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La Izquierda Diario
1ro de diciembre de 2024 Twitter Faceboock

Sobran motivos para que en el Estado español haya un verdadero estallido de lucha
Lucía Nistal | @Lucia_Nistal

Aquí reproducimos una versión de la intervención de Lucía Nistal en el debate del pasado 8 de febrero “En defensa de la sanidad, los servicios públicos y nuestros salarios: ¿Cómo coordinamos todas las luchas?”, donde, además, contamos con la presencia de Ana Rosa Encinas, médica de atención primaria; Aníbal Maestro, delegado de Zara-Lefties por CGT; Natalia Lago, estudiante de la UCM es integrante de Contracorriente y Pan y Rosas y Álex de Marcos, delegado de CGT en el hospital Gómez-Ulla.

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Situación de la lucha de clases en el Estado español

Como podemos ver con claridad sencillamente escuchando a los distintos ponentes de la mesa, sobran motivos para que en el Estado español haya un verdadero estallido de lucha. Aunque la situación evidentemente no es de momento la de Francia o Reino Unido, donde se está viviendo un amplio proceso de lucha de clases.

Aun así, en las últimas semanas estamos viviendo importantes jornadas de lucha, no solo en Madrid, con especial protagonismo del sector sanitario, pero también de sectores precarios y golpeados por la inflación. Aquí está teniendo lugar jornadas de huelga en las urgencias extrahospitalarias, paros en atención primaria, pero en Cataluña los pasados 25 y 26 de enero hubo una gran huelga todo el sistema sanitario a la que se sumó el sector educativo, mencionemos que el viernes salieron del transporte sanitario de Aragón, pero también estas semanas ha habido distintas huelgas en Andalucía, Extremadura, Valencia, Navarra…

Y es normal que sea este sector público el que esté protagonizando las movilizaciones y huelgas: crujió durante la pandemia y se vieron más claros los mimbres: desfinanciación, precariedad, privatización.

¿Pero cómo hemos llegado hasta aquí? Con gobiernos ultra-neoliberales como el de Ayuso recortando, fomentando la privada cueste lo que cueste (incluso durante la pandemia), pero también hay una desfinanciación desde el gobierno central, que hace el mayor aumento a los presupuestos militares de las últimas décadas y mientras sube tan poco los de sanidad que, teniendo en cuenta la inflación, en realidad son una disminución del presupuesto, igual que en otros servicios públicos y sociales. Y no olvidemos la Ley 15/97 que permite la privatización salvaje de la sanidad y que no están derogando fulminantemente desde el día 1, como merece.

Pero como decíamos también están decidiendo salir a plantar cara otros sectores precarios más allá de la sanidad, como Inditex: un caso especialmente sangrante por ser una empresa con beneficios récord, gracias a la precariedad de sus trabajadoras, de la semiesclavitud en Bangladesh también -imperialismo marca España de Ortega, podríamos decir-. La fórmula es la siguiente: beneficios millonarios para él, salarios que no llegan a mil euros para ellas. Un ejemplo claro de cómo sacan sus beneficios millonarios los grandes capitalistas.

Más allá de caso particular, esta rebelión de las trabajadoras de Inditex expresa la situación de precariedad en la que nos mantienen, gracias a consecutivas reformas laborales que han ido robándonos derechos, y la última de Yolanda Díaz no es una excepción, como deja claro el aplauso de personajes como Ana Botín, la aceptación de la patronal, contenta con una reforma que deja en vigor lo esencial de la del PP e incluso supone un avance para ellos en algunos aspectos, a cambio de algún cambio cosmético. ¿Si no por qué iba a aprobarla la patronal, de la mano de la burocracia sindical, sin si quiera una mínima presión en las calles?

Expresa también que esta situación de precariedad se hace insoportable por una inflación y una crisis energética que empeora con la escalada imperialista en Ucrania. No caigamos en la separación entre ambas cosas que nos imponen, luchar contra el presupuesto militarista y el envío de tanques, además de por supuesto de ser una lucha contra el imperialismo español, de la UE y de la OTAN y de esa escalada con Putin y sus oligarcas, es también luchar contra la inflación y la crisis. Una crisis que nos hacen pagar a las de siempre. Porque las eléctricas, como la banca y las grandes empresas, las cadenas de supermercados, etc., están haciendo beneficios récord, pero mientras a las familias trabajadoras les cuesta llegar a fin de mes.

Y el gobierno limitándose a tomar medidas cosméticas como la subida del SMI por debajo de la inflación o que, incluso, acaban revirtiendo en más beneficios para las empresas, como la eliminación del IVA en algunos productos que solo ha servido para vaciar más las arcas públicas y para que los grandes supermercados suban aún más los precios. Pero desde luego no toman las medidas necesarias para defender las condiciones de vida de la clase trabajadora; un SMI de al menos 1500 para si quiera recuperar el poder adquisitivo perdido y ni hablemos de imponer la fijación de precios por ley, o la indexación de salarios automática que se adecúe al precio de la vida. Algo que desde luego exigiría, primero revertir la subida enorme de presupuesto militar, y desde luego poner los costes sobre las empresas del IBEX y las grandes fortunas y que este gobierno no va a hacer por mucho que se autodenomine progresista.

