La última dictadura militar vino a instalar un plan económico, político y social. La desaparición de personas fue necesaria para convalidar un modelo de país, borrando todo lo que cuestionara las ideas de la clase dominante. El campo de la salud mental en Argentina está fuertemente atravesado por el Terrorismo de Estado. Contamos con 110 trabajadores de la salud mental y 66 estudiantes desaparecidos, como también las teorizaciones y prácticas que en el ámbito psi se venían realizando.
La última dictadura militar, cívico y eclesiástica tenía como objetivo disciplinar mediante el Terrorismo de Estado a una clase trabajadora que se reflejaba en la combatividad y el cuestionamiento al sistema imperante que tenía la clase obrera a nivel internacional al calor de la revolución cubana, el movimiento en EEUU en contra de la guerra de Vietnam, la Primavera de Praga, el Otoño Caliente en Italia, el Mayo del 68 en Francia. En Argentina esto se ve expresado en 1969 con el Cordobazo, aquella insurrección obrera, estudiantil y popular que, al canto de "luche y no pare de luchar, por un gobierno obrero y popular", amenazaba a la dictadura de Onganía y cuestionaba las raíces del sistema capitalista.
A partir del Cordobazo se iniciaba un ciclo de insurgencia. La vanguardia obrera se organizaba en sindicatos clasistas, en las fábricas se ponían en pie las comisiones internas y los cuerpos de delegados que cuestionaban e iban más allá de direcciones burocráticas y reformistas. Políticamente se abrió un proceso de ruptura con el peronismo, que tuvo su punto más alto con las “Coordinadoras Interfabriles” en 1975.
El Cordobazo también marcó un antes y un después en el Campo de la Salud Mental: los profesionales del ámbito psi podían y querían aportar al cambio social revolucionario, su compromiso político se hacía presente al momento de pensar la teoría y práctica. Y se empezaron a reconocer como “trabajadores de la salud mental”.
La dictadura del 76 tenía un objetivo concreto: instaurar un modelo económico, político y social y para ello necesitaba barrer a toda la vanguardia obrera y estudiantil que se venía levantando desde el 69. Los trabajadores desaparecidos del campo de la salud mental fueron parte de esa vanguardia que se organizaba, que cuestionaba al sistema capitalista y a las teorías y prácticas disciplinares que eran hegemónicas hasta ese entonces y que servían a la clase dominante. En nuestro campo, contamos con 110 trabajadores de la salud mental desaparecidos, junto con 66 estudiantes de la carrera de psicología. También hubo muchos profesionales que tuvieron que irse al exilio. Y esto tiene efectos actuales.
Cuestionar el sistema, cuestionar sus instituciones
Previo a la dictadura venían sucediendo diferentes movimientos dentro del Campo de la Salud Mental y sus instituciones. La Federación Argentina de Psiquiatras (FAP) desde 1970 se venía renovando con psiquiatras progresistas que cuestionaban, rompían con el sistema manicomial y ponían en pie diversas experiencias piloto como las Comunidades Terapéuticas, pretendían extender la salud mental al conjunto de la población, creaban los servicios de salud mental en hospitales generales, etc. La FAP a su vez funcionaba como un gremio que luchaba por las reivindicaciones de los trabajadores de la salud mental. Este proyecto se mantuvo hasta que la Triple A y la dictadura del 76 lo desarticularon mediante el terror. Entre ellos se encuentra desaparecido, por ejemplo, el Secretario Gremial de la FAP Juan Carlos Risau.
Por su parte la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) había tenido su primera fragmentación al interior de la misma, en 1971, por motivos ideológicos y políticos. Un sector de sus miembros cuestiona la ausencia de apoyo a las luchas obreras por parte de la Asociación bajo pretexto de una supuesta neutralidad o “apoliticismo” científica. Creándose los grupos Plataforma y Documento, rompiendo de esta forma también con la IPA (Asociación Internacional del Psicoanálisis). Cuestionaban que estas Instituciones estén al servicio de las clases dominantes, proponían democratizarlas y, desde sus diferentes estrategias políticas, poner en discusión el rol de los psicólogos en el proceso revolucionario.
El grupo Documento, encabezado por Fernando Ulloa, en su carta donde anunciaban la ruptura explicaban: "La APA en realidad es coherente con un sistema social del que reproduce, dentro de las características que le son propias, sus relaciones de explotación, sus privilegios y los métodos de deformación y represión de cualquier pensamiento cuestionador". Y declaraban: "nuestra ruptura con la APA apunta al fortalecimiento del amplio movimiento integrado por individuos y grupos que, más allá de las diferencias tácticas circunstanciales, tiendan al rescate del Psicoanálisis poniéndolo al servicio de una meta compartida: el advenimiento de una Sociedad Socialista".
