Nada nuevo. No sorprende que Milei quiera ir contra todo tipo de derechos conquistados y consecuentemente promueva que la educación esté en la órbita total de los mercados. Su propuesta es la subvención mediante un “sistema vouchers”, un bono que reciba directamente el estudiante y con el que se fomentaría la competencia entre las escuelas. Así mismo en nombre de la “libertad” se opone a la obligatoriedad de la educación.
Esta medida supone el arancelamiento total de la educación, pasando a financiarse a través de los consumidores por la vía de un cheque escolar del estado. Las entidades de gestión pública competirán de forma directa con las escuelas privadas con fines de lucro. En sus versiones más radicales proponen que el cheque escolar no provenga de impuestos, sino de “contribuyentes voluntarios”. Puro dogmatismo neoliberal que esconde precarización y privatización lisa y llana.
Un poco de historia…neoliberal
La idea de bonos escolares o “escuelas voucher” fue sostenida en los años ‘50 por el economista y padre del neoliberalismo, Milton Friedman. Uno de los fundadores de la escuela de Chicago que formó a los economistas de las dictaduras en Chile y Argentina y también inspiró las políticas de Reagan y Thatcher en los ‘80. En 1955 publica un ensayo titulado “El papel del gobierno en la educación”, donde desarrolla teóricamente los fundamentos de la liberalización de la educación en el mercado.
Esta repentina defensa de la libre elección escolar no es azarosa. Para 1954, producto de las enormes luchas de la comunidad afroamericana, la Corte Suprema de EE. UU. declara anticonstitucional la segregación en las escuelas en lo que se conoció como “el fallo Brown”. Al año siguiente, en el trabajo fundacional de las “escuelas voucher”, Friedman dice estar en contra de la segregación, pero también se opone a la “no segregación forzosa”. Y agrega que, si la educación depende del Estado, estas son las dos únicas posibilidades. No obstante, nos presenta una tercera vía, la del mercado, y sin tapujos escribe: “Las escuelas privadas pueden resolver el dilema, desarrollarse escuelas exclusivamente blancas, escuelas exclusivamente de color y escuelas mixtas. Los padres pueden elegir a cuál enviar a sus hijos” (Friedman, 1955). Naturalmente, la segregación fue el principal motor para los primeros ensayos de aplicación, en algunos estados del sur de EE. UU., con los resultados previstos.
Para dicha corriente la educación debía salirse de la esfera estatal para introducirse como mercancía en las normas del libre mercado de la “oferta y demanda”. El financiamiento de las escuelas dependería de la cantidad de estudiantes que asistan a las aulas. Además, Friedman argumentaba que los propios programas de educación debían también estar sujetos a la competencia y los incentivos del mercado, es decir que cada institución podía modificar sus planes de estudio para “atraer más alumnos”.
Una de las entrevistas más famosas que se le realizó es el documental Free to choose que se emitió en la televisión pública estadounidense en la década de 1980. Allí, se define con claridad a las familias y estudiantes como “clientes” y los docentes “quienes deben desempeñarse en dar un mejor servicio”.
Traduciendo. La educación deja de ser concebida como un derecho social para transformarse en una posibilidad de consumo individual. Se descentraliza el sistema educativo e incentiva a la creación de escuelas privadas. Estas últimas acrecientan su nivel de lucro ya no solo cobrando una cuota a las familias sino mediante sus “vouchers” subvencionados. Esto conlleva a una mayor segregación de la comunidad educativa según su condición social. Se cristaliza un sistema educativo dual con un sector público cada vez más degradado y un sector privado donde concurren los hijos de los sectores más acomodados de la población (y franjas de los trabajadores con mejores salarios). Lejos de libertad de elección, es libertad de lucrar con la educación.
De más está decir que a la docencia se le plantea ser “rentable” respondiendo a las demandas individuales de los consumidores, y que sus derechos dependerán del dueño de una u otra institución educativa y, por ende, de su “contratación”. La competencia mercantil deja terreno libre a que los dueños de una institución sean los que definan el contenido pedagógico, que no será en función del conocimiento científico vigente, sino que estará atado a ser “atractivo” para el “consumidor”.
Educando con el ejemplo
Varios países han implementado sistemas de educación "voucher" al mismo tiempo que han privatizado sus estudios superiores. Chile, Suecia, algunos estados de EE. UU., Colombia y un puñado más de países que optaron por este sistema. Pero, analicemos algunos resultados de su aplicación práctica.
Chile, con clara influencia de los “Chicago boys”, implementó un sistema de educación “voucher” en la década de 1980. La reforma educacional de privatización regulada por la relación entre “oferentes” y “demandantes” fue desmantelando progresivamente la educación pública. Según cifras publicadas el 2011, Chile es el país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con mayor segregación socioeconómica a nivel escolar.