Pero cómo lo va a hacer si son el gobierno de la reforma laboral, del envío de tanques a Ucrania, de ponerle la alfombra roja al emérito para que se lleve lo robado a Emiratos Árabes Unidos, el que asesina a migrantes en la frontera para proteger sus intereses imperialistas, el que nos infiltra policías hasta en la cama para controlar a las que luchamos. Nada podemos esperar de ellos, medidas como estas solo las podremos imponer con un plan de lucha que busque sumar fuerzas y coordinar todos los sectores.

La clase trabajadora se levanta: ejemplos europeos y algunas lecciones

Estos últimos días estamos viendo jornadas de lucha, paros y movilización en Francia y Reino Unido realmente impactantes. Por tomar una anécdota bastante significativa que tuvo lugar en la masiva jornada de lucha el pasado 1 de febrero en Reino Unido, el dirigente ferroviario del sindicato RMT, Mick Lynch, en una concentración en las puertas de Downing Street, frente a miles de maestras y profesores, dijo alto y claro: “Somos la clase obrera, y estamos de regreso”.

Efectivamente, el miércoles de la semana pasada tuvo lugar la mayor huelga que el país ha visto en décadas, con participación de distintos sectores que, además de por sus reclamos particulares, pararon y tomaron las calles por un aumento salarial frente al coste de la vida y contra el ataque del Partido Conservador al derecho de huelga.

En Francia son varias las grandes jornadas de huelga que se han ido sucediendo desde comienzos de año, la última este 7 de febrero, de nuevo con distintos sectores haciendo huelga y cientos de movilizaciones por todo el país contra la reforma de las pensiones que quiere imponer Macron. Destaca además la implicación de los estudiantes, activos en las movilizaciones y los piquetes, sufriendo la represión policial en primera línea. También podemos mencionar a los portuarios alemanes en huelga.

Estas, entre otras, son las nuevas estampas de lucha de clase que estamos viendo en Europa. En cualquier caso, nos permiten hacer algunas reflexiones y extraer algunas ideas que voy a tratar de conceptualizar en tres puntos (tres ejes estratégicos) que tal vez nos ayuden a pensar.

La disputa por la opinión pública

Todas conocemos de sobra los ataques que se realizan a las huelgas y, específicamente, a los huelguistas, para desmovillizar, minar la moral y evitar el apoyo popular. Aquí Ayuso es especialista en esto, ahora habla, por ejemplo, de “médicos que no quieren trabajar se manifiestan para devolver favores políticos y por problemas que no existen”. Y estos ataques de políticos como Ayuso, pero también de la prensa del establishment o del propio gobierno, son aprovechados por la burocracia sindical para plantear que la vía es relajar las huelgas para no molestar a la población. Pero este tipo de ataques cada vez funcionan menos. Otro ejemplo de Reino Unido: preguntan a un sindicalista muy conocido por las molestias que provocan las huelgas a la población y este responde que las “huelgas no atentan contra la población, ¡nosotros somos la población!”. Efectivamente, los trabajadores en lucha son el pueblo trabajador, y la defensa de sus salarios, de los servicios públicos, es una defensa de las condiciones básicas de vida para todo el pueblo trabajador. Algo que cada vez es más claro y cada vez se nota en el apoyo. Por ejemplo, en Francia el 93% de los trabajadores no apoyan la reforma de las pensiones de Macron e, incluso, el 52% de los franceses apoyarían la vuelta de un movimiento como el de los chalecos amarillos. También podemos mencionar el caso de las asociaciones de padres y madres de alumnos redactando un comunicado en apoyo a la huelga de los profesores.

Algo empieza a cambiar, porque cada vez es más difícil ocultar que las consecuencias de sus recortes, de la precariedad, la sufrimos todas, y que, si estos sectores en lucha ganan, ganamos todos.

Pero, ¿cómo caminamos hacia esa victoria? Confluencia de las demandas y unidad de las filas obreras

Fuerzas hay, los y las trabajadoras somos la mayoría, los que ponemos todo en marcha y los que podemos pararlo todo, eso es evidente, pero no si peleamos separados.

