Este 12 de mayo se cumplieron 90 años del nacimiento de Milcíades Peña. Ediciones IPS reunió en un libro, “Debates sobre la burguesía argentina, la liberación nacional y el peronismo”, dos de sus trabajos más destacados. Aquí reflexionamos sobre algunos aspectos de estas obras que conservan una notable actualidad.
Milcíades Peña. Debates sobre la burguesía argentina, la liberación nacional y el peronismo publicado por Ediciones IPS, reúne dos obras: Industrialización y clases sociales e Industria, burguesía industrial y liberación nacional, producciones ligadas a sus artículos publicados en la reconocida revista Fichas de investigación económica y social, cuyo primer número apareció en abril de 1964. Estos trabajos reconocen antecedentes en los publicados en la revista Estrategiade la liberación nacional y social (1957-1958), de la que Peña fue redactor responsable y estaba vinculada a Palabra Obrera, grupo trotskista dirigido por Nahuel Moreno, del cual Milcíades formó parte. [1].
Presentamos aquí solo algunos de los nudos desarrollados ampliamente en el libro, con el objetivo de invitar a leerlo para profundizar en ellos y extraer las múltiples conclusiones que ofrecen las investigaciones y reflexiones de uno de los historiadores marxistas más importantes de Argentina, cuya influencia sobre varias generaciones de militantes, investigadores y académicos contrasta con la escasa difusión de sus escritos.
Industria, burguesía industrial y liberación nacional
En la primera parte del libro, Peña debate con un representante de la llamada “izquierda nacional”, Jorge Abelardo Ramos, en torno al carácter de la burguesía industrial argentina y su relación con el peronismo. Ramos provenía también del trotskismo local, y formó parte de un debate de larga data acerca de las tareas de la revolución en los países semicoloniales, en particular la liberación nacional de la dominación imperialista. [2] Tras el triunfo electoral de Perón la publicación dirigida por Ramos, Octubre, postuló el carácter progresivo del peronismo atribuyéndole rasgos populares y antiimperialistas llamando al apoyo crítico por parte de “la izquierda”. En los años 60, en los que Peña debatió con Ramos, este había fundado el Partido Socialista de la Izquierda Nacional (PSIN). Con un estilo punzante y polémico, Peña rebate una a una las afirmaciones y tergiversaciones de Ramos y va delineando a través de sus respuestas una de las más sólidas críticas a los postulados de la “izquierda nacional” de colaboración de clases con la burguesía y de apoyo a los movimientos burgueses de tipo nacionalista, como el peronismo.
Afirmando, junto con el carácter atrasado y semicolonial de la Argentina, el papel del proletariado como única clase verdaderamente capaz de realizar la tarea de la emancipación nacional, Peña se propone demostrar la inexistencia de sectores burgueses capaces de emprender una lucha antiimperialista seria; “pese a sus roces y encontronazos con el imperialismo– la burguesía argentina es una clase contrarrevolucionaria porque sus intereses la llevan a colocarse contra la realización de todas las tareas en que consiste la revolución en la Argentina.” (p. 43) [3]
Fundamenta esta afirmación en el análisis de los vínculos de la burguesía nacional con el imperialismo que Peña desarrollará como una tesis central a lo largo de los escritos que componen el libro, demostrando cómo los escarceos, choques e incluso los enfrentamientos puntuales, apuntan tan solo a obtener mejores términos en sus relaciones con las metrópolis.
