La bronca hecha movilización; las banderas flameando. Los rostros duros, curtidos por el sol y el viento hiriente que cruza el altiplano. Las palabras, aún más ásperas: “Nosotros venimos a que se caiga la reforma. Es inconstitucional. No se tiene ni que jurar. Esta reforma se tiene que ir”.
Para miles de jujeños y jujeñas, Gerardo Morales se convirtió en enemigo declarado. Este sábado, al tiempo que se extendían los cortes de ruta por la superficie provincial, crecían los cantos contra el mandatario radical. En esos versos, de a poco, empezaba a colarse el pedido de renuncia para el aliado de Martín Lousteau y Rodríguez Larreta. En la fría tarde de Purmamarca, el descontento asumía las formas de una fuerte combatividad, decidida a enfrentar la feroz represión estatal.
En Jujuy, calles y rutas ofician de imágenes del futuro. Proyectan, para quien quiera ver, la película de los años por venir. Confirman lo que decíamos hace una semana: cada intento capitalista de avanzar contra las mayorías populares encontrará una relación de fuerzas política y social a enfrentar.
Ratifican que el camino del ajuste no es una simple derivación de la aritmética electoral. El sueño político burgués se alimenta de un porcentaje aparentemente milagroso: 70%. Esa cifra parece funcionar como número mágico del consenso necesario para intentar formatear el capitalismo argentino. Equivale, según ese discurso, a la construcción de un centro político capaz de capear la tormenta social que significa continuar bajo el mando económico del FMI y sostener los pagos de la fraudulenta deuda contraída con el organismo.
A su manera, Jujuy puso en escena a ese centro político. Morales y el peronismo se presentaron como la encarnación de ese consenso destinado a ordenar la provincia -aún más- en interés de las grandes mineras y del agronegocio. Sumando sus resultados electorales, alcanzaron más del 70% de los votos válidos el pasado 7 de mayo. Actuaron, es cierto, bajo una bandera más represiva. Proponiendo una transformación constitucional destinada a “ordenar” ese eterno problema de la conflictiva historia nacional: los cortes de ruta.
De aquel aparente consenso se nutrió la reaccionaria convención constituyente. Allí el peronismo ofició de fiel cadete del radicalismo. Le habilitó un funcionamiento que garantizaba, de entrada, la aprobación de la reforma. Lo acompañó en las comisiones, en el metódico trabajo de ahogar cualquier debate real y de silenciar tanto a la izquierda como a referentes de organismos de derechos humanos, organizaciones ambientalistas o sectores de trabajadores. Finalmente, cuando el cuestionamiento crecía en las calles, acompañó a la UCR en la semi-secreta sesión de cierre. Esa labor común encontró su símbolo más patente en el estrecho abrazo en que se fundieron Morales y el peronista Guillermo Jenefes en la madrugada de este viernes.
Pero ese consenso conservador y reaccionario está confrontando a la Jujuy movilizada. Esa que, como se dicen en cada marcha, perdió el miedo. Que se empieza a reencontrarse con la potencia del corte de ruta y la rebeldía del combate. Rebeldía que cruzó y sigue cruzando el territorio jujeño de extremo a extremo, iluminando las noches frías con masivas marchas de antorchas o fogatas en las rutas.
En esa respuesta cumplió un papel esencial la lucha docente, abriendo el camino a un reclamo extendido, que unió banderas en el grito “Arriba los salarios, Abajo la reforma”. Una huelga indefinida que se extiende ya por más de diez días; que conquistó el apoyo activo de gran parte de la comunidad; que permitió la emergencia de otras y diversas luchas.
Proyectando desde el futuro, Jujuy transmite las imágenes de la resistencia a las políticas de ajuste que prepara la clase dominante. Transmite, también, los valores concretos que la clase dominante propone darle a sus consensos.
