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15 de diciembre de 2023 Twitter Faceboock

Opinión
Basta de “fingir demencia”: ¡Es hora de afrontar la realidad, organizarse y luchar!
Segundo Asse | Estudiante de Sociologia - UNLP

Desde el triunfo de Milei, más de uno debe haberse encontrado con esta particular respuesta de personas que aborrecen a Milei: “Estoy fingiendo demencia”. El popular meme que los jóvenes usamos cuando no llegamos con un final, o nos enfrentamos a alguna situación que tenemos que abordar pero de la cual cuesta hacerse cargo, se mete en la discusión política. Pero mientras fingimos demencia el enemigo lanza un plan de guerra, y cuando la realidad es dura, tenemos que mirarla a la cara, y enfrentarla.

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El chiste empezó con problemas personales. Mientras se acerca la fecha del final estás tomando una birra con tus amigos, y alguno hace la pregunta maldita: “¿Vos no rendís en dos días, como venis?”. O tenes que ir al médico hace días y seguís sin sacar turno, y te tiran: “¿No tendrías que hacerte ver eso? No te paras de quejar por la pierna”. O tuviste una discusión con tu pareja y hace un par que no se hablan: “¿No le vas a mandar un mensaje?”. Y la respuesta: “Estoy fingiendo demencia”, y le das otro trago a la birra, caminas otra cuadra, y evitas ese chat que reclama una respuesta.

Y es que hacerse cargo de las responsabilidades es difícil, y mientras sabes que deberías estar haciéndote cargo de algo, fingís que eso no está ahí. Parece que es la más fácil, porque hacerse cargo implica dedicarle tiempo, esfuerzo, cabeza, energía. Los amigos pueden reírse a la primera, pero los mejores amigos a la quinta te paran el carro, y te recuerdan que si lo dejas pasar es peor, que a la larga el problema no se resuelve solo, empeora.

Pero una cosa es fingir demencia el 20 de Noviembre, cuando ganó Milei, con un resultado electoral que cae como un terremoto y obliga a repensarlo todo; y otra, después de que Caputo y Bullrich, ministros de economía y seguridad de este gobierno, que ya estuvieron con Macri, anuncien un plan de guerra, económico y represivo, contra las grandes mayorías trabajadoras y populares. ¿Por qué se finge demencia, qué podemos hacer para afrontar la realidad, y enfrentar los ataques?

¿De donde viene el “fingir demencia”?

Lo primero que hay que tener en cuenta es que “fingir demencia” no implica que no importe o preocupe este plan de guerra. Al contrario, muchos lo odiamos. El problema más bien es que no está claro qué hacer ante los ataques, hay un sentimiento de que no se puede hacer nada. Pero esta tampoco es una conclusión a la que cada uno llega individualmente, sino que es una construcción social. Una ofensiva ideológica de las clases dominantes a las cuales les conviene que haya una juventud que sienta esto, a lo que nuestra generación bautizó con un meme. Paradójicamente, muchos de los que les pasa esto repudian el individualismo que promueve Milei, pero aunque duela leerlo, la realidad es que este sentimiento lleva a una salida individual. Porque si sentimos que no podemos hacer nada ante los ataques, y entonces “fingimos demencia", nos encerramos, solos.

¿Y de dónde viene este sentimiento que le sirve a las clases dominantes que nos están atacando? Decimos que es una construcción social porque no nace de la noche a la mañana. Los ideólogos de la derecha bombardean cada día con estas ideas, para instalar que no hay alternativa al ajuste. Pero también hay una responsabilidad en la dirección de los sindicatos, movimientos sociales, y centros de estudiantes, muchas veces peronistas, que hace años sostienen que ante el ajuste no hay que luchar, no hay que movilizarse, no hay que organizarse, que no queda otra que resignarse. Así, mientras las condiciones de vida de millones no paran de empeorar, esas direcciones que tienen la posibilidad de convocar a dar una pelea, no han enfrentado los ataques. Teniendo esto en cuenta, es entendible que amplios sectores sientan que contra Milei no se puede hacer nada.

Pero sería falso pensar que planes de guerra contra las mayorías como el que estamos viviendo pueden pasar tranquilamente, la historia del país demuestra lo contrario, que los ataques de esta magnitud siempre han implicado grandes levantamientos populares, que ante los ataques de los de arriba hay mucho que los de abajo podemos hacer. Por eso además del plan económico de Caputo (que dicho sea de paso, demuestra que era una mentira que iban a ajustar a la “casta”), que revienta nuestras condiciones de vida, Bullrich anuncia un plan, como dijo Myriam Bregman, anticonstitucional, para prohibir la protesta social. Porque le tienen pánico a la respuesta que puede haber.