En este sentido, de la clase y considerando las relaciones entre las fracciones dominante, Peña demuestra también la unidad fundamental entre ellas; así también, los roces y conflictos ocurridos al interior de la clase dominante, entre la burguesía industrial y la clase terrateniente “transcurren dentro del marco y sobre la base del entrelazamiento de sus intereses económicos –que llega a ser fusión en la cúspide de ambas clases– y de la solidaridad de sus intereses sociales, de clases propietarias.” (p 46)
Contrariamente a lo planteado por la izquierda nacional, ningún sector de la burguesía argentina tenía interés en impulsar el desarrollo autónomo de la nación. El supuesto rol de la burguesía en el desarrollo industrial nacional fue la base para la afirmación de las potencialidades revolucionarias de la burguesía nacional que defendió Ramos y contra la que debatió Peña; fue este, además, el punto de partida para la adhesión política de Ramos y su grupo al peronismo. Así, la discusión acerca del carácter de este fenómeno político y de los límites de los movimientos nacionales fue, por tanto, un eje central de la polémica. Peña sintetiza uno de los aspectos de la controversia:
“El apologista [del peronismo, Ramos] dice: que los movimientos nacionales –integrados democráticamente por distintas clases sociales, entre ellas el proletariado– superan las limitaciones de la burguesía semicolonial pues expresan sus “intereses históricos”. Los hechos son: el proletariado participa en los movimientos nacionales como prisionero político de la burguesía. Por lo demás, los movimientos nacionales burgueses comparten todas las limitaciones de las burguesías atrasadas, cuyos “intereses históricos” en nada se diferencian de sus intereses presentes.” (p. 113)
Dejando asentada su posición acerca de los intereses irreconciliables entre la burguesía y la clase trabajadora, Peña se interesa por demostrar que el “peronismo dejó en pie la estructura económico-social que sustenta el atraso y la subordinación a las metrópolis imperialistas”:
“Al 15 de septiembre de 1955 los sectores lucrativos de la economía argentina, y particularmente la industria, tanto la que produce para el mercado interno como la que lo hace para el mercado mundial, registraban una decisiva y siempre creciente presencia del capital imperialista. Esto “en el orden interno”, en lo externo la Argentina estaba endeudada a la banca europea y a la norteamericana, ante la cual el gobierno peronista gestionaba nuevos empréstitos. (p. 146) (…) Puede decirse, sí, que el gobierno peronista, en particular hasta 1953, hizo considerablemente lenta la velocidad con la cual la Argentina se fue integrando en la órbita del capital norteamericano y del panamericanismo. Pero esa política, puramente negativa y en continuo retroceso, sustentada en la descapitalización de la economía nacional y en mantener en Estado de asfixia al capitalismo argentino, no hacía más que crear las condiciones económicas y políticas para un avance vertiginoso de la penetración norteamericana, como el que se registró a partir de la caída del gobierno peronista.” (p. 147)
Enuncia aquí Peña aspectos de su caracterización del peronismo que desarrollará con mayor profundidad en los textos del segundo libro que reunimos en Debates …
Industrialización y clases sociales en Argentina
La segunda parte del libro reúne diez trabajos publicados en la revista Fichas en los que desarrolla con mayor amplitud y profundidad, y una notable documentación, tanto sus principales tesis como los puntos de debate con los representantes de la izquierda nacional, sumando aquí a referentes como Rodolfo Puiggrós.
Algunos de estos trabajos, como “Rasgos biográficos de la famosa burguesía industrial argentina” habían aparecido ya en sus conceptos fundamentales en la citada revista Estrategia de la liberación nacional y social [4]. De conjunto, el texto ofrece un detallado análisis de la estructura económica argentina, las características del proceso de industrialización en sus diversas etapas entre 1935 y 1963, el carácter de los vínculos de las clases dominantes y el imperialismo, un estudio del papel del capital norteamericano en la industria, una profundización en el carácter de la burguesía industrial argentina y sus relaciones con las demás fracciones de clase dominante.
