Tanto en el mundo como en nuestro país, se viene discutiendo, en el ámbito laboral, la profundización de las contrarreformas que la burguesía viene aplicando en las últimas décadas. Proponen jornadas más extensas, con figuras como el banco de horas y otras formas de flexibilización y precarización laboral. A esto se suman los planteos de aumento de la edad jubilatoria, argumentando su necesidad por el envejecimiento poblacional.
Por otro lado, distintos sectores sostienen la propuesta de reducir el tiempo de trabajo justificado en los avances de la tecnología. Estas dos propuestas representan perspectivas antagónicas. Y es que la jornada laboral es un histórico conflicto entre capital y trabajo para aumentarla o disminuirla lo más posible: los empleadores buscan tener más ganancias y los trabajadores, mejor calidad de vida. Este fue un reclamo que históricamente tomaron en sus manos las organizaciones de los trabajadores, no solo peleando por aumento salarial sino también por las condiciones de trabajo.
En nuestro país, la situación está entrecruzada por bajos niveles de desempleo pero con elementos de extrema precarización laboral: muchos trabajadores en el ámbito informal, monotributistas que encubren una relación de dependencia y sueldos que no llegan a la canasta básica familiar. Un escenario profundizado en los últimos 8 años de macrismo y peronismo, que no cuestionaron la base neoliberal del empleo en Argentina y que además hundieron el salario real. Ante esta situación, las propuestas de los partidos mayoritarios como Juntos por el Cambio y Milei implican una reforma laboral, en la cual bajando los costos de despido y contratación, disminuirían los niveles de informalidad. Esto fue aplicado en la industria de la construcción (que deja pasar el gobierno actual) y sin embargo sigue siendo uno de los sectores con más volatilidad de empleo y precarización.
Reducción de la jornada entre el productivismo y la subvención a los empresarios
Ante el avance de la crisis y las “salidas” de contrarreformas laborales que pone en agenda la derecha con los grandes medios, es necesario propuestas radicales que den soluciones de fondo a este acuciante problema. La contrapropuesta la aporta el Frente de Izquierda Unidad, única fuerza que propone reducir la jornada laboral y repartir las horas de trabajo, afectando los intereses de los capitalistas para que trabajemos todos, trabajemos menos, produzcamos lo necesario y redistribuyamos todo.
En los últimos años se fueron presentando diferentes proyectos que proponen la reducción de la jornada laboral. En el siguiente artículo nos proponemos debatir con las propuestas que existen en el mundo y en nuestro país, marcando sus límites e intentando aportar a la construcción de una propuesta más que necesaria pero que habrá que pelear para imponérsela a los empresarios.
Reducción de la jornada entre el productivismo y la subvención a los empresarios
La reducción de la jornada laboral, a pesar de no estar en el centro de las discusiones sobre el futuro del trabajo, es un debate que se viene tratando en distintos puntos del planeta. Mientras vemos como los desarrollos tecnológicos se aplican a la producción, el informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) dice que en la actualidad “más de una tercera parte de la población económicamente activa, trabaja más de 48 horas por semana”.
Tanto ONGs como algunas empresas en el mundo que “adhieren” a una reducción de la jornada laboral, están realizando diversas experiencias con ejemplos en Inglaterra, Islandia, España, entre otros países. En nuestra región tanto en Colombia como en Chile se están discutiendo propuestas similares. La ONG neozelandesa “four days week global”, ha impulsado pruebas de acortar la semana laboral un día en varios países, es decir 4 dias a la semana pero manteniendo la productividad y el salario, lo que llaman “100,80,100”: 100% de productividad, 80% de la (ex) jornada laboral, 100% del salario. Otras pruebas similares se han realizado en Islandia, Suecia, Portugal, Bélgica y próximamente en Brasil. En el Reino Unido se realizó la prueba más grande del mundo en conjunto con científicos de la Universidad de Cambridge y Boston College. Incluyó a casi 3000 empleados y 61 organizaciones durante 6 meses.
Haciendo mención a una “eficiencia” del trabajo, es decir eliminando tiempos muertos e intensificando la producción “de manera inteligente”, la producción que antes el capitalista obtenía en una jornada de 5 días, ahora lo obtiene en 4. El plusvalor se sigue garantizando en iguales magnitudes, al mantener la misma producción de forma intensificada.
