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7 de mayo de 2023 Twitter Faceboock

Ideas de Izquierda
Francia: Macron no logra volver a la normalidad
Juan Chingo
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[Desde París] Después del intenso Primero de Mayo de 2023, las direcciones sindicales que quisieran, pero no pueden, pasar a otra cosa de la lucha de las jubilaciones, llamaron a una nueva jornada de huelgas y movilización en más de un mes. Como escribimos el pasado 2 de mayo en Révolution Permanente:

“A la espera de la decisión sobre el Referéndum de Iniciativa Compartida, la intersindical saluda el proyecto de ley de derogación de la reforma de las pensiones que figurará en el orden del día del 8 de junio en la Asamblea Nacional”, afirman, antes de llamar a “ir al encuentro de los diputados de todas partes para pedirles que voten a favor de este proyecto de ley” y a “multiplicar las iniciativas en este contexto, en particular con una nueva jornada de acción conjunta, huelgas y manifestaciones el 6 de junio”. Tras meses y meses de fracaso tras fracaso en la Asamblea, el Senado o el Consejo Constitucional, la intersindical no saca conclusiones y llama a jornadas de movilización aisladas, con un calendario cada vez más espaciado y destinadas a enviar mensajes a los parlamentarios, más que a construir una correlación de fuerzas dura mediante una huelga renovable.

Peor aún, en los próximos días, los dirigentes sindicales se aprestan a volver a Matignon a invitación de la primera ministra.

Luces y sombras de la Intersindical

De esta manera, manteniéndose aun en el movimiento, pero no dándole –y de forma cada vez más elocuente y patética– la menor perspectiva, la Intersindical intenta desmantelar el proceso profundo de lucha de clases abierto desde el 19/1 sin pagar un fuerte costo. Las razones de la continuidad de la inédita unidad sindical no deben solo buscarse en los motivos político estructurales que han llevado a Berger de la CFDT a la calle después de años de concertación y compromisos en los ministerios: la crisis del dialogo social con el macronismo. Si este elemento novedoso existe, ligado al carácter fuertemente bonapartista del poder actual llevando hasta el límite los rasgos y disposiciones más antidemocráticas de la V República, no explica todo. La clave de la durable unidad de la Intersindical se encuentra en tratar de evitar que la aceleración del proceso que hubo luego de la votación del 49.3, lo que hemos denominado un “momento prerrevolucionario” pegara un salto cambiando la relación de fuerzas y el carácter abiertamente político y contra Macron de la lucha. De esta manera la unidad sindical que al comienzo del movimiento pudo jugar un rol progresivo, alentado a los trabajadores cansados de las divisiones de los sindicatos a entrar en la lucha, se transformó de más en más en un obstáculo, una barrera a la radicalización. Las declaraciones y decisiones de Berger frente a la posible bifurcación de la “fuerza tranquila” de los sindicatos después del 16/3, donde el eje de su política al igual que Macron y Borne fue el apaciguamiento, están ahí para demostrarlo. Esto es lo que explica que el momento Berger haya durado más de la cuenta acompañado por el seguidismo abierto de los sindicatos llamados combativos, que en ningún momento le hicieron sombra al rol dirigente del patrón de la CFDT. La izquierda de la CGT que antes del Congreso Confederal mostraba más los músculos y sobre todo la lengua, no fue la menor alternativa en especial después de la elección de Sophie Binet como secretaria general y una dirección mas colegiada que los incluye. Por su parte Solidaires, aunque llamaba de palabra a una huelga reconducible, en los hechos fue uno de los más fieles seguidores de la dirección Berger en la Intersindical, retransmitiendo cotidianamente los comunicados de la intersindical de forma totalmente acrítica, incluido el más reciente.

