Myriam Bregman fue reconocida ampliamente por su intervención en el debate presidencial.
El primero de los dos debates presidenciales llegó a su fin e inauguró un aluvión de balances, peleas en redes, memes y reconocimientos. Myriam Bregman, ante los ojos de millones, “ganó”, lo que es decir que dijo lo que el resto omitió o directamente mintió. Por parte de algunos empieza, como quien no quiere la cosa, una campaña de minimizar la pelea de Bregman y de la izquierda, para conducir ese entusiasmo, cuándo no, hacia la gris aceptación de un mal menor. Por eso si Bregman te gustó, si bancás lo que dijo, apoyala con tu voto.
El impacto de la participación de Myriam Bregman en el debate de candidatos y candidatas a presidente fue masivo y bastante unánime. Tuvo una participación filosa, picardía, contenido y fuerza para enfrentar a los candidatos de los partidos del ajuste. Básicamente, los otros cuatro candidatos.
Al calor de cada intervención de Myriam, tanto en su exposición como en las réplicas, fueron creciendo las reacciones y los comentarios elogiosos en redes sociales. Algunas usuarias de la red X (antes conocida como Twitter) comentaban positivamente la intervención de Bregman: fue primera tendencia en la red durante más de un día. Para muchos y muchas, fue la primera vez que escucharon, al menos tan larga y claramente, a la dirigente, en un sistema de medios tan generoso para difundir a candidatos de la derecha o funcionarios de gobiernos, como mezquino a la hora de permitir exponer las ideas a referentes de la izquierda socialista. El crecimiento de un fenómeno como el de Milei no se explica solo por la exposición mediática, pero evidentemente en la sociedad en la que vivimos esto no es menor.
En Twitter, en TikTok, en WhattsApp, en Instagram y en todos los rincones de la comunicación virtual circularon comentarios, videos, recortes. Aquí y allá se comentó la estocada de Myriam contra el gatito mimoso del poder económico autopercibido un León contra los que menos tienen, Javier Milei. O su referencia a “El rincón del vago”, pero también cuando le dijo a Massa que cambia de espacio (y de ideario, agregamos) político “sin despeinarse”.
El apoyo a las distintas intervenciones o réplicas de Bregman no fue, sin embargo, un reconocimiento meramente a una capacidad oratoria. La candidata de izquierda fue la única que metió en el debate toda una serie de cuestiones que, sin ella, hubieran quedado ausentes. Bah, hubieran sido directamente ninguneadas: la situación de los trabajadores y trabajadoras, el destrato a los jubilados, la unánime defensa del acuerdo con el FMI por parte de los otros partidos, la defensa de los bienes comunes naturales, la reivindicación de los derechos de las mujeres y de la ESI, el apoyo a las docentes ante tanto ataque de los gobiernos, recordó en soledad la memoria de los 30 mil ante todo el discurso negacionista.
Myriam Bregman reivindicó la lucha de la clase trabajadora y de las grandes mayorías como vía para pelear por una salida a favor de los de abajo, en el marco de una grave crisis capitalista. En el marco de la sequía de movilizaciones y luchas que impulsan los grandes sindicatos, que se dividen entre apoyar a Massa y arrodillarse ante en Leoncito Milei, la intervención de la izquierda apuntó a lo contrario. A explicar que la desmovilización y desmoralización que abona el peronismo no es un único camino, no son inexorables. Sin Bregman, toda esa agenda no hubiera estado en el debate. De la misma forma, solo con el voto a Bregman y Del Caño, esa misma agenda puede expresarse en las elecciones.
Bregman sobresalió en el debate. Ahora que no te estafen con el "gatito mimoso" del mal menor a Massa
Algunas reacciones en redes sociales decían, medio en chiste y medio en serio: “¿Y si nos organizamos todas y votamos a Myriam para que sea presidenta?”, como un impacto positivo de sectores que consideran seriamente el voto a la izquierda.
