En 1867, Marx describía en algunos capítulos de El Capital las jornadas extenuantes que llegaban a 12 o 15 horas laborales, incluyendo trabajo nocturno y tiempos cortos para alimentarse. Dentro de sus relatos, Marx deja ver que fueron las mujeres quienes se vieron mayormente afectadas por estas largas jornadas y condiciones miserables de trabajo. Si bien es cierto hoy se cuenta legalmente con 8 horas para trabajar, 8 horas para descansar y 8 horas para el sueño, como suele pasar, la realidad es otra, pues la ley no refleja la cotidianidad, al menos no para la clase trabajadora.
Aunque ya pasaron 156 años desde que Marx denunció las largas jornadas laborales, y aunque en todos estos años hemos contado con avances en materia de trabajo, siguen existiendo problemas.
El primer problema que podemos señalar es que no suele cumplirse la consigna de 8 horas de trabajo, 8 horas de esparcimiento y 8 horas de sueño. En la cotidianidad nos encontramos con la existencia de jornadas laborales de 12 horas, ya sea porque los lugares de trabajo así lo establecen o porque las y los trabajadores se ven en la necesidad de realizar horas extra, a propósito de que los salarios no alcanzan por el alto costo de la vida -y, aun así, con las horas extra no termina de alcanzar-. A esto habría que sumarle las horas de viaje, en medio de un país donde son comunes las presas. Ya para este punto habría cansancio físico y mental. Pero hay más: en el caso de la mayoría de mujeres, una vez llegado a la casa el trabajo no acaba, pues deben realizar tareas domésticas y de cuido que, según datos del 2022, se estimaba que las mujeres dedicaban el triple de trabajo doméstico en comparación que los hombres. Con este breve panorama que se repite en cientos o miles de personas trabajadoras, podríamos pensar que no queda mayor tiempo para el esparcimiento, y el poco que queda, se destina a descansar para recuperar fuerzas y seguir trabajando. Esta lógica refleja la idea de vivir para trabajar, donde el multitasking y el ocupar todo nuestro tiempo en el trabajo para luego consumir, se normaliza.
Otro problema que podemos señalar con respecto al tema que nos compete es la explotación del trabajo asalariado. Hoy en día nos encontramos con altos índices de precarización laboral, informalidad, desempleo y una tendencia a la feminización de la fuerza laboral; mientras que, por otro lado, existe un cúmulo de desempleados que los empresarios utilizan para posibilitar la explotación y la precarización de quienes están empleados. Esto no se debe a un desajuste del capitalismo; más bien, la desigualdad y la explotación son su base. Trabajadores que producen mercancías de las que ellos mismos carecen, mientras una minoría no trabaja y se queda con las ganancias son parte del panorama de la explotación del trabajo asalariado.
Otro panorama es posible: 6 horas, 5 días
Frente a la propuesta del gobierno del proyecto de jornadas 4x3, se ha abierto una discusión con respecto a defender las 8 horas de trabajo. Es importante exigirles a las diputaciones del Frente Amplio y a las dirigencias sindicales que convoquen jornadas de movilizaciones contra este proyecto, a la vez que organizaciones de izquierda lleven adelante un Encuentro que permita la discusión y la organización.
Pero también es importante cuestionarnos qué tipo de trabajo queremos y si es necesario trabajar 8 horas. Nuestra respuesta es que la explotación del trabajo asalariado y las jornadas de 8 horas no son inamovibles, más bien, la clase trabajadora tiene la capacidad de transformar con su práctica sus condiciones de vida. Y en esa transformación es posible pensar otras formas de trabajo no precarizado. Pero también, a propósito de la pregunta sobre la cantidad de horas laborales, es posible pensar en jornadas laborales de 6 horas durante 5 días a la semana, para repartir el trabajo entre ocupados y desocupados, con salarios que cubran la canasta básica y las necesidades físicas y mentales de la clase trabajadora.
Si tuviera tiempo libre…
Frases como “odio los lunes” o “no me alcanza el tiempo” suelen ser comunes de escuchar. El problema no es el tiempo, el problema es el capitalismo.
¿Qué haríamos con tiempo libre fuera de la lógica de vivir para trabajar -trabajo asalariado y trabajo doméstico- y consumir? Las jornadas de 6 horas durante 5 días, darían espacio para el tiempo de ocio y, a su vez, abre el reto de pensar en qué queremos gastar el tiempo. Tiempo para disfrutar, pasear, compartir con familiares y amistades, o disfrutar la soledad, tiempo para dedicarnos a algún pasatiempo, para imaginar, para pensar otro tipo de economía, pensar en la colectivización del trabajo doméstico y, por qué no, tiempo para organizarnos para conspirar y pelear por otros derechos y otro tipo de sociedad. Ya nos lo señalaba Marx y Engels: nuestra actividad puede transformar las relaciones sociales.
Y vos, ¿qué harías con tiempo libre?
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