas de los manifestantes en los grandes medios de comunicación occidentales, las causas de esta ausencia quedan claras. La oposición de derechas se ha dado cuenta correctamente de que el programa neoliberal, sobre todo la privatización que le es esencial, ha tenido consecuencias desastrosas. Enfrentada a una puerta cerrada, la derecha intenta apelar al público entrando por otra puerta, la de la “democracia”, reduciendo el movimiento actual a un movimiento “democrático”. El modelo de democracia parlamentaria occidental que la derecha pretende importar, y que lo lleva a presentar la coyuntura actual como una lucha por la democracia, o más bien por la democracia compatible con el capitalismo, pierde su legitimidad cuando observamos los acontecimientos del último siglo en la región: las guerras y los golpes de Estado diseñados por la CIA y el MI6 para derrocar al gobierno de Mohammad Mossadegh (nombrado primer ministro de Irán por una amplia votación parlamentaria) que nacionalizó la industria petrolera, y más recientemente las invasiones estadounidenses de Iraq y Afganistán. Estos pocos ejemplos, entre muchos otros, deberían bastar para disipar cualquier ilusión en el compromiso de las potencias occidentales con la libertad y la democracia. No son los “especialistas”, los “capitalistas” o los altos directivos a los que Reza Pahlavi [1] promete apoyar quienes pagarán el precio de la democracia neoliberal, sino los trabajadores, los obreros, los desempleados, los subempleados y los trabajadores precarios.

Creo que la insistencia de la derecha en la “sacralidad” del laicismo y la democracia y su negativa a reconocer el levantamiento de “los hambrientos” y “los sedientos” como indignos de reconocimiento político e incompatibles con la dignidad humana ideal, es sintomática de su conciencia de que la reestructuración económica neoliberal que proponen conlleva necesariamente más indigencia, desempleo, falta de vivienda y hambre, algo que ni la mano invisible de Adam Smith puede conjurar.

Dada la intensidad de la represión, debe ser muy difícil organizar el movimiento, o incluso una parte del movimiento, para planificar acciones que tengan una función estratégica y llegar a un conjunto común de demandas. ¿Hasta qué punto ha sido posible coordinar a los grupos universitarios y vecinales y debatir sobre los próximos pasos?

El movimiento estudiantil ha sido uno de los más persistentes desde el comienzo del levantamiento. A pesar de las detenciones y suspensiones masivas, los estudiantes de las principales ciudades han sido capaces de organizar protestas en los campus a diario y socavar los medios ideológicos de sometimiento, rompiendo las normas de segregación de género, negándose a asistir a las clases y pintando las puertas de las aulas de color rojo para marcar la sangre derramada por los manifestantes. Reaccionan inmediatamente a todas las cuestiones sociopolíticas, desde la masacre de los manifestantes baluchis hasta la detención masiva de los estudiantes. La continuidad de su movimiento preserva la atmósfera revolucionaria y actúa como punto nodal que vincula a diferentes grupos sociales y los moviliza.

Después de que los estudiantes de la Universidad Sharif de Teherán quedaran atrapados en el estacionamiento subterráneo por agentes vestidos de civil y recibieran disparos de gases lacrimógenos, balas de goma y bolas de pintura, y finalmente fueran detenidos, el sindicato de trabajadores de la caña de azúcar Haft Tappeh publicó una declaración en la que condenaba el violento ataque contra los estudiantes. Recordaron el apoyo prestado por los estudiantes al movimiento obrero en los años anteriores y prometieron estar a su lado. La declaración denuncia el uso de gases lacrimógenos, picanas eléctricas, balas de goma y otros medios de represión estatal contra los estudiantes como un crimen flagrante cuyos autores deben ser identificados, y los estudiantes detenidos deben ser liberados inmediatamente.

La Shura (consejo) de Coordinación de las Sociedades Gremiales Culturales de Irán también reaccionó a la catástrofe de Sharif anunciando una huelga de profesores en apoyo de los estudiantes y contra la violenta represión estatal. Los profesores de varias escuelas, sobre todo en la provincia del Kurdistán, fueron a la huelga al día siguiente.

