En los años 20, una lujosa villa de Berlín fue el hogar de un doctor judío que facilitó las primeras cirugías de afirmación de género. En el mismo edificio, líderes comunistas mantenían reuniones secretas con luchadores anticoloniales. El Instituto de Sexología, activo hace un siglo, podría ser hoy la pesadilla de Santiago Abascal.
Hoy solo una pequeña placa en la orilla del río Spree conmemora la villa donde Magnus Hirschfeld llevó a cabo las primeras operaciones de afirmación de género, y donde reuniones secretas de comunistas antiimperialistas tenían lugar.
El 27 de febrero de 1912, un joven de 19 años fue arrestado en Weißensee por pasear llevando ropa de mujer. Al sospechoso se le imputó el cargo de Grober Unfug (indecencia pública).
En la comisaría el sospechoso tuvo que ser puesto en libertad. Resulta que Gerda von Zobeltitz, quien había sido asignada hombre al nacer, estaba en posesión del llamado Transvestitenschein (licencia de travesti), un permiso del jefe de la policía de Berlín que le permitía llevar vestido. Ella había conseguido un certificado médico del doctor Magnus Hirschfeld que explicaba que estaba en su naturaleza llevar vestidos. En el lenguaje de la época, ella era una “personalidad travesti”, e incluso la policía de Guillermo II tenía que admitir que los arrestos no iban a cambiar esto.
El incidente llevó a media docena de periódicos de Berlín a cubrir la historia del “chico vestido con ropas de mujer”, quien también fue noticia después cuando se casó en el registro civil con una mujer.
Ya en los años 1890, Hirschfeld había hecho carrera tratando a personas que no encajaban en las rígidas normas sexuales y de género de la Alemania imperial. El Comité Científico Humanitario (WhK por sus siglas en alemán) fundado por Hirschfeld, el primer grupo por los derechos homosexuales, lanzó una petición al gobierno para abolir las leyes alemanas contra la homosexualidad masculina, el infame Artículo 175.
El Instituto
En 1919, con la reciente República de Weimar aflojando muy ligeramente los tornillos a las personas queer, Hirschfeld se compró una villa en el Tiergarten. La gran casa -en realidad un palacio pequeño- en la esquina de In den Zelten con Beethovenstraße había sido construida para el violinista húngaro Joseph Joachim. Ahora, se había convertido en el Instituto de Sexología. Había un espacio con salas de consulta, un enorme archivo (incluyendo montones de pornografía) y un apartamento para Hirschfeld y su pareja. Cualquiera podía recibir ayuda profesional para sus problemas sexuales -aquellos demasiado pobres para permitirse las tasas podían pagar ayudando en la oficina. Dos años más tarde, Hirschfeld compró el edificio de al lado para anexarlo.
Hirschfeld trataba a pacientes de todos los ámbitos de la vida e incluso fue a exhibiciones coloniales a entrevistar a personas de diferentes culturas sobre su sexualidad. Basándose en su investigación, Hirschfeld vio que el género y la sexualidad se manifiestan en diferentes niveles: órganos sexuales, otras características físicas, deseo sexual y otras características psicológicas. En estas cuatro escalas, cada persona puede estar situada en algún punto entre “masculino” y “femenino”. En vez de en dos categorías, hombre y mujer, Hirschfeld puso el énfasis en la importancia de ver la identidad sexual y de género única de cada persona.
Cuando el poder fue entregado a los nazis en 1933, Hirschfeld - un doctor socialista, gay y judío que cuestionaba las jerarquías sociales - se convirtió en su enemigo prototípico. El 6 de mayo de 1933, soldados de asalto nazis destrozaron el instituto; varios de los libros de Hirschfeld ardieron cuatro días después en las famosas piras patrocinadas por el estado. Mientras, él había salido de Alemania para dar una gira de charlas y nunca regresó - murió en el exilio en 1935.
Los comunistas
Pero los nazis tenían otra razón para odiar el Instituto de la Sexología. La villa también era un nido de actividad clandestina comunista - un lugar de encuentro para queers pero también para rojos.
El propio Hirschfeld era un socialdemócrata, pero en palabras de Babette Gross, tenía “un corazón para los comunistas”. Gross se había mudado al edificio de Hirschfeld en 1926 junto con su pareja, Willi Münzenberg. El era el enorme jefe de propaganda del Partido Comunista, conocido como el “millonario rojo” por dirigir uno de los mayores imperios mediáticos en la Alemania de Weimar. En realidad, el propio Münzenberg nunca tuvo dinero. Solo a los 37 años se asentó en una habitación amueblada en la villa del Tiergarten.