Un párrafo aparte se merece el facho de Espert, que salió a amenazar a los diputados del Frente de Izuqierda que repudiaron estas medidas, con "carcel o bala". De todo el país llega la solidaridad con Myriam y con Nicolas del Caño, que ademas de repudiar junto a múltiples personalidades y organizaciones los dichos nefastos de este personaje, destacaron que seguirían en las calles junto a los trabajadores y los sectores populares.

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Ellos también fingen demencia, un poco de historia

Mieli habló en su discurso de asunción del rodrigazo del 75´, de la hiperinflación del 89´, y de la crisis del 2001, grandes cataclismos económicos que hubo en nuestro país. Lo hizo para citar un montón de cifras sacadas del rincón del vago para justificar los ataques. “Si no me dejan hacer lo que tengo que hacer vamos a tener una crisis peor que estas tres crisis juntas”, en resumen, una mentira extorsiva. Pero revisemos mejor la historia, porque sobre lo que ellos “fingen demencia”, es que todos estos fueron planes de ataques contra las mayorías populares que tuvieron que enfrentar el odio en las calles, que tanto les aterra.

El rodrigazo fue un plan de ajuste brutal que se lanzó bajo el gobierno de Isabel Peron, a cargo de su ministro de economía, Celestino Rodrigo. Con este plan: “La nafta había sufrido un aumento del 172 %, y la especial había pasado de 550 a 1.500 pesos, un 174 %. Los combustibles líquidos incrementaron su precio en un 52 %. Las tarifas de autotransporte, el 100%; de subte, el 150%; el pasaje de ferrocarril urbano, el 80% y los servicios de larga distancia, el 100 %. La leche pasó de costar 260 a 550 pesos. El pan de 400 a 680. La manteca de 4.350 a 8.200 pesos y los quesos un promedio de 2.900 a 5.900 pesos. El precio del vino se incrementó de 450 a 880 pesos” (los parecidos con el caputazo no son coincidencia). Lo que no dice Mieli es que la respuesta de la clase obrera y los sectores populares fue un mes de masivas movilizaciones, que culminaron en la primera huelga general contra un gobierno peronista, donde se exigió la renuncia de Rodrigo, que termina renunciando y yéndose del país, y retrocediendo en todo el plan de ataque. La furia obrera y popular lo mandó al basurero de la historia.

La hiperinflación fue un enorme ataque a las mayorías, pero los 90 ́ no fueron solo eso. También fue una década de enormes luchas, donde nace el movimiento piquetero, como la rebelión de Cutral Có, el Santiagueñazo, o la defensa de la educación pública contra los planes privatistas de Menem, que fueron derrotados por los estudiantes. Década de luchas que explotaran con toda su fuerza en nuestra próxima parada.

La crisis del 2001 no es solo una crisis. Fue un enorme levantamiento popular contra el neoliberalismo, contra las privatizaciones, el empobrecimiento, la pérdida de derechos, la desocupación, con el corralito donde por pagar la estafa de la deuda externa mientras millones eran empujados a la miseria, a miles los bancos les quitaban los ahorros de su vida. Las masas movilizadas y en las calles, enfrentando la represión, echan al presidente Fernando de la Rúa, que se tiene que ir en helicóptero, y después le siguen otros 5 presidentes en una semana que tratan de agarrar la brasa caliente, se queman y se van.

Después de este enorme levantamiento a las clases dominantes en Argentina no les quedó otra que bajar un cambio por casi dos décadas. Le tienen terror a que pueda volver a pasar. Y aunque traten de disimular, saben que los planes de ajuste como el que quieren hacer no pasan tranquilamente. Bullrich hizo su anuncio anti protesta un 14 de diciembre… de lo que seguro sigue dolida es de las jornadas del 14 y 18 de diciembre del 2017, contra la reforma previsional del macrismo que le robaba a los jubilados, donde una masiva movilización enfrentó la represión y les paró el carro. La marea verde ganó copando las calles, por millones, el aborto legal. En Jujuy quisieron prohibir las protestas y la respuesta fue otro levantamiento provincial. ¿En serio piensan que es tan fácil sacarnos de las calles? Estas, y otras luchas en los últimos años, son recuerdos del futuro, de lo que puede pasar en una escala gigantescamente mayor.

