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5 de marzo de 2023 Twitter Faceboock

Ideas de Izquierda
Krupskaia y la educación comunista
Ivana Otero | Docente de Nivel Primario.
Claudio Vilardo | Docente de Educación Media

Foto: Krupskaia dando un discurso para el Ejército Rojo durante la guerra civil.

Ante un nuevo aniversario del fallecimiento de Nadiezhda Krupskaia, dirigente bolchevique, principal referente del sistema educativo que puso en pie la revolución rusa y compañera de Lenin, proponemos recuperar –a través de este artículo– su experiencia revolucionaria para pensar los debates pedagógicos actuales. Consideramos sus aportes sobre el sistema educativo revolucionario como un bagaje importante en tanto perspectiva de una nueva educación para una nueva sociedad.

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Nadiezhda Krupskaia nació en San Petersburgo el 12 de febrero de 1869. Provenía de una familia de origen noble, aunque empobrecida. Su padre fue un oficial destituido que adjuraba del zar en secreto y su madre fue institutriz y responsable, en buena medida, en despertar su vocación de maestra. Viviendo en casas ajenas, Krupskaia fue testigo directo del trato despectivo de las familias poderosas hacia la servidumbre y rápidamente adquirió un odio profundo contra la autocracia. Apasionada lectora de Tolstoi, no encontró en el autor una solución posible a las penurias que vivía el pueblo ruso. Intentó el camino del autoperfeccionamiento y el trabajo que él recomendaba pero enseguida comprendió que “con ello no cambiaba nada y que los regímenes injustos continuarán existiendo por mucho que trabajara”. Ingresó como estudiante en un gimnasio (como se denominaba a las escuelas de nivel medio), donde se graduó y ejerció como docente. Krupskaia estuvo interesada en la educación desde joven. Sus principales influencias en pedagogía fueron Pestalozzi, Tolstoi y Dewey. En los Cursos Superiores para Mujeres se unió a los círculos de estudiantes comunistas y comenzó a adentrarse en las obras de Marx y otros autores del socialismo. Encontró en estos la respuesta que buscaba: “comprendí que únicamente el movimiento obrero revolucionario podría cambiar la vida y que para ser útil se debía entregar todas las fuerzas a la causa obrera” (Krupskaia, 1978).

En 1894 conoce a Lenin, quien sería su compañero de vida. El dirigente se había mudado a la capital y pronto la actividad política de los círculos fue en aumento. Los grupos de San Petersburgo en los que participaba Krupskaia estaban integrados principalmente por trabajadores. Se dedicaron a realizar publicaciones en octavillas con las que hacían propaganda clandestina. En 1886 organizaron una huelga de tejedores donde los detuvieron y condenaron al destierro. Se casaron para cumplir juntos la condena y continuaron sus actividades políticas en Siberia. El primer panfleto que Krupskaia firma en solitario fue escrito en este período y se tituló Mujer trabajadora bajo el seudónimo N. Sablina. El trabajo hace un recorrido de la condiciones de la mujer campesina y trabajadora fabril y las exhorta a unirse a la causa socialista: “una mujer tiene un doble interés en el éxito de la causa de los trabajadores: como trabajadora y como mujer. Las palabras ’¡Proletarios del mundo, uníos!’ no pueden dejar de encontrar una respuesta en el corazón de una mujer” (Krupskaia, 2017).

Durante los años de exilio, la principal labor de Krupskaia fue de contacto entre los miembros del partido que estaban en el extranjero con sus camaradas de Rusia. Luego del primer acto de la revolución en 1905 es nombrada Secretaria del Comité Central de la fracción bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, cargo que mantuvo hasta 1907. En 1915 escribió su obra más importante, en la que expuso los puntos principales de su concepto de educación socialista: Educación pública y democracia. También escribió La educación comunista: Lenin y la juventud, Mi vida con Lenin y Recuerdos de Lenin. Pero, sin dudas, uno de sus mayores aportes a la revolución de octubre estuvo relacionado a las reformas educativas que impulsó.