Uno de los motores que impulsó la rebelión popular de 2019, fue precisamente el rechazo contra la educación de mercado, aspecto clave de la herencia de la dictadura. “No son 30 pesos, son 30 años”, fue la consigna que movilizó a millones en el 2019 contra la herencia pinochetista. Como describió La Izquierda Diario de Chile:
Miles de deudores del CAE –Crédito Aval del Estado– repletaron las calles para decir ¡Ya basta!, y en ellas se encontraron con quienes ni siquiera tuvieron la posibilidad de entrar a la universidad porque fueron desechados por las pruebas de selección estandarizadas, verdaderos filtros de clase que licuan los sueños de quienes no tuvieron acceso a un buen colegio ni el dinero para pagar un preuniversitario. Junto a ellos, estaban quienes de la universidad solo les quedó la deuda millonaria porque no tuvieron las condiciones para terminarla. Por todo esto ¡Abajo la Educación de mercado! era un grito que se escuchaba cada vez que alguien tocaba una cacerola (Vidal, 2022).
Otro ejemplo es Suecia. Su implementación fue en 1992, cuando se descentralizó el sistema educativo pasando a estar bajo la órbita de las provincias o comunas. Hasta esa fecha, las escuelas dependían exclusivamente del estado y ostentaba junto con Finlandia los índices educativos más altos del mundo.
Con la llegada de los vouchers no solo aumentaron en cantidad y matrícula las escuelas privadas con fines de lucro y confesionales, también se conformaron verdaderos conglomerados de empresas dedicadas a la educación. “Franquicias” de escuelas, como la más importante de Suecia llamada Academedia, obtuvieron un ingreso de casi mil millones de dólares en 2017. Sin embargo, luego de casi dos décadas de la implantación de los bonos escolares, Suecia se encuentra hoy por debajo de la media europea en índices educativos.
Este gigantesco salto hacia atrás se verifica también en la segregación provocada por el sistema de vouchers, que provocó una diferenciación marcada entre “escuelas de nativos” y “escuelas de inmigrantes”. Ninguna “empresa educativa” está dispuesta a “incurrir en costos” por los que no obtienen beneficios, nivelando hacia abajo las escuelas en barrios humildes, y aumentando la oferta en sectores con poder adquisitivo alto.
Milei al rescate de la dictadura y los ‘90
Milei, retoma de la corriente neoliberal de Friedman la idea de la escuela “voucher” con la que ya hemos debatido arriba y la propone como plataforma educativa para su candidatura presidencial 2023. Bajo esta óptica privatista, no es de extrañar que enarbole su simpatía por el menemismo, quien fuera la viva imagen de la casta política y la corrupción.
Por si hace falta recordar, el menemismo llevó adelante lo que se había iniciado con Onganía y la última dictadura militar: la descentralización del sistema educativo. Esa transferencia del financiamiento generó una profunda y extendida desigualdad entre los sistemas provinciales respecto a la recaudación y el gasto. Al mismo tiempo se fomentó la educación privada y el fortalecimiento de las cooperadoras escolares para avanzar en desvincular el rol del estado en la escuela pública. Y se adaptaron aún más las políticas educativas a los dictados de los organismos internacionales de crédito, como el Banco Mundial. Hilos de continuidad, cabe destacar, completamente vigentes. El espíritu de la Ley Federal del menemismo, que habilitaba a cualquier entidad privada a ofrecer servicios educativos y ser subvencionada por el Estado, no solo se mantuvo sino que favoreció a que creciera el mercado educativo privado y particularmente confesional.
Milei también argumenta la necesidad de libre mercado en la educación para que “los pobres no estén condenados al adoctrinamiento de la educación pública que los contaminan con marxismo cultural”. Se enfrenta a contenidos científicos como el calentamiento global porque “no existe” y es un invento “del socialismo” y con virulencia ataca la ESI.
De conjunto, la búsqueda de instalar que hay “adoctrinamiento” en las aulas, es decir, generar un imaginario de confrontación con las familias en oposición a la docencia, es un claro intento de atacar la organización sindical y del conjunto de la comunidad educativa para ir allanando el terreno para una mayor precarización laboral y educativa de la mano de una doctrina del individualismo. Al mismo tiempo que expresa una fuerte posición ideológica reaccionaria contra todo tipo de avance democrático como, por ejemplo, la gran marea verde que conquistó el derecho al aborto.
Contextualizando ahora a Milei, como antes hicimos con Friedman, no es de extrañar su actual preocupación por el programa educativo. En su discurso de “bajar el gasto público” incluye, decidida y abiertamente, a la escuela pública. Y en su cruzada de “libertad individual vs. la casta del Estado”, se posiciona siempre a favor de la casta. Por eso se apura a manifestarse a favor de pagar al FMI la estafa de la deuda que impusieron en connivencia con los gobiernos de turno, y financiar esa timba de los de arriba a costa de la educación de los de abajo. Por eso el único derecho que defiende a rajatabla es el de la propiedad privada.
La educación ni en manos de los mercados, ni bajo un estado capitalista
Transformar la educación en una mercancía implica que impartirla genere ganancia para la “empresa-escuela” que la “oferta” y que se le quite un derecho a estudiantes en nombre de la “libertad”. Milei ha tomado como modelo el sistema voucher que donde se llevó adelante agravó todas las desigualdades sociales. Como se describió anteriormente, fue lo que sucedió en Chile y desató una rebelión décadas más tarde.