La demencia de la CGT

Los otros que fingen demencia son los de la burocracia sindical. Dirigen poderosas organizaciones que nuclean a millones de trabajadores, y en vez de convocar a organizarse, con asambleas abiertas en cada lugar de trabajo y estudio, para que cada trabajador, estudiante y desocupado pueda discutir un plan de lucha y definir cómo enfrentar este plan de guerra, publican un comunicado donde hablan de su “vocación de contribuir a la gobernabilidad”. ¿De que aporte a la gobernabilidad hablan? ¿Gobernabilidad para los que quieren ajustar al pueblo? Cualquiera que lea estas palabras no le queda otra que preguntarse: “¿Estos tipos que dicen querer defendernos, en realidad de que lado están?”. Porque pudiendo convocar a enfrentar los ataques, con lo que hacen, claramente le dan ventaja a los que quieren atacarnos. Si la dirección de esas organizaciones no convoca, volvemos a lo de arriba, tiene sentido que muchos que quieren hacer algo sientan que no se pueda hacer nada.

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Por eso desde la izquierda junto a múltiples organizaciones convocamos una acción en las calles para este miércoles 20 de diciembre. No se puede esperar ni un minuto más. Los que quieren convencernos de que no se puede hacer nada son los de arriba, pero los de abajo siempre hemos demostrado que se pueden derrotar los ataques, y esa es la perspectiva que queremos mostrar. Por eso llamamos a esos grandes sindicatos, centros de estudiantes, movimientos sociales, feministas y ambientales a participar de esta acción de lucha, a unirnos todos los trabajadores y sectores populares que vamos a sufrir este ajuste, para enfrentarlo juntos y en las calles.

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Sabemos que hay miles de compañeros con los que no compartimos el mismo proyecto político, que son peronistas, kirchneristas, o por lo menos tiran más para ese lado, pero que comparten con nosotros que hay que enfrentar a Milei, y les da bronca la pasividad de sus propias direcciones. Desde ya que queremos discutir por qué hay que construir otro proyecto político. Pero en el camino, en todo lo que podamos tener acuerdo, tenemos que estar juntos. Si les molesta que sus direcciones hagan la plancha frente a un plan de guerra, hay que hacer algo para que se termine la pasividad. El primer paso es exigir que haya asambleas para discutir un plan de lucha. Ahí quedará claro quienes quieren enfrentar realmente a Milei. Como muestra la historia, y la experiencia de estos años, la lucha en las calles es el camino.

Afrontar la realidad, organizarse, y luchar

Esta es la realidad que nos toca, y la única forma de cambiarla es afrontarla. Los que somos de izquierda tenemos una responsabilidad. En tiempos donde avanzan discursos de individualismo, meritocracia, mano dura, machismo, pero también de resignación, de “no se puede hacer nada”, tenemos que dar una pelea por otros valores. Los de la solidaridad, la organización colectiva, la confianza en nuestras propias fuerzas. Tenemos que organizarnos para dar esta pelea, juntarnos, discutir, tejer redes, y dar una batalla en cada lugar de trabajo, de estudio, en cada barrio, en las redes, en cada lugar que habitamos por estas ideas. No dejarle pasar a nadie que defienda una idea reaccionaria, una idea que instala que no tenemos fuerza para cambiar las cosas.

Dar esta lucha por otros valores también implica otra práctica. Implica ponerle el cuerpo a esas peleas, dedicarle tiempo, cabeza, energías. Pensar y discutir cómo hacerle frente al ajuste, solidarizarnos con cada sector que sufra los ataques, activamente y en las calles. Este miércoles 20 de diciembre es la primera parada. Hay que recibir a Milei y sus amigos con una masiva movilización, una demostración de fuerza que le muestre a millones que sienten que no se puede hacer nada, que hay fuerza para pelear. Construir una fuerza social cada vez más poderosa, que haga temblar a los de arriba. Que le tengan miedo a la fuerza de los de abajo.

Y para nosotros, construir esta fuerza social también implica construir una fuerza política, una izquierda con peso, con miles de militantes que pueda dar batalla por esta perspectiva en todos los terrenos. Que entusiasme a millones, que muestre otro horizonte, que en las batallas que se vienen, donde estaremos en primera fila, se proponga no solo derrotar los ataques, sino también vencer.

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