El “éxito” del estudio que muestran los auspiciantes es que alrededor del 71% de los trabajadores informaron niveles más bajos de "agotamiento" y el 39% dijeron que estaban menos estresados, en comparación con el comienzo de la prueba. Hubo también una reducción del 65 % en los días de baja por enfermedad. El 60 % de los empleados encontró “una mayor capacidad para combinar el trabajo remunerado con las responsabilidades de cuidado”, y el 62 % informó que era más fácil combinar el trabajo con la vida social. Y por último, los ingresos de las empresas crecieron un promedio de 1,4% de las organizaciones que proporcionaron datos sobre su facturación. Lo que indican que por eso 56 empresas (sobre un total de 61) mantienen el régimen después de terminado el estudio.
Se comprueba en este estudio algo que se puso en evidencia cada vez que se redujo la jornada laboral: cuando la fuerza de trabajo debe trabajar durante menos horas, sufre un menor “desgaste”. Esto puede redundar en que como resultado de afrontar una jornada laboral reducida la fuerza de trabajo tenga más “potencia”, es decir, que pueda producir lo mismo que antes usando menos tiempo.
El énfasis puesto por las organizaciones auspiciantes en remarcar los beneficios productivos que pueden esperar de los capitalistas de una reducción de la jornada, denota el sesgo profundamente productivista con el que se enfoca la cuestión. Nada que tenga que ver con un horizonte de liberarse de la carga del trabajo. Por supuesto, esto no significa, ni mucho menos, que los alentadores resultados vayan a ser acogidos con entusiasmo unánime por los empresarios.
Como indica Esteban Mercatante, aunque la economía moderna se esfuerce en desmentir la conexión entre explotación del trabajo y ganancias que demostraba Marx, los “dueños” del capital y sus CEO saben bien, por experiencia, que el trabajo es la única fuente del valor. Sin plusvalor no hay ganancia posible. Y acá, cada hora, minuto y segundo, cuenta. Para los capitalistas no se trata de aceptar “compensaciones” para quedar igual, sino de agrandar la porción del plusvalor. Ya que en la competencia otros capitalistas, estos lo harán y quedarán por detrás.
También dentro de los marcos del capitalismo, nos encontramos con las propuestas de los neoreformismos en otros países. En el Estado español tanto Pablo Iglesias (Podemos) como Iñigo Errejón (Más Madrid, una ruptura de Podemos) plantean una reducción de la jornada laboral para “ganar tiempo para la vida”. Pero en detalle la propuesta de Errejón plantea subvencionar empresas que presenten un plan para reducir la jornada semanal. Y no solo sería beneficiando a los empresarios, a los cuales promete 10 millones de euros para costear los “gastos” del proyecto, sino que su aplicación sería de un 10% de la jornada semanal y tan solo al 25% de la plantilla.
Estos proyectos no son una novedad a nivel internacional. En Francia se instaló la jornada de 35 horas en el año 2000. Para Juan Sebastián Carbonell que estudia el futuro del trabajo, sin embargo no se hizo un balance sobre esta experiencia. En su estudio es muy crítico con la aplicación efectiva en los años posteriores. Esta reducción de la jornada laboral se volvió una contrareforma laboral que benefició a los empresarios y afectó a los trabajadores. Cuando se instaló la semana de 35 horas fueron compensadas por los empresarios con una flexibilización y una intensificación de tiempo de trabajo (lo que se hacía en 40 horas semanales lo pasaron hacer en 35 horas). En relación a la creación de empleo se decía que se iban a crear más de 1 millón de puestos de trabajo pero terminaron creándose apenas medio millón. Para este autor pensar la reducción de la jornada laboral implica también pensar en el control obrero de la producción (algo que desarrollaremos más adelante) para que no se vuelva en contra de los trabajadores.
Se puede ver que tanto en los proyectos actuales como en experiencias anteriores de reducción de la jornada laboral, ONGs como los partidos neorreformistas no piensan tocar las ganancias empresarias y alientan el aumento de la productividad a costa de los trabajadores.
