Con las cámaras de todos los medios en el Palacio Nacional, ambos presidentes dieron un breve mensaje a la prensa.
López Obrador reivindicó la alianza económica entre Estados Unidos, Canadá y México, pero señaló que los puertos del Pacífico siguen recibiendo numerosas exportaciones desde Asia, en una clara alusión a China. “¿No podríamos producir en América lo que consumimos? Claro que sí. Es asunto de definición y de planear conjuntamente nuestro desarrollo futuro” afirmó.
“La propuesta, presidente Biden, es integral, implica consolidarnos como región económica en el mundo, fortalecer la hermandad en el continente americano, respetar nuestras diferencias y nuestras soberanías, y procurar que nadie se quede atrás y que juntos vayamos en busca de la bella utopía de la libertad, la igualdad y la verdadera democracia” sostuvo el presidente de México.
El mandatario estadounidense, por su parte, ante el exhorto para concentrar esfuerzos en América Latina y el Caribe, respondió que en el G7 pudo “lograr proyecto de miles de millones de dólares de infraestructura para el hemisferio occidental, para Latinoamérica y para África.”
Aún en el marco del declive de la hegemonía estadounidense, lo cierto es que Biden no parece dispuesto a retroceder de su lugar como principal potencia internacional que se declaró con potestad para intervenir en los asuntos geopolíticos globales desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
La agenda que ratificó el mandatario del imperialismo estadounidense para esta cumbre es fortalecer las cadenas de suministros, la estrategia de seguridad -en particular en cuanto al tráfico de fentanilo, que según afirmó, mató a 100 mil personas en su país- y la migración.
Es innegable que en América del Norte hay una clara integración en el plano económico, desde el TLCAN, ahora T-MEC. Pero no es condiciones de igualdad, sino de subordinación a los intereses de las trasnacionales y el imperialismo estadounidense, con el fin de lucro por sobre las necesidades sociales más elementales, como alimentación, salud, vivienda.
Una integración de toda América que mantenga el modo de producción actual, donde como vimos durante la pandemia, se priorizan las ganancias de las corporaciones por encima de la vida, como propone López Obrador, es una utopía nefasta que solo llevará a una creciente degradación de las condiciones de vida de la clase trabajadora y los sectores populares en todo el continente y de la devastación ambiental que dejará el saqueo los recursos naturales que tanto codicia el gran capital.
Es la clase trabajadora, aliada con todos los sectores oprimidos -pueblos originarios, campesinos, pobres urbanos, movimiento de mujeres- la única clase social capaz de llevar a cabo la integración en verdaderas condiciones de igualdad y fraternidad del continente americano, con la organización desde las bases y la lucha revolucionaria, desplegando el internacionalismo obrero. Sólo así todos los recursos se podrán poner al servicio de satisfacer las necesidades básicas de la mayoría de la población, como el primer paso para crear una nueva sociedad, libre de toda explotación y opresión, donde cada persona aporte según su capacidad y reciba según su necesidad, el verdadero comunismo.
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