Mientras el ejército israelí continúa su intervención militar contra Gaza, con más de 8.000 civiles muertos por las bombas, muchos gobiernos occidentales han declarado su apoyo ilimitado a estos crímenes de guerra. Acusan de antisemitismo a todos los que critican a Israel. En última instancia, argumentan, sólo el Estado de Israel ofrece protección a los judíos tras siglos de discriminación, pogromos y genocidio. Una reivindicación central del sionismo, que se remonta a su fundador Theodor Herzl, ha sido que sólo un Estado judío puede ofrecer seguridad a su pueblo oprimido.
Sin embargo, los últimos acontecimientos lo ponen en duda. Israel acaba de presenciar la mayor masacre de judíos en muchas décadas. Incluso antes del asalto de Hamás del 7 de octubre, Israel era escenario de una masacre continua: más de 200 palestinos fueron asesinados en los nueve primeros meses de este año. Ahora, miles de civiles palestinos están siendo masacrados.
Si se supone que Israel ofrece "seguridad", es una seguridad basada en refugios antiaéreos, armas nucleares e interminables miles de millones del imperialismo estadounidense. También es una "seguridad" de tres años de servicio militar obligatorio, en el que muchos jóvenes son entrenados para ser soldados de ocupación. ¿Es éste el mejor futuro al que puede aspirar el pueblo judío?
Sionistas y antisemitas
El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, conserva un retrato y un busto de Winston Churchill en su despacho. Churchill es conocido por su odio a los judíos. En un famoso ensayo de 1920, Churchill advertía contra los "judíos internacionales" que propagaban la revolución, al tiempo que elogiaba al general Anton Denikin, un general contrarrevolucionario que derramó océanos de sangre judía durante la guerra civil rusa. No se trata de un descuido por parte de Netanyahu: siempre ha sido amigo de antisemitas como Viktor Orbán, Donald Trump y, más recientemente, Elon Musk.
Desde sus orígenes, el movimiento sionista trató de colaborar con los antisemitas. Theodor Herzl se reunió con Vyacheslav von Plehve, el ministro del Interior de la Rusia zarista que organizó terribles pogromos antijudíos, con una simple propuesta: tenían el interés común de conseguir que los judíos abandonaran Rusia. Se ofrecieron propuestas similares al Kaiser alemán e incluso a los nazis. En la década de 1930, cuando los judíos de todo el mundo estaban organizando un boicot contra el gobierno nazi, los sionistas firmaron un acuerdo que proporcionó las tan necesarias divisas al Tercer Reich.
Aunque la fundación de Israel se presenta a menudo como una consecuencia del Holocausto, los propios sionistas dejaron claro que no hicieron nada para luchar contra el ascenso del fascismo. David Ben-Gurion dijo en 1938 que se oponía a la evacuación de los niños judíos de la Alemania nazi: "si supiera que es posible salvar a todos los niños de Alemania transportándolos a Inglaterra, pero sólo a la mitad transportándolos a Palestina, elegiría lo segundo". La biografía de Ben-Gurion se titula Un Estado a cualquier precio, ya que el proyecto sionista consistía en construir ese Estado, no en ayudar a huir a los refugiados.
Hoy en día, los estadistas sionistas siguen encontrando razones para respaldar a los antisemitas. Israel no solo ofreció apoyo a Hamás a finales de la década de 1980, como una forma de debilitar a las fuerzas izquierdistas y seculares en el movimiento de liberación nacional palestino. En fecha tan reciente como 2019, Netanyahu hacía hincapié en la importancia de respaldar a Hamás: "Cualquiera que quiera frustrar el establecimiento de un Estado palestino tiene que apoyar el refuerzo de Hamás y la transferencia de dinero a Hamás", dijo el primer ministro en una reunión de 2019 de su partido Likud. "Esto forma parte de nuestra estrategia: aislar a los palestinos de Gaza de los palestinos de Cisjordania".
El sionismo no tiene legitimidad ideológica sin antisemitismo. Como dijo la Primera Ministra israelí Golda Meir en 1970: "demasiado antisemitismo no es bueno porque conduce al genocidio; nada de antisemitismo tampoco es bueno porque entonces no habría inmigración [a Israel]. Lo que necesitamos es un antisemitismo moderado"[Citado en: MIchael Warschawski, On the Border (London: Pluto Press, 2005), 154.].
Sionistas e imperialistas
Desde los tiempos de Herzl, era obvio que la creación de un Estado judío en Palestina sólo sería posible con el apoyo de las potencias imperialistas y, en particular, del Imperio Británico. El objetivo de Gran Bretaña nunca fue ayudar a los judíos, sino cimentar su propia influencia en una región geopolíticamente importante, a un coste menor que ocupando la zona ellos mismos.
En palabras de un gobernador colonial británico en Jerusalén, el objetivo era un "pequeño Ulster judío leal en un mar de arabismo hostil". Al igual que los británicos habían colocado colonos protestantes en el norte de Irlanda, como una colonia leal en medio de una población hostil, permitieron la entrada de colonos sionistas en Palestina. Estos colonos judíos quedarían atrapados en la hostilidad externa hacia sus vecinos - y por lo tanto dependerían eternamente de los patrocinadores imperialistas.
En otras palabras, las potencias imperialistas no tenían ningún interés en proteger la vida judía. Todo lo contrario: querían carne de cañón judía.