“Los numerosos pasillos estaban empapelados con los símbolos sexuales de pueblos primitivos y demás material fotográfico relevante”, recordaba Gross. “Y los visitantes al instituto vagaban por nuestros pasillos también.” Oficiales de la Internacional Comunista llegaron a apreciar el edificio, no solo por sus colecciones exóticas, sino también porque era ideal para reuniones conspiratorias. Con gente entrando y saliendo del instituto constantemente, era imposible para los espías de la policía mantener un registro, así que cualquiera podía escabullirse a través de una discreta puerta lateral para reunirse con Münzenberg.
Gross y Münzenberg tenían un grupo de trabajo con otro líder comunista, el joven y estudioso miembro del Politbüro Heinz Neumann, famoso por su eslogan “¡Vence a los fascistas donde sea que te los encuentres!” El comunista indio M. N. Roy, ocupado planeando la insurrección armada contra el imperio británico, también vivió en esas habitaciones, pero Hirschfeld no dejaba entrar solo a rojos. El autor británico Christopher Isherwood también vivió en el instituto, y seguramente sea así como consiguió inmortalizar a Münzenberg con el solo ligeramente ficticio personajes Ludwig Beyer en su novela, El señor Norris cambia de tren.
Hirschfeld nunca se unió a los comunistas. El era, al final, un doctor con recursos económicos, sin ningún interés especial en la nacionalización del sistema sanitario. Pero al menos un investigador del instituto era comunista: Richard Linsert, quien además de publicar sobre la prostitución masculina tomó roles dirigentes en el ala militar del partido comunista, el Frente Rojo de Combate, así como su servicio de espionaje, el Aparato Antimilitarista. Mientras el Partido Comunista de Alemania (KPD) hacía campaña por la abolición del Artículo 175 (que no tuvo lugar hasta 1994), había límites en sus visiones progresistas: Linsert nunca llegó al Comité Central, debido a los prejuicios de que un hombre gay podia ser más fácilmente víctima de chantaje.
El legado
Tan solo unos pocos años después de que los nazis destruyeran el instituto, las bombas demolieron también la villa. Pasó bastante tiempo hasta que Hirschfeld volvió a entrar a la conciencia pública alemana. Hoy, una caja metálica marrón marca el lugar a la orilla del río Spree. Excepto porque el lugar no es el correcto. La villa habría estado en frente de la Haus der Kulturen der Welt. Cuando se instaló la placa en 1994, el edificio de la nueva Cancillería General se estaba planificando, y no querían que el pequeño monumento quedase en medio de la obra.
(PIE DE FOTO) Organizados por el Partido Nazi, estudiantes de la Academia para el Ejercicio Físico (Hochschule für Leibesübungen) marchan frente al edifício del Instituto de Sexología inmediatamente antes de saquearlo el 6 de mayo de 1933.
La memoria se mantiene viva gracias a la Sociedad Magnus Hirschfeld, que se volvió activa en 1983, cuando el Berlín occidental conmemoraba el 50 aniversario de la toma nazi del poder. Como recuerda el cofundador de la sociedad Ralf dose, “la conmemoración oficial no incluía a muchas víctimas del fascismo: los comunistas por supuesto, los pueblos Sinti y Romaní, especialmente a los así llamados Asociales, pero tampoco a los gays y las lesbianas.” Así que activistas del movimiento de liberación gay de Berlín organizaron su propia serie de ponencias. Durante los últimos cuarenta años, la sociedad ha expandido su enfoque más alla de la homosexualidad, ya que el instituto de Hirschfeldtambién ofrecía ayuda a personas heterosexuales, incluyendo contraceptivos y abortos. Dose ha escrito una biografía: Magnus Hirschfeld – The Origins of the Gay Liberation Movement (no traducida al español). Actualmente quieren construir un archivo queer en la vieja destilería Kindl, al lado del club SchwuZ.
Recordar esta larga tradición es importante hoy para confrontar la homofobia y la transfobia. Cuando se esparcen teorías conspiranoicas que dicen que las personas trans son parte de un maléfico plan ideado por los “marxistas culturales” para destruir a la civilización, algo que nos suena ridículo. Pero puede que haya un ápice de verdad: muchas personas queer y las comunistas buscamos derribar las jerarquías del capitalismo patriarcal y crear una sociedad donde todo el mundo sea libre e igual. La villa del Tiergarten es un recordatorio de lo muy entrelazadas que estos dos movimientos liberadores estuvieron y siguen estando. Las y los comunistas de los años veinte no sólo estaban a la vanguardia de la política, también de la pintura, la música y la sexualidad. Fue la contrarrevolución estalinista la que acabó con ese potencial emancipador.
Traducción: Vic. |