Manifestantes con un letrero de la embajada francesa en Níger. Foto: AFP/Getty Images
Deuda, franco de la Comunidad Financiera Africana, privatizaciones y “terapias de shock”, a lo que hay que sumarle la presencia militar. Los mecanismos de sumisión de las antiguas colonias francesas puestos en marcha por París desde la descolonización, contrastan con la narrativa de víctima que Emmanuel Macron intenta imponer en plena crisis con la junta militar en Níger.
“En cuanto a Níger, tenemos un embajador y miembros diplomáticos que están literalmente tomados como rehenes en la embajada francesa". Estas son las palabras que eligió el presidente francés para describir la situación de su embajador en Níger. Una situación que él mismo creó, desafiando con su arrogancia a los soldados nigerinos que tomaron el poder en el país el 26 de julio. Aunque exigieron la salida del representante francés y de los contingentes militares, Emmanuel Macron y su gobierno afirman que sólo responderían a una petición del presidente depuesto, Mohamed Bazoum, que a ojos de París representa un poder "legítimo" en Níger. En este contexto, el embajador francés y parte del personal no tienen otra opción que permanecer encerrados en la embajada para disfrutar de inmunidad diplomática. Una situación que día tras día parece cada vez más insostenible.
Pero la retórica de víctima adoptada por el gobierno francés es desafiante. Porque en toda esta historia, la Francia imperialista y sus representantes diplomáticos, sus agentes económicos y sus militares están muy lejos de ser víctimas. De hecho, en este rincón de África anteriormente colonizado por Francia, hubo una importante toma colectiva de rehenes por parte del imperialismo francés. Las vidas de millones de personas en toda la región han estado dictadas por los diversos mecanismos de sumisión y dependencia económica, política y militar establecidos por la antigua potencia colonizadora en el momento de la descolonización, a partir de los años 60´s del siglo pasado.
Si naciones africanas lucharon con las armas en la mano por su independencia contra los ejércitos colonizadores, otras obtuvieron la independencia formal a través de pactos de cooperación con el imperialismo francés. En estos pactos, Francia aseguró su hegemonía política, militar y económica con las antiguas colonias. De hecho, las potencias imperialistas tienen varias formas de colonizar pueblos enteros. El dominio colonial directo es sólo una de estas formas. También pueden implementar formas de dependencia financiera que garanticen grandes privilegios de desposesión, explotación y opresión.
Uno de esos mecanismos fue la transferencia ilegal de deudas contraídas por las potencias colonizadoras a los nuevos estados independientes. Así, los nuevos Estados africanos nacieron endeudados, con préstamos que sólo sirvieron para desarrollar infraestructuras útiles para la explotación de recursos por parte de las multinacionales imperialistas; trabajo realizado a menudo por otras empresas de la potencia colonizadora. Este mecanismo fue utilizado por Francia, por supuesto, pero también por todas las demás potencias imperialistas europeas, como Bélgica y Gran Bretaña, en el momento de las “descolonizaciones pactadas”.
Los “acuerdos de cooperación” son otro ejemplo de cómo el imperialismo francés ha mantenido como rehén el futuro de estas naciones africanas. Sobre este tema, el investigador Thomas Noirot explicaba en un artículo de 2012: “Los acuerdos de cooperación económica firmados por Francia con sus antiguas colonias subsaharianas garantizarán durante décadas una preferencia o incluso un monopolio de acceso a determinadas materias primas estratégicas: petróleo, uranio, minerales (...) Y, a pesar de la descolonización oficial, las empresas metropolitanas de la época colonial conserva su posición dominante, incluso monopólica, en algunos países africanos: la Compañía Francesa para el Desarrollo de las Fibras Textiles (CFDT) en el algodón, Rougier en la madera, el grupo CFAO (Corporation For Africa & Overseas) en el comercio y la distribución, las plantaciones de plátanos, el café, el cacao, etc.".
Como si estos elementos no fueran suficientes para impedir cualquier independencia real de los Estados africanos, los dirigentes franceses hicieron un pacto con sus aliados locales para la continuidad de un mecanismo económico colonial destinado a controlar los nuevos Estados independientes: el franco CFA (Franco de la Comunidad Financiera Africana). Esta moneda colonial, que todavía existe en 14 países africanos, somete la soberanía monetaria de estos países al Banco Central francés. Se trata de una moneda única cuyo tipo de cambio es fijo y estuvo vinculado al franco francés primero y luego al euro. En otras palabras, esta moneda sigue y responde a la evolución de la moneda francesa sin tener en cuenta las realidades económicas locales.