Proyectos en Argentina: oportunismo electoral ante la necesidad de millones
En nuestro país actualmente hay 11 proyectos presentados en el congreso. De estos solo dos, el del diputado nacional por el Frente de Todos y secretario de la CTA, Hugo Yasky y el de la diputada riojana Maria del Carmen Vega proponen disminuir la jornada laboral de 48 horas a 40 semanales. Mientras que el resto de los proyectos presentados, proponen una jornada laboral de 6 horas con una semana laboral de 36 horas, entre los que se encuentran el de Claudia Ormaechea, diputada nacional y secretaría de Derechos Humanos, Género e Igualdad de la Bancaria; el de Sergio Palazzo, secretario general de Bancarios y el del senador de La Cámpora Mariano Recalde que plantea el mismo objetivo que los anteriores con el argumento de que “incrementa la productividad, disminuye costos empresarios y accidentes, y permite una mejor distribución del empleo”.
La mayoría de estos proyectos toman como ejemplo las experiencias y propuestas que se basan en los supuestos enunciados en el apartado anterior a partir de los casos de “four days week global” al referirse al mantenimiento y/o aumento de la productividad. Sin embargo las propuestas de los sectores afines al peronismo de Unión por la Patria poseen un enfoque simplista al plantear sólo la reducción de la jornada laboral. Aunque se presente como una medida progresiva que no afecta los salarios, no toma en cuenta la problemática real de la precarización del trabajo y la pobreza, es decir salarios que quedan por debajo de las necesidades y que obligan muchas veces a dobles jornadas, ya que ninguna especifica cuál debería ser el salario mínimo.
En Argentina, como señala el último informe del Observatorio de Trabajadores de La Izquierda Diario, la precarización del empleo llega al 60% del conjunto de los trabajadores, configurando la siguiente morfología: sólo el 40% logra vender su fuerza de trabajo con derechos laborales (asalariados registrados), el 19% vende su fuerza de trabajo con altos niveles de precarización (trabajadores cuentapropistas), el 30% vende su fuerza de trabajo sin ningún tipo de derechos (trabajadores no registrados) y el 11% no logra vender su fuerza de trabajo. Es una clase más fragmentada y pauperizada, pese a la narrativa de “recuperación del empleo” de la retórica oficial.
Como ya nombramos anteriormente, aquellos proyectos de reducción de la jornada laboral no están en agenda de los partidos mayoritarios. Se presentan de manera oportunista y en época de elecciones. Las cámaras empresarias están pensando en una reforma laboral. Entonces nos podemos preguntar si tanto Yasky como Palazzo, dirigentes sindicales, o los diputados del Frente de Todos: ¿están dispuestos a pelear por sus proyectos? ¿piensan hacer efectiva esta medida enfrentando la resistencia de los empresarios? Es poco creíble que estos dirigentes que llamaron a esperar el “hay 2019” para llenar la heladera, después de las jornadas de lucha de diciembre de 2017, que pusieron en jaque al gobierno macrista y sus contrarreformas, lleven adelante este reclamo para mejorar las condiciones laborales de los trabajadores. Lo cierto es que han dejado pasar más de 5 años de caída salarial sin un solo plan de lucha, siendo cómplices de los ajustes aplicados en los últimos años como parte de los acuerdos de pago al FMI.
A su vez estos proyectos aislados de un plan integral, que implique que sea llevado adelante por los trabajadores y que se imponga a la resistencia de los empresarios para la aplicación efectiva de una jornada reducida, eliminando la desocupación y la precarización laboral, apuntan a una conciliación de clases. Se vuelven un freno a la conciencia de los trabajadores y su emancipación pretendiendo la aplicación de esta medida de forma armónica. La lucha por la reducción de la jornada laboral existe desde los orígenes del capitalismo. No hay evidencia histórica que demuestre que la burguesía haya reducido la jornada laboral de forma pasiva o sin lucha.
La propuesta para reducir la jornada laboral del Frente de Izquierda Unidad
Nuestro país viene atravesando un contexto de más de 100% de inflación con más de 40% de pobres (60% de niños) y constante aumento de la informalidad y sobreempleo. Es necesario imponer medidas urgentes como el aumento del Salario Mínimo Vital y Móvil y las jubilaciones al valor de la canasta básica familiar, como también la prohibición del recorte de planes sociales y la remarcación de los grandes supermercados, en la pelea por un programa más de fondo, donde la crisis no se descargue sobre las mayorías populares. En ese sentido, el Frente de Izquierda presentó en el Congreso un proyecto firmado por Myriam Bregman, Nicolás del Caño y Alejandro Vilca, para reducir la jornada laboral a 30 horas semanales con un salario mínimo igual a la canasta familiar y con actualización frente a la inflación. En medio de la crisis, no podemos solo defendernos: necesitamos proponer verdaderas soluciones radicales a los trabajadores, las mujeres y la juventud para pelear contra las propuestas derechistas y el empobrecimiento de nuestras vidas.
