Con referencias a la “guerra santa”, el pasado 28 de octubre Netanyahu anunciaba la segunda fase de la ofensiva del Estado de Israel en la Franja de Gaza. Hasta el momento se ha cobrado la vida de 9500 personas, más de un tercio, niños. En respuesta a esta masacre ha crecido exponencialmente la movilización en todo el mundo en apoyo al pueblo palestino, por el fin de los bombardeos y de la intervención militar israelí. El Reino Unido, EE. UU., Turquía, el Estado Español, Túnez, Jordania, dieron algunas de las tantas postales de un movimiento que atraviesa los más diversos países y que, como volvió a mostrar este sábado 4 de noviembre, continúa desplegándose. También en Argentina nos movilizamos el pasado miércoles 25 de octubre y este viernes 3 de noviembre.
En este marco se viene desarrollando un debate sobre la posición de la izquierda frente a la estrategia y los métodos de Hamas. En un artículo anterior debatimos con las posiciones del Partido Obrero y Política Obrera. Desde una misma perspectiva, aunque con diferentes énfasis, ambos criticaron al PTS por plantear que no compartimos ni los métodos ni el programa ni la estrategia de Hamas. Como decíamos en su momento, la ubicación incondicional con la lucha y la resistencia del pueblo palestino, más allá de cuál sea su dirección circunstancial, es la obligación de quienes luchamos por la revolución socialista, pero la adaptación al Hamas que propician ambos PO no tiene nada que ver con una izquierda trotskista.
En una nueva respuesta del PO (Partido Obrero), Luis Brunetto reitera los argumentos del anterior polemista pero extremándolos hasta el absurdo. Luego de haber abandonado desde hace años cualquier política internacionalista, nos enteramos a través de Brunetto que –para el PO– la cuestión pasa por luchar “bajo las órdenes” del Hamas. Nuevamente nos dice que “La independencia política para el PTS […] consiste en abstenerse de involucrarse en la lucha y la resistencia tal cual se está desarrollando”. Una versión afiebrada, y por momentos lisérgica, de estos mismos argumentos nos entrega en un nuevo artículo Marcelo Ramal del PO (Política Obrera). Pero comencemos por Brunetto.
¿Una crítica implícita del PO a sus propios referentes?
En su réplica, Brunetto aclara que lo que nos critica el PO es “el hecho de poner peros a la hora de reivindicar la acción de Hamas, no el derecho del PTS a criticar su estrategia, métodos y programa”. ¿Pero en qué quedamos? Si no se puede criticar la acción del Hamas ¿qué significa entonces la crítica su estrategia y métodos? Nuevamente no se sabe. El contenido de esta rara “explicación” queda más claro a lo largo del artículo donde el autor se abstiene de cualquier crítica al Hamas, omitiendo incluso las que contenía el artículo anterior de Pablo Heller. A renglón seguido repite el reproche a los referentes del PTS por poner “peros” a la reivindicación de la acción del Hamas del 7 de octubre.
En nuestro artículo previo preguntábamos cómo encajarían en este planteo del PO los “peros” de la diputada del PO Romina del Plá cuando decía: “No compartimos la orientación política del Hamas que es una organización clerical y teocrática que además apoya a Erdogan y tiene vínculos con el régimen iraní. Pero está claro que a Hamas también lo han apoyado los sionistas cuando les venía bien para sacar a la OLP cuando actuaba con criterios laicistas”. Volvemos a preguntar: ¿estuvo bien o no la referente del PO al poner “peros” cuando se estaba discutiendo la acción del Hamas en Congreso? Brunetto, sintomáticamente, no dice una palabra al respecto.