Lamentablemente, solo desde la Red por la Huelga General planteamos una crítica abierta a la estrategia de la Intersindical, como reconoce Mediapart. Pero a diferencia del pasado, donde la CFDT traicionaba en rasa campaña como en 2003 o abandona el barco luego de la promulgación de la ley como en 2010, el hecho que la Intersindical se haya mantenido obstaculiza mismo para la vanguardia el balance de su política derrotista. En esto juegan un rol cantidad de intelectuales que absuelven a la Intersindical de su estrategia, como ya hemos criticado en la polémica con Ugo Palheta. Contra esta actitud complaciente, recordemos lo que decía León Trotsky, que comprendía más a fondo la lógica del sindicalismo francés que muchos intelectuales de izquierda de ayer y ahora en 1930, no solo frente Jouhaux [1], dirigente de la CGT y calificado por Trotsky como el “más corrupto y servil agente del capital”, sino también frente a su ala izquierda: “La tarea del revolucionario honesto consiste, sobre todo en Francia donde son tan frecuentes las traiciones impunes, en recordar a los obreros las experiencias del pasado, en templar a los jóvenes en la intransigencia, en relatar incansablemente la historia de la traición de la Segunda Internacional y del sindicalismo francés, en desenmascarar el papel vergonzoso desempeñado no solo por Jouhaux y cía., sino sobre todo por los sindicalistas de ‘izquierda’ como Merrheim y Dumoulin. Quien no lleve a cabo esta tarea elemental hacia la nueva generación se priva para siempre de la confianza de los revolucionarios” [2]. Esta recomendación tiene un enorme valor hoy en día ya que, a diferencia de los anteriores movimientos sociales, las direcciones sindicales y en especial la más colaboracionista de ellas, la de la CFDT, salen reforzadas coyunturalmente del movimiento debido a que su traición aparece encubierta, como dijimos.

La no vuelta a la normalidad

Pero a pesar del impasse y retroceso de la movilización como consecuencia de la estrategia derrotista de la Intersindical, todavía no hay una vuelta a lo normal. Por el contrario, esta se muestra problemática, dando una prueba suplementaria de la vitalidad del movimiento. Las muestras de estos son múltiples y diversas. Veamos algunos ejemplos.

Un Primero de Mayo intenso. En la decimotercera movilización contra la reforma de las pensiones, 782.000 personas marcharon en todo el país según las autoridades (2,3 millones según la CGT) en unos 300 municipios. Es el segundo Primero de Mayo más multitudinario de los últimos 30 años, solo detrás del de 2002, en el intervalo entre dos vueltas de unas elecciones presidenciales que vieron por primera vez a Le Pen en la segunda vuelta. Por el contrario, muy por encima del último Primero de Mayo unitario de 2009, que reunió a 465.000 manifestantes, justo después de la crisis financiera mundial. Volviendo a 2023, asistimos a una reactivación de la participación, después de cuatro jornadas en las que el número de manifestantes descendía inexorablemente. Mas sorprendentemente, tiene una curva distinta a la lucha contra la reforma de jubilaciones de 2010. Una vez que Nicolas Sarkozy promulgó la ley que había aumentado la edad legal de jubilación de 60 a 62 años, la movilización cayó en unas dos semanas a unas insignificantes 52.000 personas después, como en el actual movimiento, de meses de protestas y varias manifestaciones que superaron el millón de participantes. Todo esto demuestra la profundidad del movimiento actual y de la permanencia de su fuerza.

Ligado a lo anterior, desde que Macron quiso dar una vuelta de página sobre la reforma jubilatoria e ir al encuentro de los franceses, no ha habido un desplazamiento del jefe de Estado y de sus ministros que no fuera acompañada de manifestaciones y cacerolazos, generando una verdadera preocupación al poder que ha extendido medidas represivas surrealistas como la prohibición de los llamados “dispositivos de sonido portátiles” (sic). O el nerviosismo del poder frente a la final de la Copa de Francia buscando por todos los medios que el presidente no sufra una humillación en el Stade France. Todo esto demuestra una determinación de sectores amplios del movimiento de masas a continuar la lucha, como muestran mismo las encuestas. Mas grave aún, como nota el editorialista de Les Echos, Jean-Marc Vittori: “Es agradable ver a franceses descontentos golpeando las cacerolas: es una suave revuelta. Pero detrás hay signos mucho más preocupantes”, apuntando “a la tendencia general a la demolición”, a la deslegitimación general del conjunto de las instituciones del régimen.