A diferencia de los proyectos presentados hasta aquí, la reducción de la jornada laboral debe ser sin flexibilización ni rebaja salarial. A su vez el planteo del Frente de Izquierda permite el reparto de las horas de trabajo entre ocupados y desocupados. Este estudiode Martín Mikori demuestra cómo las principales empresas pueden pagarlo por haber tenido cuantiosas ganancias. El relevamientorealizado por Pablo Anino demuestran que aplicando esta propuesta es posible generar un millón de puestos de trabajo con derechos y acabar con la desocupación. En caso de que afirmen que no puedan afrontar el aumento de puestos de trabajo, la izquierda propone abrir los balances y registros contables. Los datos públicos sobre las ganancias empresarias demuestran que es insostenible un planteo de este tipo.
Sin embargo sabemos que no es suficiente con una ley. Para que se aplique la jornada laboral es necesario conquistarla con la más amplia movilización. Si bien es relevante que se estén debatiendo propuestas para reducir la jornada laboral a nivel mundial por el desarrollo tecnológico, no se trata de convencer a las grandes empresas de que muestren empatía hacia los trabajadores y acepten una reducción de sus beneficios, como plantean corrientes neorreformistas o ligadas a partidos de gobierno como en nuestro país. Históricamente, esto nunca ha sucedido. Como dice Marx en el Capital “la fijación de una jornada laboral normal es el producto de una guerra civil prolongada y más o menos encubierta entre la clase capitalista y la clase obrera”.
En nuestro país tenemos varios ejemplos históricos de lucha por la reducción de la jornada laboral. Para que la medida sea efectiva es necesario desplegar los métodos de lucha de la clase obrera y los movimientos sociales, mediante la autoorganización desde abajo, para imponer una medida que cuestione las ganancias de los capitalistas. De esta manera y contra todo oportunismo electoral como el del peronismo, el proyecto del Frente de Izquierda propone crear comisiones de trabajadoras y trabajadores en cada establecimiento a fin de establecer el control en la implementación de la reducción de la jornada laboral y el reparto de las horas de trabajo, para evitar la resistencia de las patronales mediante el control de la producción. Esta organización también permitiría la unificación de demandas con el movimiento desocupado por trabajo genuino con una escala móvil de salarios.
Una salida frente a las miserias que ofrece el capitalismo con la perspectiva de construir otra sociedad
La reducción de la jornada laboral y el reparto de las horas de trabajo entre ocupados y desocupados es la única salida real a la desocupación y la pobreza, porque además queremos que sea con todos los derechos, buscando enfrentar la precarización laboral y la tercerización, afectando los intereses de los capitalistas. Es irracional que con la tecnología existente hoy en día, sigamos trabajando la misma cantidad de horas que hace casi 100 años y sigan existiendo altos niveles de desocupación.
Queremos invertir las prioridades de una economía que se planifica en función de las ganancias de unos pocos que se roban el trabajo ajeno. Queremos que los trabajadores se apropien de la pelea por la reducción de la jornada laboral. Nos permitiría disponer de tiempo de ocio, que es asediado permanentemente por la “ética” del Capitalismo, para poder desarrollar el arte, la ciencia, la cultura y todas las capacidades creativas del ser humano. Es necesario romper con la idea de la “miseria de lo posible” que plantea el peronismo y otras alternativas que se dedican a administrar “por izquierda” el capitalismo, fracasando en el intento. Necesitamos abrir el imaginario a otro tipo de sociedad donde el desarrollo se ponga al servicio de las mayorías y en armonía con la naturaleza para desplegar verdaderamente todas las capacidades humanas.
Gracias al desarrollo de las fuerzas productivas, hoy sería posible que, trabajando todos por el reparto de las horas de trabajo, las necesidades sociales se puedan satisfacer con una jornada de trabajo mucho menor a la actual. Pero este sería apenas el primer paso de los trabajadores como “productores libremente asociados” en el camino de iniciar la construcción de una sociedad comunista que pueda regirse por la máxima planteada por Marx: ¡De cada cual según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades! [1] |