En 1982 comenzó a militar por los derechos humanos. Es uno de los fundadores del Partido de Trabajadores por el Socialismo, del que es dirigente. Integra la Mesa Nacional del Frente de Izquierda y el equipo de los diputados Bregman, Del Caño, Vilca y Castillo. Desde su experiencia militante habla de los cuarenta años de “democracia para ricos”, de la derrota popular sobre la que se erigió el gobierno de Alfonsín y de la deuda externa como un punto clave de esa continuidad.
LID- Se cumplen 40 años de la asunción de Ricardo Alfonsín, el primer gobierno constitucional al final de la dictadura instalada en marzo de 1976. ¿Cómo viviste aquella jornada? ¿Cuál fue tu experiencia militante?
GP- Soy de una generación que nació a la vida política cuando comenzó a entrar en crisis la dictadura militar, allá en el 82. Recordá que cuando se dio el golpe militar del año 76 yo tenía apenas 11 años, estaba en sexto grado. Por lo tanto no lo viví, ni en forma indirecta ni directa, porque mi familia tampoco estaba implicada en todo lo que fue el ascenso prerrevolucionario de los 70.
Casi terminando el secundario, en quinto año, empecé a involucrarme a través de la militancia y el activismo dentro de la Iglesia Metodista, que era una de las iglesias vinculadas a la defensa de derechos humanos y parte de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) y el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH). A partir de ese momento participé en todo lo que es la lucha por el juicio y castigo a todos los culpables del genocidio. Recuerdo que ese mismo año un profesor de quinto año nos invitó a un acto de Alfonsín en un cine de la localidad de Caseros, en Tres de Febrero, que por entonces ya se había lanzado como candidato. Yo estaba convencido, a partir de la influencia de un hermano que tuvo una breve vinculación con el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), que planteaba este punto en su campaña política, que no había que pagar la deuda externa.
No está de más mencionar que la deuda externa del país pasó de 8.000 millones de dólares en marzo del 76 a 47.000 millones de dólares al finalizar la dictadura. Es decir, para ese entonces ya representaba un enorme problema para el país, atado al Fondo Monetario Internacional (FMI), a todos los organismos financieros internacionales.
En ese acto Alfonsín comenzó a plantear el tema de la deuda. En eso alguien del público lo interrumpió y gritó “¡moratoria!” y Alfonsín respondió que de ninguna manera, que se iba a cumplir a rajatabla con todos los compromisos asumidos. Es decir, fue un idilio de horas el que tuve con Alfonsín.
¿Y comenzás tu militancia en algún partido?
GP: No, aunque me quedé ‘flasheado’ por el primer acto que hizo el Partido Comunista en septiembre del 82 en el Luna Park, al que fuimos con algunos compañeros de la juventud metodista con quienes editabamos una revista. Terminé el secundario en el 82 y en febrero del 83 me incorporaron a la Armada para hacer el servicio militar, la ’colimba’. La dictadura ya estaba en franca retirada, en junio del año 82 había capitulado y habían sido derrotados catastróficamente en la Guerra de Malvinas. La dictadura estaba en crisis, sin poder. El plan económico de Martínez de Hoz ya había fracasado, desde el año 1981, e intentaron una sobrevida con la guerra de Malvinas, en una verdadera aventura militar. Esa sobrevida finalmente se la dio la Multipartidaria, integrada por el PJ, la UCR, el PI, el MID y la Democracia Cristiana, que son los que sostuvieron a la dictadura y garantizaron la ’transición’, con la mira en la convocatoria a elecciones presidenciales el 30 de octubre de 1983, un año y medio después de que la dictadura hubiera quedado sostenida por un hilo después de Malvinas.
En 1983 estuve ’en armas’, como se suele decir, en la Armada. Esa fuerza que durante el Proceso estuvo a cargo del centro clandestino de la ESMA -donde tuve que jurar la bandera-, destinó fuerzas de tareas en distintas ciudades de todo el país y había cumplido un rol tremendamente cobarde en la guerra de Malvinas. La instrucción la hice en Puerto Belgrano, cerca de Bahía Blanca y luego me destinaron a Capital. En ese momento me involucré más a fondo con todas las movilizaciones y la lucha por el juicio y castigo a todos los culpables. Pedía permiso y me iba a Plaza de Mayo para marchar con las Madres. Me involucré compartiendo las principales marchas de ese año. Fue un momento muy particular, porque el régimen decretó la autoamnistía y Madres, Abuelas y Familiares encabezaron grandes movilizaciones.