Luego de la Revolución de 1917, Krupskaia es nombrada “Encargada de la Instrucción Pública” en el Comisariado del Pueblo Para la Educación (Narkomprós), junto con A. Lunacharski. Con el naciente Estado obrero se sustrajo la enseñanza del control religioso buscando una reconstrucción total de la educación: que fuera liberadora y desarrollara el potencial humano. Ya en los primeros años pusieron en pie la Escuela única de trabajo, un sistema unificado de escolarización estatal para toda la extensión de Rusia que se fundaba sobre tres pilares: una formación "politécnica", la autoorganización democrática de la educación y la alfabetización masiva de toda la población. Sobre estos ejes, Krupskaia sostuvo una ferviente lucha política.

Alfabetización y autoorganización democrática de la educación

El programa anunciado por el Narkomprós en 1918 buscaba organizar la enseñanza en base a la participación popular e iniciativa local mediante los “soviets de la enseñanza”. Estos consejos eran conformados en cada escuela y se integraban por estudiantes, maestros, trabajadores y personas del distrito interesadas en participar en las problemáticas escolares. Sus funciones eran tanto el asesoramiento y control como el vínculo directo con el Departamento de Educación. También debían examinar los planes de enseñanza propuestos, realizar enmiendas y procurar su implementación.

Esta nueva concepción de la organización escolar, que gozaba de total autonomía, provocó diversas controversias y luchas políticas alrededor de la jerarquía que el Narkomprós buscaba darle a este organismo. Según Krupskaia, la organización democrática constituía parte esencial del proceso pedagógico.

Una escuela viva y vital –decía– sólo puede construirse en estrecho contacto con los representantes de la población trabajadora, con su participación directa. Para construir correctamente el programa escolar para la segunda etapa, primero hay que dirigirse a los trabajadores de la fábrica donde se está instalando la escuela y discutir juntamente con ellos el programa escolar (Krupskaia, 1978).

En el contexto de esos años convulsionados, no es de extrañar que las posiciones respecto a la autoorganización escolar hayan despertado voces contrarias. En las academias se concentraban muchos opositores políticos. Sobre esas críticas hacia los soviets de la enseñanza Krupskaia escribió: “no tuvimos miedo de organizar una revolución. No tengamos miedo del pueblo, no tengamos miedo de que se equivoque al elegir representantes (...) Queremos que el pueblo dirija al país y sea su propio dueño”. La sociedad rusa, que se estaba refundando a sí misma sobre nuevas bases, hacía no solo posible sino necesario del concurso activo de la población (cit. en Fitzpatrick, 1977).

Uno de los desafíos más grandes que tuvieron por delante los bolcheviques era el alto analfabetismo que se extendía por todo el territorio ruso. Para 1917, aún después de una ampliación educativa que había impulsado el zarismo, la alfabetización solo alcanzaba el 37,5 % de la población masculina, y menos de la mitad de ese porcentaje entre la femenina. La instrucción básica de la lengua era una necesidad de primer orden de la revolución. No obstante el consenso sobre esta premisa, Krupskaia tuvo que batallar dentro del partido para que la preocupación se hiciera efectiva entre todos los camaradas. Con este fin se lanza en 1920 la Campaña por la erradicación del analfabetismo, o como se la conoció por su forma rusa Likbez, que consiguió una expansión de la alfabetización sin precedentes, llegando a casi la totalidad de la población en menos de dos décadas. Krupskaia participó activamente dirigiendo los primeros años de esa iniciativa, dándole tanta importancia a la enseñanza escolar como a la extraescolar. La campaña abarcó a toda la población, desde los siete hasta los cincuenta años. Además de la construcción de escuelas comunales, las bibliotecas, museos y teatros fueron abiertos al público ya que, para la dirigente bolchevique, parte esencial de la educación era el libre acceso a la cultura. Como resultado de la iniciativa, la tasa de analfabetismo pasó de más del 70 % en 1917 a casi el 10 % en 1937.

Educación politécnica

Para Marx y Engels, la división entre trabajo manual e intelectual está en la base de la división social del trabajo. En el capitalismo, las potencias intelectuales que radican en el propio proceso de trabajo se enfrentan a los trabajadores como una propiedad ajena, que los domina (Marx, 2003). El capitalista representa la voluntad del cuerpo social de trabajo y provoca la extrañeza y profunda lejanía del ser humano respecto a su propia actividad, empujando a las grandes mayorías al lugar de meros apéndices. Con la revolución rusa y el fin de la propiedad privada, la separación tajante entre el trabajo intelectual y manual fue cuestionada de raíz. Lo que se buscaba era un trabajo productivo y útil considerado bajo el prisma de su valor social colectivo.