Por último, al calor de la inflación en especial de la canasta alimentaria, se siguen multiplicando las luchas reivindicativas. Como dice la periodista de Le Monde Aline Leclerc:

Porque si la reforma de las pensiones les ha eclipsado mediáticamente desde enero, las movilizaciones para obtener aumentos de salario no han cesado, en el marco de las negociaciones anuales obligatorias (NAO) que se celebran generalmente a finales o principios de año. Citemos, por ejemplo, el movimiento en curso desde el 20 de marzo en Vertbaudet, cerca de Lille, la huelga de Tisséo, que paralizó la red de transporte público de Toulouse, la de los empleados de la fábrica de chocolate Cémoi en Orne, de Blédina en Brive-la-Gaillarde (Corrèze), de las bases logísticas de Intermarché, de los centros de Michelin, Amazon y Alstom, e incluso la de los empleados del gigante de los videojuegos Ubisoft, que fue inédita. También fueron inéditos los paros en dos centros de jardinería de Truffaut, el último de ellos en Ivry-sur-Seine (Val-de-Marne) el sábado 22 de abril. “Es la primera vez en casi veinte años. Realmente necesitamos que nos lleven al límite para llegar a este punto”, confía un supervisor que se manifiesta en la tienda (las personas mencionadas cuyos nombres no aparecen han solicitado el anonimato). “Con el salario mínimo, no podemos salir adelante. Acaban de recortarme la factura del teléfono. A mis 33 años, he tenido que pedir ayuda a mi madre”, se lamenta Hélène, vendedora en una guardería. “Estoy sola con tres hijos y 1.000 euros de alquiler. Con un sueldo de 1.451 euros netos, ¿cómo me las arreglo?”, se pregunta Emmanuelle, de 47 años.

Una muestra de más de cómo la negativa de la Intersindical de ir más allá del retiro de la reforma y ni siquiera plantear la cuestión de los salarios y del costo de vida, a pesar de que se trata de una urgencia inmediata para las clases trabajadoras, ha sido suicida para la victoria en la batalla de las jubilaciones.

Todo esto sin medir aun la influencia que puede tener para el futuro próximo, es decir los nuevos ciclos de la lucha de clases, el aumento de las afiliaciones de los sindicatos y sobre todo la politización y la combatividad reencontrada de muchos de las bases sindicales, en especial en los sindicatos reformistas, que pueden crean nuevas dinámicas y tendencias al interior de esas organizaciones a la vez un intento de ir a buscar a las franjas del proletariado excluidas de la sindicalización.

Una “situación prerrevolucionaria latente”

Como hemos dicho el “momento prerrevolucionario” no se amplió y extendió; se evitó la entrada en una situación prerrevolucionaria abierta en gran parte por la política de apaciguamiento de la Intersindical. Sin embargo, como venimos de ver, la situación está aún lejos devolver a lo normal desde franjas importantes del movimiento de masas. Más importante aún para la gobernabilidad, el gobierno sale muy debilitado de esta victoria a lo Pirrus y, cosa nueva, estamos presenciando un salto en la crisis orgánica del capitalismo francés que afecta enteramente la legitimidad del régimen político. Como dice el historiador Pierre Rosanvallon: “Atravesamos, desde el final del conflicto argelino, la crisis democrática más grave que ha conocido Francia”.