En ese marco nos convocaron en octubre de 1983 para la guardia electoral, como parte de las Fuerzas Armadas. Me tocó en el colegio Mariano Acosta, en el barrio porteño de Once, desde las 4 de la mañana. Nosotros no podíamos votar porque no teníamos ciudadanía, nuestro DNI estaba en manos de los milicos. Yo lo hubiera hecho por (Oscar) Alende, me resultaba atractivo. Recordemos que el Partido Comunista, que ya había planteado como salida ’un gobierno cívico-militar’, había llamado a votar por Ítalo Luder y Herminio Iglesias, del viejo y rancio PJ que había estado involucrado en un pacto sindical-militar. Yo en ese momento desconocía las propuestas del Movimiento al Socialismo (MAS) y del Partido Obrero, no había tenido aún ningún contacto concreto con ellos.
El 10 de diciembre de 1983, justamente hace 40 años, salí de la guardia y me fui directamente a la Plaza de Mayo sin dormir. Ya desde muy temprano había mucha gente y me quedé hasta que Alfonsín llegó desde el Congreso y dio su discurso desde el Cabildo: “Con la democracia se come, se cura, se educa”. Sentíamos que todo había cambiado porque se vivía un clima de libertad importante.
No éramos conscientes, quiero decir mi generación, de que se había producido una gran derrota durante la dictadura militar. Conocíamos el accionar de la dictadura, las detenciones, torturas, violaciones y desapariciones; pero sentíamos que empezaba una nueva historia y que las libertades democráticas que habían sido cercenadas y arrebatadas se podían recuperar y gozar plenamente.
Empezó una deliberación del conjunto de la población sobre cuál era la salida del país. No me olvido de escenas en pleno centro de la Capital, en la calle Florida y Lavalle, con miles de personas discutiendo cuál era o debía ser la salida para el país. Se daba esa paradoja, una enorme politización sin vislumbrar que era una democracia asentada sobre una gran derrota: la de una generación entera por el accionar represivo del aparato estatal y una derrota frente al imperialismo británico respaldado por Estados Unidos, que dejó al país aún más subordinado y dependiente.
Ya en el año 84 empecé a militar en el MEDH. Creamos una coordinadora juvenil por los derechos humanos junto con Familiares y la juventud ligada a Madres de Plaza de Mayo y a la Liga por los Derechos del Hombre, donde empezamos a realizar actividades principalmente por la libertad de aquellos presos políticos que aún estaban detenidos y a disposición del Poder Ejecutivo, incluso muchos desde 1974: y que asumido Alfonsín seguían presos. Hicimos una gran campaña por su libertad, que incluyó una huelga de hambre que se extendió por doce días frente al Congreso, junto a otras organizaciones de derechos humanos y partidos políticos.
Otra experiencia importante fue la lucha por el ingreso irrestricto a la Universidad. Me había inscripto en la carrera de Sociología, que dependía del Rectorado de la UBA (todavía no existía la Facultada de Ciencias Sociales) y nos quisieron imponer el examen de ingreso. Nos negamos a rendirlo, hicimos asambleas, piquetes el día del examen y logramos que no se impusiera y entramos todos. Recién un año después se creó el CBC.
Ya en la universidad comencé a discutir con distintas corrientes y conocí al Movimiento al Socialismo, al MAS. Me fui haciendo trotskista. Fue muy importante la discusión en aquel momento sobre las estrategias revolucionarias al calor de la experiencia de las guerrillas de Centroamérica. Me había impactado especialmente la Revolución nicaragüense del año 79 y en El Salvador estaba activo todavía el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Se generó un debate sobre la viabilidad de la estrategia de estas guerrillas. Al calor de esta experiencia internacional, que discutían sectores de la juventud en la época, fue quedando claro que, a pesar de su combatividad, abrazaban un programa reformista, no luchaban por el socialismo ni por una revolución socialista que expropiara a los capitalistas e iniciara un camino como parte de la Revolución internacional; sino que defendían un programa reformista del capitalismo. Y la verdad es que, al poco tiempo, el proceso de la revolución sandinista y el FMLN se integraron al Estado burgués. A partir de entonces empiezo a abrazar las ideas del trotskismo y mi militancia en el Movimiento Al Socialismo.
