De alguna forma, emulaba los lazos solidarios que las mujeres tejieron durante siglos para controlar la natalidad, en choque con las corporaciones médicas y religiosas. A la vez, Jane inspiró las llamadas redes socorristas en diferentes partes del mundo, que desafían hasta el día de hoy prohibiciones estatales como en Polonia o en el propio Estados Unidos, donde se limita hace años el derecho a decidir cuándo interrumpir un embarazo, tal como lo garantizó el fallo Roe versus Wade de la Corte Suprema durante casi cincuenta años.
Laura Kaplan le otorga un marco definido a la lucha por la legalización del derecho al aborto en la década de 1970 en The Story of Jane. The Legendary Underground Feminist Abortion Service [La historia de Jane. El legendario servicio clandestino de aborto feminista]. Dice que el movimiento de liberación “hizo más que llevar el aborto al ámbito público. Enmarcó el tema no en los términos de la privacidad de las relaciones sexuales, ni en el lenguaje neutral de la elección, sino en términos de la libertad de la mujer de determinar su propio destino, tal como ella lo definiera y no otros”.
El 24 de junio de 2022, en su decisión sobre el caso Dobbs vs. Jackson Women’s Health Organization, el tribunal supremo anuló el fallo Roe vs. Wade. El retroceso expuso la fragilidad de la legalización y los límites de garantizar el derecho a la privacidad pero no el acceso a la salud (que no es pública ni gratuita en Estados Unidos) y no hacerlo a nivel federal. Esto último resultó en que desde 1973, se votaran 1.338 restricciones estatales al derecho al aborto. Casi un cuarto se promulgaron entre 2011 y 2015 (durante el gobierno de Barack Obama). El año récord de restricciones había sido 2011 con 89, hasta 2021 cuando se votaron 108, bajo la impronta conservadora del gobierno de Donald Trump. Los obstáculos para la mayoría de las mujeres y personas con capacidad de gestar advirtieron muchos de los problemas que hoy vuelven a estar en debate.
¿Quién es esa chica?
“El cartel decía, ‘¿Estás embarazada? ¿No querés estarlo? Llamá a Jane’. Y había un número de teléfono”. Esto lo cuenta Winnette Willis en un episodio de Radio Diaries dedicado a la red feminista. En 1971 tenía 23 años, le aterrorizaba tener otro bebé y no sabía a quién acudir.
Cuando alguien llamaba al número del cartel, respondía un contestador automático que pedía un teléfono, la fecha de la última menstruación y un nombre. Jane alquilaba varios departamentos en Chicago, recibías una dirección y te trasladaban a una segunda ubicación para realizar el procedimiento. Así mantenían el anonimato y la seguridad de quien acudía a la red. Empezaron trabajando con un médico (que, se enteraron después, no tenía título habilitante y terminaron aprendiendo a hacerlo ellas mismas en las condiciones más seguras posibles). El aborto tenía un costo pero el dinero no era un obstáculo. En Jane sabían que la criminalización pesa diferente según tu clase, tu etnia y tu origen y una parte clave de su actividad era garantizar el acceso a quienes el mercado de la clandestinidad dejaba afuera.
Oficialmente, eran conocidas como Abortion Counseling Service of Women’s Liberation [servicio de orientación sobre aborto del movimiento de liberación de las mujeres]. No era el único servicio, pero para Jane el control sobre la reproducción era una pieza fundamental de la autonomía, parte de una lucha más amplia, la lucha contra la opresión. Por eso cualquiera que llamara al número de teléfono en el cartel conocía el proceso y participaba de las decisiones. Como cuenta The Story of Jane, uno de sus lemas era “No te hacemos nada a vos, lo hacemos con vos”. No era una sutileza gramática, era una decisión política.
La idea fue de Heather Booth. Tenía 19 años y estudiaba en la Universidad de Chicago cuando la hermana de una amiga le pidió ayuda para realizarse un aborto. Juntas encontraron un médico que accedió a interrumpir el embarazo. A partir de ese momento, otras amigas empezaron a llamarla. “Cuando recibí el tercer llamado, me di cuenta de que no podía hacerlo sola. Así que puse en pie un sistema”.
Martha Scott tenía 28 cuando se sumó a Jane, era ama de casa y madre de cuatro hijos de menos de 5 años. Creía que las mujeres merecían una opción segura y económica para realizarse un aborto. “Simplemente pensaba, si para vos algo es muy importante, tenés que hacer algo”. “No había tenido ni una multa por exceso de velocidad. Pero el aborto era la primera línea, era donde se morían las mujeres”. Así explicó Jeanne Galatzer-Levy por qué empezó a colaborar con Jane cuando había cumplido 20 años.
¿Por qué menciono estos nombres? Porque son las que terminaron detenidas cuando la Policía de Chicago decidió hacer una redada en uno de los departamentos de Jane en 1972. No es que la Policía no supiera de su existencia. El aborto era tolerado siempre que no se hablara de él (y sobre todo que no significara una conquista de la lucha contra la opresión). En el documental El caso Roe (Netflix), el reverendo Tom Davis, que fue capellán universitario durante la década de 1960, lo explica muy bien: “Antes del fallo Roe vs. Wade y de la ley de Nueva York, la mujer era una delincuente. Intentaba que la operaran, pero era algo ilegal. Y nadie intentaba detenerla demasiado. Pero cuando la Corte dijo: ‘Tú tienes el derecho de decidir y definir tu vida, no la religión’, fue inaceptable”.
Martha Scott contó que cuando hicieron el allanamiento (activado por la denuncia de dos mujeres católicas), “miraban para todas partes, ‘¿dónde está el doctor?’, buscaban a un hombre pero no había ninguno, solo estábamos nosotras”. Detuvieron a siete activistas, acusadas de once cargos por el crimen de aborto y conspiración para practicarlo.
Seis meses después, el fallo de la Corte Suprema terminó con la criminalización y ninguna fue condenada. Martha Scott dijo que cuando salió el fallo pensaron que ya no tenía sentido mantener la organización, aunque se mantuvieron activas políticamente. “Realmente pensamos que el hecho de que [el derecho al aborto] fuera legal, no sería algo tan político ya, que se extinguiría como una especie de tema social. Pero estábamos equivocadas. Estábamos equivocadas”.
Luego de décadas de ampliación de derechos, esa fórmula que le quita a las conquistas la sangre de la política y el sudor de la pelea, creo que volver sobre la historia de Jane recuerda que los derechos no son la única dimensión de la lucha contra la opresión. Y, sobre todo, que ninguna victoria es permanente. El derecho al aborto es elemental pero en sí mismo, como otros, no fractura el orden que es necesario derribar para constuir sociedades donde reine la libertad y no apenas recortes de prohibiciones y tutelajes.
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