Pero al mismo tiempo otras voces, con intenciones claras y cero ingenuas, hablaron en sentido inverso. Buscando encarrilar el entusiasmo que provocó la intervención de la izquierda, hacia el opaco y lastimero pedido de voto a un mal menor, Sergio Massa, que fue a un debate entre otras cosas a decirle a Milei que lo consideraría y llamaría en un eventual gobierno suyo.
Algunos argumentos buscaban reducir a la izquierda a buenos pero inaplicables argumentos. Otros a mencionar a Bregman como una buena oradora “tan necesaria en el Congreso”. La cuestión es que Myriam Bregman ya es diputada, ya está en el Congreso. No pelea como candidata legislativa, no estamos en un balotaje, estamos en una elección con 5 listas. Y pelea por el voto a todos los tramos de la boleta del FIT, porque el voto a la izquierda en todos sus cargos es una demostración de que lo dicho en el debate, la izquierda se lo toma en serio.
Que en serio hay que enfrentar a los grandes empresarios, que en serio hay que romper con el FMI, que en serio hay que priorizar al pueblo trabajador, que en serio aspiramos a una salida colectiva, de lucha. Que en serio buscamos que nos voten, como parte de fortalecer una izquierda, valga la redundancia, fuerte en serio.
Las ideas de la izquierda no son sólo aplicables, ligadas a la movilización popular y de los trabajadores. En cierto sentido, son hasta necesarias e inevitables si no se quiere que la crisis económica actual, cruzada con una enorme crisis a nivel global, se descargue como un manto de nuevas miserias sobre las mayorías.
Patricio del Corro en la red X debatía con un argumento emparentado a este: “A Myriam la banco a pleno, me encanta su fuerza y las cosas que dice. Banco a la izquierda porque siempre están con los laburantes y no se dan vuelta. El tema es que después la troskean". Amigue, es al revés, "troskearla" es hacer eso y para lo que se viene va a hacer más falta”.
Efectivamente Bregman gustó porque dijo, en un país que naufraga, que para resolver las cuestiones clave, pero incluso cuestiones mínimas, hay que ir a fondo con un programa y una salida a favor de los trabajadores y las trabajadoras. Ese fue en parte uno de los principales aportes al debate: mostrar que no solo existe una radicalidad de derecha, sino también una que apuesta a una salida colectiva frente a los capitalistas y su Estado y sus partidos. Evitar las ideas presuntamente utópicas de la izquierda, ha sido el espantajo con el que todas las versiones del progresismo "realista", con el afán de no chocar con ningún poderoso, han hecho que las que choquen sean las mayorías populares, a las que se le cayó encima el salón de una fiesta ajena.
O se propone una salida en serio, a fondo, o solo queda la resignación y la claudicación como horizonte, que es lo que se vio con Vicentin, con el FMI, con los remarcadores de precios, y con un largo etc. Grabois, que se autoconvenció y convenció a muchos y muchas de que pelearía por una alternativa más radical y “soberana” en Unión por la Patria, una vez perdidas las PASO confirmó su apoyo a Massa. Confirmó también, de paso, que su rol, el de Grabois, es contener votos críticos, en apoyo a Massa, para evitar que migren a la izquierda. Es difícil pensar que un “traidor vende patria” que iba a “arruinar una generación militante”, como Grabois catalogó a Massa, ahora sea una opción. La izquierda se propone, en cada pelea en las calles y en cada debate, que esa bronca y esa crítica de simpatizantes desencantados del oficialismo, se exprese votando y apoyando a la izquierda.
Resignación o lucha
El peronismo tomó nota de todo y de la necesariamente deslucida intervención de su candidato Massa. La militancia kirchnerista, a la que Massa llamó “ñoquis de la Cámpora”, se puso al frente de una campaña para consagrar a un ajustador actual y a un menemista de años como supuesto límite para la derecha, buscando algo para sacar de la galera. El nuevo eslogan de campaña del peronismo podría tranquilamente ser "es lo que hay", “votá contra tus ideas, votá contra tus convicciones, votame”. Solo se interpela al miedo.