Un buen ejemplo de cómo revertir esto lo vimos en la huelga de Catalunya de toda la sanidad a la que se sumó la educación. También Francia y Reino Unido empiezan a marcar este camino. Pero hay que multiplicarlo por mil, imponiéndole a las burocracias paros y movilizaciones conjuntas, con consignas compartidas que no son otras que: que no nos hagan pagar la crisis y la defensa de nuestros servicios públicos, algo que solo se puede imponer desde la autoorganización en cada centro de trabajo, en los distintos sectores. Solo así evitamos el desgaste de luchas aisladas y mostraremos el potencial de la clase trabajadora. Imaginemos si se coordinasen todos los sectores en lucha y se convocase una huelga general de toda la sanidad, sumando al resto de servicios públicos y con la solidaridad de todos los sectores en lucha. El plan de Ayuso no duraría ni un día.

Pero no somos ingenuos, sabemos que la coordinación es un combate. Antes decía que no estamos en una situación como la de Francia o Reino Unido. Y esto tiene mucho que ver con dos factores: por un lado, el Gobierno “progresista”, que a pesar de tener una agenda que no ha afectado en nada los beneficios de los capitalistas ha tomado medidas cosméticas para contener el malestar social, como el aumento del SMI o los subsidios en el transporte. Por el otro, y fundamentalmente, el rol de las burocracias sindicales, cuya estrategia es contener la lucha de clases y negociar migajas en la mesa social con la CEO. Pongo otro ejemplo, en el peor momento de la crisis de la inflación, cuando llegó al 10%, su amenaza fue salir a reivindicar una subida del 3,5%, es decir, aceptar una bajada de salarios en 6 puntos y medio. Y cuando hay luchas que no pueden evitar, hacen lo posible por mantenerlas aisladas. Mientras por supuesto evitan hacer ningún cuestionamiento a la política de rearme imperialista del Gobierno, y mantener esta cuestión totalmente separada de la crisis de inflación.

Porque seamos claros, ¿quién está en contra de que se unan trabajadores, sanitarios, estudiantes, pensionistas y se generalice la lucha…? Ayuso, sí, el propio Gobierno también, y la patronal, por supuesto. Pero también burocracia sindical, que prefiere seguir sentándose con la ministra y la patronal a negociar sin presión y sin fuerza en las calles, demostrando su servicio al mantenimiento del orden, conteniendo la lucha obrera y dividiendo nuestras fuerzas por sector, por comunidad, por tipo de contrato ¡y hasta por sindicato! Tenemos que unir por abajo lo que las burocracias sindicales dividen por arriba, avanzando en la coordinación de los conflictos y rodeándolos de solidaridad activa para que triunfen.

Multipliquemos nuestras fuerzas junto a los movimientos sociales

Pero yendo más allá, multiplicaremos aún más nuestras fuerzas si nos coordinamos con movimientos como el de las estudiantes, o el de mujeres ahora que se acerca el 8m. No es “natural” esta separación de luchas, es una imposición de décadas de neoliberalismo. Porque ¿qué sentido tiene, si nos detenemos a pensar, que los sindicatos y el movimiento de mujeres o el movimiento por la vivienda o el de los pensionistas vayan por separado y no compartan agenda? Si las mujeres somos más del 50% de la clase trabajadora, si las que sufrimos la subida del alquiler más que nadie y los desahucios somos la clase trabajadora, si después de toda una vida trabajando es a nosotras a las que nos dejan unas pensiones de miseria. Si los sectores más precarios y que salen a luchar están feminizados, racializados, son jóvenes, LGTBI… Esta separación solo existe porque nos la han impuesto.

Pero ya es hora de que hagamos política por nosotras mismas, que no la hagan por nosotras aquellos que nos dividen, ni las burocracias sindicales, ni los ministerios al servicio del IBEX. Como decía antes, empecemos por imponer desde abajo a las direcciones sindicales la convocatoria de una huelga general en defensa de la sanidad y de todos los servicios públicos, la solidaridad con todos los sectores en lucha, y peleemos por acabar con la separación que nos imponen entre los problemas sociales y la política imperialista que los genera, ahí empezaremos a ser su peor pesadilla.

Y esa batalla por hacer política por nosotras mismas pasa también y necesariamente por poner en pie una alternativa política de clase y revolucionaria. ¿Y qué quiere decir esto? Quiere decir que necesitamos una izquierda que cuando hay una lucha no esté del lado de la burocracia sindical o en el mismo gobierno, que cuando los trabajadores salen a luchar en Cádiz con el apoyo de los barrios populares no salga a decir, como hizo el Secretario General del PCE, confiad en el gobierno y volved a casa y al trabajo, mientras enviaban tanquetas a reprimir, sino una izquierda que esté del lado de los trabajadores y frente a las tanquetas, que ponga en el centro la lucha de clases y salga en defensa de la coordinación de las luchas, que se enfrente a este régimen y este sistema capitalista injusto y no que se proponga integrarse al mismo. Retomemos la confianza en nuestras fuerzas, apostemos por una estrategia para vencer y miremos hacia una perspectiva socialista sin capitalistas que nos roben la salud, la vida y nos hagan pagar las crisis que ellos mismo generan.

 
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