El sindicato de jubilados también emitió una declaración en la que condenaba la dura represión en la “Universidad Sharif” y criticaba la colaboración entre el presidente de la universidad, el centro de seguridad del campus y los estudiantes miembros del grupo paramilitar progubernamental Basiji en el ataque a los estudiantes que protestaban.

Los estudiantes de secundaria y de las principales universidades también apoyaron a los estudiantes de la Universidad Sharif. Se quitaron los pañuelos, rompieron el retrato del ayatolá Jomeini y de Jamenei en la primera página de su libro, rompieron sus fotos colgadas en las paredes de las aulas y las sustituyeron por lemas como “Mujeres, vida, libertad”.

Alrededor de 600 profesores universitarios firmaron una declaración en la que pedían a las autoridades que liberaran a los estudiantes encarcelados y dejaran de militarizar la universidad.

Además de las huelgas diarias, las sentadas, las manifestaciones y las declaraciones, los estudiantes han formulado estrategias sobre cómo superar los obstáculos existentes y preparar acciones colectivas a corto y largo plazo. En una declaración estudiantil publicada en las redes sociales, señalaron la importancia de formar comités de huelga, comités de defensa de los detenidos y de los casos suspendidos, comités de asesoramiento jurídico, comités para encontrar alojamiento a los estudiantes expulsados de las residencias, así como a las familias de los encarcelados que se desplazan desde otras ciudades. Los estudiantes también han reconocido la necesidad de la solidaridad inter e intrauniversitaria para construir un movimiento masivo, y de plantear reivindicaciones transitorias como la anulación del hiyab obligatorio, la abolición de la segregación por sexos en la universidad, la disolución de los comités disciplinarios y la liberación de los estudiantes detenidos o encarcelados.

En cuanto a los barrios, la infiltración del régimen y las detenciones masivas han fomentado una actitud de desconfianza y “miedo al vecino”, “cualquiera puede ser un agente de civil”, lo que impide la formación de grandes grupos vecinales. Mientras tanto, las presiones económicas han condenado a muchas personas a una existencia nómada, ya que deben buscar constantemente zonas más asequibles. De este modo, se les niega la posibilidad de conocer a sus vecinos o de confiar en ellos en momentos críticos. Sin embargo, cada vez son más las declaraciones publicadas en las redes sociales por grupos vecinales comprometidos con la movilización de masas.

Lo interesante es que ahora las masas se niegan a retirarse a la vida privada; en cambio, extienden el ambiente revolucionario de diferentes maneras: evitan las compras innecesarias, limitan sus actividades en las redes sociales a la difusión de noticias sobre la lucha diaria y boicotean los negocios que cooperan con las fuerzas represivas. La asistencia masiva a los funerales de los asesinados en la propia lucha callejera da lugar a agitaciones masivas, a la creación de arte de protesta, canciones y poemas, a las pintadas en las paredes de la ciudad y a las pancartas, y a la distribución de periódicos con las últimas noticias sobre la revuelta. Estas formas de lucha cotidiana aparecen en todo el país.

¿Podés explicar el papel que ha desempeñado la opresión de las minorías étnicas (kurdos, baluchis, turcos, etc.) y su resistencia a esta opresión en las luchas actuales?

Voy a utilizar “minorías nacionales” en lugar de “minorías étnicas”, porque esta última reconoce la subordinación de las diferentes minorías a la nación farsi hegemónica. Irán, desde sus antiguos orígenes, siempre ha estado compuesto por diversas nacionalidades, pero cuando Reza Shah se convirtió en monarca en 1925, emprendió un programa de “modernización” según el cual la definición del Estado-nación como farsi colocaba a las demás nacionalidades en una posición inferior desde el punto de vista sociopolítico. Sin embargo, desde entonces, siempre que se produce un debilitamiento del poder del Estado, hay resistencia, que a menudo se manifiesta en la formación de comunidades autónomas. En 1941, cuando Reza Shah fue destituido del trono por una invasión combinada británica y soviética destinada a asegurar los suministros de petróleo de Irán, las nacionalidades turca y kurda formaron repúblicas independientes conocidas como la República de Azerbaiyán y la República de Mahabad (o Kurdistán), aunque ambas fueron pronto suprimidas por la fuerza por el gobierno del recién restaurado Shah.