El cuco de la derecha es usado para llamar a votar a un cómplice del gobierno de Macri, a pesar de que ese candidato propone meter en su gobierno a varios de derecha, desde Morales o libertarios. El doble discurso, el panquequismo al palo. "Votá con asco, pero pibe, vení y votá".
Apelan a la mayor distancia posible entre el llamado a votar y la pelea por lo más grande que quizá tenga cada uno: nuestras propias ideas y convicciones. Se construye así una verdadera extorsión para de alguna forma buscar violentar la voluntad de cambio que cientos de miles tienen.
¿Qué mostró el debate en este sentido? Que la izquierda habla y llega a sectores muy amplios que asienten y comparten una parte de sus valores. La desmovilizacion que hacen los sindicatos y movimientos sociales, dijimos, tiene entre sus consecuencias mostrar a una izquierda aislada. Solo basta recordar diciembre de 2017 para ver a la izquierda jugando un rol central en la crisis del macrismo.
Hacía poco era la izquierda la que resistía en PepsiCo. Después, claro, esa misma izquierda es interpelada por los mismos que ajustan, que vacían la calle, que desmoralizan: ¿por qué la izquierda no capitaliza la bronca? ¿Por qué se dividen?
Pero como dijo el cantante de Turf, Joaquín Levinton, si nadie se pone una zapatilla 26 si calza 38, ¿por qué elegir a alguien que de antemano se sabe que favorecerá a los ya favorecidos? Si votaste contra Massa en la interna de Unión por la Patria por considerarlo ajustador, amigo de la derecha, compinche de La Embajada, ¿por qué hacerlo a favor dos meses después?
No se tapa una gotera con un corcho de hielo
Antes del debate, pero con una urgencia mayúscula luego, sectores de la prensa, militantes, funcionarios, etc., tratan de decir “Ha terminado el debate. Muy bien Bregman. Pero el único que puede frenar a Milei es Massa”. Sin embargo es al revés. Milei creció gracias, primero, al naufragio de la aventura macrista. Y segundo, por el colapso de la experiencia del Frente de Todos, que profundizó el hambre, la pobreza, el sometimiento nacional, el descontento y, para colmo, el fortalecimiento de la derecha. Nunca como hoy se fortaleció tanto una derecha radical, justamente en un gobierno que pidió el voto en el 2019 como “mal menor” frente a la derecha macrista.
¿Porqué la fórmula que ya salió mal va a funcionar ahora, justo con el gobierno que con el ajuste que aplicó y la desmovilización que provocó, alimentó en la boca a la bestia derechista?
¿Cómo se va a frenar a la derecha con alguien que llama a un gobierno de unidad con el represor de la movilización en Jujuy, con los que reconocen armar las listas a Milei, con los que favorecen el odio hacia “la política” con gestos de impunidad y vergüenza tan obscenos como el de Insaurralde en Marbella? No se puede tapar una gotera con un corcho de hielo: al principio puede parecer que frena el agua pero en definitiva termina alimentándola. Mucho más frente a una crisis que deja cada vez menos espacio para alternativas tibias. Cada vez más es "ellos o nosotros y nosotras".
El desempeño de Bregman en el debate es solo una parte de la pelea de la izquierda: ahora queda redoblar lo que queda de la campaña, organizar el entusiasmo en nuevas fuerzas en cada facultad y cada lugar de trabajo y estudio, dar un cuerpo más sólido a la única fuerza que pelea por enfrentar a la derecha sin caer en la trampa de otras derechas agazapadas.
A la derecha se la frena en las calles y en el Congreso, peleando y votando con convicción una alternativa que tiene a los y las laburantes como protagonistas. Los atajos llevan a nuevas frustraciones, que la izquierda se niega a convalidar. Por el contrario, todo este largo año de pelea electoral y en las calles son parte de las tareas para que surja una izquierda cada vez más fuerte, con referencias cada vez más visibles y audibles, pero también con un peso social creciente. Lo que hace falta para que la salida a la crisis la demos los que somos más que todos: los trabajadores y las trabajadoras.