Se trata del segundo decreto contra el pesticida y herbicida agroquímico, el cual continúa permitiendo su uso industrial y en alimentos para animales, hasta que se encuentre una alternativa que permita la producción masiva de maíz. Cabe mencionar que México es el principal cliente de Estados Unidos en la compra de este grano. La llegada del glifosato a nuestro país se remonta a inicios de la década de los 80 -a fines del sexenio del priísta José López Portillo- y ha acompañado la expansión de los agronegocios.
El nuevo decreto gubernamental equivale a aceptar el 90 % de las importaciones habituales del grano, lo que podría evitar que el conflicto comercial con Estados Unidos escale, pues primero hubo una negativa total a importar este tipo de maíz a México. De no tener el gobierno suficientes argumentos para defender su posición contra el uso de glifosato, habría sanciones contra nuestro país en el marco del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC).
El primer decreto fue publicado a finales de diciembre de 2020. En ambos se propone dejar de importar maíz transgénico en enero de 2024.
El lunes 6 de marzo, la Casa Blanca, a través de la oficina de la Representación Comercial de los Estados Unidos (USTR, por sus siglas en inglés), inició un procedimiento de consultas técnicas del T-MEC —bajo amparo del Capítulo 9, sobre Medidas Sanitarias y Fitosanitarias (CMSF)— para discutir, durante un plazo de 180 días, sus preocupaciones sobre si el decreto viola las políticas en materia de productos biotecnológicos para la agricultura que fueron acordadas.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, estableció que la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) integrará al decreto un protocolo de investigación para que se realice un estudio sobre los posibles daños a la salud del consumo del maíz genéticamente modificado y le da la autoridad al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) para que coordine la investigación relativa a la sustitución del glifosato.
¿Es dañino el glifosato?
En la Unión Europea se ha venido discutiendo la cuestión del glifosato desde hace treinta años, sin llegar a una respuesta definitiva sobre si tiene un efecto carcinogénico o no. La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (AESA) comisionó estudios, cuya conclusión publicó en 2015: el glifosato no debería recibir “ni la clasificación, ni el etiquetado de ser cancerígeno”. Con base en esa recomendación, en 2017 se renovó el permiso de cinco años para poder utilizar glifosato en Europa.
Ese mismo año, la Agencia Internacional para Investigación sobre el Cáncer (AIIC) decidió clasificar, con base en estudios estadísticos, al glifosato como pesticida 2A, o sea, “probablemente carcinogénico en humanos”.
Monsanto, la empresa generadora del pesticida, que fue adquirida en 2016 por la farmacéutica Bayer, controla el 90% del mercado internacional de semillas y es líder mundial en la producción de herbicidas. Trató de intimidar o comprar a sus críticos, según lo documentó el diario Le Monde en 2015 y ha enfrentado miles de demandas de personas que se consideran afectadas por haber contraído diversos tipos de cáncer.
Las investigaciones que presentan las grandes industrias sobre las afectaciones del maíz transgénico y agroquímicos en la salud humana, usan parámetros insuficientes para establecer si provocan o no afectaciones. Por ejemplo, son menores a tres meses, cuando investigaciones independientes comprueban que los perjuicios comienzan a manifestarse a partir de los cuatro meses de consumo de transgénicos.
Los críticos del maíz transgénico argumentan que darle el maíz solamente a los animales no resuelve el problema de contraer cáncer, ya que éstos pueden concentrar los componentes carcinogénicos en su carne, la que después será consumida por los humanos.
En 2020, Monsanto anunció que pagaría hasta 10 mil millones de dólares como compensación para cerrar los juicios por demandas contra la compañía, pero muchos siguen activos hasta hoy.
En 2022, el Centro de control de Enfermedades de Estados Unidos calculó que el 80 % de los ciudadanos norteamericanos eliminan restos de glifosato en la orina. En Francia, el porcentaje arrojado por otro estudio fue del 99 % entre los participantes que eliminaron porcentajes de glifosato mayores que el permitido como límite en el agua potable.
¿Qué riesgo estamos dispuestos a tolerar?
El argumento histórico es que el maíz transgénico se produce en escala masiva (gracias al glifosato que acaba con las malas hierbas y plagas) y es resistente a las inclemencias del tiempo, lo que permite asegurar su producción y bajar su costo para que esté al alcance de los más pobres.
Pero desde el comienzo de su uso se ha notado que ha destruido la flora silvestre, fuente de alimento para insectos benéficos, como las abejas y mariposas, que mueren por la deforestación. También degrada las tierras haciéndolas menos fértiles y a veces no admite otros cultivos posteriores.
Desde hace 22 años se han detectado genes transferidos a las variedades orgánicas en México, lo que se sigue monitoreando. Cultivos como la soya se tuvieron que modificar genéticamente para resistir al químico.
Se sabe que el contacto con el humano puede generar: irritaciones dérmicas y oculares, mareos, náuseas, problemas respiratorios, aumento de la presión sanguínea, resistencia a los antibióticos, inmunosupresión (debilitamiento del sistema inmunitario y de su capacidad para combatir infecciones y otras enfermedades), cáncer y pérdida de nutrición (anemia). También está relacionado con abortos espontáneos y defectos de nacimiento.
No podemos permitir que arriesguen nuestras vidas en favor de las ganancias de unos cuantos. Sí bien, el gobierno mexicano ha generado una iniciativa legal contra el uso de glifosato, no podemos confiar en que sostendrá esta medida. Las presiones de la Casa Blanca han demostrado ser capaces de imponer los intereses del imperialismo yanqui al gobierno mexicano, como mostró la creación y utilización de la Guardia Nacional para militarizar las fronteras de nuestro país impidiendo por la fuerza el paso de migrantes.
No podemos confiar en un gobierno que ha hecho poco o nada para frenar los asesinatos y desapariciones de luchadorxs medioambientales, o que continúa con la creación de megaproyectos que afectan al medio ambiente y a las comunidades aledañas, tal como el Tren Maya. Son las y los mismos campesinos junto a los trabajadores y el pueblo pobre, que requieren de alimentos a bajo precio, quienes pueden frenar el uso de glifosato y luchar, en alianza con académicos críticos y comprometidos socialmente, por investigaciones serias acerca de los daños que ocasiona este producto, lejos de las presiones empresariales para generar ganancias o de los gobiernos que les ceden. |