Magnitud 6,8 . El terremoto más potente jamás medido en Marruecos. Una evaluación provisional que prevé al menos 2.500 muertos y otros tantos heridos. Las decenas de miles de personas que duermen en las calles desde el viernes por la tarde. El epicentro del terremoto que azotó Marruecos el 8 de septiembre estuvo cerca de Marrakech, y fueron los pueblos cercanos a esta lujosa ciudad turística los más afectados. Hoy hablamos de miles de familias que duermen, en el mejor de los casos, en tiendas de campaña, o incluso bajo las estrellas. Pueblos enteros fueron literalmente arrasados; las poblaciones lo perdieron todo: sus casas, sus pertenencias y, lo más importante, sus seres queridos, que murieron bajo los escombros. Las imágenes durante y después del terremoto son desoladoras.
En algunas aldeas aisladas del mundo, nadie ha venido a salvar a las víctimas atrapadas bajo los escombros, ni a dar comida, agua, mantas o tiendas de campaña a los supervivientes, ni siquiera a sacar los cuerpos de los muertos desde el viernes. Sólo la solidaridad de los vecinos permitió paliar el desastre. Es el caso de Tagadirt , donde 17 de los 300 habitantes murieron durante el terremoto y donde casi no queda ninguna casa en pie. Sin embargo, en el pueblo no ha habido noticias de las autoridades ni ayuda desde el viernes por la noche. “Lo que necesitamos es comida y agua, y hasta ahora nadie nos los ha dado (…) Todo lo que teníamos está enterrado aquí. No nos queda nada. No tenemos dónde dormir y la noche es fría. No tenemos adónde ir (…) Es una desgracia terrible. Dentro de unas semanas empezará a llover y luego a nevar. a donde vamos a ir?", dijeron los vecinos al diario español El País.
A pesar de esta situación desesperada para miles de personas, el gobierno parece totalmente perdido, llegando incluso a dejar sin respuesta las ofertas de ayuda internacional. Ciertamente, la ayuda debe coordinarse para que sea eficaz, pero desde el viernes por la tarde sólo se ha aceptado ayuda de cuatro países: España, Gran Bretaña, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos. Otras propuestas de ayuda como las de Francia, Estados Unidos, India, Rusia y Arabia Saudita han quedado, por el momento, sin respuesta. Pero pasan las horas y cuanto más tarden los servicios de emergencia en responder sobre el terreno, menos posibilidades habrá de encontrar supervivientes.
Los distintos gobiernos, como el de Emmanuel Macron, insisten en que no hay ningún problema con el reino y que la lenta respuesta de las autoridades marroquíes estaría ligada a la complejidad de la situación. Así, la ministra francesa de Asuntos Exteriores, Catherine Colonna, declaró a BFM TV que “Marruecos no ha rechazado ninguna ayuda, ninguna propuesta. No es así como se deben presentar las cosas (...) Marruecos es soberano, [es] el único capaz de determinar cuáles son sus necesidades y el ritmo al que quiere que se le den respuestas”.
Sin embargo, hay varias razones para creer que las decisiones del gobierno marroquí están motivadas por consideraciones geopolíticas. Esto es especialmente cierto porque los rescatistas franceses podían comunicarse más fácilmente con los residentes que sus pares ingleses o españoles. De hecho, las relaciones entre Francia y Marruecos se han enfriado desde que se descubrió que los servicios de inteligencia marroquíes utilizaron el software israelí Pegasus para espiar el teléfono móvil del propio presidente francés. Por otro lado, Marruecos critica a Francia por no reconocer la soberanía marroquí en el Sáhara Occidental y por intentar acercarse a Argelia, rival regional directo de Rabat. Para Francia, esto constituye una señal más del declive de su influencia en África.
De todos modos, mucha gente se pregunta por qué Marruecos no ha aceptado más ayuda internacional y si esto explica la lentitud de la ayuda en algunas aldeas. De hecho, este desastre natural y social también podría convertirse en una crisis política si las autoridades no responden con mayor rapidez y eficacia. Y esto corre el riesgo de afectar incluso a la figura del rey, un enorme tabú en el país. No olvidemos que el viernes 8 de septiembre por la noche, cuando se produjo el terremoto, el rey ni siquiera estaba en Marruecos: se alojaba en un lujoso palacio parisino que adquirió hace unos años por 80 millones de euros. Un fuerte símbolo que contrasta con la situación de miles de marroquíes afectados por el terremoto pero también con la realidad de la vida de millones de trabajadores.
En cierto modo, el terremoto sacó a la superficie la pobreza y la precariedad. El escritor marroquí Abdela Taia lo expresa así en un artículo publicado en El País: “Ya no podemos pretender ignorar las condiciones de vida de los más pobres. Los que deben estar escondidos. Pensamos que estaban muy lejos. Al contrario, están muy cerca de nosotros. En el centro de la imagen y del evento. El terremoto los saca a la luz. En la miseria mostrada al mundo entero. En vídeos que dan la vuelta al mundo. Y eso hace llorar a mucha gente.”
De hecho, los terremotos son imposibles de predecir con precisión. Pero no es el terremoto en sí lo que mata, la gente muere bajo los escombros dependiendo de la calidad de la construcción. Está claro que los más pobres, los trabajadores o los agricultores, no tienen los medios para construir hoteles de lujo siguiendo las normas antisísmicas en un país donde una parte del territorio descansa sobre una falla sísmica. Es en este sentido que si el terremoto es un fenómeno natural, la catástrofe es social. Revela, antes y después, el desprecio de clase intrínseco al régimen reaccionario de Mohammed VI.
Traducción: La Izquierda Diario México
Este artículo se publicó originalmente en Revolution Permanent, la edición francesa de la Red Internacional de la Izquierda Diario. |