Es cierto. No es nada nuevo. Pasa todos los días. Subirse a una formación que tiene 70 años, atestada de gente, con problemas mecánicos en estaciones y vías, viajar en subte parece un peligroso viaje en el tiempo. Pero la imagen que circuló estos días da un poco de escalofríos. Mientras un vagón circula a los sacudones, detrás de un pasajero se ven los chispazos dentro del túnel.
Lo difundió un usuario de TikTok y también difundieron los metrodelegados de la AGTSyP. Como denunció Claudio Dellecarbonara, integrante del comité ejecutivo del sindicato como parte de los sectores clasistas: “Falta de inversión, mantenimiento, obras y extensiones; ascensores y esc. mecánicas inservibles; infraestructura colapsada; trenes de 70 años de antigüedad; asbesto cancerígeno; etc. Así son las privatizaciones en los servicios públicos”.
Fue un mensaje claro ante el debate que se instaló las últimas semanas y se agudizó con el triunfo de Javier Milei, el flamante presidente derechista que quiere privatizar…lo poco que queda sin privatizar. Y ante el relato neoliberal, esas son las consecuencias de las privatizaciones. El transporte convertido en un negocio, en este caso del Grupo Roggio, hace que la calidad del viaje y el trabajo de millones sea un número más.
Además reciben subsidios millonarios, el Estado se encarga de parte de la infraestructura y les permite tarifazos permanentes.
La privatización del Subte fue realizada en 1994 por Carlos Menem. La empresa concesionaria ha sido, desde entonces, del mismo grupo empresario. Primero Metrovías y después Emova. En un principio la propiedad y control estaba en manos del Estado nacional, pero desde hace una década pasó al Gobierno de la Ciudad. Sin embargo, los negociados y el pésimo servicio no cambiaron. Es lo que vienen denunciando los trabajadores desde hace años. Porque además esa situación les lleva la vida, como muestra el escándalo del asbesto o los trabajadores que han muerto por esas pésimas condiciones.
Todas las semanas usuarios, trabajadores o periodistas suben imágenes de esa situación.
Es lo mismo que pasa en el servicio eléctrico o energético, en manos de las privatizadas. Lo que pasó con la masacre de Once en 2012. Pero los trabajadores y trabajadoras se han organizado, una y otra vez, para denunciar las consecuencias de las privatizaciones. Los servicios tienen que ser nacionalizados, pero administrados por sus propios trabajadores y comités de usuarios. La única forma de tener un servicio de calidad, económico y eficiente.
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