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La Izquierda Diario
10 de marzo de 2023 Twitter Faceboock

Repercusiones de la guerra en Ucrania
Giro autoritario en Georgia y movilizaciones frente al espejo ucraniano
Philippe Alcoy | París
Irène Karalis

Tras dos días de protestas masivas, el gobierno georgiano se vio obligado a retirar su autoritario proyecto de ley que obligaba a las organizaciones financiadas por otros países a declararse "agentes extranjeros". Un ejemplo de la polarización entre Rusia y Occidente que recorre muchos países.

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Presentada por el partido gobernante "Sueño Georgiano", la ley establecía que las organizaciones georgianas como los medios de comunicación o las ONG´s que recibieran más del 20% de su financiación del exterior, estarían obligadas a registrarse como "agentes extranjeros" bajo pena de multa. El proyecto de ley fue aprobado por el Parlamento georgiano con 76 votos a favor, 13 en contra y 57 abstenciones, tras acalorados debates en los que un diputado del partido gobernante llegó a abofetear a otro de la oposición.

A instancias de varias ONG´s y partidos de la oposición, el martes comenzaron las movilizaciones y los manifestantes marcharon por miles, portando banderas georgianas, europeas y ucranianas, para mostrar su oposición a Rusia. El miércoles por la noche, decenas de miles de personas volvieron a concentrarse en la capital, Tiflis. Las manifestaciones fueron duramente reprimidas por el régimen, que detuvo al menos a 130 personas. En las marchas, el lema más coreado fue "No a la ley rusa": según los manifestantes, la ley aprobada se inspiraba en una ley rusa de 2012. Allí, esa ley permitía amordazar a la oposición, en particular a los sitios web de información independiente.

El jueves, tras dos días de protestas, el gobierno anunció la retirada del proyecto de ley, explicando: "Como partido de gobierno responsable ante todos los miembros de la sociedad, hemos decidido retirar incondicionalmente este proyecto de ley que apoyamos". No obstante, el gobierno sigue considerando la posibilidad de aprobar el proyecto, que, según dijo, había sido "tergiversado de forma engañosa".

Los manifestantes contaban con el apoyo de Ucrania, la Unión Europea (UE), incluida Francia, y Estados Unidos. Volodymyr Zelensky declaró: "No hay ucraniano que no desee éxito a nuestra amiga Georgia. Éxito democrático. Éxito europeo" . En Twitter, el Gobierno de Macron se expresó de la siguiente manera: "Francia reitera su profunda preocupación por el proyecto de ley georgiano sobre agentes extranjeros, que va en contra del amplio apoyo de la población georgiana a la perspectiva europea del país". Estados Unidos pidió a Georgia que respete "la libertad de reunión y de los manifestantes pacíficos". Por su parte, los partidos políticos de la oposición georgiana están del lado de Occidente y han dejado claro que continuarán con las manifestaciones "mientras no haya garantías de que Georgia se encamina firmemente hacia Occidente".

En 2008, Rusia lanzó una intervención militar en el país, en Osetia del Sur y Abjasia. Y aunque desde 2003 el país ha seguido supuestamente una línea proeuropea y solicitó el ingreso en la UE en febrero de 2022, parece que el gobierno no ha roto todos los lazos con Rusia. Para muchos, el proyecto de ley habría permitido a Rusia reducir la influencia de las organizaciones financiadas por Europa y Estados Unidos en Georgia, mostrando una connivencia entre ambos países, confirmada también por la negativa a dejar entrar en territorio georgiano a la activista rusa Anna Rivina, a quien Rusia acababa de declararla "agente extranjera". El experto en relaciones internacionales y ex diplomático Giorgi Badridze coincide con Le Monde: "parece haber una estrecha coordinación con el Kremlin: [Bidzina Ivanishvili] recibe regularmente elogios de Moscú por su resistencia a la presión occidental, en referencia a este oligarca, ex primer ministro y líder del partido gobernante, que amasó su fortuna en Rusia

Sin embargo, contrariamente a muchos análisis de los medios de comunicación occidentales, el actual gobierno georgiano no es una simple "marioneta de Putin". La situación es mucho más contradictoria. En efecto, si el gobierno georgiano no quiere romper sus lazos con el Kremlin, también quiere acercarse a la UE y a Occidente. Se puede decir que intenta utilizar esta situación "incómoda" también como medio para presionarlo y favorecer los intereses de su propia burguesía, de la que el multimillonario Ivanishvili es un ejemplo destacado.

Es difícil saber qué busca realmente el gobierno georgiano con este giro bonapartista. Es posible que con la aprobación de estas leyes el gobierno no pretenda realmente acercarse a Rusia (¿qué sentido tiene una maniobra así en estos momentos?), sino limitar el poder de presión de las organizaciones de la llamada "sociedad civil" favorables a la integración europea y asumir un control total "desde arriba" sobre el ritmo de este acercamiento. Sin embargo, la maniobra de las autoridades parece haber quedado desfasada con respecto al equilibrio real de fuerzas y, ante la oposición masiva, el gobierno se ha visto obligado a dar marcha atrás.

El problema es que ante este giro reaccionario, son las tendencias "proeuropeas" y proimperialistas las que se fortalecen, recordándonos un poco a lo que ocurrió en 2014 en Ucrania durante el movimiento Maidan. Así, muchos manifestantes portan banderas de la UE, Estados Unidos y Ucrania como símbolo de oposición a Rusia. El Financial Times cita a un manifestante, profesor universitario, que afirma: "Estamos aquí para proteger los valores occidentales y nuestra Constitución, que establece que el Gobierno georgiano debe tomar todas las medidas necesarias para garantizar la plena integración de Georgia en la UE y la OTAN".

En otras palabras, en este contexto, las manifestaciones contra el bonapartismo del gobierno adquieren un carácter igualmente burgués y reaccionario que anula la legítima oposición que algunos manifestantes puedan sentir hacia el poder local. Si las únicas opciones existentes contra el bonapartismo son la OTAN y la UE, la clase obrera y los sectores populares de Georgia se verán abocados a más sufrimiento, explotación y su país irá por el camino de la semicolonización, que viene desde la caída de la URSS. Al igual que en Ucrania, y en otros estados sobre los que pende la amenaza de la opresión rusa, la única alternativa progresista para los explotados es la total independencia de clase frente a las distintas tendencias capitalistas e imperialistas, una independencia política que debe orientar sus energías hacia la lucha por una perspectiva verdaderamente socialista y revolucionaria.

 
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