Por otro lado, critica la intervención de Myriam Bregman en el debate presidencial –que, dicho sea de paso, ha recibido el apoyo de importantes sectores de la comunidad palestina y árabe de nuestro país, así como de la Embajada palestina, del Centro Islámico y una muy amplia solidaridad a nivel internacional frente a los ataques recibidos–. Le reprocha el “denunciar las víctimas civiles de ambos lados” emparentándola con las ONGs Amnesty International o Human Right Watch. Sin embargo, la propia Vanina Biasi, en su entrevista con Eduardo Feinmann a la salida de aquel mismo debate señaló claramente “yo no defiendo ningún ataque a la población civil ni del Estado de Israel ni de Palestina”. Entonces ¿en qué quedamos, se puede emparentar a la referente del PO con una ONG?
Por consideración a nuestrxs lectorxs nos saltearemos la disquisición infantil de Brunetto según la cual, al hablar de “castigo colectivo” en referencia a la ofensiva israelí, supuestamente, dejaríamos “implícita la idea de un ‘crimen’ que estaría siendo castigado ‘en exceso’ por Israel”. Nos limitamos a señalarle que “castigo colectivo” refiere a un método que, entre otros, fue empleado por los nazis para sembrar el terror y la desmoralización entre las masas.
¿Bajo las órdenes del Hamas?
Como señalábamos, la ubicación incondicional en el campo de la resistencia y la lucha del pueblo palestino contra el Estado de Israel no solo no es incompatible, sino que debe ir de la mano con la disputa de programas, estrategias y métodos frente a las direcciones burguesas o pequeñoburguesas que dirigen circunstancialmente el bando oprimido. Lo contrario significaría relegar los intereses estratégicos de la clase obrera y la revolución social, a nivel nacional e internacional. De allí que la independencia política es fundamental. Para ilustrar este tipo de ubicación mencionábamos el ejemplo de Trotsky frente a la invasión japonesa a China en 1937.
Brunetto se muestra feliz porque encontró una cita que probaría que “Maiello le pasó la tijera censora” a los argumentos de Trotsky, quien –según nuestro polemista– nos recomendaría combatir bajo las órdenes del Hamas. El entusiasmo del autor resultaría risueño si no fuese que estamos discutiendo temas serios. La referencia es a la carta a Diego Rivera de septiembre de 1937 donde Trotsky defendía la intervención activa de los revolucionarios en la lucha contra el imperialismo japonés más allá de la dirección nacionalista-burguesa de Chiang Kai-shek que la encabezaba. Es uno de los tantos escritos con los que batalló por esa posición. Pero no nos queda otra que aclarar.
Lejos de la subordinación militar automática al Kuomintang de Chiang Kai-shek que sugiere Brunetto –y que supuestamente fundamentaría la prohibición de los “peros” para con las acciones del Hamas–, en aquella misma carta a Rivera, así como en muchos otros escritos y procesos, Trotsky defiende la independencia política y organizativa de los comunistas en todos los terrenos. Dos párrafos antes de la cita que recorta Brunetto, Trotsky señala:
Jamás negamos la necesidad de un bloque militar del partido comunista y el Kuomintang. Por el contrario, fuimos los primeros en proponerlo. Exigimos, sin embargo, que el partido comunista mantuviera su independencia política y organizativa, es decir, que tanto en la guerra civil contra los agentes locales del imperialismo como en la guerra nacional contra el imperialismo, la clase obrera, a la vez que permanecía en el frente de la lucha militar, preparara él derrocamiento político de la burguesía” (resaltado nuestro).
No hay mucha novedad acá, es el típico planteo de Trotsky respecto a la relación con el Kuomintang, que se puede remontar hasta la década de 1920 y su incansablemente pelea contra la subordinación del PC chino a este. Pero Brunetto, recortando una cita, parece haber descubierto lo contrario. Y, como si esto fuera poco, nos lo presenta como argumento para una supuesta obligación de no poner “peros” frente a la acción del Hamas del 7 de octubre, ya que la lucha “hoy se desenvuelve bajo el liderazgo y las órdenes de Hamas”.