Tras la revolución de 1979, todas las minorías nacionales se reconocieron a sí mismas como comunidades autónomas y autoorganizadas, solo que, una vez más, fueron aplastadas por el nuevo régimen. El régimen de Jomeini no solo continuó con las políticas anteriores del Estado-nación farsi, sino que añadió una justificación para la dominación farsi: el chiismo [2]. Esta medida profundizó la opresión ya existente sobre los no farsis y no chiíes de las naciones minoritarias, incluyendo Azerbaiyán, Baluchistán, Juzestán, Kurdistán y Turkmen Sahra.

La noción del derecho a la autodeterminación durante y después de la revolución de 1979 no fue reconocida por gran parte de la izquierda antiimperialista, que temía que la ausencia de un poderoso Estado centralizado creara una oportunidad para que las potencias imperialistas crearan divisiones que provocaran la caída del nuevo régimen y les permitieran así reanudar el saqueo de nuestros recursos naturales. Los discursos de la defensa de la nación contra el enemigo exterior y del “antiimperialismo” se convirtieron en una justificación de políticas que equivalen a una colonización interna que pretende transformar a la población no farsi y no chií (que en conjunto constituyen un porcentaje importante de la población de la nación) en no ciudadanos, cuya existencia como “otros”, con sus propias lenguas y culturas, se considera cada vez más inaceptable. El régimen ha utilizado diversos medios de asimilación cultural y lingüística para disolver las diferentes poblaciones en una nación unificada y les impone una doble explotación mediante la distribución desigual de la riqueza y los recursos, y a través de diversos medios de privación y opresión. La izquierda en Irán debe redefinir su discurso “antiimperialista” de manera que se distinga claramente de la calculada manipulación del concepto de antiimperialismo por parte del régimen actual como medio para extender su control sobre la vida de la población. La izquierda debe ser capaz de dar cuenta, explicar y oponerse a las intervenciones regionales del régimen del gobierno iraní en Siria, Irak, Yemen y Líbano, así como a los nuevos imperialismos representados por China y Rusia (ambos operan empresas extractivistas en Irán) para poder abordar los problemas a los que nos enfrentamos ahora.

Las lecciones históricas que han aprendido las masas kurdas y la experiencia política que han adquirido son hoy muy visibles en sus luchas. En la provincia del Kurdistán, donde la influencia del movimiento de liberación del Kurdistán en Irak, Siria y Turquía es fuerte, el pueblo rechaza la idea de que un Estado centralizado, ya sea islámico o secular, neoliberal o patriarcal, sea una necesidad. En algunas partes del Kurdistán existe hoy una situación de algo parecido al doble poder, en la que las fuerzas populares han asumido funciones administrativas como la dirección del tráfico y la respuesta a las emergencias, mientras vigilan las actividades de los agentes del Estado iraní. Incluso han conseguido transformar la mezquita, uno de los principales aparatos ideológicos del Estado, en un lugar de transmisión de la cultura revolucionaria, tocando canciones revolucionarias por los mismos altavoces por los que se emite la llamada a la oración cinco veces al día.

Por último, debo señalar que el problema no reside simplemente en un clero chiíta intolerante. Los clérigos suníes de la provincia de Sistán y Baluchistán, una de las regiones más pobres del país, reducen la multiplicidad de contradicciones sociales y políticas existentes a la diferencia entre el Islam suní y el chií, pasando así por alto las privaciones económicas y la explotación que les imponen las relaciones de producción capitalistas existentes. Aunque estos clérigos cuentan con el apoyo popular y la credibilidad, y son capaces de movilizar a un gran número de personas contra el régimen cuando lo deciden, la izquierda en Irán no debe repetir los errores de 1979 y considerarlos aliados fiables en la lucha actual. Estos mismos clérigos son partidarios de los talibanes (la provincia comparte frontera con Afganistán y Pakistán) y en muchos sentidos representan una amenaza para cualquier movimiento genuinamente anticapitalista. Son en parte responsables de la indigencia actual de la población baluchi.