En la Argentina la educación que se instaura con la Ley 1420 define que la misma debe ser universal, obligatoria, laica y gratuita. Aunque se esfuerce Milei en creer que son valores marxistas, lejos están Roca y Sarmiento de ser considerados comunistas. Desde esta base de derecho social elemental en la que la mayoría de la población puede acceder a la educación, se puede desplegar todo tipo de críticas.
La educación pública, sobre todo tras la pandemia, viene siendo fuertemente cuestionada. El sentido común de que el paso por la escuela “genera igualdad y un futuro más próspero”, se va cayendo como castillo de naipes frente a una realidad que nos presenta niveles alarmantes de pobreza infantil y desocupación. Seis millones de menores de 15 años son pobres (según datos del INDEC). Asimismo y en el marco de esta profunda crisis económica y social, los gobiernos desfinancian la educación pública. Ninguno de ellos (ni Cristina Fernández, ni Mauricio Macri, ni Alberto Fernández) cumplieron con la Ley de financiamiento educativo que sus mismos legisladores sancionaron. Solo en tres años se cumplió con la meta que llevaba a invertir 6 % del PBI: 2009, 2013 y 2015. Las escuelas se caen a pedazos y aumenta la precarización laboral y educativa. Mientras esto sucede, las conducciones sindicales de la Ctera y gremios provinciales están muy ocupados en integrarse cada vez más al gobierno y ser cómplices de un ajuste brutal de la mano del FMI que se profundiza día a día. Es importante remarcar que estos son responsables políticos de la crisis educativa y social, y en consecuencia de la avanzada de las ideas de ultra derecha.
Desde nuestra perspectiva socialista, defendemos la gratuidad de la enseñanza y su laicidad frente a cualquier ataque de privatización, reivindicamos el conocimiento como patrimonio social y colectivo contra la ideología neoliberal del conocimiento como mercancía de propiedad individual pero no dejamos de considerar que la escuela tiene funciones que son a favor de los grandes empresarios y poderosos y de sostener un sistema de desigualdad social. Desde la transmisión desde arriba de sus “sentidos comunes” del mundo, la preparación para el trabajo con pasantías (incluso en lugares de precarización absoluta), con normas que de alguna forma preparan para la subordinación futura (timbre, filas, calificación, competencia, verticalidad, pruebas estandarizadas). Y cada vez más de ser una institución de “depósitos” de infancias y adolescencias durante la mayor cantidad de horas para que sus familias puedan cumplir con sus extenuantes jornadas laborales. Sin dejar de lado la transmisión de que la escuela es la que te provee de la “igualdad de oportunidades para la vida” para todos por igual.
Sin embargo, como plantea Wayne Au en A marxist education: learning to change the world: “El papel ideológico que juegan las escuelas capitalistas también tiene su propia contradicción interna: es difícil decirles continuamente a los estudiantes que todos son iguales y que (luego) una buena parte de ellos realmente no espere igualdad” (Au, 2018: 82,traducción propia).
Sobre esa contradicción estructural y sobre la relativa autonomía que tiene el rol docente y el lazo con familias y estudiantes que muchas veces se rebela ante lo impuesto, se puede desplegar una pedagogía crítica discutida democráticamente con el conjunto de la comunidad. Educación no en términos de “ganancias” o “gastos” sino desde un punto de vista del pueblo trabajador. Que lleve a cuestionar el tipo de educación actual, su organización, la ideología de clase, donde los verdaderos interesados en resolver la crisis educativa discutan un verdadero plan, en base al aumento del presupuesto en forma inmediata, la pelea por la nacionalización del sistema educativo, una jornada laboral (4 hs frente al curso y 2 hs para corregir y planificar) con salario acorde a la canasta familiar, el no pago de la deuda fraudulenta e ilegal para que esa plata vaya para educación, entre otras medidas de emergencia. En perspectiva de cuestionar de raíz la sociedad basada en la desigualdad social, para transformarla y abrir la posibilidad de conquistar una educación realmente liberadora. Una educación al servicio del desarrollo ilimitado de las posibilidades de la creación humana, en un mundo desalienado del trabajo capitalista.
Bibliografía
Au, Wayne (2018), “Capitalist Inequality and Schools: Marxism, Neo-Marxism, and the dialectics of Educational (Re)Production”, A marxist education: learning to change the world, Chicago, Haymarket Books. Traducción propia.
Blomqvist, Paula (2004), The Choice Revolution: Privatization of Swedish Welfare Services in the 1990s, Blomqvist. Social Policy & Administration - Wiley Online Library. Traducción propia.
Castillo, Christian (2017), “La educación pública en emergencia”, Ideas de Izquierda N.º 38.
Friedman, Milton (1955), The role of government in education->https://www.jbnoe.fr/IMG/pdf/friedman_-_cheque_education.pdf]. Traducción propia.
Pescarmona, Virginia y Puy, Federico (2020), “Antonio Gramsci y una educación desde una perspectiva revolucionaria”, semanario Ideas de Izquierda.
Vidal, Benjamin (2022), “Educación en la propuesta de Nueva Constitución: ¿Continuidad o cambio?”, La Izquierda Diario Chile. |