La educación en el nuevo Estado obrero debía ser parte de esta conquista y colaborar en su afianzamiento. Superar la división entre el trabajo físico e intelectual para reunir el pensamiento y el trabajo, disociado en el proceso de producción capitalista. En ese sentido, Krupskaia junto a Lenin serían los principales defensores del carácter politécnico que debía tener la educación. Un tipo de escuela que se integrara al mundo de la producción y que, a partir de allí, pudiera desarrollar un aprendizaje integral. En contraposición, algunos integrantes del Narkomprós tildaban de idealista esta posición, argumentando que lo que se requería era mano de obra especializada. Estos últimos defendían la escuela profesional. Krupskaia mantendría fervientes discusiones contra quienes buscaban que la educación apuntara a preparar para una profesión específica, lucha política que daría hasta el final de su vida.

Para ver más: Petrogrado vs Moscú: diferentes posturas sobre la politecnización en "La educación en el país de los soviets (II)

Uno de los teóricos que más aportó en brindar los fundamentos científicos de la educación politécnica fue Vigotski, que por aquellos años integraba el Narkomprós. Su figura constituye “uno de los mejores ejemplos de cómo la clase obrera en el poder abrió la posibilidad de desplegar la creatividad a capas de la población hasta ese momento relegadas y oprimidas, permitiendo la emergencia de una nueva intelectualidad revolucionaria” (Duarte y Minini, 2022). En su ensayo "La transformación socialista del hombre", sintetizó el pensamiento de Krupskaia de la siguiente manera:

La escuela politécnica se distingue de la profesional en que su centro de gravedad está en la comprensión de los procesos de trabajo, en el desarrollo de la habilidad de unificar la teoría y la práctica, en la habilidad de comprender la interrelación de determinados fenómenos, mientras que en la escuela profesional el centro de gravedad es proveer a los alumnos de hábitos laborales (Vigotski, 2022).

Las nuevas condiciones materiales debían hacer del obrero simultáneamente obrero y dueño de la gran producción. Para ello, era de primer orden que la educación estuviera pensada para y por los propios estudiantes como sujeto colectivo protagonista de la nueva sociedad.

Krupskaia lo describió así en su obra La educación laboral y la enseñanza:

El obrero no solo tiene que saber operar un torno, sino también conocer el diseño del torno, conocer otros tipos de tornos, cuáles de ellos hacen falta para ciertos trabajos, dónde y a qué precio se pueden adquirir tornos mejores, si conviene o no importarlos, si se saca provecho de esto; debe saber calcularlo todo, sopesarlo. Para ello necesita saber hacer el dibujo técnico, hacer cálculos, conocer la mecánica y su historia, conocer el comercio. Es preciso que conozca también las propiedades del hierro que trabaja, dónde y cómo se produce en qué condiciones, dónde y cómo puede ser adquirido, etc. (...). Y con todo esto va ligada íntimamente la comprensión de las condiciones bajo las cuales el obrero pueda ser a la vez dueño (Krupskaia, 1986).

Lejos de lo que puede interpretarse hoy, politécnica no significa la “pluralidad de oficios”, en el sentido de combinar muchas especialidades en una única persona, sino que apunta al conocimiento general del trabajo humano a través de un aprendizaje que reconcilia los saberes prácticos y teóricos –científicos– como unidad. En el contexto de abolición de la propiedad privada, la escuela se relaciona con el mundo del trabajo desalienada de la lógica de acumulación capitalista y como órgano consciente de la producción para el consumo social. El aprendizaje combinado con el trabajo productivo de los estudiantes transforma los conocimientos “abstractos” en saberes objetivos para transformar sus propias condiciones materiales. Libera así, como desarrolla Vigotski en su planteo para la psicología, la potencialidad de las personas y la posibilidad de operar con conceptos científicos y su contraparte, la de imaginar nuevas posibilidades sociales para el trabajo, el arte y la realización humana (Vigotski, 1984).

Un legado vigente

Para 1921, la situación económica de la Unión Soviética sufría un importante revés. La guerra imperialista y civil, las malas cosechas y la derrota de la revolución alemana obligaron al país de los soviets a retroceder en algunas conquistas. Con la implementación de la Nueva Política Económica (NEP), también se retrocedió en algunos logros que se venían llevando en materia educativa. La necesidad de mano de obra calificada obligó a bajar la edad para la especialización en la profesión. Esta concesión fue resistida por Krupskaia, aunque tuvo que aceptarla por las necesidades que vivía el país, a condición de que fuera una respuesta transitoria a un problema puntual.