Aunque todavía no está claro que el régimen esté en su crisis final, la cuestión de qué lo sustituirá se cierne sobre todo fuera de Irán, donde las señales apuntan a un candidato con al menos cierta credibilidad en Irán que pueda atraer el apoyo popular y acelerar las reformas neoliberales exigidas por el FMI y el Banco Mundial. El hijo del antiguo Sha, Reza Pahlavi, es una de esas figuras y hay otras. ¿Cómo pretende el movimiento y su ala izquierda en particular enfrentarse a este reto?

La oposición de derechas ha llegado a la estupidez de fijar una fecha para la caída del régimen. Nadie puede predecir realmente cuándo se derrumbará el régimen, dado el gigantesco aparato represivo del que dispone. La derecha está a favor de un rápido derrocamiento del régimen, preferiblemente por las fuerzas internas, porque el caos y el vacío de poder que seguirían facilitarían definitivamente su toma de poder, mientras que un proceso más largo permitiría a las diversas fuerzas de oposición, incluidas las que son explícitamente anticapitalistas, emerger, organizarse, coordinarse, planificar y elaborar estrategias. Una vez que dicho movimiento alcanza un determinado umbral, les resulta muy difícil tomar y mantener el poder.

Por lo que veo, Reza Pahlavi no tiene absolutamente ninguna credibilidad para los activistas del movimiento en Irán. De hecho, uno de los principales lemas del actual levantamiento, que se omite por completo en los relatos de los principales medios de comunicación, es “abajo el tirano, ya sea el líder supremo o el Sha”. La caída del régimen del Sha no fue hace tanto tiempo y todavía hay muchas familias cuyos parientes más cercanos fueron encarcelados, torturados violentamente y asesinados por la SAVAK, la policía secreta del Sha.

Sin embargo, como decís, la derecha se limita a introducir otras posibles figuras dirigentes cuando se da cuenta de que una de ellas ha perdido popularidad. Como demuestra la experiencia histórica, lo que le importa a la derecha es garantizar el mantenimiento de las relaciones capitalistas, ya sea bajo un régimen islámico, cuyo líder, el ayatolá Jomeini, fue apoyado por las potencias occidentales antes y después de la revolución de 1979, o bajo uno laico.

Cualquier alternativa al régimen actual debe ser capaz de abordar las demandas concretas que se han expresado en las luchas populares; el hecho de que ciertos problemas hayan dado lugar a esas luchas es una prueba objetiva de su importancia. Mencionaré algunos de estos problemas para aclarar por qué la oposición de derechas es incapaz de abordarlos.

Una de las principales reivindicaciones es la abolición de un Estado-nación centralista farsi y chiíta, y con ello la identidad ficticia impuesta a los pueblos de las nacionalidades oprimidas de Irán, que les impide participar en la política y les abandona a la miseria. Aunque la oposición de derechas afirma que establecerá un Estado democrático, apela inevitablemente a un pasado glorioso, el Imperio Aqueménico, antes de la llegada del Islam, a una raza aria superior a la árabe y que tiene más en común con los europeos que con los pueblos de Oriente Medio. Como es obvio, la igualdad que la derecha pretende garantizar entra en conflicto con una identidad histórica que ya excluye no solo a la población árabe del sur de Irán, sino a todos los turcos, kurdos, lores y baluchis que no pertenecen a la “raza superior” que tienen en mente. Además, el deseo de revivir el primer imperio glorioso que, según ellos, fue arruinado por la “invasión árabe” provocará sin duda nuevas intervenciones y proyectos imperialistas en la región

En segundo lugar, la “democracia representativa” que quieren introducir no puede garantizar la igualdad real de las diferentes naciones, porque la democracia meramente formal o legal permite que “mil obstáculos” (Lenin) bloqueen el camino hacia la igualdad real. La solución al despotismo actual no es formular un conjunto de leyes que garanticen el derecho de las minorías con meras palabras, sino una democracia real en acción. Por ello, la izquierda en Irán debe trazar una línea de demarcación dentro de la propia noción de democracia y mostrar sus contradicciones y conflictos internos. Deben elaborar qué tipo de democracia reconoce la participación directa de las masas en la toma de decisiones y la administración de los asuntos. La alternativa propuesta durante las dos últimas décadas es la “democracia shura”, una democracia desde abajo arraigada en los lugares de trabajo y los barrios, no basada en representantes cuya única preocupación es el beneficio de los gobernantes y la acumulación de capital.