A modo de balance o repaso respecto a las promesas con las que se recibió la “democracia” en el país, luego de cuatro décadas, ¿qué destacarías de esta etapa?
GP: En aquellos años fuimos llegando a la conclusión de que efectivamente lo que había conquistado la gran burguesía gracias a su brazo armado, las Fuerzas Armadas, y al genocidio que cometieron, persistió durante los años de Alfonsín y los posteriores gobiernos constitucionales.
En el ámbito económico, el gobierno de Alfonsín heredó y aceptó a libro cerrado la deuda externa, ilegítima, fraudulenta y odiosa si las hay, tomada por un gobierno de facto como el de Videla y los que le siguieron, incluyendo Domingo Cavallo que estatizó la deuda de las grandes empresas en 1981. Alfonsín la reconoció, la tomó como propia y en ese acto la legalizó y la honró en lugar de repudiarla, para adecuarse a la política que imponían los acreedores usureros y la política del FMI. Fue el comienzo del fin del gobierno de Alfonsín. A partir del año 85 fracasó primero el Plan Austral, después el Plan Primavera en 1987 y terminó en una gran hiperinflación en 1989 y crisis permanentes con pagos periódicos al FMI, que ponía en vilo al conjunto del país. Subordinación que contó con el apoyo del PJ, de la renovación de ese partido encabezada por Antonio Cafiero y después por Carlos Menem. La deuda externa es, sin dudas, el gran tema que atraviesa esta democracia capitalista.
El triunfo del imperialismo británico, acompañado por el imperialismo norteamericano, en Malvinas no fue sólo militar, sino que tuvo consecuencias profundas en términos políticos. La gestión de Carlos Menem fue el exponente privilegiado de esta subordinación, como pocos países lo habían hecho. El por entonces canciller Guido Di Tella lo sintetizó vanagloriándose de que la Argentina mantenía ’relaciones carnales’ con el imperialismo estadounidense. Y tenía razón, Argentina fue uno de los países semicoloniales en donde la política neoliberal más avanzó, después de las derrotas de grandes luchas de la clase trabajadora en los ferrocarriles, en contra de las privatizaciones de ENTel y Somisa, y tantas otras. En aquel momento desde el PTS, fundado en el ‘88, decíamos que el país se estaba convirtiendo en una estrella más de la bandera yanqui. Esto también es parte de la herencia de la dictadura que se continuó desde 1983.
Es que fueron los grandes grupos económicos extranjeros y nacionales que planificaron el golpe de marzo de 1976, los que en sus empresas ya tenían campos clandestinos de detención en la previa a consumarse el golpe, donde secuestraban y torturaban a sus propios trabajadores para empezar a quebrar la organización obrera; son esos mismos grandes capitalistas los que ya en democracia siguieron dominando el conjunto de la economía nacional.
En 1975 el índice de pobreza era del 5 %. Hoy está arriba del 40 %. Y se impuso una suerte de ’piso’ del 25 %, nunca menos. Esta democracia para ricos naturalizó que, al menos, un cuarto de la población deba vivir bajo la línea de la pobreza mientras que las clases dominantes, los dueños de los campos, la industria, los bancos y las empresas de servicios son cada vez más ricos. Y cientos de miles de millones de dólares se fueron en estos cuarenta años al pago de esa fraudulenta deuda externa. Evidentemente en esta democracia cada vez menos pueden comer, curarse o educarse como postulaba Alfonsín hace 40 años.
Otro aspecto central fueron los intentos de reconciliación con las Fuerzas Armadas.
GP: Nuevamente, esta democracia burguesa que se inauguraba en el 83 estuvo basada en lo que había sido una tremenda derrota de la vanguardia obrera y juvenil. Y eso dejó una marca muy fuerte, porque aniquilaron a los sectores más graneados de aquella generación que se había empezado a fogonear en la lucha de clases de los 60, desde el Cordobazo y en todas las experiencias sucesivas como la lucha contra el Rodrigazo y la emergencia de las comisiones internas combativas. Es decir, el movimiento obrero si bien tuvo un papel importante en la crisis de la dictadura desde 1979, llegó al año 1983 descabezado, con la vieja dirección burocrática, distintas alas de la burocracia sindical, al frente de sus organizaciones. Salvo casos excepcionales, el régimen militar preservó a la burocracia sindical mientras barrió a las comisiones internas y los delegados combativos.
Esta democracia para ricos que se inauguró en 1983 no era más que la cobertura, la forma que adquiere la dominación de la misma clase social que había hecho el golpe militar. Y esto es una conclusión muy importante.