En un mismo sentido, pero sin mayores fundamentos, Ramal de PO (Política Obrera) va más allá y sostiene que tampoco tiene mayor sentido separarse del programa del Hamas de imponer un Estado teocrático porque, de triunfar la resistencia palestina, sería superado automáticamente por el movimiento de masas. Esto, supuestamente, es en respuesta a nuestro planteo del artículo anterior donde decíamos: “estamos decididamente por el triunfo de la lucha del pueblo palestino más allá de cuál sea su dirección actual. Se trataría una victoria táctica muy importante. Pero también somos conscientes de que un triunfo político bajo la dirección burguesa del Hamas implicaría la instauración de un Estado teocrático. Nosotros luchamos por la realización integra y efectiva del derecho a la autodeterminación nacional del pueblo palestino y por la única salida estratégica verdaderamente progresiva que es una Palestina obrera y socialista”.
Frente a esto, Ramal afirma que quien escribe, al criticar el programa del Hamas, “no advierte que su planteo condena la revolución iraní de 1979, o sea que reivindica la monarquía del Sha”. En realidad, es Ramal quien no advierte que, al establecer una identidad entre los procesos y sus direcciones, termina condenando a la propia revolución iraní. Lejos de comenzar bajo la dirección de los ayatolas, esta fue producto directo de la oleada de huelgas de cuatro meses que llevó a la huelga general, derrocó al régimen del Sha y desarrolló los shoras como embrionarios consejos obreros. La dirección islámica de Jomeini vino a contener el proceso para mantenerlo en los marcos del capitalismo e instituir un Estado teocrático. Este resultado no tuvo lugar sin importantes resistencias, pero si hay algo que demuestra es que no existe el automatismo objetivista que postula Ramal, el cual haría virtualmente superflua la lucha de programas.
En un artículo posterior, Jorge Altamira reproduce parte de la pirotecnia verbal de Ramal, pero retrocede en el fervor objetivista –que, de hecho , unifica las posiciones de ambos PO– para afirmar, a propósito del Hamas que: “Ninguna guerrilla va a derrotar militarmente al sionismo; para eso necesita una política. La guerra nacional es un instrumento potente cuando lo es su proyecto político”. Si esto es así, entonces pasa a primer plano la lucha tanto de programas, como de estrategias y métodos, pero Altamira parece no tomar nota de ello. Entonces, en qué quedamos. Política Obrera debería lidiar con sus propias inconsistencias.
De hecho, en la propia revolución iraní que trae a cuento Ramal, actuaron dos organizaciones que se reivindicaban trotskistas. Una de ellas, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (HKE), estuvo dispuesta a abandonar cualquier principio socialista para mantener su apoyo al nuevo régimen de los ayatolas, por considerarlo la dirección “realmente existente” del movimiento antiimperialista iraní. La otra, el Partido Socialista de los Trabajadores (HKS), no se plegó a esta línea y fue perseguida por el régimen, varios de sus miembros fueron encarcelados y condenados a muerte ya en 1979. El HKE mantuvo su apoyo a Jomeini a pesar de las persecuciones, pero igualmente en 1983 su organización fue desmantelada y sus miembros, obligados a exiliarse. Un ejemplo que vale la pena tener en cuenta antes de ponerse bajo las órdenes del Hamas.
El “pablismo” senil de ambos PO
El debate en curso supera el problema de la acción del 7 de octubre. Remite a una reedición senil de una determinada interpretación del trotskismo que fracasó rotundamente en la segunda mitad del siglo XX y que quedó asociada al dirigente de la IV Internacional, Michel Pablo. En nuestro artículo anterior, señalábamos que las posiciones de ambos PO remitían a esta tradición. Brunetto no consideró necesario responder, el que tomó el guante fue Ramal. Vale la pena detenerse en su aproximación al problema. Señala correctamente que Pablo “vio ‘campos’ enfrentados, entre la URSS y el imperialismo, durante la guerra fría, como el motor histórico prevaleciente, en el lugar en que el marxismo pone a la lucha de clases”. Sin embargo, para Ramal las consecuencias de esto se circunscriben exclusivamente a dos problemas: que encubrió la tendencia de la burocracia de la URSS a un compromiso con el imperialismo y que ponía en un rol secundario la lucha para derrocar a la burocracia.