Aquí desarrolla Peña su original concepto de “pseudoindustrialización” para caracterizar la “parodia o caricatura de industrialización” que tuvo lugar a partir de los años 30. Según su visión, la política de impulso de la industria “se realiza sin modificar sustancialmente la estructura social del país, y los desplazamientos a que da lugar dejan en pie las antiguas relaciones de propiedad y entre las clases. La pseudoindustrialización no subvierte la vieja estructura, sino que se inserta en ella.” (p. 232)
Esta caracterización le permite profundizar la ya mencionada discusión contra la supuesta potencialidad revolucionaria de la burguesía industrial nacional –que carecía de interés en destruir las viejas formas de producción ligadas al latifundio- y contra la reivindicación de la política industrialista del gobierno peronista que no ha enfrentado los límites del atraso de la industria, siendo que, por el contrario, “su debilidad estructural se agravó durante el gobierno peronista porque el peronismo no resolvió los problemas básicos –expropiación de los terratenientes, liquidación de la supeditación a intereses foráneos– sin cuya liquidación la industrialización es imposible y queda reemplazada por la pseudoindustrialización con todos sus vicios. (p. 235)
Para caracterizar la estructura económica del país y las raíces de su atraso y dependencia, Peña recurre a las categorías del trotskismo en particular la del desarrollo desigual y combinado. [5] Así, constata que una “gran industria moderna instalada coexiste con un atraso general de la economía, el que, a su vez, reacciona sobre la industria, imprimiéndole un carácter improductivo, ineficiente, atrasado en su conjunto, pese a la importación aislada de tal o cual última palabra de la técnica”. (p. 235) Profundiza aquí sobre las relaciones entre las fracciones de la clase dominante ahora en el marco del análisis del carácter atrasado del país y el usufructúo que de él hace la burguesía de conjunto:
“De tal modo, la burguesía terrateniente incrementa sus rentas, y lo hace en mayor grado cuanto más se acentúa la combinación de extremos en el desarrollo del país. El progreso urbano, el alza de los valores inmobiliarios, la nueva demanda de alimentos y cultivos industriales que provoca la pseudoindustrialización, cada elemento de civilización capitalista industrial que se inserta en el atraso del país se traduce en incrementos de las rentas del terrateniente. Como el imperialismo, la burguesía terrateniente gana a dos puntas con el desarrollo combinado lucrando con la perpetuación del atraso y con el trasplante del progreso, que deja intacto aquel.
El otro sector de la burguesía argentina vinculado a la producción, la burguesía industrial, tiene –por razones sociales y económicas– un interés no menor que el capital financiero y los terratenientes en la perpetuación del atraso. La burguesía industrial se desentiende de la industrialización del país, y marcha conforme con la pseudoindustrialización. Esto no es un renunciamiento sino una fuente de superganancias.” (pp. 236-237)
El análisis de la clase dominante es profundizado en el estudio ya citado, “Rasgos biográficos…” (p. 347-388) definiendo con mayor precisión la “anatomía de la burguesía industrial”. Aquí desarrolla Peña una de sus tesis más reconocidas, ya delineada en el debate con Ramos:
“La burguesía industrial argentina no ha nacido desde abajo, siguiendo el largo y complejo desarrollo que va del artesanado a la gran industria, creciendo autónoma, como la burguesía inglesa, francesa o yanqui. La burguesía industrial argentina ha nacido estrechamente ligada a los terratenientes, como diferenciación en su seno. Ambos sectores, industrial y terrateniente, se entrelazan continuamente, borrando los imprecisos límites que los separan, mediante la capitalización de la renta agraria y la territorialización de la ganancia industrial, que convierte a los terratenientes en industriales y a los industriales en terratenientes.
Más aún. El crecimiento y desarrollo de la burguesía industrial argentina se produce en la época del monopolio, de la concentración y centralización del capital, es decir, en la época imperialista. Desde su nacimiento, la industria argentina refleja la característica de la época imperialista, que es el monopolio, y se centraliza en un reducido número de manos, entrelazada a los terratenientes y al capital extranjero. (p. 348) (…) prácticamente en todas las empresas o grupos financieros que controlan ese decisivo puñado de establecimientos industriales, el corazón de la industria argentina, hay una pronunciada participación de capital de origen terrateniente.” (p. 351)
Esta unidad de intereses entre sectores burgueses y con el imperialismo tiene, además de los beneficios obtenidos, una razón profunda: “la solidaridad que une a todos los capitalistas contra la clase obrera, cuyas movilizaciones amenazan la propiedad privada de las fábricas, tanto nacionales como extranjeras.” (p. 386)
Estos son los fundamentos, para Peña, del carácter de la revolución en la Argentina y en los países semicoloniales en general. Afirmar el carácter permanente de la revolución implicaba enfrentar las posturas que impulsaban la participación de la clase trabajadora y sus organizaciones en movimientos dirigidos por la burguesía nacional para resolver las tareas nacionales y democráticas de la revolución; para Peña, la revolución socialista resolvería tales tareas -la lucha contra la dominación imperialista en primer lugar- con la clase obrera y los sectores oprimidos de la sociedad a la cabeza.