Partidos que se reivindicaban democráticos como la UCR fueron colaboradores de la dictadura. El radicalismo le dio más de 300 intendentes a la dictadura entre el ‘76 y el ‘79. No casualmente en el año ‘86 Alfonsín impuso el Punto Final, aprobado por el Congreso, con el aval del justicialismo, para acelerar los juicios a los responsables del genocidio. Y en 1987, en Semana Santa, con el levantamiento carapintada se dio la gran capitulación que se efectivizó con la ley de Obediencia Debida, nuevamente con la complicidad del PJ, por la que el 99 % de los genocidas quedaron totalmente libres de culpa y cargo, caminando por las calles como cualquiera, incluyendo los Astiz, los Camps, los Bussi, los Etchecolatz. Los indultos de Menem de 1991 vinieron a poner el broche de oro con la liberación de las cúpulas militares.
Por lo tanto la herencia de la dictadura y la continuidad desde el ‘83 se da a través de la deuda externa, la subordinación y las relaciones con el imperialismo y el neoliberalismo, y la impunidad de los milicos genocidas. Es decir que es una democracia completamente amañada y dirigida por la misma clase social que dio el golpe militar. Esa es la conclusión de lo que hemos vivido en estos últimos 40 años.
Nosotros defendemos a morir las libertades democráticas conquistadas y luchamos contra cualquier tipo de golpismo, pero no defendemos a este decadente régimen y luchamos por reemplazarlo por una democracia mil veces superior, un gobierno de las y los trabajadores que empiece a construir un socialismo desde abajo.
Ya finalizado un proceso electoral que duró casi un año, ¿qué evaluación haces sobre la campaña nacional que desplegó el PTS en el FITU?
GP: La campaña electoral congregó varios aspectos originales. En primer lugar se da la separación de las elecciones provinciales de la nacional, se dan en forma anticipada promovidas por los gobernadores centralmente peronistas, justamente previendo que iban a ser derrotados si se quedaban pegados a las listas nacionales. De ese modo la campaña electoral se inició ya en marzo en provincias como Neuquén, luego Río Negro y así sucesivamente en la mayoría de las provincias. Y vale destacar que en gran parte de estas convocatorias participó el Frente de Izquierda, con una elección muy destacada en Jujuy, donde Alejandro Vilca sacó el 13 %, un resultado histórico de la izquierda para una elección a gobernador. En ese escenario el Congreso del PTS había definido a Myriam Bregman como precandidata presidencial, a disposición del Frente de Izquierda. Myriam nunca había sido candidata por ese cargo, no era ampliamente conocida a nivel nacional, salvo en Capital Federal donde había logrado consagrarse después de más de veinte años sin representantes de la izquierda, como diputada nacional por ese distrito en las elecciones de 2021, sectores del Gran Buenos Aires y los sectores más politizados de las ciudades del interior. Su precandidatura fue discutida y votada en las Asambleas que impulsa el PTS en todo el país, que deciden también postular a Nicolás del Caño como precandidato a vicepresidente y se proclama la fórmula completa, también para ponerla a consideración del resto de los partidos del FIT-U. Los compañeros del Partido Obrero y del MST decidieron hacer una lista propia e ir a competir en las PASO, una decisión tomada en forma totalmente unilateral. Entonces otro aspecto de esta campaña, es que participamos de las PASO con dos listas del Frente de Izquierda, en las que la encabezada por Myriam alcanzó un 70 % a nivel nacional, pese a una sistemática campaña de la otra lista contra su figura y las posiciones políticas del PTS, muchas veces superando a las críticas que se le hacían a los candidatos de los partidos burgueses. Finalmente integramos una lista común en las elecciones generales.
Hubo dos momentos importantes. Un primer momento donde buscamos afianzar la idea de que desde el Frente de Izquierda había otra salida, contra la resignación. Lo sintetizamos en la idea de “Levantá la izquierda” ligada a las grandes demandas del pueblo trabajador ya sea de recuperar el salario, en defensa de las libertades democráticas, de los derechos de las mujeres. Entonces “levantá la izquierda” era una forma de decir que había que ponerse de pie, prepararse para luchar, organizarse para revertir la situación a la que nos trajo Macri y el gobierno de Alberto, Massa y Cristina en la que aumentó la pobreza y tremendamente la desigualdad social. En las generales levantamos el lema de “Ni cómplices ni sometidos” con el poder económico, con esta deuda ilegal, ilegítima y fraudulenta, con la burocracia sindical que dejó que se pulverizara el salario y las jubilaciones. No debemos estar sometidos a esta ignominia y nos debemos insubordinar frente a la actual situación, contando la fuerza de la clase trabajadora que, si se uniera, es imbatible. Hay que prepararse para lo que se viene, que inevitablemente supone más ajustes.