Unión por la anti-Patria
Esta semana, jugando con las palabras, el Frente de Todos eligió rebautizarse como Unión por la Patria. La primicia escasea detrás de los nombres. El nuevo rótulo tiene una finalidad demasiado prosaica: despegar a los futuros candidatos oficialistas de la desastrosa gestión económica y social que aún construye el Frente de Todos. Intenta encontrar incautos e incautas que, al momento de sufragar, elijan un nuevo slogan que no presente relación formal con quienes aplican un ajuste que hunde al país. La empresa resulta de dudoso éxito.
Unión por la Patria es, también, la nueva etiqueta de una política que Cristina Kirchner propone hace tiempo. Ella misma se encargó de la traducción el jueves pasado, en Santa Cruz, al confirmar que se trata de un llamado al “diálogo entre todas las fuerzas políticas para abordar el terrible tema del endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional.”
Ese “abordaje” no equivale a desconocer la ilegal e ilegítima deuda contraída por Macri. Implica renegociar con el organismo internacional. Patear esa segura crisis de la deuda pública años hacia adelante. Garantizar un presente precario a costa de hipotecar el futuro. No se trata de privilegiar los intereses del país saqueado y oprimido; sino de redefinir sus condiciones de dependencia con relación al capital financiero global y las potencias imperialistas.
Ese carácter nada patriótico de la gestión peronista se desnudó esta misma semana. El mismo día que Cristina Kirchner tomaba la palabra en Santa Cruz, el Gobierno nacional otorgaba un beneficio extraordinario a la multinacional norteamericana Chevron: la posibilidad de exportar parte de la producción proveniente del fracking en Vaca Muerta pagando 0% de retenciones. La norma le permite, además disponer de los dólares obtenidos con total libertad, pudiendo no ingresarlos al país.
Incrementando las tensiones de la llamada restricción externa, la sangría de riqueza nacional se multiplica gracias a la gestión estatal del Frente de Todos. La Patria es el Fondo. O las grandes petroleras.
Esa orientación económica, subordinada a los intereses del gran capital extranjero, encuentra su materialización más patente en el acuerdo de hierro que sostienen kirchnerismo y massismo. “Sergio” es la encarnación de una voluntad política orientada hacia EE.UU.; un histórico “hombre” de la Embajada, posiblemente deseoso de retornar a algún modelo de aquellas “relaciones carnales” que supo edificar el padre político del peronismo actual: Carlos Menem.
Salando las heridas
El peronismo ofrece sus miserias internas a la luz del sol. Ventila los “trapitos” ante los ojos del país politizado. Crea, en su feroz interna, material para titulares y para una frondosa pero inútil guerrita en las redes sociales. Desnuda, en última instancia, sus límites estructurales. Su incapacidad de ofrecer una salida distinta al ajuste.
En esa tensa rosca -circunscrita a los cargos electorales- se evidencia, al mismo tiempo, el creciente debilitamiento del kirchnerismo como actor dentro del mundo pan-peronista. El comunicado emitido por el PJ Bonaerense contra el llamado “albertismo” destila tanta rabia como impotencia: detrás de las palabras duras hay una rendición. Lo mismo podría decirse, tal vez, del lugar que ocupa Cristina Kirchner. Antaño “gran electora”, hoy asiste casi como una contrincante más a la guerra de pequeña política que cruza al oficialismo.
Señalemos -al margen- que enojarse con Alberto Fernández por intentar “judicializar” la interna peronista refleja cierta ingenuidad. Eterno operador político, el ahora presidente fue elegido por su vice gracias, entre otras cosas, a los vínculos con Tribunales y con Clarín. Fue allí, al centro del llamado “lawfare”, donde fueron a buscarlo.
La ventaja de la rebautizada Unión por la Patria sigue radicando en la furiosa interna que cruza a la oposición patronal. Juntos por el Cambio se presenta como la imagen de una implosión incompleta. Aquí la esperanza común radica en un eventual declive de Milei. El derechista diputado enfrenta su propia tormenta. Sufre el desengaño de aquellos que han sido mimados en exceso por la clase dominante. El gran capital luego de haberlo utilizado para correr la agenda política y social a derecha, trabaja fervientemente para empujarlo hacia abajo.