Ahora bien, el “pablismo” fue mucho más que eso. Significó el abandono de la construcción de partidos revolucionarios en pos del “entrismo” generalizado en los partidos de masas, socialdemócratas, estalinistas, e incluso nacionalistas de las semicolonias, como el MNR boliviano. “Intentar reemplazar –decía Pablo– desde el exterior a la dirección burocrática de las masas oponiéndole nuestras propias organizaciones independientes, en esas condiciones, conlleva el riesgo de aislarnos de esas masas” (“¿A dónde vamos?”). Esta identificación entre el movimiento de masas y sus direcciones “realmente existentes” era la vía para subordinarse a ellas y dejar de lado cualquier programa y estrategia obrera e internacionalista. Tanto es así que, como decíamos en nuestro artículo anterior, el propio Pablo terminó formando parte del gobierno del Frente de Liberación Nacional en Argelia, dirigido por Ben Bella.
Esta orientación fue uno de los grandes problemas, no el único, obviamente, que marcó al trotskismo luego de la Segunda Guerra Mundial y contribuyó a que llegue extremadamente debilitado al ascenso internacional de los años ’70 del siglo pasado. La idea de fondo que propició el “pablismo” y que permeó a gran parte del movimiento trotskista fue que el socialismo se extendía por el mundo mediante revoluciones cualesquiera con direcciones cualesquiera. Recordemos que eran momentos de grandes revoluciones, como la china, la indochina y, posteriormente, la cubana, así como de enormes movimientos anticoloniales de liberación nacional. En un sentido similar a la socialdemocracia de principio del siglo XX, la percepción era que el trotskismo nadaba a favor de la corriente. Ya en el siglo XXI, y luego de la oleada de restauración capitalista y “neoliberalización” de la socialdemocracia, a la que se plegaron muchos PC y direcciones nacionalistas en las semicolonias, es claro que eso no sucedió, el resultado fue todo lo contrario.
Siendo evidente para cualquiera que lea nuestros artículos y declaraciones que estamos incondicionalmente con la lucha del pueblo palestino más allá de sus direcciones circunstanciales, el ataque de ambos PO al PTS por poner “peros” a la reivindicación de la acción del Hamas y por criticar su programa, su estrategia y sus métodos no es más que una reedición de aquellas viejas posiciones “pablistas”. Se trata de una discusión que cobra mayor relevancia en el nuevo escenario que plantea la situación internacional atravesado por las crecientes tendencias a las crisis, por las guerras y enfrentamientos cada vez más agudos de la lucha de clases, como muestra justamente Palestina.
Otra vez sobre los medios y los fines
Tanto para el Partido Obrero como para Política Obrera hay solo dos tipos de posicionamiento frente al accionar del Hamas: o bien reivindicarlo incondicionalmente porque es la dirección “realmente existente” de la resistencia palestina, o bien ubicarse en el campo del imperialismo y del sionismo. Cualquier crítica a la acción del Hamas ubicaría automáticamente a quien la haga en este segundo campo. Claro que hay posiciones equidistantes en la propia izquierda que se reivindica trotskista, como la de Lutte Ouvrière de Francia, que pega carteles que dicen “Contra Biden y Macron, contra Netanyahu y Hamas. Proletarios de Francia, Palestina, Israel… ¡Unámonos!”. Nuestros compañeros de la FT-CI de Révolution Permanente vienen discutiendo duramente con ellos.
