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1ro de diciembre de 2024 Twitter Faceboock

Opinión
Los terribles séptimos: un problema sistémico
Bárbara Brito | Docente y ex vicepresidenta FECH (2017)

Esta semana se hizo viral el video de una profesora en práctica que exigía a sus estudiantes de séptimo básico “respeto”: las jóvenes callaban, se burlaban de ella en voz baja y no respondían a sus indicaciones. Puso la responsabilidad principal en las familias planteando que “el respeto parte por casa”. Miles de comentarios cayeron en su favor, es que sabemos que son esos los años más complejos de la adolescencia.

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La leyenda de “los terribles séptimos” tiene por realidad periodos importantes de desregulaciones emocionales en una edad tan cambiante a nivel físico y hormonal. Desde la neurociencia se ha descubierto que en esta etapa tan sensible la corteza prefrontal del cerebro aún está en desarrollo, siendo un área que se relaciona de forma estrecha con múltiples funciones ejecutivas y con la convivencia en sociedad. Pedagogas como María Montessori, además médica de profesión, planteó dentro de su teoría educativa que esta edad era crítica para la formación del ser humano.

A sabiendas de esta realidad científica, la escuela estandariza conocimientos, la adolescencia y preadolescencia se trata igual que todas las demás etapas de desarrollo: sentados en un pupitre escuchando instrucciones. Un modelo obsoleto que mantiene la estructura de la educación prusiana de posguerra, de timbre y pizarrón.

Detrás del grito de auxilio de la estudiante en práctica y de la sentencia de que “la educación parte por casa”, hay todo un modelo educativo y social que promueve la desidia, la falta de empatía y otras conductas que suelen dañar la salud mental docente, fortalecer el agobio y aumentar las cifras de abandono profesional. Pero, ¿quiénes son los verdaderos responsables?

Este no es un debate nuevo, no responde únicamente a la sociedad chilena y sus familias, a nuestra idiosincrasia. En 1939 María Montessori debatía esta misma cuestión en una serie de conferencias que luego se agruparon en su libro “De la Infancia a la Adolescencia”. Allí escribe: “El niño tiene la necesidad de establecer sus relaciones sociales con una comunidad más amplia. La escuela como ambiente cerrado, como se concibe hoy en día, no es suficiente para él. Le faltan los elementos para desarrollar plenamente su personalidad, se observa en él una cierta regresión, algunas manifestaciones del carácter que no podemos definir como anomalías pues en realidad se trata de reacciones a un ambiente que le resulta insuficiente. Pero no nos damos cuenta de estas situaciones y puesto que queda sobreentendido que el niño debe hacer lo que le ordena el adulto, aunque el ambiente en el que vive no sea apto a sus necesidades, cuando él manifiesta esos altibajos de carácter decimos que es "malo", y lo castigamos; pero la mayoría de las veces ignoramos la causa de esta "maldad"”.

Los movimientos estudiantiles y docentes han denunciado sistemáticamente la estrechez y precariedad de la educación pública: infraestructura que se cae a pedazos, patios de cemento, cursos de 40 estudiantes y más, pruebas estandarizadas, falta de educación sexual integral, mala alimentación, exceso de guías, tareas.

Y no es sólo el sistema educativo, el hogar muchas veces es también el responsable. Exigir educación y respeto de un lugar desde donde muchos estudiantes buscan salir para desarrollarse, escapando de la violencia, de la indiferencia, es un total contrasentido. Siguiendo con Montessori, “cuando hablamos de cuestiones sociales hablamos muchas veces por pura fantasía, sin habernos preparado observando antes la realidad. Así es que discutimos si los niños en las escuelas deben o no estudiar y hacer sus deberes en casa olvidando que algunos deberían escribir en el suelo, al lado de una estera. (…) existe para este proletariado un problema más hondo que el problema de su desarrollo intelectual: el problema de la vida.”

La situación que relata la estudiante en práctica es generalizada y pan de cada día. Todos los profesores hemos tenido que enfrentar situaciones que han atentado con nuestra salud mental y bienestar emocional. Valga preguntarse entonces, las razones de fondo y estructurales más allá del sensacionalismo de los medios sobre el caso, noticia que se reproduce, además, junto con el total silencio frente a las movilizaciones docentes que se han venido desarrollando.

En esta materia profesores y estudiantes tienen mucho que decir, pero los guardianes de la educación de mercado se esmeran en hacer oídos sordos y trasladar este debate a un problema ético y moral de personas que están en desarrollo. El hecho de que existan “cursos difíciles” es un dato de la causa que tenemos que sortear con teoría educativa, metodologías y didácticas. Pero sabemos que todos nuestros esfuerzos docentes se quedan cortos cuando nuestros estudiantes viven situaciones de vejación en sus casas y en los propios establecimientos educativos; también cuando los propios docentes son maltratados por el sistema con agobio laboral, bajos sueldos y falta de estabilidad. Es decir, la educación tiene un contexto. Si siempre tienes que responder a una autoridad que no toma en cuenta tus intereses, ¿dónde vas a aprender a escuchar? Si tu establecimiento no tiene la calefacción adecuada, se llueve, no hay sillas suficientes, si, en definitiva, no te respetan ¿dónde vas a aprender a respetar? ¿Dónde vas a aprender de empatía?

Un sistema educativo degradado no puede pretender educar en términos opuestos. Por ello la rebelión estudiantil, cuando ha sido enfocada políticamente y en cuestionamiento de problemas estructurales es una voz legítima que les educa prácticamente en nuevas formas de relación con sus pares y profesores.

Mientras Piñera vive preocupado de los resultados del SIMCE echándole la culpa al “ausentismo octubrista”, los problemas reales de relación con otros se expresan agudamente. Y los profesores sabemos muy bien que sin disposición no hay ningún aprendizaje posible. Lejos del planteo de Piñera, secundado por un gobierno que no ha modificado en nada las condiciones de educación, el cuestionamiento estructural a una educación de mercado, autoritaria y estandarizada, la movilización estudiantil y docente aportan a develar las ruinas en las que se encuentra la educación pública y muestran el camino a seguir para su transformación hoy; también, para imaginar una nueva educación creativa, liberadora, artística, científica, solidaria y cooperativa en una nueva sociedad sin explotación ni clases sociales, donde el referente y ejemplo no sea más la avaricia capitalista.

 
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