Si faltaba un elemento de la crisis que se vive en las alturas, es bastante sintomático que esta cumbre del “moderantismo” considere que la crisis que atravesamos solo puede compararse con el período de la guerra de Argelia y que incluso en el 68 la crisis democrática estaba más controlada. Tal vez la definición de Rosanvallon sea algo exagerada, enojado por el trato que el macronismo (del que fue partidario) le da a sus amigos de la CFDT. Pero es cierto como él dice que el régimen V Republicano ideado por De Gaulle utilizó, incluso en momentos de crisis más grandes como la huelga general de 1968, primero el arma de la disolución de la Asamblea, y luego el mismo De Gaulle intentó reinventar las instituciones, fracasó y terminó renunciando; una plasticidad de una V República aún joven, que venía de reinventar el modelo económico francés de forma pujante, todo lo contrario de la crisis económica estructural de Francia y de la dureza institucional del régimen en su decadencia. Esta rigidez institucional, frente a nuevos saltos de la crisis social, solo puede aumentar la polarización política en el marco de que las mediaciones a izquierda y derecha del régimen no se comparan con la que existían en la década de 1970. Si bien es cierto que la izquierda el melenchonismo puede ser una herramienta de canalización, su solidez no se compara con la refundación del PS en Epinay por Miterrand en 1971 y la existencia mismo en la coalición de izquierda de un PCF fuerte, del cual el actual es una pálida sombra. Y ni que hablar a la derecha, de la fuerza actual de Le Pen, ya que la extrema derecha representaba una fuerza electoral infinitamente más marginal de los años 1970 de lo que es ahora.

La gravedad de la situación ya está teniendo consecuencias en los campos donde el gobierno se sentía fuerte: el económico. Este “impasse político” es el que remarca la agencia de calificación de deuda soberana Fitch, que, a pesar de la adopción de la reforma de las pensiones, rebajó la nota de la deuda soberana de Francia de AA a AA-. En su comunicado de prensa del 29/4 afirma que el “estancamiento político y los movimientos sociales (a veces violentos)” en Francia durante los últimos tres meses “suponen un riesgo para la agenda reformista de Macron y podrían crear presiones para una política fiscal más expansiva o una reversión de las reformas anteriores”. Un duro golpe para el Ejecutivo.

Tomando en cuenta que a Macron aún le restan cuatro años de mandato y que la tripolarización de la vida política y la crisis de las viejas alianzas de izquierda y de derecha no solo crea inestabilidad política como se ve en el Parlamento, sino que debilita el mecanismo de descompresión de la alternativa electoral frente a las crisis sociales como fue en 1995 o 2010 por ejemplo, es que tendemos a definir la situación como prerrevolucionaria latente. O si se quiere una situación transitoria, es decir, aún no definida su dinámica entre un escenario donde el gobierno logra controlar al menos parcialmente las fuertes contradicciones que se han abierto, abriendo una situación no revolucionaria; y otro escenario, en el marco de alzas y bajas, que tiene nuevos sobresaltos que abren a una situación prerrevolucionaria. Dicho de otra manera, no deberíamos confundir el término “transitorio” simplemente con lo efímero o lo limitado, sino más bien como el preámbulo de bifurcaciones en el proceso histórico. Su carácter contradictorio, confuso y propenso a los giros bruscos por definición las hace no aptas para (intelectuales) desprevenidos.

“Son precisamente estos estados transitorios los que tienen una importancia decisiva desde el punto de vista de la estrategia política”, dice Trotsky a propósito del tipo de situaciones que estamos analizando. ¿Por qué? Porque en ellos se define el sentido de la flecha del escenario de la lucha de clases. Lejos de cualquier automatismo o fatalismo, para el fundador del Ejército Rojo, la acción o inacción de una fuerza revolucionaria realmente existente es parte determinante de la evolución de la situación misma en la medida de sus fuerzas.

En este marco, desde el punto de vista de la estrategia, lo que se impone en las próximas semanas es hacer un balance claro de la secuencia, denunciando la vuelta al diálogo social de las direcciones sindicales que se aprestan a aceptar la invitación de la Primera Ministra. Al mismo tiempo, tenemos que seguir fortaleciendo los cuadros de coordinación y autoorganización de la vanguardia y potencialmente de las masas en lucha. Eso es lo que tiene por delante la Red por la Huelga General en la actual fase del conflicto. Al tiempo que tenemos que profundizar los debates sobre la necesidad de una organización política, un partido anticapitalista, socialista y revolucionario que sea una herramienta para dar estas peleas y luchar por una alternativa frente a la crisis en curso.

 
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