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1ro de diciembre de 2024 Twitter Faceboock

Día del estudiante
La huelga estudiantil del 21-N de 1957: “No continuismo. Elecciones libres. Muera Pérez Jiménez”
David Rivas | Sociología UCV / @DavidRivasLTS

Se cumplen 66 años de la acción estudiantil que marcó el inicio del fin de la dictadura perezjimenista. Publicamos una breve nota que repasa los hechos y los debates estratégicos a que daba lugar el momento histórico.

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La consigna recorría subterráneamente por todo el país, expresando el descontento popular y el agotamiento del régimen dictatorial de Marcos Pérez Jiménez. Los volantes evocaban la consigna y recorrían clandestinamente por casas, calles, liceos y fábricas. La Junta Patriótica, conformada por Acción Democrática, Copei, URD, el Partido Comunista y algunos sectores descontentos del ejército, construía la “unidad” para conquistar la democracia, dejando a un lado los fundamentos programáticos que cada una de estas organizaciones enarbolaba. De este modo, se preparaba la huelga estudiantil y la conspiración militar. La primera, sería el detonante, la caja de resonancia de los conflictos contenidos y acallados producto del terror de la tiranía.

El Frente Universitario había decidido emprender la huelga el 21 de noviembre de 1957. Días antes ya algunos liceos ―entre ellos el Fermín Toro, Andrés Bello, Juan Vicente González, Caracas―, calentaban las calles, en respuesta al llamado a plebiscito que anunciara el dictador para el 15 de diciembre de ese año. Entre sus principales organizadores estuvieron, Héctor Rodríguez Bauza, Chela Vargas, Enver Cordido, Emilio Santana, Diego Salazar, Julio Escalona, Leticia Bruzual y Antonio José Urbina [1]. Estudiantes de derecho, de medicina y otras disciplinas decidieron romper el silencio y aprovechar el Congreso de Cardiología que reunía a especialistas de América Latina y del mundo y que se celebraba en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela. Distintos focos de agitación en distintas facultades de la UCV fueron congregando a cientos de estudiantes que, luego del discurso de “Santana”, se dirigieron al Aula Magna para tomar el derecho de palabra y denunciar la dictadura a la que Marcos Pérez Jiménez mantenía sometido al pueblo venezolano. De este modo, el Congreso de Cardiología serviría como canal de información y de comunicación hacia el exterior del país. La huelga, como era de esperar, fue fuertemente reprimida por la Seguridad Nacional; alrededor de doscientos estudiantes fueron detenidos y hubo algunos heridos, entre ellos dos agentes de la SN que, a punta de cabilla, piedras y ácido, fueron “LIQUIDADOS POR LOS ESTUDIANTES” [2] (sic).

Efectivamente, la huelga estudiantil fue detonante del derrumbe de la dictadura. El atrevimiento estudiantil logró romper el silencio y burlar el terror de la SN. Diego Salazar lo expresaría en los siguientes términos: “Lo habíamos logrado, la huelga era un acontecimiento de trascendencia. La noticia volaba a todas partes… ‘los estudiantes se alzaron’… ‘este gobierno quedó pa’ los muchachos’… El estudiantado ―como en otras épocas― se convertía en nervio impulsor, en detonante de toda una gesta [3].

Aun cuando con el plebiscito el gobierno pretendiera catalizar el descontento popular y el movimiento revolucionario que se gestaba subterráneamente, luego de la huelga estudiantil la crisis de Pérez Jiménez era cada vez mayor. El 1ro de enero del año 58, una intentona militar puso en jaque al gobierno y el 21 del mismo mes, una huelga general convocada por la Junta Patriótica y llevada adelante por los trabajadores gráficos terminó de desgastar la poca estabilidad que la dictadura mantenía. Ya para el 23 de enero, Pérez Jiménez toma un avión, dejando atrás ocho años de dictadura.

El movimiento estudiantil de aquellos años jugó, como tantos otros, un rol fundamental en la lucha por las libertades democráticas. Sin embargo, ya en los días previos a la preparación del 21 de noviembre, se expresaron las interrogantes sobre la encrucijada histórica que habría de presentarse dos meses después, al caer la dictadura. El mismo Diego Salazar, en su libro Los últimos días de Pérez Jiménez, reflexionará sobre este asunto:

  • «―Lo que no entiendo es eso de la unidad. ¿Cómo es eso de que los comunistas actuemos integradamente con gente que no aspira al socialismo?― así hablaba el militante ‘más leído’ del organismo…
    Prácticamente apabullamos al ‘más leído’. En ese tiempo no entendimos que su preocupación no apuntaba a cuestionar la unidad como táctica para derrocar a Pérez Jiménez sino a la precisión de qué clase o clases sociales ejercerían el poder luego de su caída. Hoy veo profundo contenido en sus palabras…” [4]

Ciertamente, el Partido Comunista consecuente con su política de colaboración de clases y, en función de la “unidad”, estableció alianzas “tácticas” que al final terminaron convirtiéndose en estratégicas. La alianza con sectores de la burguesía y de la socialdemocracia sin mantener en pie un programa revolucionario y con independencia de clase, permitió que las fuerzas y energías de la clase trabajadora fueran puestas a disposición del establecimiento de un gobierno democrático burgués. Esto encajaba en la política estalinista de todos los Partidos Comunistas dirigidos por la burocracia de Moscú, de la “revolución por etapas”, donde se supone que habría de lucharse en los países semicoloniales, primero por la revolución democrático burguesa y la liberación nacional y sólo luego de establecida esta, plantearse la lucha por la revolución socialista.

La negación a dar la pelea porque fuera la clase trabajadoras quien tomara la dirección de la lucha contra la dictadura, y asumir que sólo debía ser una fuerza más que fuera detrás del programa de la burguesía “democrática”, era a negativa a bregar por una alianza obrera y popular para instaurar un gobierno directo de los trabajadores y sectores explotados. En fin, la lucha por una verdadera revolución social. Esto, entre otros aspectos que escapan a esta nota, son parte de la responsabilidad de la izquierda de entonces en el establecimiento del régimen de la democracia burguesa puntofijista que, bien sabemos, dejó saldos incalculables de muertes, desapariciones y pobreza en los sectores explotados y oprimidos del país.

 
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