Durante los años siguientes, Krupskaia acompañó a Lenin mientras transitaba su enfermedad, disminuyendo su participación directa en las políticas del Narkomprós. Por esos años, parte de su actividad política estuvo centrada en dirigirse a los pioneros, jóvenes comunistas a quienes intentó infundir el espíritu de la revolución. Por aquel entonces, con Stalin ganando terreno en el control del partido y el gobierno, la burocratización de la URSS tuvo su correlato en las políticas educativas dando un salto atrás en las conquistas más radicales de años anteriores. Los avances pedagógicos que se habían logrado y que suponían una nueva cosmovisión de la educación completamente innovadora y progresiva, como la eliminación de los exámenes y el régimen de premios y castigos, retrocedieron hacia una escuela más rígida así como en su carácter politécnico.

Luego de la muerte de Lenin, Krupskaia integró durante un tiempo la Oposición Unificada, junto con Trotsky, Zinoviev y Kamenev. Fue ella la responsable de que se diera a conocer el testamento de Lenin, censurado por la nueva dirección del partido pero publicado en el extranjero. Con la derrota de la oposición, Stalin transformó la figura de Krupskaia de una dirigente y principal artífice de la transformación educativa soviética a una primera dama emérita de la revolución.

Murió el 27 de febrero de 1939, al poco tiempo de cumplir setenta años. Su obra, compilada en ochenta y cuatro tomos, fue escrupulosamente omitida en la URSS los años siguientes. Entre la dirección estalinista, su reconocimiento como la compañera de Lenin implicó un desprecio a su posición personal y política como también a su aporte teórico. “El Partido Comunista no valora a Nadiezhda Krupskaia por la grandeza de su personalidad sino por ser la amada esposa y compañera de nuestro gran Lenin” diría Stalin (cit. en Espinel, 2017). No en vano, León Trotsky la recordaría como una revolucionaria irreprochable y a una de las figuras más trágicas de la historia revolucionaria (Trotsky, 1939).

Estas fueron tan solo algunas pinceladas del legado que nos deja Krupskaia en relación a un nuevo sistema educativo desarrollado bajo un Estado obrero, no casualmente desconocido en los institutos de formación docente y universidades. Consideramos que vale la pena profundizar para retomar las principales conclusiones históricas en nuestras manos mientras los gobiernos hablan en nombre de la educación como marketing electoral y grietas de cartón, pero promueven un sistema de enseñanza cada vez más alienante y clasista.

Krupskaia dedicó su vida a pensar un sistema educativo con esta concepción liberadora y revolucionaria. Hoy, a ochenta y cuatro años de su muerte, su obra, lejos de perder vigencia, es un gran aporte para quienes nos proponemos imaginar otra educación en otro mundo posible.

Bibliografía:

Duarte, J. y Minini, P. (2022), "Rescatando las piedras angulares del marxismo de Vigotski", en Vigotski, Lev, El significado histórico de la crisis de la psicología, Buenos Aires, Ediciones IPS.

Espinel, Anastassia (2017): Nadiezhda Krupskaia: la primera dama de la revolución rusa, Revista Universidad de Antioquia, (328).

Fitzpatrick, Sheila (2017) [1977], Lunacharski y la organización soviética de la educación y de las artes (1917-1921), Madrid, Siglo XXI España.

Krupskaia, Nadiezhda (1978), La educación de la juventud, Madrid, Nuestra Cultura.

Krupskaia, Nadiezhda (1986), La educación laboral y la enseñanza, Moscú, Editorial Progreso.

Krupskaia, Nadiezhda (2017), The Woman Worker, Reino Unido, Manifiesto. Traducción propia.

Marx, Karl (2003), El Capital, Libro I, Volumen 2, “capítulo XII: División del trabajo y manufactura”, Buenos Aires, Siglo XXI.

Trotsky, León (1939), "La muerte de Krupskaia", New International, New York.

Vigotsky, Lev (2022), El significado histórico de la crisis de la psicología, Buenos Aires, Ediciones IPS.

Vygotski, Lev (1931), "El desarrollo del pensamiento del adolescente y la formación de conceptos", en Obras Escogidas vol. IV, Madrid, Visor, 1984.

 
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