El escenario electoral camina a las PASO marcado por la fragmentación. El desapego hacia las coaliciones políticas patronales encuentra manifestación en un rechazo que, en las provincias, viene asumiendo la forma de la abstención, el voto nulo o el voto en blanco. Resulta difícil calibrar qué expresión tendrá eso el 13 de agosto. No hacemos futurología; solo señalamos tendencias.
Crisis de contención, relación de fuerzas y el papel de la izquierda
También hace una semana nos preguntábamos: “¿Puede la crisis de representación devenir crisis de contención?”. Jujuy parece enseñar algo.
Atado por mil lazos al radicalismo gobernante, el peronismo ofreció un espacio vacío que, girando a izquierda, encontró expresión electoral en el Frente de Izquierda Unidad, fuerza política que carga importante tradición de lucha en la provincia. La histórica elección del pasado 7 de mayo evidenció un crecimiento político que supera la pura contingencia del voto [1]. Fue allí, también, donde la izquierda conquistó seis convencionales constituyentes. Cuatro pertenecía al PTS-FITU: Alejandro Vilca, Natalia Morales, Gastón Remy y Keila Sequeiros.
Las semanas que pasaron reafirmaron, en parte, ese vínculo. Las y los convencionales del Frente de Izquierda Unidad emergieron como la voz crítica de una convención cerrada al pueblo. Ejerciendo una denuncia permanente a la multiplicidad de mecanismos antidemocráticos, contribuyeron a deslegitimar la reforma pactada entre radicales y peronistas. Demostraron públicamente que allí no había debate alguno: solo una negociación secreta entre las fuerzas capitalistas mayoritarias. En un ejercicio de activo parlamentarismo revolucionario, colaboraron al desarrollo de una movilización que se presentó potente y masiva.
La izquierda jugó un rol central, concreto, en aportar a que se pusiera en movimiento la fuerza de la clase trabajadora, de la juventud, de las comunidades originarias. Ese lugar volvió a revalidarse este sábado. Desde las rutas, junto a los piquetes; enfrentando la política de Morales en las calles. Nuestra compañera Natalia Morales -también legisladora electa- y nuestro compañero de La Izquierda Diario Lucho Aguilar, integraron las decenas de detenidos tras la represión en Purmamarca.
Desde ese punto de vista, la izquierda ocupó un lugar simétricamente contrario al del peronismo. El espacio que nacionalmente es parte de Unión por la Patria se convirtió en soporte político de la reaccionaria reforma de Morales. Fue, al mismo tiempo, factor de contención en las calles. La CGT jujeña hizo su aparición efectiva recién este viernes. Lejos de potenciar el movimiento que venía en desarrollo, apostó a limitarlo. Este sábado, mientras los cortes cruzaban la provincia, pareció retornar al peor de los silencios.
Esa labor de la izquierda tiene alcance nacional. El pasado jueves, frente al Obelisco, las calles porteñas vieron emerger la solidaridad. La docencia combativa dijo presente para apoyar la pelea de sus compañeros y compañeras en Jujuy y en otras provincias. Este sábado, a horas de la represión, la militancia se dio cita en la Casa de Jujuy, también en CABA. La exigencia por la libertad de los detenidos estuvo en discursos y las pancartas. En simultáneo, Myriam Bregman y Nicolás del Caño utilizaban cada medio de comunicación disponible para amplificar la denuncia acerca de lo que ocurría en las rutas jujeñas.
El futuro del país se escribe, en parte, en las calles jujeñas. Allí se pone en evidencia la relación de fuerzas al que debe desafiar -y derrotar- el consenso capitalista del ajuste. Allí se perfilan, adelantando la historia próxima, los combates sociales y políticos que se deberán librarse a escala nacional. Son postales de un futuro que se peleará en las calles. Fortalecer a la izquierda obrera y socialista, que se referencia en el Frente de Izquierda Unidad, es una tarea fundamental de cara a esta perspectiva. |