Así como a Dee Dee Ramone se le atribuye la célebre frase "los argentinos nacemos donde se nos canta", en Barcelona hay quienes consideran que Lionel Messi es su hijo pródigo nacido en Rosario. Ya vista de blaugrana o albiceleste, lo que verdaderamente importa es lo que sus pies son capaces de dibujar en el Camp Nou, en el Lusail o en cualquier otro lugar del mundo.
Cuando un Lionel Messi de trece años hacía su prueba en el Barça, a diez kilómetros del estadio más grande de Europa nacía Pablo, en el seno de una familia catalana, con algunos andaluces en su árbol genealógico, como la gran mayoría de la clase trabajadora barcelonesa. Con diecisiete años, Pablo hacía su prueba pero en la lucha de clases, apoyando con sus compañeros de colegio la huelga de las trabajadoras y trabajadores de Titanlux, en el polígono industrial cercano a su barrio.
Más tarde, Pablo se unió a la organización juvenil ContraCorrent y a la Corriente Revolucionaria de Trabajadores, la organización hermana del PTS en el Estado español. Messi fue el primer argentino que conoció, luego vinieron otros y también algo de la historia política de un país que recibió catalanes exiliados durante el franquismo y que devolvió perseguidos políticos con la dictadura genocida y migrantes económicos con la crisis de 2001.
Este Mundial 2022 fue otra excusa para manifestar su cariño y su hermandad con estas lejanas tierras de Messi y de sus camaradas. Por eso me mandó su propia versión de Muchachos, con la letra que escribió el compositor catalán Roberto Lucha, pero con su entonación flamenca y sus rasguidos rumberos, que son la síntesis de su herencia genética hecha música.
Porque como dijo Dee Dee Ramone, los argentinos nacen donde se les canta. O mucho mejor, porque la patria no son esos pedazos de tierra encerrados en fronteras artificiales, sino todos aquellos sitios donde viven nuestros amigos. |