La realidad económica sobre la que se monta el crecimiento de Milei es ineludible. Una realidad donde enormes sectores de la población carecen de derechos y consignas como el acceso a la educación superior, derechos laborales o jubilaciones dignas parecen vacías. Donde la bronca ante la inflación, los tarifazos y contra las dos grandes coaliciones que gobernaron el país estos años al servicio de los mandatos del FMI no para de crecer. Al mismo tiempo, sólo un minúsculo sector acordaría con limitar el acceso a salud o educación. Pero aún con esta contradicción, se afianza un personaje construido para canalizar el descontento, sin cuestionar nunca a los grandes beneficiarios de este modelo de despojo.
En estas condiciones es en la que ocurre el ataque a CONICET y otros organismos de ciencia y técnica. Para ser precisos, entregar este organismo a la gestión privada no es una idea novedosa. Ronda en un informe del Banco Mundial de 1993 y en la política de Domingo Cavallo y Carlos Menem. Pero también se encuentra en el largo mandato de Lino Barañao bajo dos gobiernos, promoviendo la inversión privada en ciencia hacia áreas productivas, casi todas sospechosamente asociadas al extractivismo. Hay que reconocerlo, con un objetivo menos ambicioso: “hasta llegar al 50 %” de capital privado.
Contra esto hay una primera respuesta, expresada en infinidad de posteos y declaraciones de colegas: hacer ciencia sirve. Pero ¿para qué y para quiénes? Parte de los funcionarios científicos respondieron a esta inquietud marcando que Milei “atrasa” y son ellos quienes mejor saben cómo funciona la ciencia bajo el capitalismo. Emprendedurismo, ciencia empresaria, valor agregado a nuestras exportaciones de productos primarios (para pagar la deuda). Resonaba la voz de Margaret Thatcher (admirada precisamente por Javier Milei) “es el propio interés de la industria perseguir la investigación necesaria para su propio negocio. (...)La industria está adquiriendo más mentalidad científica; los científicos, más mentalidad industrial. Ambos tienen responsabilidad en reconocer el valor práctico de las ideas.”
No es esto, sostengo, lo que querían decir infinidad de colegas que trabajan bajo condiciones pésimas de ajuste y con sueldos pulverizados. Ni los investigadores en formación (becarios doctorales y posdoctorales) sin derechos laborales y muchas veces sufriendo condiciones de violencia. Ni quienes se comprometen con las necesidades de las mayorías populares o luchan contra el machismo o la depredación de los bienes naturales. La ciencia también puede mejorar la vida de la población y sirve para librarnos del oscurantismo con el que se pretende ocultar la realidad. Sobran los ejemplos.
Pero “no se nota” fueron las palabras elegidas, probablemente guionadas, por Milei para atacar al sistema científico. Y es que quizá no se note, porque algo de verosimilitud debe retener su discurso. ¿Cómo podrían notarse en la situación que menciono más arriba? En un solo día el gobierno de Fernández y Massa devaluó un 22%, los precios que suben y quienes deberían ponerse al frente de los reclamos, las conducciones de sindicatos por ejemplo, parece que escondieron la cabeza en un agujero. No quiero decir con esto que la ciencia sea un lujo exótico en un país que se cae a pedazos. Exactamente lo contrario, si no enfrentamos las condiciones que hicieron posible su surgimiento el ataque al sistema científico no va a hacer más que continuar y profundizarse. Como en el cuento de Monterroso cuando despertemos, cuando pasen las elecciones, el dinosaurio va a seguir ahí.
Contra la pasivización y el miedo los ejemplos sobran. Ante la amenaza de derogar el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, ¿se quedará encerrado en su casa el movimiento de mujeres que logró esta conquista? ¿Se irán a sus casas quienes resisten el saqueo del litio en Jujuy? ¿La ley que habilitaba megaminería en Chubut, aprobada por el gobernador y ahora candidato al Parlasur Arcioni, no tuvo que ser derogada? Por supuesto, esto involucra recuperar las calles, involucra la acción colectiva, participación y debate. Involucra exigencias a nuestros sindicatos. En fin, involucra no ceder ni un centímetro a los programas de la derecha, sean ejecutados por el mal mayor o el mal menor.
Es buen negocio vender novelas distópicas, pero no funciona responder con miedo. ¿Realmente no van a hacer nada sustantivo para evitar que esto suceda? Debemos desenmascarar las propuestas reaccionarias de Milei, por supuesto, pero también combinar la defensa de la universidad y el sistema científico técnico con la exigencia de que esté al servicio de las mayorías populares.
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