Después de 1956, el imperialismo estadounidense tomó el relevo de su competidor británico como principal patrocinador del Estado de Israel. Desde 1949, Estados Unidos ha proporcionado más de 260.000 millones de dólares para pagar armas de alta tecnología y asentamientos. Esto no se debe a un todopoderoso "lobby judío" en Washington. Más bien, el Estado de Israel sigue sirviendo a los intereses imperialistas en la región.
El colonialismo sionista representa un peligro para la vida judía, ya que enfrenta a los israelíes con sus vecinos palestinos, al tiempo que recluta a judíos de todo el mundo para luchar al servicio de un brutal proyecto nacionalista. Coloca a unos 7 millones de judíos en un estado de conflicto constante con más de 400 millones de árabes de la región.
Los judíos antisionistas, tanto antes como después de la creación del Estado de Israel, se dieron cuenta de que para que la vida judía en la región tenga algún tipo de futuro, debe ponerse fin a la guerra permanente, a la ocupación y al Apartheid. De lo contrario, los israelíes se enfrentarían tarde o temprano al destino de los pieds-noirs, los colonos franceses de Argelia, obligados a emigrar tras la independencia. La diferencia importante es que, a diferencia de otros colonos, muchos israelíes judíos no tienen un país de origen al que regresar.
El gobierno de Netanyahu y sus patrocinadores imperialistas no quieren la paz. Están dispuestos a sacrificar la vida judía -y lo que es más importante, a brutalizar a millones de judíos reclutándolos en un ejército de ocupación- para garantizar que el imperialismo pueda seguir explotando a los pueblos y las riquezas de Oriente Próximo.
Sionistas y trotskistas
Si los sionistas se negaron a organizar la lucha judía contra el nazismo, ¿quién asumió esta tarea? La respuesta, sobre todo, es los trotskistas. En todo el mundo, en los años 30 y 40, la IV Internacional movilizaba a los trabajadores contra el fascismo y exigía que se abrieran todas las fronteras a los refugiados de la Europa ocupada por los nazis. Los sionistas se negaron explícitamente a hacer otra cosa que no fuera enviar colonos cuidadosamente seleccionados a Palestina. Esta es la razón por la que muchos jóvenes sionistas en la década de 1930 se unieron al movimiento trotskista.
El más famoso de ellos fue Abraham Leon, que había sido jefe de la federación estudiantil sionista en Bélgica. Mientras escribía un estudio materialista de la historia judía, llegó a comprender que el antisemitismo es un producto de la sociedad de clases, y que la decadencia del capitalismo era responsable del deseo de los nazis de exterminar a todos los judíos. "No se puede suprimir un mal sin destruir sus causas". escribió Leon. "Pero el sionismo desea resolver la cuestión judía sin destruir el capitalismo, que es la fuente principal del sufrimiento de los judíos".
Como resultado, Leon se unió a la resistencia trotskista, organizando la resistencia de la clase obrera a la ocupación alemana. Sus camaradas llegaron incluso a realizar labores de confraternización con los soldados alemanes de ocupación, que a menudo no eran más que hijos de la clase obrera obligados a luchar en una guerra que no les interesaba. Leon fue detenido y asesinado por los nazis en 1944, con sólo 26 años.
En su nuevo libro, Doppelganger, la intelectual canadiense Naomi Klein cita el trabajo de Leon como "particularmente relevante para nuestro momento histórico", porque demostró que la solidaridad de clase entre los trabajadores, más allá de las líneas étnicas, era la principal competencia y amenaza para el proyecto nazi"[Naomi Klein, Doppelganger: A Trip into the Mirror World (New York: Farrar, Straus and Giroux, 2023.]. Con todo lo maravilloso que es que una celebridad de izquierdas como Klein recomiende un libro trotskista -La cuestión judía: Una interpretación marxista-, las conclusiones que ella extrae de él son más bien pobres, concluye que el legado de Leon demuestra que "palabras, análisis e investigación afectaban la realidad ya que todavía tenían el poder de quebrar una maldición". El trabajo de Leon no se limitó a las ideas, sino que consistió en construir una fuerza material, la Cuarta Internacional, para transformar las ideas revolucionarias en acciones de masas.
El capitalismo no puede existir sin antisemitismo. El capital necesita chivos expiatorios para toda la miseria que causa. Por eso, ninguna "patria judía" podrá jamás eliminar el antisemitismo de raíz. Ahora, el Estado de Israel está llevando a cabo crímenes de guerra en nombre del "pueblo judío", creando así un nuevo antisemitismo en todo el mundo.
Como socialistas, luchamos contra el antisemitismo oponiéndonos a un mito compartido por sionistas y antisemitas por igual, a saber, que el Estado capitalista de Israel representa a todos los judíos del mundo. Todo lo contrario: muchos activistas judíos de todo el mundo están protestando contra las masacres de Gaza, con gran valentía y espíritu internacionalista.
Estas protestas solidarias en todo el mundo son una muestra de cómo podemos construir un mundo sin antisemitismo y sin opresión ni prejuicios de ningún tipo. Vemos a judíos movilizándose hombro con hombro con palestinos y personas de todas las nacionalidades: les une la oposición a los asesinatos en masa, al militarismo y al imperialismo. Nadie que marche junto a manifestantes judíos cree que formen parte de una siniestra cábala que gobierna el mundo.
A lo largo de la historia, el arma más poderosa contra el antisemitismo ha sido siempre un fuerte movimiento obrero que una a trabajadores de todos los orígenes en la lucha contra el capitalismo. La verdadera seguridad para el pueblo judío -y para todo el pueblo- se generará una vez que hayamos terminado con los Estados capitalistas que nos mantienen divididos. |