Ante la invasión de Napoleón Bonaparte a España y el debilitamiento de la figura del rey, España implementó distintas estrategias para mantener su poder económico, impulsando nuevas juntas de gobierno de carácter provisional que mantenían el reconocimiento a la corona. En Chile se impulsó la primera Junta de Gobierno en 1810 como un acto de lealtad formal a la corona con la élite criolla liderando el proceso y consolidando su poder.
Para las capas populares y campesinas esta Junta de Gobierno no significó ningún cambio. Los patriotas, conformados por criollos de la élite, eran patrones directos de dichas capas populares e impulsaron una idea de ‘independencia’ ajustada sólo a la élite criolla y a sus negocios. Por esta razón en aquel entonces la Junta de Gobierno y los patriotas no contaban con participación popular. Fueron en cambio, los constantes abusos, hostigamientos y saqueos por parte de realistas lo que finalmente empujó al campesinado a entrar en escena y marcar el impulso para la independencia en años posteriores.
En 1814, los llamados patriotas, representados por Bernardo O’Higgins y los realistas representados por Gainza, firmaron el tratado de Lircay. El tratado en cuestión planteaba una “tregua” a cambio del retiro de las fuerzas realistas y responsabilizaba de forma indirecta a los hermanos Carrera de la ruina del reinado español en Chile. De esta forma mantenía las relaciones comerciales establecidas por las “Reformas Borbónicas” y el reconocimiento de la soberanía de Fernando VII, además del envío de representantes a las Cortes de Cádiz en España.
Pero la búsqueda de mediación por parte de los patriotas, que buscaban mantener esta ambigüedad entre independencia y lealtad a la corona, solo sirvió para que los realistas hicieran tiempo y reorganizaran una ofensiva, ya que el virrey del Perú desconoció el tratado y envió una campaña militar hacia Chile desatando así la batalla de Rancagua y abriéndose espacio al periodo conocido como reconquista española.
El carácter internacional de la reconquista
La corona española no constaba únicamente del Rey, sino que estaba conformada además por sus funcionarios, monarcas y oligarcas que durante siglos establecieron un sistema de enriquecimiento favorable a la potencia europea. Al alero de la corona estaba la Iglesia Católica que desde la llegada de colonos a América impulsó una violenta campaña religiosa, levantando escuelas y obligando a nativos a esconder y abandonar sus creencias.
Para aquel entonces, las relaciones económicas alrededor del mundo se configuraban de forma expansiva dando los primeros aires a lo que actualmente conocemos como capitalismo global. En este sentido, para mantener intactos sus intereses y riquezas, la corona desplegó una operación orientada a aplacar los cuestionamientos en todo el territorio de América Latina.
Las fuerzas realistas atacaron Rancagua en octubre de 1814 bajo el mando de Mariano Osorio, que movilizó tropas desde el Virreinato del Perú; ésta era la más importante en términos económicos para la corona Española, ya que su fuerte radicaba en la explotación minera desde el año 1542, amasando gran capital a partir de la explotación y los impuestos a negocios locales.
Las fuerzas reales superaron en número y recursos a los patriotas, quienes fueron derrotados y apresados. Esta ofensiva se extendió hasta 1817, cuando acontece la batalla de Chacabuco con las tropas de O’Higgins quien buscó apoyo de San Martín en Argentina .
San Martín era un militar y político Argentino que participó de manera activa en las independencias de Argentina, Chile y Perú; este, mantenía correspondencia con Simón Bolívar, independentista venozolano conocido como El Libertador, involucrado en las independencias de Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia.
Sobre estas figuras históricas ahondaremos en futuros artículos; sin embargo, es preciso destacar el carácter internacional de los procesos independentistas en Latino América y de la explotación económica con la que España y Portugal se hicieron del territorio. Por ejemplo, la declaración de independencia de Argentina en el congreso de Tucumán en el año 1816; esta declaración de independencia se reflejó en apoyos indirectos a los esfuerzos independentistas de Chile, como también en la influencia de los líderes extranjeros que se probaría años más tarde en la ya mencionada batalla de Chacabuco con la figura de José de San Martín.
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La disputa por el territorio Mapuche
Desde mucho antes de la independencia, el pueblo Mapuche ya vivía una guerra contra España, sobre todo desde el actual Concepción hacia el sur. Los pueblos originarios vivieron siglos de opresión, desplazamientos forzosos y esclavitud; una práctica de etnocidio sistemático que tuvo una continuación durante la independencia desde el Estado colonial de España hasta nuestros días, con los Estados Nacionales (como Chile y Argentina) que mantienen una herencia de negación, represión y asesinatos.
La situación en la cual se encontraban este y otros pueblos estableció una forma de marginación por parte de españoles, criollos y terratenientes hacia mapuches; por lo que se mantuvieron los intentos de dominación hacia el pueblo mapuche incluso por los independentistas. Tanto patriotas como realistas buscaban adquirir apoyo para sus respectivas causas y asegurar su dominación sobre este pueblo.
Durante la reconquista los españoles-realistas buscaron la división del pueblo mapuche para establecer alianzas frente al creciente sentido de independencia nacional, a la vez que mantenían el control sobre las relaciones comerciales y el asedio a los territorios mapuches, considerándolos de manera útil frente a un supuesto enemigo común: los criollos patriotas.
Por otra parte, los independentistas establecieron un reconocimiento discursivo hacia el pueblo mapuche en el imaginario de “ciudadano-chileno”, reivindicando una versión mitificada de la guerra entre conquistadores hispanos y el pueblo mapuche. Elementos como el coraje, espíritu guerrero, la enconada resistencia, entre otros aspectos con los que graficaban la situación de un pueblo que resistía y resiste.
Ambas posiciones tenían una conclusión en común: La razón contra la barbarie, la cultura contra la incultura; resultado de siglos de explotación económica, además de imposición de la Iglesia Católica avalada por la corona que, a través de la violencia, el exterminio y educación, extendió un amplio sentido religioso cristiano contra las creencias nativas.
A partir de esto se configura una identidad nacional conveniente al Estado Chileno y posteriormente las políticas de integración forzosa, reconociendo en términos legales y formales el origen y existencia de los pueblos originarios pero sin cabida alguna para la autodeterminación, que implica por ejemplo el reconocimiento del territorio.
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Ante la posibilidad de recuperar sus tierras o evitar la prisión hubo división entre mapuches que se aliaron con patriotas y otros que se aliaron con realistas; sin embargo, el grueso del pueblo mapuche se mantuvo en una posición de lucha por su autonomía y la recuperación territorial..
Todos estos hechos nos permite reflexionar sobre una historia nacional con la que se nos ha educado de manera parcial, mitificando a grandes "padres de la patria" y no a lo determinante que fue que los sectores empobrecidos y el campesinado se levantase contra la corona, o la histórica lucha del pueblo mapuche.
La reconquista española es una muestra de todo lo que es capaz de hacer una clase dominante con tal de mantener su poder sobre otros y de cómo estos procesos marcaron de cierta forma el desarrollo del actual poder económico.
Finalmente, son residuos de la colonia en Chile que se expresan en la opresión que vive el pueblo mapuche frente al Estado-nación Chileno. La lucha contra las políticas culturales de “integración” a la par de represión al pueblo Mapuche es muy vigente, como también la pelea contra la subordinación del Estado al poder económico y legislativo de la Iglesia Católica que sigue representando un sector conservador, contrario a cualquier avance en materia de derechos sexuales y con enorme influencia en el sistema educativo y de salud. |