En los capítulos “Una década decisiva en la formación de la moderna clase obrera argentina: 1935-1945” (p. 395) y “El legado del bonapartismo: conservadorismo y quietismo en la clase obrera argentina” (p. 433) Peña profundiza en los orígenes y el carácter del peronismo; interviene así en un debate que involucró a amplios sectores intelectuales y políticos, en particular dentro de la izquierda. [6]
Despeja en primer lugar una discusión en torno al carácter del proceso de crecimiento industrial que tuvo lugar en los años 30. La política industrial impulsada por el Estado, es decir, por la propia oligarquía terrateniente durante los gobiernos de “Uriburu, y sobre todo con Justo-Pinedo” (p. 365) ha sido objeto de numerosos análisis. Peña debate aquí con la postura que sostiene la existencia de una oposición cerrada de los terratenientes a toda política industrial; por el contrario, nuestro autor fundamenta que la oligarquía se vio obligada a impulsar el mercado interno “cuando el imperialismo le compra poco y a mal precio”; así, “los terratenientes, perjudicados por la crisis mundial, se vuelven proteccionistas y apoyan el desarrollo industrial”. [7] (p. 364)
Un eje fundamental de la polémica girará en torno a la identificación entre Perón y su movimiento y sectores de la burguesía industrial; el conjunto de sus elaboraciones le permiten a Peña fundamentar la falacia de tal identificación y, sobre todo, profundizar en los límites del declamado antiimperialismo del peronismo y de la propia burguesía nacional.
Invitamos a profundizar en las reflexiones de Peña sobre el peronismo que están lejos de tener un carácter puramente académico; así como demuestra el carácter de la burguesía nacional, sus análisis sobre este fenómeno político ofrecen múltiples aristas para comprender tanto su peso como dirección política y sindical de la clase trabajadora como para pensar su incapacidad para ofrecer una vía de desarrollo autónomo de la nación.
Los planteos de Peña no dejan de tener, por otro lado, aristas polémicas, en particular aquellos referidos a la caracterización de la situación de la clase obrera tanto durante el gobierno de Perón como en los años en que escribe estos textos, los primeros años 60. En cualquier caso, su mirada nunca deja de estar imbuida del objetivo de plantear una perspectiva independiente para la única clase que puede liberar a la nación de la dominación imperialista y al pueblo pobre de la opresión y la explotación.
Como planteamos en el Ensayo que introduce el libro: “el objetivo militante de Peña recorrió toda su obra; no se propuso simplemente analizar la realidad –aunque lo hizo con profundidad y con rigor científico–; sino que quiso pensar la revolución socialista en Argentina y a nivel regional, afirmando la necesidad de que la clase obrera, sujeto de la revolución, alcance su independencia política rompiendo con su dirección burguesa.” (p. 30) La publicación de Milcíades Peña. Debates sobre la burguesía argentina, la liberación nacional y el peronismo se propone aportar argumentos y fundamentaciones que colaboren en la fundamental tarea militante de acercar a trabajadores y jóvenes a las ideas del marxismo.
Leer a Peña hoy, recuperando con él parte de los hilos de continuidad que ligan a diversas generaciones de militantes trotskistas, es una herramienta para confrontar, en las actuales condiciones, con las políticas de colaboración de clases y batallar por la independencia de la clase trabajadora.