Las ventajas para el imperialismo francés son múltiples. Empezando por los beneficios de las multinacionales francesas que disfrutan de una cierta estabilidad en sus inversiones y de una gran ventaja a la hora de exportar a los países africanos. Los Estados africanos sujetos al franco CFA están obligados, por su parte, a depositar el 50% de sus monedas en una llamada cuenta de operaciones especiales del Banco de Francia, lo que da a París una enorme influencia no sólo financiera, sino también política sobre los Estados del CFA. Como explicó hace unos años Fanny Pigeaud, coautora de "El arma invisible de Francia, una historia del franco CFA": “Podemos imaginar que esto otorga un poder significativo al gobierno francés. Cuando necesita presionar a un Estado, puede utilizar esta cuenta de operaciones para bloquear intercambios financieros de ese país, con el exterior".
Para los Estados africanos dependientes de esa moneda, ésta no es más que sinónimo de subdesarrollo y dependencia financiera. No tienen control sobre “su” moneda, ni siquiera sobre su impresión (el franco CFA lo imprime la Banque de France en Chamalières, en las afueras de Clermont-Ferrand), y esta moneda está demasiado sobrevalorada en comparación con la realidad de la productividad africana, por lo que constituye una carga para sus exportaciones. El resultado: países dependientes totalmente inmersos en la pobreza, la deuda y el subdesarrollo. “Los PAZF (Países Africanos de la Zona del Franco) se encuentran entre los países más pobres del mundo. Según el FMI, de los 35 países pobres muy endeudados, 14 proceden de la zona del Franco, a excepción de Costa de Marfil. También se encuentran entre los menos competitivos del mundo.
Entre estos métodos de dominación también encontramos la corrupción y la colusión con las “élites” africanas. El ejemplo del uranio nigerino es muy revelador en este sentido. Como podemos leer en un artículo reciente de Reporterre (sitio francés de noticias medioambientales y sociales): “Si Níger ha contribuido en gran medida al desarrollo de la energía nuclear francesa, no podemos decir que sea recíproco. El 15% del uranio necesario para las centrales eléctricas francesas todavía procede de Níger, pero el 85% de los nigerinos todavía no tienen acceso a la electricidad". Según el autor Raphaël Grandvaud, sólo "el 12% del valor del uranio exportado regresa al Estado nigerino". Para Gabrielle Hecht (historiadora estadounidense), esta distorsión encarna “la perpetuación del privilegio colonial”. Y por si todo esto fuera poco, la explotación de uranio en Níger ha provocado importantes desastres ecológicos para las poblaciones locales expuestas a niveles de radiación superiores a los de Chernóbil.
Por lo tanto, todos estos mecanismos establecidos desde, al menos la década de 1960 no han tenido ningún efecto beneficioso para los Estados africanos anteriormente colonizados por Francia. Se trata de mecanismos que sólo han favorecido a las multinacionales francesas y a los intereses del imperialismo francés. Pero a estos mecanismos económicos y políticos hay que sumar los medios militares legales e ilegales utilizados por Francia. Y esto va desde el apoyo directo o indirecto a golpes de Estado, a regímenes dictatoriales, hasta intervenciones directas del ejército francés, incluida la eliminación de opositores a la Francia imperialista.
Estos son sólo algunos ejemplos de cómo Francia ha mantenido como rehenes el futuro y las vidas de millones de personas en toda África. Aquí es donde debemos encontrar las explicaciones para el aumento del sentimiento antiimperialista entre las poblaciones de la región, llamado “antifrancés” por los medios de comunicación.
A veces, esta oposición a la dominación francesa resulta en la búsqueda de un “mal menor” entre socios internacionales alternativos como Rusia o China. Sin embargo, estas potencias no tienen un enfoque más “amistoso” hacia África. Por el contrario, a menudo aplican políticas comerciales equivalentes a las empleadas por las antiguas potencias imperialistas occidentales. Por su lado, los militares que han llegado al poder intentan utilizar las rivalidades entre potencias internacionales para tener mejores posibilidades de negociación. Pero ni siquiera tienen como perspectiva una nacionalización de los recursos o de una ruptura con mecanismos coloniales como el franco CFA. Al menos por el momento, porque no podemos excluir la posibilidad de que la evolución de la situación empuje a los militares a romper con ciertos mecanismos de dominación imperialista.
Si estos “nuevos” amigos de África (China, Rusia, Turquía, etc.) no representan ninguna alternativa progresista y de liberación nacional para los trabajadores y las clases populares del continente, el odio a las antiguas potencias coloniales europeas es completamente justificable y comprensible. La narrativa de víctima del presidente francés no engaña a nadie. Así, una de las tareas impuestas a los trabajadores en Francia es la lucha contra las acciones del imperialismo francés en África, en solidaridad con la clase trabajadora y las clases populares de África, especialmente las de las antiguas colonias francesas, esta lucha es también parte de su lucha contra los capitalistas en Francia.