Nosotros utilizamos la campaña electoral como una tribuna para llegar a millones y millones que de otra forma no podríamos hacerlo. Son meses en los que a través de spots, en radio y televisión, de reportajes que se le hacen a nuestras candidatas y candidatos y particularmente a través de los debates presidenciales, tenemos esa posibilidad, además de un extraordinario involucramiento de la militancia en la campaña en los barrios y establecimientos de trabajo y estudio. Aprovechamos unas elecciones que ya estaban jugadas desde el punto de vista de que el gran capital sabía que cualquiera de las variantes vencedoras (Bullrich, Massa o Milei) eran opciones que, más allá de las diferencias que tenían y tienen, en última instancia iban a resguardar los intereses del gran capital. Cualquiera de los tres, y a su manera, iba a hacer honor de los intereses de la banca acreedora y de los de los usureros de la deuda. Iban a profundizar un ajuste sobre el pueblo trabajador.
Nuestro planteo era una orientación completamente contraria. Excepto Myriam Bregman nadie habló del FMI, de la sumisión a la que nos lleva un acuerdo con el FMI, de la precarización laboral, de la pelea por los derechos de las mujeres y la disidencias, del consenso extractivista, entre otros tantos temas que se expusieron con mayor alcance para millones en los debates presidenciales. Myriam también se hizo muy conocida con frases como la que le planteó a Javier Milei, que era no era más que un ‘gatito mimoso del poder económico’. Una forma de popularizar que, más allá de su discurso anticasta, él era un representante de los intereses de los poderosos y no viene a actuar contra la casta sino a gobernar con ella, como se demostró inmediatamente después de su triunfo.
Y en cuanto a los resultados electorales nacionales y las bancas conquistadas, ¿cómo evaluás el desempeño del Frente de Izquierda?
GP: Sobre los resultados electorales tengamos en cuenta que el Frente de Izquierda ha tenido en general un desempeño mejor en elecciones legislativas que en las ejecutivas. En estas elecciones presidenciales logramos un modesto resultado electoral, muy similar a otros anteriores. Aunque lo estrictamente numérico siempre es relativo. Primero hay que plantear el clima político nacional que se impuso de cara a las generales, el famoso “mal menor”, esta vez para evitar que ganara el ultra-derechista Milei. Un sentido común que al día siguiente del escrutinio se empezó a caer por su propio peso. Muchos de los que nos decían e impulsaban esta campaña ahora están haciendo cola para postularse como colaboracionistas del próximo gobierno de Javier Milei.
Relativo decía porque la influencia que logró y el conocimiento de Myriam Bregman después de esta campaña es extraordinario. Cuando iniciamos la campaña, algunos sondeos indicaban que apenas la conocía el 40 % de la población y hoy ya sabemos que después de la campaña electoral y de los debates a Myriam la conoce más del 80 % de la población. Junto con Nicolás del Caño claramente son los dos principales referentes de la izquierda a nivel nacional, y Myriam, además, es una clara dirigente del movimiento de mujeres del que ahora quieren poner en vilo sus conquistas.
La izquierda trotskista va a tener cinco diputados y diputadas nacionales (Miryam, Nicolás, Christian Castillo y Alejandro Vilca del PTS junto con la compañera Romina del Plá del Partido Obrero), algo totalmente inédito en la Argentina y que es un gran punto de apoyo para quienes quieran enfrentar el violento ataque se avecina. Aunque en un Congreso sin claras mayorías, muy atomizado, es una bancada que tiene mucha fuerza y que independientemente de que haya o no sesiones, vamos a utilizar, a seguir utilizándolas, a redoblar los esfuerzos para que sean un puesto de lucha para amplificar las luchas de los trabajadores y el pueblo que inevitablemente se van a dar en el próximo período. Van a estar en la primera línea junto con los trabajadores y trabajadoras, las poblaciones y barrios que salgan a enfrentar al nuevo gobierno y su plan antipopular y antinacional. Para ir preparando en cada lucha, una gran fuerza que pueda enfrentar y derrotar esta guerra abierta que que nos ha declarado el gran capital y que van a querer imponer a través del gobierno de Javier Milei: peores condiciones de trabajo, más flexibilización laboral, despidos recesión, tarifazos, una inflación creciente que profundizará la pulverización de los salarios. Tratar de dar una orientación para no solo ponerle un freno sino derrotar con la huelga general el plan de guerra que han desatado y que ya están anunciando.