Sin embargo, no podemos decir lo mismo del NPA-C, el grupo francés con el que el Partido Obrero mantiene relaciones diplomáticas, que se ubica en una posición cercana a la de Lutte Ouvrière. Al igual que Partido Obrero sostiene que cualquier apoyo incondicional a la causa palestina implica el alineamiento con Hamas, solo que, a la inversa del PO, lo hace para poner condiciones al apoyo a la resistencia palestina. Todavía estamos esperando la polémica del Partido Obrero con sus supuestos aliados franceses. El esquema según el cual el apoyo incondicional a la resistencia significaría brindar apoyo incondicional a Hamas y sus métodos tiene estas dos caras, ninguna de las cuales se aproxima a una posición consecuentemente antiimperialista e internacionalista.
En la declaración de la FT-CI y en nuestro artículo anterior criticábamos el programa, la estrategia y los métodos del Hamas. No lo hacíamos genéricamente sino en concreto, cuestión que para ambos PO es motivo de anatema. Así, luego de despejar toda la marea de fake news, distinguíamos, dentro de la acción de resistencia contra la ocupación colonial encabezada por Hamas, la parte dirigida contra los objetivos militares o directamente vinculados a las fuerzas de ocupación, de aquella otra parte que, como los ataques al festival de música en Reim o a la población civil no combatiente en los Kibutz, se inscribe en una estrategia que, como trotskistas, no compartimos.
Puntualmente la toma de rehenes ha sido una práctica reiterada en diversas revoluciones a lo largo de la historia para responder a la violencia contrarrevolucionaria, por ejemplo, por los comuneros de París o los propios bolcheviques rusos. En este marco, señalábamos en nuestro artículo anterior la diferencia entre estos últimos casos donde los rehenes eran curas contrarrevolucionarios y gendarmes, y la toma de rehenes de durante la acción liderada por el Hamas en un festival de música donde una parte significativa de los participantes eran jóvenes pacifistas que no eran enemigos de la causa palestina. Que el Estado de Israel sea un enclave imperialista con una sociedad fuertemente militarizada no puede borrar la diferencia entre las fuerzas tanto militares como paramilitares y los civiles.
Mientras que a Ramal no le interesa esta diferencia –así como tampoco los problemas de estrategia en general–, Brunetto nos acusa de un crimen de leso trotskismo por no hacer referencia al libro Terrorismo y comunismo. Es bueno que lo traiga a cuento. Justamente allí, Trotsky ataca brutalmente la doble vara del pacifismo liberal que termina negando la violencia revolucionaria al tiempo que, para “explicar” a Kautsky la diferencia entre el terror zarista y el de la revolución, señala que el primero está dirigido contra el proletariado y los oprimidos, mientras que el segundo ataca “a los grandes propietarios, a los capitalistas, a los generales que intentan restablecer el régimen capitalista. ¿Percibís este... matiz? ¿Sí? Para nosotros, los comunistas, es por completo suficiente” (Terrorismo y comunismo).
El punto de vista de clase no es una generalidad, es fundamental para abordar el problema de la estrategia y de los métodos. La forma de encarar, por ejemplo, la cuestión de los rehenes es inseparable de la estrategia burguesa y teocrática. El Hamas carece de cualquier política, no solo para contrarrestar el bloque reaccionario al interior del Estado de Israel en torno a Netanyahu, sino para apelar decididamente a la movilización global contra la ocupación colonial. En su lugar, la apuesta estratégica de Hamas parte de depositar la confianza en las burguesías de la región para forzar una intervención militar que cambie el balance de fuerzas. Como sabemos, históricamente estas mismas burguesías han usado como moneda de cambio a la causa palestina para negociar sus propios intereses con el imperialismo. Desde luego no compartimos esta estrategia, de allí nuestros “peros”.
El internacionalismo revolucionario
La masacre que está llevando adelante el Estado de Israel en la Franja de Gaza a la vista de millones en todo el mundo está poniendo en evidencia el carácter totalmente colonialista del sionismo. Por su parte, el encolumnamiento incondicional del imperialismo, en primer lugar, del norteamericano, demuestra el carácter de enclave imperialista del Estado de Israel para controlar Medio Oriente. El relativo “consenso” que habían logrado los imperialismos occidentales en torno a la intervención de la OTAN en la guerra en Ucrania contra la invasión rusa se está haciendo añicos, se desfigura la máscara de defensa a la autodeterminación de los pueblos con la que EE. UU. pretendió cubrir sus intereses imperialistas.