Es cierto que el dualismo establecido entre el “Estado Islamista” y el “Estado laico” no consigue identificar, y mucho menos abordar, los principales problemas de Irán, porque las raíces sociales del descontento popular no son las doctrinas del Islam, sino la corrupción sistemática emprendida bajo “la bandera del Islam”, que es igualmente posible bajo la bandera de alguna otra religión. Cuando la causa del problema se reduce al Islam, se crea la percepción ficticia de que un régimen laico sería la solución a los problemas a los que nos enfrentamos. Pero, una vez que dirigimos nuestra atención a los regímenes seculares de Occidente, queda claro que el “autoritarismo” es cada vez más necesario para el neoliberalismo, más que para los Estados islámicos en particular. El Estado laico aparece ahora, cada vez más, como la imagen del espejo del Estado Islamista, y la condición de la libertad de mercado es el sometimiento social y político.

Otra reivindicación de las masas en lucha es el empleo y la igualdad económica. ¿Qué régimen neoliberal de la historia ha garantizado los medios de subsistencia a toda la población? El neoliberalismo rechaza por principio tales garantías. La alimentación, el vestido y la vivienda son asuntos privados de los que solo son responsables los individuos. La oposición de la derecha atribuye los problemas económicos actuales a la “mala gestión gubernamental” o a la interferencia en el mercado, pero el hecho es que los problemas económicos existentes se originan en la irracionalidad del propio neoliberalismo que ha sido perseguido indefectiblemente por todos los gobiernos iraníes desde 1989.

En otras palabras, la alternativa desarrollada por la derecha, con el apoyo financiero que generosamente les brindan Arabia Saudí y otras potencias mundiales, no hará ningún cambio fundamental en las relaciones de producción o de poder existentes. Como declaró públicamente el propio Reza Pahlavi, se jugará la misma partida, pero con una nueva baraja.

Profesores y trabajadores de diferentes sectores de la economía han criticado explícitamente la privatización de la educación y de las empresas estatales por haber provocado una serie de crisis no solo para los trabajadores en cuestión, sino para la sociedad en su conjunto. Como ha argumentado el director de la Shura (consejo) de Coordinación de las Sociedades Gremiales Culturales de Irán, la privatización de la educación ha impedido que más de 5 millones de estudiantes continúen su formación porque no podían permitirse los medios básicos de educación, especialmente durante la pandemia de Covid que requería dispositivos electrónicos y acceso a Internet. Además, los alumnos de las escuelas estatales superpobladas reciben una educación de muy baja calidad, y solo los que asisten a escuelas privadas tienen posibilidades reales de aprobar los exámenes de acceso a la universidad. La mercantilización de la educación ha restringido esta oportunidad pública a los hijos de la burguesía.

El concepto de shura, un término que significa consulta o consulta mutua y que aparece en el Corán, ha sido, por supuesto, objeto de diferentes interpretaciones por parte de los estudiosos. Sin embargo, en el siglo XX, especialmente en Irán en la revolución de 1979 y entre los kurdos de Irán, Irak y Siria, los trabajadores y los pobres de las ciudades han utilizado el término para designar las formas de autoorganización y desarrollar aún más la idea, ya presente en el Islam, de la autoorganización de las comunidades gobernadas por la consulta mutua y, por tanto, la democracia directa. En 1978-79, la izquierda instó con éxito al pueblo a formar shuras, pero pronto fueron infiltradas y neutralizadas por los clérigos leales a Jomeini. ¿Cuál cree que es el papel de la forma de shura en la lucha actual en Irán?

A pesar de la opinión popular en Occidente, las doctrinas del Islam tienen la capacidad de movilizar a las masas tanto contra el imperialismo como contra los poderes gobernantes despóticos. Por ejemplo, el movimiento de los trabajadores del tabaco fue una protesta nacional dirigida por los musulmanes chiítas en 1890-92 contra la concesión de tabaco otorgada por el Sha de Qajar a una empresa británica, que aseguraba el control británico sobre el cultivo, la venta y la exportación de tabaco. El chiismo y la religión desempeñaron un papel de oposición y desarrollaron un discurso de resistencia contra el imperialismo británico en aquella época. Sin embargo, al igual que cualquier otra doctrina, cuando el Islam se utiliza como medio para justificar el poder dominante y las relaciones capitalistas, pierde su capacidad de oposición y se vuelve contra sí mismo.