Por lo tanto, la campaña electoral nos sirvió muchísimo para poder estar muy bien posicionados y ganar una mayor influencia sobre distintos sectores que siguen a la izquierda, que la ven como referencia independientemente de que tal vez hayan votado alguna otra opción en las elecciones generales.
Distintos analistas vienen señalando la convergencia de una serie de factores en los procesos electorales recientes que obligaron a cambiar las estrategias y dinámicas tradicionales de las campañas. ¿Compartís este diagnóstico? ¿Cómo afecta a la hora de pensar una campaña electoral como la del PTS-FITU?
GP: Mirá, antes que nada decirte que lo que puso de manifiesto esta campaña es la implosión del sistema de partidos tal cual lo conocemos desde la anterior gran crisis del 2001, algo que ninguna encuesta pudo pronosticar. No nos olvidemos que hace un año atrás Juntos por el Cambio, y particularmente Horacio Rodríguez Larreta, era el que supuestamente este domingo iba a suceder a Alberto. No. Juntos por el Cambio está deshecho, y cada partido de esa coalición también está fracturado, como el PRO y la propia UCR. El peronismo, veremos, pero ya están prestos a colaborar con el gobierno de ultra derecha los ‘dadores de gobernabilidad’, como Daniel Scioli, el gobernador de Salta Gustavo Sáenz, la que fuera secretaria de energía de Massa, Flavia Royón… Y lo que todavía no vimos.
En el marco de esa crisis de representación de los partidos y coaliciones, que de conjunto profundizaron la pobreza, la precarización laboral y la dependencia nacional; surge un tipo sin partido que capitaliza en parte la decepción y el hastío, algo que no hubiera podido hacer sin contar con una enorme plataforma mediática desde hace años y millones de dólares puestos por grandes empresarios para su campaña. Algunos calculan que hacen falta al menos cien millones de dólares para una campaña presidencial burguesa. Hay canales de TV que son medios exclusivos de una u otra coalición 24x7. Imaginate que nosotros utilizamos menos de una milésima parte de esos recursos para hacer una campaña nacional, ya que no aceptamos y, digámoslo, ningún burgués o banquero pondría un centavo para quienes utilizamos la tribuna electoral para agitar una salida contra ellos, su régimen y su Estado.
Está claro que el rol cada vez más relevante que tienen las redes hace que una campaña de hoy sea bien distinta a la de hace diez años (ni hablar a la primera campaña que hicimos desde el PTS en 1993). Por ejemplo las redes de Myriam pegaron un tremendo salto en llegada e influencia, particularmente después de los debates, con posteos que llegan a cientos de miles, con decenas de miles de ‘likes’, mayoritariamente de jóvenes y mujeres con quieres tal vez no podríamos comunicarnos a través de otros medios. Asimismo la militancia del PTS realizó lo que se denomina ’microcampañas’ para llegar desde sus redes a sus barrios, escuelas, facultades, hospitales, fábricas u oficinas, algo que es multiplicador y que tenemos que ver cómo profundizar frente a lo que se viene.
Dentro de lo limitado de nuestros recursos en el PTS hacemos todos los esfuerzos para tomar las campañas lo más profesionalmente que podamos, con las herramientas lo más actualizadas posible que nos sirven, aún finalizada la campaña electoral, para intentar llegar con nuestro mensaje de organización y lucha en forma permanente a los más vastos sectores de la juventud y el pueblo trabajador. Como dijo Myriam en el último debate de las generales: necesitamos construir una nueva fuerza política de las y los trabajadores, socialista y revolucionaria, para que esta vez podamos vencer y empecemos a escribir otra historia.
Excepto Myriam Bregman nadie habló del FMI, de la sumisión a la que nos lleva un acuerdo con el FMI, de la precarización laboral, de la pelea por los derechos de las mujeres y la disidencias, del consenso extractivista, entre otros tantos temas que se expusieron con mayor alcance para millones en los debates presidenciales.