Hace ocho años que el actual rector el Lic. Enrique Graue Wichers, miembro del llamado “Grupo de los médicos” y parte de los grupos priístas dentro de la UNAM, se mantiene en su cargo. La última vez que la universidad tuvo otro Rector, el país estaba gobernado por el PRI, el régimen político del país atravesaba una profunda crisis producto de las movilizaciones tras la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, a lo que se sumaba el creciente feminicidio y el empobrecimiento generalizado tras las llamadas “reformas estructurales”.
Tras tantos años, las cosas parecen no haber mejorado al interior de la UNAM, en 2018 ataques porriles contra estudiantes del bachillerato y distintas facultades desataron una ola de paros en otras instituciones educativas. Con un AMLO a punto de tomar posesión que sorpresivamente le dio su respaldo al rector en un video público.
La pandemia del Covid-19 dejó fuera de las aulas a miles de estudiantes, reveló la creciente desigualdad salarial y la profunda precarización laboral de la mayoría de los docentes de la universidad y evidenció los enormes privilegios que posee la casta dorada que conduce la Universidad.
¿El fin de la “Era de los médicos”?
Desde 1999 todos los Rectores de la UNAM han sido o son parte del “grupo de los médicos”, es decir, son priistas. En esta ocasión, a diferencia de las últimas 3 o 4 ocasiones, no se ha revelado aún una lista detallada de quienes contenderán por la sucesión, sin embargo, en los rumores de pasillo ya se barajean algunos personajes del primer círculo de Graue, sorprendentemente, ninguna de estas personas es médico de profesión.
Todo apunta a que el régimen universitario necesita nuevas caras y nuevos personajes si quieren seguir enfrentando al gobierno de la 4T y a AMLO, a quienes, al igual que a todo gobierno, les interesa el control de la universidad más grande de América Latina, y que ya en la sucesión anterior contendieron fuertemente por obtener un personaje afín en la Rectoría.
Sin embargo, la falta de un personaje claro de gobernanza y el fin de una era en la UNAM, no son sinónimo de la democratización de la Universidad, donde los y las quince notables de la llamada Junta de Gobierno, eligirán al siguiente Rector, quienes a su vez son nombrados por el Rector en turno.
Un régimen virreinal y la lucha por democratizar la universidad
Fuera de México es muy común saber que las autoridades educativas son elegidas por la comunidad, en algunos casos por voto directo, como de hecho ahora propone el gobierno y su partido, MORENA.
Tampoco es un secreto que la UNAM tiene uno de la regímenes internos más antidemocráticos y autoritarios para una universidad, con un Consejo Universitario que jamás ha votado contra alguna propuesta del rector o que incluso, si se atreviese a hacerlo, el rector tiene derecho de veto sobre el Consejo.
En una universidad que, tras la huelga de 1999 contra el alza y el cobro de cuotas, en defensa de la educación pública; persiguió, hostigó y expulsó a más de 600 estudiantes que participaron de dicho movimiento como represalia.
Quienes estudiamos, damos clases o trabajamos en la UNAM sabemos que es que nuestra opinión cuenta poco o nada frente a las decisiones de importancia en la vida académica y laboral de nuestra universidad.
Es por ello, que no solamente es necesario el mínimo derecho democrático de votar a quien va a gobernar a la UNAM, sino, que erradiquemos de una vez por todas, la vieja práctica de convertir a la UNAM en el botín político del grupo en el poder en turno.
Para ello, no basta una reforma desde la Cámara de Diputados, ni las propuestas del MORENA, sino, que se necesita una comunidad organizada en organismos de decisión ampliamente democráticos como lo son las asambleas, que de manera independiente, peleen por el voto directo para el rector, pero que eso vaya acompañado de la total reconstrucción de la vida de la universidad.
Abandonado los Consejos que son más un requerimiento administrativo, que un organismo de decisión, pasando a Consejos Generales, que conformen un gobierno interno, que sea conformado por docentes, trabajadorxs y con mayoría estudiantil votados de manera democrática desde espacios asamblearios de base. Esto nos permitiría configurar planes y programas de estudio que no estén al servicio del mercado, sino, de las más grandes y dolidas necesidades de la población, que permita decidir en qué y cómo gastar el presupuesto, para que nuestros docentes no cobren mucho menos que el salario mínimo y para que construyamos más planteles con miras en aumentar la matrícula, eliminar el examen de admisión y dar acceso irrestricto a les hijes de la clase trabajadora y demás sectores populares.
Pensar una Universidad diferente no es una utopía, sino, una necesidad frente a los vientos privatizadores que asolan a la educación pública en México, por lo que en otras entregas, seguiremos debatiendo sobre lxs candidatos a Rectoría y también sobre que proyecto de Universidad necesitamos. |