El descontento político se ha profundizado. En la primera vuelta electoral, la conservadora Sandra Torres de la Unidad Nacional de la Esperanza, UNE, alcanzó apenas el 15,86% y el referenciado en la centroizquierda Bernardo Arévalo de León del partido Semilla, con 11,78% de los votos. Pero el voto nulo se elevó a 17,3%, porcentaje mayor que el más votado, además del 41% de abstención. Números que son expresión en la superficie de una profunda crisis orgánica y de representación política.
Bernardo Arévalo sorpresivamente pasó de un octavo lugar en las encuestas, al segundo en la votación, porque se terminaron de hundir los partidos más de derecha, como el oficialista Vamos que llevaba a Manuel Conde Orellana, el partido Cabal de Edmond Mulet y el partido de la hija del ex dictador golpista Efraín Ríos Montt, Zury Ríos Sosa, con alto rechazo. No se esperaba que avanzara un candidato sin ascendencia política significativa, ni entre las masas, pero capitalizó el hundimiento de parte de los partidos más de derecha y el voto contra el establishment político. Semilla, el partido de Arévalo, se formó en 2015 en las movilizaciones contra la corrupción, conocidas como la primavera guatemalteca, que obligó a renunciar al entonces presidente derechista Otto Pérez Molina, viejo político y militar, ex general de brigada.
El régimen autoritario, corrupto y la gran desigualdad social
Además de un régimen en descomposición, autoritario y corrupto, reina la mayor desigualdad social en el país. A través del Estado se perpetúan los privilegios para una minoría y se contribuye a preservar un sistema de concentración de la riqueza y el poder. El 1% de los más ricos en el país concentran iguales ingresos que la mitad de la población, 260 millonarios que ostentan el poder económico. Pero el 61,6 % de la población vive en pobreza multidimensional, el 47% niños menores de cinco años sufren desnutrición infantil. Se calcula que el 45% de los guatemaltecos son indígenas, pero el 79% viven en la pobreza y constituyen el 80% de la población rural. Además, la concentración de la tierra es extrema, el 2,5% de las haciendas utilizan el 65% de la tierra agrícola productiva y millones de campesinos carecen de tierra para trabajarla.
Para sostener este esquema de poder y desigualdad en manos de los partidos tradicionales, los grupos económicos, desde la primera vuelta, el proceso electoral estuvo marcado por la vieja estructura antidemocrática, clientelismo y prácticas, como financiamiento ilícito de candidatos que otorga la clase empresarial y el narcotráfico, así como un perfeccionado mecanismo que eliminan la competencia electoral al oficialismo, como a candidatos incómodos al establishment político. Organizan elecciones a su medida, a través de resoluciones institucionales como el Registro de Ciudadanos (RC) o del Tribunal Supremo Electoral (TSE); y judicial mediante resoluciones de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) o de la Corte de Constitucionalidad (CC), que actúan como camarillas bonapartistas judiciales para garantizar el orden imperante de las élites y grupos de poder.
Por eso, que se colara Bernardo Arévalo, los sorprendió, si no probablemente le hubiese caído la habilitación, pues preferirían una elección que mantuviera el continuismo político. Al pasar a la segunda vuelta maniobraron para proscribirlo, empezando por una repentina suspensión del partido Semilla por parte del Ministerio Público, y pedidos judiciales para que no se declarara oficial el resultado electoral, mientras allanaron los locales de Semilla por órdenes de la Fiscalía. La actuación del fiscal general del Ministerio Público, Consuelo Porras, el jefe de la Fiscalía Especial Contra la Impunidad, Rafael Curruchiche y el juez del Juzgado Séptimo, Fredy Orellana, con descaradas y alevosas maniobras proscriptivas, desató fuertes movilizaciones y protestas exigiendo que se respetara el resultado.
Ante una situación impredecible, Estados Unidos y la Unión Europea no vieron con buenos ojos el intento de inhabilitación. Los observadores electorales de la Unión Europea intervinieron, igual que la Organización de los Estados Americanos y su Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que por lo general se alinean con Estados Unidos. Brian Nichols, del Departamento de Estado de EE. UU., tuiteó en medio de la tensa situación afirmando, “esperamos con ansias la votación del 20 de agosto sobre los dos principales candidatos presidenciales anunciados”. Les pararon la mano, no por demócratas, pues es sabido que la intervención de Estados Unidos es parte del ADN de Guatemala, sino por el temor a desatar movilizaciones incontrolables, dado el descontento imperante.
Sandra Torres, la UNE y la derecha conservadora
La UNE de Sandra Torres, ya fue gobierno entre 2008 y 2012, con la presidencia de Álvaro Colom. Más allá de sus orígenes que llegaron a catalogarlo como socialdemócrata, el gobierno de la UNE fue continuación de los viejos gobiernos derechistas y políticas tradicionales capitalistas neoliberales. Pero Torres, se consolidó y adquirió poder en la UNE, primero ocupando cargos en áreas sociales bajo el gobierno de Colom, entonces su esposo, ganando base social bajo el clientelismo político.
Si para las presidenciales del 2011 Torres fue rechazada por ser esposa de Colom, ya como ex esposa volvió a lanzarse en 2015 y 2019, perdiendo ambas veces en la segunda vuelta electoral. En 2019 fue detenida por delitos electorales, pero pactó con el gobierno derechista de Alejandro Giammattei para que el caso fuese sobreseído, a cambio de votaciones en el Parlamento de las propuestas oficialistas, pasando a retomar el control absoluto de la UNE y su transformación completa en un partido más de las estructuras de poder y del establishment rancio de la política guatemalteca.