El concepto de shura que, como decís, se deriva del Corán, ha jugado un papel dinámico y contradictorio en la historia contemporánea de Irán, dependiendo de su conjunción con otros elementos y fuerzas.

Dos o tres meses antes de la revolución de 1979, los trabajadores desempeñaron un papel importante en la dirección de las protestas masivas hacia una victoria revolucionaria, organizando huelgas a nivel nacional dirigidas por “comités de huelga” desarrollados por la izquierda. Inmediatamente después de la revolución, se formaron Shuras obreras a partir de los “comités de huelga” en casi todas las oficinas, empresas, plantas industriales, fábricas y comunidades para tomar el control total de las fábricas, cuyos propietarios y altos directivos habían huido del país, o para identificar a los agentes del SAVAK en esos lugares. Se hicieron cargo de las fábricas con un extraordinario sentido de la responsabilidad, pero el gobierno provisional se opuso enérgicamente a la continuación de sus actividades, declarando que la victoria hacía innecesaria su existencia y sus actividades ilegales. Fueron ampliamente reprimidos, desmantelados, purgados y sustituidos por “Shuras y Asociaciones Islámicas” que desempeñaron un papel radicalmente diferente. Estas Shuras restauraron la gestión desde arriba y destruyeron la autoridad de los trabajadores, negándoles cualquier poder administrativo o de decisión.

Sin embargo, a pesar de todas las implacables represiones, la idea de la autoorganización de los trabajadores a través de la formación de Shuras independientes nunca ha sido eliminada del todo y fue revivida en el movimiento de los maestros y en las luchas de los trabajadores de la planta de caña de azúcar de Haft-Tappeh, de la HEPCO (Compañía de Industria de Maquinaria) y de la Compañía de Acero de Khouzestan dos décadas después. Estas Shuras han sido capaces de formular reivindicaciones que desafían al régimen existente y al orden mundial capitalista. Van más allá de sus preocupaciones inmediatas y vinculan la realización de sus demandas con la igualdad y la justicia para toda la sociedad. Aparte de su lucha contra la economía neoliberal que ha mercantilizado todas las relaciones sociales, han expresado reivindicaciones como el derecho de los niños a recibir enseñanza en su lengua materna y el derecho a una educación de calidad y gratuita para todos.

Quizás lo más importante, sobre todo ahora, como ha dicho Mohammad Habibi, el director de la Shura (consejo) de Coordinación, en una entrevista: “uno de los logros más significativos de la manifestación de protesta de los profesores es ganarle la calle a los poderes soberanos y normalizar la manifestación callejera. El cambio definitivo se produce en la calle, que desempeña un importante papel en el fortalecimiento de la sociedad civil”.

Has argumentado que para dar sentido a las manifestaciones contra el uso forzoso del hiyab, tenemos que pensar en esta cuestión como una variante de la dominación del cuerpo de las mujeres que se expresa con la misma claridad en las prohibiciones impuestas al hiyab y al burkini en Francia o en el intento de prohibir el aborto (también llamado embarazo forzoso). Este es un punto muy significativo que corre el peligro de quedar oculto por la Islamofobia generalizada de Occidente. ¿Podrías explicar en qué sentido considera que estas políticas están fundamentalmente relacionadas?

Como sostienen muchos pensadores destacados, las relaciones de poder están estrechamente vinculadas a la dominación del cuerpo. De hecho, las relaciones de producción capitalistas se reproducen a través del disciplinamiento de los cuerpos y la producción de sujetos serviles.

Creo que debemos entender el poder no solo en su sentido negativo, es decir, en las prohibiciones impuestas a diversos aspectos de nuestras vidas, sino también en su sentido positivo, es decir, en las formas en que los aparatos ideológicos producen “cuerpos normales”. Mientras que el ejercicio del poder en la prohibición de ciertos actos corporales es fácilmente detectable, los instrumentos ideológicos desarrollados para producir sujetos obedientes que cumplan con las normas y reglamentos establecidos se vuelven invisibles.