Por su parte el grupo Plataforma, formaba parte de Plataforma Internacional, surgido como ala socialista revolucionaria de la IPA, que contaba con personalidades reconocidas como Hernán Kesselman, Tato Pavlovsky, Armando Bauleo, Marie Langer, León Rozitchner, entre otros, declaraban que la razón de su alejamiento se debía a múltiples factores, pero el decisivo era el ideológico/político: “como científicos y profesionales tenemos el propósito de poner nuestros conocimientos al servicio de las ideologías que cuestionan al sistema que en nuestro país se caracteriza por favorecer la explotación de las clases oprimidas (...) Nos pronunciamos comprometiéndonos con todos los sectores combativos de la población que, en el proceso de liberación nacional, luchan por el advenimiento de una patria socialista”. Llegaron a editar dos volúmenes del libro, Cuestionamos, 1 y 2, que reunía debates y posiciones de sus miembros alrededor de psicoanálisis, salud mental y crítica anticapitalista.
Estos grupos, junto con la FAP y la APBA (Asociación de Psicólogos de Buenos Aires), la Asociación de Asistentes Sociales y la Asociación de Psicopedagogos habían puesto en marcha la Coordinadora de Trabajadores de Salud Mental (CTSM) y el Centro de Docencia e Investigación (CDI). Se estaba organizando un movimiento que al interior del campo incluía una práctica interdisciplinaria donde se pensaba la salud mental desde una perspectiva económica, política y social anticapitalista. La Coordinadora y el CDI funcionaron desde 1972 hasta 1976. Los miembros de la CTSM eran permanentemente amenazados e intimidados, haciendo que estos tengan que renunciar o exiliarse. Beatriz Perosio, militante de Vanguardia Comunista, era presidenta de la APBA e integrante de la CTSM cuando la desaparecieron a sus 31 años.
La CTSM estaba a la cabeza de distintas luchas gremiales y políticas. En el plano académico impulsó la creación del CDI como un espacio de formación diferente al de las instituciones tradicionales como la APA. Su objetivo era la formación de trabajadores de la salud mental en el sentido alternativo de los centros de formación que estaban “al servicio de las clases dominantes”, para que de esta forma el conocimiento estuviera al servicio de la clase trabajadora. Fue una experiencia única en la historia de la Salud Mental en Argentina.
Sin teoría revolucionaria, no hay práctica revolucionaria
La contrarrevolución que llevó adelante la dictadura mediante el genocidio de clase, tiene su correlato en una reacción ideológica que todavía pesa en la salud mental. Veamos. Para poder llevar adelante el plan económico era necesario “domesticar” sujetos que no cuestionen la sociedad. Era necesario desarticular todo lo que los trabajadores de la salud mental venían haciendo tanto en el plano práctico como el teórico. Además del cuestionamiento a la psiquiatría tradicional y las experiencias piloto que se venían llevando adelante, se habían instalado las terapias de grupo, los grupos de estudio de estudiantes y profesionales, y múltiples intentos de pensar el psicoanálisis desde el marxismo.
El "peligro" de la subversión marxista estaba al acecho. Solo por nombrar algunos ejemplos, Jose Bleger había golpeado a una generación con su libro Psicoanálisis y Dialéctica Materialista (1958) en uno de los intentos de unir el marxismo con el psicoanálisis, Kesselman, tras renunciar a un cargo en el Servicio de Psicopatología en el Hospital Lanús a partir de diferencias ideológicas anunciaba: "decidí militar políticamente y no ser solamente un intelectual de denuncia" y sostenía un debate con Antonio Caparrós sobre las posibilidades o no de recrear al psicoanálisis desde el marxismo, seguido con atención por estudiantes y docentes. León Rozitchner publicaba Freud y los límites del individualismo burgués (1973) y Moral burguesa y Revolución; un libro colectivo, El rol del psicólogo (1973) ponía en discusión la relación entre psicología y revolución. Las teorías y técnicas de grupo estaban en auge ya que su entusiasmo estribaba en las posibilidades y potencialidades de lo colectivo como un instrumento de cambio privilegiado.
Las clases dominantes solo aceptaban ideas que negaran las determinaciones socio-económicas, poniendo a los trabajadores, profesionales y estudiantes al servicio del mantenimiento del sistema capitalista. Uno de los efectos duraderos hasta el día de hoy en el campo de la salud mental es que la dictadura barrió, junto con una buena parte de esa generación militante, todo un cuerpo de experiencias y teorías que tenían como brújula el compromiso social y político, particularmente el cuestionamiento anticapitalista. Dicho en pocas palabras, nos dejó es una psiquiatría biológica y manicomial y una corriente en psicoanálisis de corte a-histórico y estructuralista, ambas compatibles con el neoliberalismo que se desplegó en las décadas posteriores.
Este 24 de marzo marchamos por los trabajadores, las mujeres y los estudiantes. Por los 30.000 desaparecidos. Por sacarle punta a una memoria combativa. Para que sus experiencias no sean olvidadas y enterradas en el inconsciente. Por recuperar su historia, sus experiencias y tradiciones. Porque los 110 trabajadores de la salud mental son parte de nuestra identidad como psicólogos y futuros psicólogos. |