El conservadorismo reaccionario está en la sangre de Sandra Torres, en estas elecciones se presenta con Romeo Guerra como vicepresidente, pastor evangélico que en los mitines políticos defiende firmemente la oposición al aborto y al matrimonio igualitario. “Quiero dirigir este país siendo temerosa de Dios”, declara abiertamente Torres, y sostiene que, ante los niveles de violencia la única salida es el modelo del presidente salvadoreño Nayib Bukele. Por eso toda la derecha y los sectores más reaccionarios y conservadores la han apoyado en la segunda vuelta de este 20 de agosto.
Bernardo Arévalo el candidato de la contención y la moderación
Encuestas recientes le dan 63% de apoyo a Arévalo frente al 37% que tendría Sandra Torres, un margen difícil de sobrepasar. Las tentativas de proscribirlo lo terminaron de catapultar a nivel nacional, siendo que su fuerte es el voto urbano, sobre todo de las grandes urbes como la capital del país. Muchas y muchos han decidido votar a Arévalo en segunda vuelta para romper la continuidad y que la derecha y la ultraderecha no sigan gobernando en Guatemala.
Pero Arévalo y su partido Semilla, centroizquierda del espectro político, no es un recién llegado. Pasó por la diplomacia entre 1995 y 1996, fue embajador de Guatemala en España y un año antes fue viceministro de Relaciones Exteriores del Gobierno del expresidente Ramiro De León Carpio. Dice que recuperará la institucionalidad: “Nosotros pensamos que lo primero es recuperar la confianza en las instituciones. Y segundo, la reconstrucción institucional”. Y sostiene que gobernará con los empresarios. En la Cámara de Comercio de Guatemala declaró que “necesitamos más empresarios competitivos, pero los empresarios competitivos necesitan una economía competitiva… Necesitamos más empresarios para que haya más empleo”, una política que irremediablemente preservará la explotación patronal y desigualdad social actuales.
Sobre Estados Unidos ha declarado que “tenemos una agenda compartida muy importante… uno de los temas fundamentales es el comercio y la inversión. También tenemos intereses comunes en el tratamiento de los problemas de la migración y la seguridad” (Atlantic Council el 26 de julio). No es casualidad que, en materia de seguridad, una de sus acciones inmediatas busque “controlar los territorios, para lo que se necesita fortalecer a la Policía Nacional Civil y al Ejército”. En la situación particular de Guatemala, EE.UU. pareciera ver bien un Arévalo en la presidencia. Las declaraciones de Brian Nichols, del Departamento de Estado, fueron interpretadas como un guiño político.
Arévalo es la figura más potencial que surge para una política de contención y desvío del enorme descontento que se vive en Guatemala, donde el régimen es altamente cuestionado por amplios sectores de masas, por los altos niveles de corrupción institucional, así como perpetuar y blindar los intereses de grupos de poder; narcotráfico, empresarial y militares retirados para favorecer sus negocios e intereses a costa del pueblo trabajador y manteniendo en la miseria a millones de guatemaltecos. Arévalo viene a pasivizar y contener las luchas, recomponer las instituciones del Estado, con reformas cosméticas quizás, pero dentro del dominio de los capitalistas en Guatemala. Un mal menor tomando en cuenta que en la actual situación política estaría canalizando las esperanzas de la población de un cambio.
Hay que enfrentar y derrotar a la derecha con la fuerza y la movilización de la clase trabajadora
En Guatemala hay que enfrentar y derrotar a la derecha con la fuerza y movilización de la clase trabajadora y los sectores populares, pero sin ninguna confianza política en Arévalo y su proyecto político. Codo a codo con todas las trabajadoras y trabajadores, mujeres, pobladores, indígenas, campesinos que odian a toda la derecha, a Sandra Torres, y quieren enfrentar a toda esa casta rancia del régimen político. Pero para ello no es necesario ser parte de la campaña de Arévalo ni del partido Semilla.
Compartimos la lucha de derrotar a la derecha tanto con aquellos y aquellas que, siendo conscientes de lo que representa Bernardo Arévalo, votarán críticamente por él, como con quienes quieren enfrentar a la derecha y votarán nulo o llaman a la abstención, pues consideran que Arévalo no representa las grandes demandas y aspiraciones democráticas del pueblo.
Es necesario luchar contra la derecha y los grandes empresarios, en los lugares de trabajo, estudio, en las comunidades campesinas, indígenas, y en todos los espacios que sea posible. En ese camino llamar a la unidad y la movilización de trabajadores, campesinos, indígenas, sindicatos, y movimientos sociales, de mujeres y la comunidad sexogenero diversa, de organizaciones sociales y territoriales, etc., por sus propias demandas confiando únicamente en sus fuerzas, y no en cantos de sirena.
El pueblo trabajador guatemalteco puede y debe luchar por una salida a las demandas contra la corrupción e impunidad del régimen y sus instituciones; así como luchar por el conjunto de demandas para resolver la carestía de la vida, la explotación laboral, el derecho a la vivienda, los derechos de las mujeres y la comunidad lgbt, el derecho al agua, la explotación minera que depreda el medio ambiente, los plenos derechos de los pueblos originarios, la tierra para los campesinos, las transnacionales que roban las riquezas, y la política imperialista, así como la pérdida de sus derechos democráticos en la que está sumergida la gran mayoría de la población.
Es fundamental impulsar ampliamente asambleas y comités de lucha, desarrollando la auto-organización democrática de base para defender todos los derechos elementales y conquistar las demandas planteadas. Esto en la perspectiva de la lucha por la independencia de clase y un gobierno de los trabajadores, campesinos, indígenas y los oprimidos. |