Incluso en el primer caso, las prohibiciones impuestas por los Estados islámicos o por muchas sociedades del Sur Global se destacan y se abordan en Norteamérica y Europa como rasgos típicos de los Estados “atrasados”. El atraso de dichos Estados se entiende como una incapacidad para modernizarse en la medida exigida por el FMI y el Banco Mundial o, como en el caso de Irán, una obstinada adhesión al Islam premoderno. Pero los mismos actos de prohibición y la vigilancia de la vestimenta de las mujeres en el caso de Francia se consideran, por el contrario, necesarios para la asimilación de los refugiados e inmigrantes musulmanes a la cultura dominante.

En cuanto al ejercicio del poder en su sentido positivo, podemos referirnos a la enorme industria cosmética de la que las mujeres iraníes son grandes consumidoras. Los medios de comunicación occidentales, sin embargo, se despreocupan de este tipo de disciplina corporal, excepto para aclamarlo como un signo de progreso. Otro ejemplo es la producción de un “cuerpo normal” que tiene un peso específico, un color de pelo, una forma del cuerpo y una serie de características corporales concretas que solo se pueden conseguir mediante un proceso doloroso y costoso de cirugía plástica. Irán tiene el mayor índice de procedimientos cosméticos per capita del mundo, pero este aspecto de la disciplina corporal sigue siendo invisible para los medios de comunicación occidentales.

La oposición de derechas no deja de criticar al actual régimen de Irán por el desarrollo de una serie de prohibiciones derivadas de las doctrinas islámicas que pretenden controlar y disciplinar todas las dimensiones de la vida privada. Sin embargo, no mencionan la campaña de desvelamiento forzoso lanzada por Reza Shah, que supuso el confinamiento de las mujeres en sus domicilios privados por miedo a ser expuestas a la fuerza en las calles.

Una de las tareas fundamentales de la izquierda internacional es impugnar el enfoque de la dominación impuesta sobre los cuerpos de las mujeres solo en las sociedades de Oriente Medio y desafiar la subyugación de los cuerpos en sus múltiples formas en todas partes donde se produce, desde el velo forzado hasta el desvelamiento forzado, y cualquier otra práctica que mercantilice los cuerpos de las mujeres para obtener beneficios económicos o intereses políticos.

¿Cuáles son las formas más efectivas en que la gente de fuera de Irán puede expresar su solidaridad con el movimiento en Irán y darle el apoyo que necesita?

La izquierda internacional debe contribuir a acelerar el proceso de cambio haciendo hincapié en que el autoritarismo, la opresión, la miseria y la pobreza son características necesarias del sistema mundial capitalista y no son exclusivas de los Estados islámicos. Las causas de la revuelta en Irán van más allá de este país, ya que el desencadenamiento del neoliberalismo arranca la máscara “democrática” del “libre mercado” y prepara las condiciones objetivas para la revolución. Las luchas de las masas aquí están inseparablemente unidas a las de todos los oprimidos en todos los estados capitalistas. Si la izquierda considera que los problemas aquí son exclusivos de Irán, sin relación con el orden capitalista, no logrará desarrollar nunca un movimiento internacional contra el orden mundial capitalista, y éste seguirá siendo el “fin de la historia”. Mediante la aplicación de un análisis materialista, debemos encontrar la relación entre los movimientos del Sur Global como la actual protesta de Irán, la Primavera Árabe, los Levantamientos de Sudán y los del Norte Global como la protesta de los chalecos amarillos en Francia o los movimientos Occupy Wall Street y Black Lives Matter en EE. UU. Las demandas y los movimientos de todos los estratos oprimidos deben ser acogidos y promovidos por la izquierda.

También es inmensamente importante rechazar las sanciones como una forma eficaz de debilitar al gobierno establecido. Los que están en el poder siempre idearán tácticas para encontrar el capital necesario para financiar sus proyectos militares, y solo las masas trabajadoras sufren las consecuencias.

Por último, la izquierda internacional debe oponerse radicalmente a cualquier intervención extranjera bajo el pretexto de “intervención humanitaria”, ya que tales intervenciones en Afganistán e Irak solo provocaron un inconmensurable número de muertos y un desastre sociopolítico.

 
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