La conocida fanática anti-trans J.K. Rowling ha recurrido ahora a Marx y Engels para justificar su postura oportunista para discriminar a las personas trans. En respuesta a un tuit de Suzanne Moore, que afirmaba que Marx, como materialista, se opondría a los derechos de las personas trans, Rowling ha coincidido citando a Engels. Moore, hay que señalar, escribe para el periódico británico de centro-derecha The Daily Telegraph, lo que de hecho hace que su postura —que alega que los derechos trans son "de derecha"— sea irrelevante, dado que es miembro a sueldo de un diario que expone las posturas de la derecha británica.
Además, la frase que utilizó fue "ideología de género", un concepto sistemáticamente martillado por personalidades de derechas como el genocida Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, quien fue colaborador de la dictadura argentina que desapareció a miles de trabajadores, estudiantes, mujeres y activistas y que en años recientes comparó a las personas trans con armas nucleares.
Pero no nos desviemos más del tema. ¿Qué decían exactamente los tuits de Moore y Rowling?
«¡Dios, algunas de estas personas son unas cabezas duras! Marx era materialista. Cuando abandoné The Guardian, describí mi postura como materialista. Marx dijo que "el ser social determina la conciencia". Engels también dice que las ideas no determinan la realidad. Por esto es que la ideología de género es iherentemente de derecha». Estas fueron las palabras de la periodista Suzanne Moore, a lo que Rowling respondió sacando una cita de Engels de contexto.
La cita de Rowling proviene en realidad de un artículo de Engels sobre la autoridad, pero, como es típico con las tácticas de los derechistas, la ha utilizado despojándola de todo el contexto que rodea la postura de Engels. ¿Quiénes son los "señores" de los que hablaba el más estrecho colaborador y compañero de Marx?
La verdadera postura de Engels
Engels escribió su artículo "Sobre la autoridad" entre octubre de 1872 y marzo de 1873, aproximadamente un año después de que la Comuna de París fuera aplastada en un baño de sangre por soldados franceses y alemanes, quienes apenas unos meses antes estaban enfrentados militarmente. Estos antiguos "enemigos" se olvidaron de pronto de que se encontraban en guerra (la guerra franco-prusiana) porque tenían que enfrentarse a una amenaza aún mayor: el despertar del proletariado y la creación del primer gobierno obrero de la historia.
En los meses siguientes se produjeron acalorados debates en el seno de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT, conocida también como la Primera Internacional), la organización que agrupaba a los socialistas de todas las tendencias y en la que Marx y sus partidarios eran una fracción entre muchas otras. Anarquistas de todo tipo también se organizaron en las filas de la Primera Internacional; entre ellos estaba Mijaíl Bakunin, nacido en Rusia, que también había colaborado con Marx en una lucha común contra otras tendencias socialistas. Marx y Bakunin, sin embargo, no coincidían en otras cuestiones, una de ellas siendo la organización de la propia Internacional.
Para Bakunin, la organización debía ser más autónoma y con una estructura más confederada para dejar que cada sección decidiera sus propias posiciones políticas. Marx, en cambio, creía que la Internacional debía tener una postura más centralizada y que las secciones, si bien pudieran tener la libertad de decidir sus posiciones, éstas no debían contradecirse con lo que se planteaba como política central. Después de todo, si los trabajadores de una sección nacional, por ejemplo, apoyaban una guerra (como la guerra franco-prusiana), y los demás decidían posicionarse en contra de dicha guerra, ¿qué sentido tenía entonces estar dentro de la misma organización?
Este mismo problema se ha repetido incluso al interior de organizaciones marxistas que, a pesar de afirmar presuntamente seguir las propuestas organizativas de Marx sobre la Internacional, han llegado a dividirse debido a la invasión rusa de Ucrania. Es lo que pasó recientemente con la Liga Internacional Socialista (LIS), la organización internacional a la que pertenece el MST de Argentina y que recientemente sufrió una escisión de su sección turca sobre la cuestión de la guerra en Ucrania.
El problema, como puede verse, no es nuevo y sigue muy vigente. Al luchar contra lo que consideraban abusos de autoridad, los partidarios de Bakunin dentro de la AIT iniciaron una campaña para que se aprobaran sus posiciones. No hay que confundirse: los "libertarios" que hoy deambulan en redes con banderas esclavistas amarillas y adherentes a Milei, Gloria Álvarez, Espert, etc., no tienen nada que ver con los verdaderos y originales libertarios, que en realidad eran socialistas. Bakunin y sus partidarios se llamaron a sí mismos "socialistas libertarios" en contraposición a los partidarios de Marx, a quienes llamaban "socialistas autoritarios".
Este es el contexto en el que Engels escribió su artículo. Literalmente en los renglones anteriores, el camarada de Marx explica su postura contra las contradictorias posiciones de Bakunin.
Pero, donde más salta a la vista la necesidad de la autoridad —dice Engels—, y de una autoridad imperiosa, es en un barco en alta mar. Allí, en el momento de peligro, la vida de cada uno depende de la obediencia instantánea y absoluta de todos a la voluntad de uno solo.
Cuando he puesto argumentos similares a los más furiosos antiautoritarios, no han sabido responderme más que esto: «¡Ah! eso es verdad, pero aquí no se trata de que nosotros demos al delegado una autoridad, ¡sino de un encargo!». Estos señores creen cambiar la cosa con cambiarle el nombre. He aquí cómo se burlan del mundo estos profundos pensadores [las negritas son el fragmento que Rowling sacó de contexto en su tweet].
Este es el contenido real de la posición de Engels y esos son los "señores" contra los que está discutiendo: no "hombres con ropa de mujer", como transfóbicas como Rowling y Moore piensan de las mujeres trans. Engels está escribiendo contra los anarquistas que confían la autoridad a sus dirigentes y la llaman de otra manera.