Este es el marco de las enormes movilizaciones que se están desarrollando a nivel internacional en apoyo al pueblo palestino, por el fin de los bombardeos y la intervención militar israelí, tanto en Medio Oriente como en Europa y en el propio EE. UU. En Londres, uno de los epicentros, las movilizaciones pasaron de 150 mil luego de la primera semana de la ofensiva israelí a 500 mil personas el domingo 29 de octubre y tuvieron su continuidad este sábado 4 de noviembre en varias ciudades, incluyendo bloqueos de calles, ocupación de estaciones de tren y otras acciones. Para pesar del establishment político, la burocracia sindical y los grandes medios tienen una intensidad que no se veía desde el movimiento contra la guerra de Irak. En Túnez, Jordania, Egipto, Turquía, el Estado Español, Francia y muchos otros países se muestra en las calles la solidaridad con la causa del pueblo palestino. Junto con ello, hay ejemplos aún pequeños pero significativos como el de los sindicatos de transporte en Bélgica que anunciaron el bloqueo al envío de armamentos a Israel o el llamamiento de sindicatos griegos a una jornada de huelga en apoyo a palestina.
Las diferentes organizaciones de 14 países que conforman la Fracción Trotskista por la Cuarta Internacional, de la que forma parte el PTS, vienen impulsando activamente la movilización. En Francia, contra la política represiva del gobierno de Macron que ha declarado ilegales las movilizaciones en apoyo al pueblo palestino y persigue a la izquierda, Révolution Permanente viene cumpliendo un papel muy importante en el desarrollo del movimiento a pesar de la represión y organizando comités en las universidades por Palestina. La Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) viene haciendo lo propio en Madrid, Barcelona, Zaragoza, también participando de la “huelga estudiantil” y las movilizaciones para denunciar los crímenes del Estado de Israel y los incesantes ataques en Gaza. Left Voice en Estados Unidos viene siendo parte de las movilizaciones e impulsando la organización de sectores juveniles por palestina. También vienen siendo parte de las movilizaciones la FIR en Italia, el MTS en México, el PTR en Chile, el propio PTS y demás organizaciones en cada país donde interviene la FT-CI.
Es curioso que Ramal, miembro de una organización a la que no se le conoce ningún trabajo internacional mínimamente serio, se refiera a la FT-CI como “los ultrainternacionalistas del verbo”. Como suele decirse, hablar es gratis. Pero esto nos lleva a una cuestión importante. Tanto el Partido Obrero como Política Obrera, luego de experiencias fallidas y de la ruptura de su partido en Argentina, abandonaron definitivamente cualquier política internacionalista y, en los hechos, la lucha por la reconstrucción de la IV Internacional. En su lugar, el Partido Obrero ha planteado su proyecto político de construir “movimiento popular con banderas socialistas”, dejando virtualmente de lado la construcción de un partido de trabajadores revolucionario internacionalista. Por su parte, Política Obrera se ha sumergido en el más craso abstencionismo político, incluso a nivel nacional, llegando a llamar a votar en blanco en las recientes elecciones de octubre donde el FITU se enfrentó a los cuatro candidatos del FMI.
El fervor de ambos PO para defender el alineamiento con el Hamas es inversamente proporcional a su actividad internacionalista. En un sentido tiene coherencia. ¿Para qué construir organizaciones revolucionarias internacionalistas si ante los principales procesos de la lucha de clases es secundaria la lucha de programas, estrategias y métodos? Son las dos caras del “pablismo”: adaptarse a este tipo de direcciones y relegar la lucha por la construcción de partidos revolucionarios a nivel nacional y una internacional de la revolución socialista, la IV Internacional. De fondo, esta es la cuestión. |