Más aún, tanto Marx como Engels lucharon por construir un mundo sin opresión ni explotación. Aunque sus posturas con respecto a las personas homosexuales pudieran parecer discriminatorias hoy en día, se expresaron en un ámbito privado y en un contexto en el que los derechos de la comunidad gay aún no eran una cuestión política abierta.
El socialismo tiene una rica historia de defensa de los derechos de la comunidad LGBTQ+, desde la lucha del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) contra el artículo 175 a finales del siglo XIX en Alemania (que prohibía las prácticas homosexuales); está también el caso de la agrupación SEXPOL del psicólogo Wilhelm Reich como ala dentro del Partido Comunista de Alemania (KPD), la cual llegó a disputar a jóvenes homosexuales nazis de familias obreras que estaban descontentos y a quienes convenció de luchar por un proyecto comunista y contra Hitler. En años más recientes, podemos mencionar la expropiación de la gráfica MadyGraf en Argentina, la cual comenzó como una lucha para defender los derechos de una trabajadora trans. Estos ejemplos bastan para demostrar que las palabras de Marx y Engels no tienen cabida con el odio que Rowling y Moore destilan.
Materialismo vulgar contra materiaismo dialéctico
Veamos ahora más de cerca el argumento falaz de Moore. "Marx era materialista [y] el ser social determina la conciencia". Efectivamente, Marx era materialista, pero no un materialista cualquiera, sino un materialista dialéctico. ¿Qué significa esto? Significa que el materialismo de Marx estaba arraigado no sólo en la realidad material, sino también en el cambio constante debido a la naturaleza cambiante de la realidad misma, así como de los descubrimientos científicos.
Lo que se esconde detrás de la idea que expone Moore, de que "el ser social determina la conciencia", es una vulgar aproximación al marxismo, al materialismo (no tan diferente del de Feuerbach, pensador alemán contra cuyas ideas polemizó Marx) y a los avances científicos. Ningún marxista o socialista discutiría la idea de que el ser y la realidad social determinan la conciencia. Sin embargo, el estereotipo de Moore distorsiona esta premisa social para afirmar que ser trans es una cuestión de conciencia, como si alguien un día se despertara y decidiera identificarse como un género diferente de la noche a la mañana.
Las cuestiones trans son un fenómeno complejo, en el que las personas trans se enfrentan a una gran variedad de posturas cis-heteronormativas que, en su educación, tienden a empujarlas a ser objeto de una serie de posturas discriminatorias por parte de otros miembros de la sociedad por no ajustarse a estas normas (como lo es la idea ejemplo, de que "los niños llevan pantalones azules y las niñas llevan vestidos rosas"). Muchas de estas personas, por tanto, tienden entonces a adoptar conductas performativas para "disfrazar" su identidad. Es decir (por ejemplo), mujeres trans que visten y fingen tener conductas masculinas para no ser víctimas de discriminación.
Por supuesto, para algunos miembros de la comunidad trans se podría argumentar que están actuando socialmente de forma machista (en el caso de las mujeres trans, como suelen decir las TERF, "están socializados como hombres"), pero para transfóbicas como Rowling y Moore, la solución no radica en cambiar las condiciones de dicho ser social para determinar una conciencia que erradique o reduzca la violencia de género, sino en borrar e invalidar por completo la identidad de todo un sector de la sociedad, con lo que no se aborda el problema de fondo: el de una sociedad patriarcal que enseña a los varones que pueden comportarse violentamente contra las mujeres (y también contra los varones que menos se acoplan a lo que se entiende como "lo masculino" o que son "menos hombrecitos") con impunidad y facilidad.
Ya en un nivel más técnico, la bioquímica del cerebro es un factor clave dentro de lo que diferencia a las personas trans de las personas cisgénero; ¿acaso las hormonas y las sustancias químicas del cerebro no son un factor material? Para las personas transfóbicas como Moore y Rowling, la bioquímica y las hormonas no tienen relevancia en la ecuación porque para ellas ser trans es tan fácil como decidir un día llevar pantalones de mezclilla o una camiseta. Ya que estamos en esto, bien podríamos añadir la preferencia sexual: ¿realmente la gente se levanta una mañana de la nada y decide que de repente le gusta su mismo género (o al revés)? Evidentemente no, pero a las TERF les gusta difundir estos peligrosos estereotipos para hacer avanzar su agenda reaccionaria.
Recientemente, por ejemplo, las TERF mexicanas han declarado abiertamente que están en contra del derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos y que prefieren mil veces prohibir el aborto si eso significa impedir que las personas trans accedan a una clínica a pesar de ser (como ellas dicen) "vulvaportantes". Las TERF, como se puede ver claramente, no son aliadas del movimiento feminista, de las personas gays y lesbianas, de los trabajadores y de la juventud; son saboteadoras y quintacolumnistas de derechas que hablan de feminismo, pero no hacen lo que dicen. Prefieren juntarse con neonazis (como se vio recientemente en una marcha transfóbica en Australia) que trabajar activamente en favor de los derechos de las mujeres.
La apropiación de Marx y Engels por parte de Rowling y Moore es, al igual que la postura antitrans del Partido Comunista Británico, una comprensión vulgar e incorrecta de las teorías de estos dos gigantes filosóficos, por no mencionar un rechazo de los últimos avances científicos en teoría biológica, genética y social de los últimos 50 años, oponiéndose así a la naturaleza dialéctica del materialismo marxista. Prefieren rechazar el linaje liberador y la teoría marxista para abrazar posiciones ultrarreaccionarias. No son izquierdistas, ciertamente no son marxistas, y pertenecen exactamente a donde se están organizando: en la derecha. |